Reportaje sobre patrimonio artístico metálico. Primera parte
Olvidados pero estoicos
En diciembre de 1991 la Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en
inglés), declaró al Centro Histórico de Morelia como Patrimonio Cultural de la
Humanidad. Propios y extraños se alegraron por el hecho y confirmaron una vez
más la belleza del primer cuadro y de la ciudad en su conjunto.
Podría decirse que de lo anterior resultaron muchas cosas
buenas -una mayor atracción para el turismo por mencionar una-, pero también algunas
malas.
Que edificios, estatuas y pinturas centenarias sean parte
de la cotidianidad tiene el efecto negativo de que se da por sentado el hecho de
su existencia, es decir, se puede llegar a pensar que como ahí han estado se
mantendrán siempre sin importar nada.
No es hasta que se ocasiona un daño considerable o muy
notorio que el colectivo vuelve a ser consciente de la fragilidad de ese entorno
que parecía perenne.
El paso del tiempo, inclemencias climatológicas, la
ignorancia de visitantes locales y turistas, la impericia de quien se dijo
restaurador o el uso de sustancias y procedimientos agresivos u obsoletos
ocasionan, de manera aislada y a veces en conjunto, que edificios, murales y
estatuas vean mermado su valor histórico o artístico.
Casos como el del Ecce homo en 2012 en la localidad de
Borja, España -en el que la señora Cecilia Giménez convirtió el rostro de Jesús en
una masa informe-, o uno más cercano y reciente, suscitado apenas en septiembre
de 2013, en el que se dañó de manera irreversible el monumento ecuestre a
Carlos IV que se ubica en la Ciudad de México, son testimonio de que la cotidianidad
impide, en ocasiones, valorar esos bienes antes de que resulten deteriorados.
Amenazas sin fin
En su libro La patria en el Paseo de la Reforma, Carlos
Martínez Assad señala que la estatua a Carlos IV, más conocida como El
Caballito fue encargada en 1795 por Miguel de la Grúa Talamanca Marqués de
Branciforte, quien era Virrey de la Nueva
España.
La pieza fue terminada y colocada en 1803en el Zócalo de
la Ciudad de México y apenas 18 años después la cubrieron debido al sentimiento
antiespañol que reinaba tras la consumación de la Guerra de Independencia en
1821.
Fue ahí que inició el largo caminar del Caballito. El que
parecía su primer destino,fundirlapara hacer cañones y monedas, fue apenas
librado por la intercesión de Lucas Alamán quien convenció a Guadalupe Victoria
de conservar la estatua en virtud de su valor estético, hecho que quedó de
manifiesto en la frase que puede leerse actualmente en el pedestal: “México la
conserva como un monumento al arte”, según registró Nick Caistor en su tomo
Mexico City: A Cultural and Literary Companion.
Salvada la destrucción,la pieza fue reubicada en 1822 en
el patio de la antigua universidad (Real y Pontificia Universidad de México) y hasta dos años después se permitió el acceso al
público al patio en el que fue colocada. En 1852 se dio otro traslado: Al
cruce del Paseo de la Reforma y Paseo de Bucareli, aunque protegida por una
reja. En ese lugar estuvo hasta 1979, año en que volvió a ‘cabalgar’, ahora
hasta la Plaza Manuel Tolsá del Museo Nacional de Arte, que se
ubica frente al Palacio de Minería.
La obra de 26 toneladas de peso y a la que parece
acompañar la polémica, volvió a ser objeto de disputa desde el 20 de septiembre
de 2013 cuando su integridad se vio nuevamente amenazada al ser objeto de una
intervención que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) no
había autorizado y dela que de hecho, no tuvo noticias hasta que fue tarde.
En la fecha señalada se detuvieron los trabajos y en su
momento, Vicente Flores, director de Desarrollo Inmobiliario del Fideicomiso
del Centro Histórico de la Ciudad de México señaló que las labores habían iniciado
desde la semana anterior y que el proyecto se comenzó porque hacía 70 años que
no se daba mantenimiento a la pieza.
El 24 de septiembre se dio a conocer enmedios nacionales
que el uso de ácido nítrico al 30 por ciento eliminó la pátina que protegía de
manera natural al metal por lo que volúmenes y formas se encontraban en riesgo.
La Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas,
Artísticos e Históricos, promulgada en mayo de 1972, señala en el capítulo VI,
artículo 52, párrafo segundo: “Al que por cualquier otro medio dañe o destruya
un monumento arqueológico, artístico o histórico, se le impondrá prisión de uno
a diez años y multa hasta por el valor del daño causado”.
Aunque el ordenamiento es claro respecto a una situación
como la que aún afecta al Caballito, no se ha definido todavía la situación jurídica
de los responsables y Vicente Flores sigue en su cargo.
