Reportaje sobre el pintor Mohamed Sciddel. Primera parte
Eterno peregrino
Un Cristo atómico mira desde hace 46 años a los creyentes
que día a día acuden a misa al Templo de San Francisco en el centro de Uruapan.
Una representación de la resurrección, pintada con pocas
líneas y colores, también observa a
quienes ingresan al recinto religioso y los enfrenta a la desnudez de esa
figura que representa al hombre nuevo, al Jesús que salva.
Tales imágenes -que en su momento causaron extrañeza por
el estilo tan moderno para los gustos locales-son creación del pintor nacido en
Irán, Mohamed Sciddel, quien en 1968 visitó México y llegó a Uruapan por
invitación del sacerdote Mario Amezcua para decorar las pechinas del templo que
estaba en ese momento en proceso de renovación.
Amezcua y Sciddel se habían conocido en Roma y el primero
consideró que el pintor persa era el indicado para realizar el proyecto
pictórico planteado por el presbítero José Luis Sahagún de la Parra.
Ese primer contacto entre el artista y Uruapan dejó una
primera semilla para que casi 30 años después, en 1996, regresara a una ciudad de
la que ya no se fue.Los últimos 17 años de su vida los pasó en la Perla del Cupatitzio,
lugar donde falleció en enero de 2013.
El nombre de Sciddel quizás no es por todos conocido, pero
su labor tanto artística como formativa es algo que se quedó muy presente en un
grupo de jóvenes pintores uruapenses que están determinados en no dejar que muera
el legado de su maestro.
En entrevista para PROVINCIA, Eloy Álvarez (EA), Matías
Álvarez (MA) y Erik Sepúlveda (ES)hablaron sobre el largo y enriquecedor
proceso de enseñanza que vivieron con el artista persa y también sobre el
proyecto de crear un espacio cultural en la Antigua Fábrica de San Pedro, lugaren
el que recibieron sus lecciones de pintura.
Siempre en movimiento
“Yo he nacido en Persia y crecí en una ciudad llamada
Racht donde la llanura, los laguitos y los ríos serpenteantes y los árboles
gigantescos era mis íntimos compañeros.
“El único pintor existente en la ciudad me instaba a pintar
paisajes para disfrutarlos mejor. La pintura, desde que me acuerdo, ha estado
íntimamente ligada a mí, pero desde mi infancia he sentido la dificultad para
dibujar y pintar”.
Así inició un texto autobiográfico el maestro Mohamed
Sciddel, a quien su deseo de aprender lo llevó a Teherán a la Escuela de Bellas
Artes y posteriormente a Roma, para estudiar decoración en la Academia de
Bellas Artes.
“Estábamos yo y mi deseo en el intento de analizar, sobre
un pedazo de papel, el mundo que se presentaba ante mis ojos y lo que yo sentía
en mí.
“Así nació mi vida artística y por algún tiempo dibujé y
pinté como podía. No recuerdo cuándo, pero era yo muy joven, encontré en un
periódico algunas reproducciones de Picasso. Ellas daban principio a sentir la
realidad”.
Luego de estar en Roma Sciddel vino a Uruapan a pintar en
el Templo de San Francisco y tras casi un año volvió a la capital italiana para
posteriormente retornar a un Irán que lo miró con suspicacia y poco entusiasmo.
Su asociación al cristianismo y un estilo pictórico
difícil de definir pero definitivamente crítico y combativo, chocaron con las
costumbres imperantes de una sociedad en la que ya se ‘cocinaba’ la Revolución
Islámica que culminó en 1979.
Apenas tres años antes Sciddel pintó tres murales en el
Ministerio de Agricultura de Teherán, uno de los cuales fue destruido una vez
instaurada república.
Ese panorama adverso dio pie a que en 1996 el artista dejara su país para dirigirse nuevamente a Uruapan a donde llegó invitado a
trabajar y que terminó siendo el lugar de su exilio final.
Pero los constantes movimientos de Mohamed Sciddel no
culminaron con su llegada a la ciudad. Establecido en un ambiente que le
permitió pintar y dedicarse nuevamente a la enseñanza, su peregrinaje no
terminó: Estuvo viviendo en tres domicilios distintos cuyas mudanzas siempre se
vieron motivadas por lo económico.
-¿Saben cuál era el estatus migratorio del maestro?
(MA) Era residente.
(ES) Tenía que ir a (la Ciudad de) México para estar
renovando su permiso, la ciudadanía no se la dieron.
En 1997 Sciddel llegó a Paracho para realizar obra mural
en el Centro para la Investigación y Desarrollo de la Guitarra (Cideg) y fue en
ese pequeño pueblo michoacano donde retomó la enseñanza –fue docente durante
algunos años en Irán-de la pintura y se convirtió no solo en maestro de su arte
sino en maestro de jóvenes y no tan jóvenes que quisieron aprender sobre el
arte y la pintura.