En el limbo
“La ley de monumentos sí contempla la parte punitiva,
pero hasta donde tengo entendido falta la reglamentación, digamos que está muy
claro en lo general pero falta detallar en lo particular, hay muchas
controversias, hay otras muchas leyes que participan en determinado tipo de
bienes que a veces se enfrentan, entonces son litigios prolongados porque un
mismo bien puede estar protegido por diferentes tipos de leyes”, señaló para
PROVINCIA José Manuel Mediolea Ortega, restaurador perito del Centro INAH
Michoacán.
“Hablando de las esculturas, que las clasificamos como
bienes muebles, prácticamente no nos enfrentamos hasta ahorita a problemas de
esa naturaleza, al menos aquí en el estado no, no conozco un caso”, añadió.
El experto anotó que para efectos de investigación,
protección, conservación y restauración, no se toma en cuenta el material del
que está hecha la pieza sino el periodo histórico.
“La ley de monumentos establece que la competencia del
INAH es para bienes de 1900 hacia atrás, y ahí entendemos que hay un periodo
histórico, precolombino y prehistórico, todo es competencia del INAH, es un
espectro demasiado amplio y las esculturas en bronce, generalmente, las que más
conocemos, las que están en espacios públicos, son de factura reciente, digamos
que del siglo XX para acá, entonces ya no entran directamente en nuestra
competencia como bien cultural”.
En el capítulo III, artículo 36, apartado I del citado
ordenamiento legal se señala: “Por determinación de esta Ley son monumentos
históricos: Los inmuebles construidos en los siglos XVI al XIX, destinados a
templos y sus anexos; arzobispados, obispados y casas curales; seminarios,
conventos o cualesquiera otros dedicados a la administración, divulgación,
enseñanza o práctica de un culto religioso; así como a la educación y a la
enseñanza, a fines asistenciales o benéficos; al servicio y ornato públicos y
al uso de las autoridades civiles y militares. Los muebles que se encuentren o
se hayan encontrado en dichos inmuebles y las obras civiles relevantes de
carácter privado realizadas de los siglos XVI al XIX inclusive”.
Debido a lo anterior todas las piezas muebles (esculturas
y pinturas) o inmuebles (edificios) que sean del siglo XX a la fecha pueden ser
declaradas únicamente como monumentos artísticos, definidos en la ley de
monumentos (capítulo III, artículo 33) como aquellos que tienen valor estético
relevante, este último determinado por características, también señaladas en el
citado documento, como: “Representatividad, inserción en determinada corriente
estilística, grado de innovación, materiales y técnicas utilizados y otras
análogas”.
Una limitante para que piezas y recintos sean
considerados como tal, además de que debe haber una declaratoria expresa al
respecto, es que las obras de artistas vivos “que tengan la naturaleza de
bienes muebles no podrán declararse monumentos artísticos”.
“En Michoacán no tenemos ninguna declaratoria de
patrimonio artístico mueble”, señaló Teresa Fernández Martínez, titular del
departamento de Conservación y Restauración de Obras de Arte de la Secretaría
de Cultura del Estado de Michoacán (Secum).
-¿Hay algún proyecto para solicitar declaratoria de
alguna pieza o recinto?
No, no hay ninguna. Hace cerca de un año nos pidieron una
propuesta y yo en ese listado incluía a la obra de Zalce y la obra de Orozco
que está en Jiquilpan, nada más. Fue así como un simple listado que nos solicitaron
y se entregó, lo que nos dijeron en ese momento es que posteriormente vendrían
a verificar el estado físico de la obra para darle seguimiento pero hasta el
momento no ha pasado eso.
El Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), que
actualmente también está envuelto en una polémica,es el organismo encargado de dar
la declaratoria de patrimonio artístico y brindar protección a los recintos y obras
que cuenten con una.
El INBA se enfrenta a la posibilidad de un largo litigio por
el Polyfórum Cultural Siqueiros, espacio en manos de particulares sobre el que,
se dijo hace unas semanas, había planes de demolición y renovación.
En el artículo 34 bis de la ley de monumentos se declara:
“Cuando exista el riesgo de que se realicen actos de efectos irreparables sobre
bienes muebles o inmuebles con valor estético relevante, conforme al artículo
33 de esta Ley, la Secretaría de Educación Pública, por conducto del Instituto
Nacional de Bellas Artes y Literatura (…) podrá dictar una declaratoria
provisional de monumento artístico o de zona de monumentos artísticos,
debidamente fundada y motivada de acuerdo con la misma Ley, que tendrá efectos
por un plazo de 90 días naturales a partir de la notificación de que esa
declaratoria se haga a quien corresponda, en la que se mandará suspender el
acto y ejecutar las medidas de preservación que resulten del caso”.
Lo anterior parecería ser la solución para la polémica
del Polyfórum, sin embargo, Alfredo Suárez Ruíz, propietario del recinto, ya se
amparó y parece que el litigio será largo.
Ante tal panorama puede deducirse que a los bienes
culturales creados durante el siglo XX no hay declaratoria o ley que pueda, si
no garantizar, al menos sí priorizarlos cuando de conservación se trata.
Presentes y olvidados
Día a día tanto el dañado Caballito de la Ciudad de
México como el Caballito (monumento ecuestre a Morelos) que tiene Morelia, atestiguan
el paso de cientos de personas tan habituadas a su presencia que apenas los notan.
Fue apenas en septiembre del año pasado que El Caballito
capitalino volvió a ocupar los reflectores y esto debido a una intervención
fallida. La estatua moreliana que tiene el mismo mote también fue relevante
durante 2013 aunque por motivos menos funestos: Develada en mayo de 1913,
cumplió sus primeros 100 años en la Plaza Jardin Morelos.
Realizada también en bronce por Giuseppe Inghilleri, El Caballito moreliano ‘cabalgó’ desde Roma, donde se realizaron los trabajos de fundición, para llegar a tierras michoacanas durante el periodo gubernamental de Miguel Silva.
Por el año en que fue realizada, 1913,la obra no entra en la competencia del INAH y como no tiene declaratoria de bien artístico, en sentido estricto tampoco lo es del INBA, lo que la deja en manos del Ayuntamiento de Morelia.
Por el año en que fue realizada, 1913,la obra no entra en la competencia del INAH y como no tiene declaratoria de bien artístico, en sentido estricto tampoco lo es del INBA, lo que la deja en manos del Ayuntamiento de Morelia.
Leonel Santibañez Rodriguez, jefe del Departamento de Urbanística y
Obras Públicas en la Dirección de Planeación y Desarrollo de la que depende la Coordinación del
Centro Histórico y Zonas Monumentales de Morelia , señaló: “(A) Las Tarascas (y) El
Caballito sí les hemos dado mantenimiento, quienes se encargan de darle
mantenimiento más continuo, o a lo mejor dentro de un calendario, digámoslo
así, es Parques y Jardines, nosotros como Coordinación del Centro Histórico,
únicamente, hace aproximadamente dos años fue cuando les dimos mantenimiento,
de hecho trajimos gente especializada de México”.
Comentó además que en esa ocasión se coordinaron incluso
con el maestro José Luis Padilla Retana, autor de Las Tarascas actuales.
“Él estuvo a cargo de esa restauración
en la que por medio de ácidos fue que recuperó las pátinas del bronce, las
pátinas originales,pero eso también depende de los presupuestos que vayamos
teniendo, entonces como año con año hemos tenido algún déficit y se han ido
eliminando recursos, la verdad es que no hemos podido calendarizarlo, sin
embargo Parques y Jardines, yo tengo conocimiento que ellos dan mantenimiento
más seguido que nosotros”.
Gerardo Colín, de Parques y Jardines comentó que la
limpieza que ellos realizan es sencilla: Quitan el polvo acumulado y aplican
crema transparente de calzado para darle brillo.
“Cuando ya están en forma de que se les debe hacer una
limpieza o un mantenimiento más profundo a través del (departamento de) Recursos
Materiales aquí del Ayuntamiento se les pide el apoyo y traen gente capacitada,
les llaman patinadores, lo que hacen ellos se llama patinar, hacen algún
producto que ellos solo saben qué es lo que le aplican y ya vienen y lo hacen
ellos pero ya es de una empresa particular”.
Pero Las Tarascas y El Caballito no son las únicas piezas,
destacan entre las estatuas de bronce de la ciudad pero hay una gran cantidad no
solo en el Centro Histórico sino en todo el municipio que parecen compartir
esta incertidumbre en cuanto a la procuración de su cuidado.
¿No hay ninguna regulación entonces respecto a las
esculturas metálicas del siglo XX?, se le preguntó al restaurador José Manuel Mediolea
Ortega, a lo que respondió: “Formalmente sí hay una laguna normativa
importante, para ser más específico, la misma ley de monumentos de 1900 para
atrás no nada más nos faculta sino obliga al INAH a procurar intervenir,
preservar, asesorar… todo, de 1900 para adelante se entiende que ya no es un
bien histórico, sino un bien, en su caso, artístico, y esos bienes artísticos no
lo son por el simple hecho de pertenecer al siglo XX sino que necesitan de una
declaratoria emitida por el INBA (…) a diferencia de lo que pasa con el INAH
que por el solo hecho de pertenecer a esa temporalidad (1900 hacia atrás), nos
guste o no, nos corresponde”.
La ley federal es clara, pero ¿hay algún ordenamiento estatal o local? Teresa Fernández Martínez, titular del departamento de Conservación de la Secum dijo: “No, ninguno, porque desafortunadamente el patrimonio del siglo XX todavía no tiene protección”.
La ley federal es clara, pero ¿hay algún ordenamiento estatal o local? Teresa Fernández Martínez, titular del departamento de Conservación de la Secum dijo: “No, ninguno, porque desafortunadamente el patrimonio del siglo XX todavía no tiene protección”.
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