-¿Las clases empezaron en Paracho entonces?
(ES) Sí, empezaron en Paracho.
(MA) Ellos (los primeros alumnos), quería entender el
arte, ese fue el objetivo primero de un grupo de gente que se reunió; le
propusieron al maestro unas clases para poder entender el arte, y de ahí
empezó.Una de las (ideas de Sciddel) fue que si no podían entender cómo se
hacía no podrían entender el arte y empezó como taller, hacían ejercicios de
punto y línea, o ejercicios de composición, era la base, pero muchos con ese
rollo de aficionados duraron mucho tiempo haciendo lo mismo y se desesperaban,
se iban, llegaban otros… yo creo que a partir de 2004 es cuando se juntó otro
grupo diferente y somos los que estamos trabajando.
Sepúlveda comentó que fue entre el año 2000 y 2001 cuando
los alumnos de Sciddel empezaron a generar obra plástica,“los que estaban antes,
que son los fundadores -que muchos no terminaron-, estudiaban composición de
punto y línea sobre el plano, pero digamos que de 2000 para acá se empezaron a
estudiar corrientes (artísticas)”.
Luego de ese periodo de estudio más formal, que duró
entre cuatro y cinco años, fue que surgió el grupo Mehrgan compuesto por hombres
y mujeres jóvenes quienes tuvieron un interés mayor en la pintura como profesión
y forma de vida.
-¿Qué fue lo que más se les quedó de sus años como
alumnos de Sciddel?
(MA) Lo pondría como un personaje apasionadísimo de lo
que creía y que lo trataba de trasmitir. El arte para él no era un asunto de
medias tintas, era entregarse a una disciplina y sí que tenía una visión llena
de misticismo pero que tenía que ver también con el trabajo continuo, todo el
tiempo estar pensado en eso, en hacer el arte una forma de vivir y eso es lo
que nos trató de transmitir todo el tiempo, por eso lo considero maestro,
porque sí, además de sus conocimientos –era un personaje que leía, leía y leía-
tenía esa inquietud de querer trasmitir y no cortar lo que él sabia para que
siguiera la continuidad.
(EA) No podemos dejar de lado el hecho de que teníamos
que tener en mente, y siempre en la conciencia, la sinceridad con la que
hacíamos las cosas, el hecho de no trabajar por trabajar en el arte sino tener
una motivación.Por las bases que él nos dio encontrar un camino pero no
influenciado, no contaminado, era encontrar algo que saliera de nosotros, por
el hecho de hacer una introspección, hablar de uno mismo al pintar, él decía
que era lo más difícil, el hecho de que el resultado final en la obra realmente
hablara de lo que uno es, que al final todas las obras son un retrato del
pintor, la sinceridad era lo que nos hacía mucho hincapié al momento de
trabajar.
Erik Sepúlveda abundó también en que el estilo de
enseñanza de Sciddel era muy académico, “en el sentido de que era eso lo que él
buscaba, que tuviéramos la sintaxis, la gramática, las bases para llegar a un punto
donde se pudiera lograr un lenguaje con más fundamentos.
“La búsqueda de él era formarnos desde aprender a dibujar
de diferentes maneras, ejercicios de composición -que eran muy importantes para
lograr una obra depurada en cuanto a su lenguaje y estructura- y después de
ello tocar varias corrientes de arte para tener un bagaje cultural y un bagaje
pictórico”.
Señaló también que el estudio de las corrientes y estilos
no se limitaba a la plástica sino que también se veía su influencia de
disciplinas como la música y la escultura.
“Su enfoque era muy, muy teórico para llegar a una
conclusión. Cuando falleció fue el punto en el que ya el maestro estaba
motivando a empezar (a trabajar) sobre el lenguaje personal. Fueron muchos
años, fue largo el aprendizaje, pero él consideraba en muchos momentos que
todavía no estabas listo para eso, para buscar tu independencia, en muchas
escuelas eso sería muy criticado porque ya no te llevan en ese camino, pero al
maestro le parecía muy apropiado que conociéramos del arte moderno para crear
un lenguaje más concreto, más claro, más rico y no intuir cómo era que se
hacía”.
Matías Álvarez comentó que Sciddel era consciente de que
su tiempo era limitado pero creía firmemente en que el proceso del ser humano
es mucho más amplio que él mismo, “iba tratando de darnos los conceptos, de
inyectarnos esa energía para trabajar en el arte y a quien llegara, él trataba
de impulsarlo”.
Algo que los tres jóvenes creadores destacaron fue que Sciddel
nunca impuso un estilo o manera de hacer las cosas, “te daba las bases para que
tú mismo pudieras encontrar un camino, jamás dijo ‘este es el camino’, hasta el
punto que jamás nos dejó ver cómo trabajaba su obra, nosotros aprendimos bajo
nuestro trabajo, él nos corregía, nos indicaba para donde caminar, ‘busca aquí,
busca allá, investiga…’, no era una forma de imponer ni un estilo, ni una
escuela ni nada, el trabajo que hicimos con él fue tratar de investigar de los
grandes maestros para poder aprender, regresar un poco para poder ir al futuro”,
señaló Álvarez.
-¿Entonces nunca lo vieron pintar?
(MA) Aquí sí (en la Antigua Fábrica de San Pedro), pero
su obra personal no. Yo llegaba a su casa y volteaba los cuadros (risas). Lo
entiendo ahora porque no nos quería influenciar, porque en ese momento de
nuestra formación hubiéramos copiado, pienso ahora ‘qué bueno que no lo vi’.
(EA) Y ya que conocimos la obra hay quien sí la copia.
(ES) Copian la obra muy cañón.
Sepúlveda consideró que además del deseo de no quererlos
influenciar con su manera de crear en el lienzo, su negativa a mostrar la obra
personal tenía que ver también con algo presente en todos los creadores.
“Pienso que los artistas de repente somos medio celosos y
que si todavía no llegamos a una conclusión preferimos que la gente no lo vea, sobre
todo si son colegas, es como tu intimidad”.
“Las primeras obras que yo vi de él, de las que no están
publicas, fue cuando necesitaba fotografiarlas porque iba a enviar unos cuadros”,
recordó Matías.
“Yo también le caché algunas cuando me hablaba para que
le fuera a arreglar un tapanco porque tenía un montón de goteras.Entraba y me
invita a comer y a lo mejor se le olvidaba voltear un cuadro y ya así lo veía”,
abundó Sepúlveda.
Señaló también que aunque no vieron a Sciddel trabajar en
su obra personal, la manera en que abordaba los lienzos en las clases permitía
apreciar sus técnicas propias.
“Se entendían muchas cosas cuando lo veías trabajando,
porque esa manera de trabajar en esa obra, aunque fuera otro lenguaje, era la
manera en que también trabajaba él en su obra, porque cuando tú veías su obra
veías por ejemplo un cuadro fauvista que uno había empezado, te dabas cuenta
qué principios usaba.Aprendías mucho viéndolo trabajar aunque fuera sobre la
obra de uno, ya cuando ibas más avanzado ya no te tocaba tanto la obra, era muy
corto en su manera de expresarse”.
Sepúlveda señaló que buena parte de los cuadros generados
durante los años de formación y que se expusieron en alguna de las cinco exhibiciones
que organizó el maestro con su grupo de alumnos, tuvo retoques, “entendiendo que
era un estudio académico (y) se valía, a mí no me parece mal”.
-¿Cuántos años duró la formación?
(ES) Cada quien tuvo un proceso diferente de estudios;
por ejemplo yo estudié diseño gráfico aquí, al semestre siguiente empecé a estudiar
pintura con él (pero) ya había estudiado pintura con el maestro Alfredo Zalce
en Morelia. Con Sciddel estudié como ocho años, dentro de esos ocho años de
repente me fui de viaje y le falté como ocho meses, pero la clase, lo que la
clase tuvo unos 12 o 14 años desde que empezó en Paracho.
(MA) No, 16 años. Pero el proceso de este estudio que
hicimos con más fuerza empezó por ahí de 2004, la primera exposición fue en
2005, y a partir de ahí empezaron a estudiarse otros movimientos hasta la
exposición de 2012.
A finales de ese año fue que se montó la última muestra
con parte del trabajo del grupo Mehrgan, conformado en esa última etapa por: Laura
Elizabeth Arroyo, Ana Lucía Cardiel, María Rosa Cervantes, Sebastián Guerrero, Francisco
Emilio Hernández, Anibal Huipe, Santiago Alfonso Navarro, Genoveva Ortiz, Gerardo Piceno, Diego Rico y
Lizzette Sánchez, además de los tres entrevistados.
En enero del año siguiente, 2013, el maestro Sciddel
murió. A la inauguración de la exposición fue en silla de ruedas y apenas unas
semanas después, entre los cuadros de sus alumnos fue velado.
La Antigua Fábrica de San Pedro se convirtió no solo en
su espacio de trabajo durante más de una década, sino también en el lugar donde
sus amigos fueron a despedirse de él.
Su familia –su esposa Nushin y su hijo Ghorshi- fueron avisados pero no pudieron venir al velatorio. En los casi 20 años que Sciddel estuvo viviendo en Uruapan solo una vez pudieron visitarlo.
Su familia –su esposa Nushin y su hijo Ghorshi- fueron avisados pero no pudieron venir al velatorio. En los casi 20 años que Sciddel estuvo viviendo en Uruapan solo una vez pudieron visitarlo.
Foto: Facebook.com
El maestro Sciddel acudió en silla de ruedas a la última exposición del Grupo Mehrgan
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