Comentario sobre la novela La otra piel

¿Quién soy?

Al leer La otra piel (La Cifra Editorial) es imposible dejar de pensar en Pedro Páramo de Juan Rulfo.La novela escrita por Marcela Sánchez Mota tiene también como hilo conductor la búsqueda de, en este caso, una hija que necesita encontrar respuestas sobre una madre que no conoció y que incluso no sabía que existía.
   Por supuesto no estoy diciendo que la historia de Sánchez Mota emule a la de Juan Rulfo pero sí comparten ese periplo lleno de preguntas y pocas respuestas con pasajes llenos de fantasmas y fantasías inquietantes que dan algunas pistas pero que también siembran más hipótesis.
   Resulta entonces adecuado que La otra piel haya ganado en 2010 el Premio Bellas Artes Juan Rulfo para Primera Novela.

La historia
Una revelación en el lecho de muerte detona la trama. Mirella escucha decir a su padre: “Tu madre es Sophie Lenz. Vivió en Ascona”. El shock no da tiempo a que la protagonista formule siquiera todas las preguntas que una confesión así generaría. Frente al cuerpo inerte de su padre se plantea qué hacer.
   ¿Debe quedarse conforme como la realidad de vida que tiene? -Mirella es ya una mujer adulta, divorciada y con dos hijos-, ¿o lo correcto y necesario es ir a Ascona y tratar de responder a todos los cuestionamientos que la muerte dejó sin respuesta?
   Ese personaje central, esa suerte de nuevo Juan Preciado, decide emprender un viaje –no a Comala sino a Suiza-para hurgar en su origen biológico y ver cómo puede integrarlo al ser y a la existencia que llevó como, ahora lo sabe,hija adoptiva de una pareja mexicana.
   Un viaje primero a Saltillo y luego a Ascona, empieza a dar las claves de un pasado y principio que resultan de tragedia y de franca supervivencia.
   Una serie de encuentros fantásticos, visiones, reclamos, revelaciones, romances malogrados y más historias de desdicha y búsqueda es parte de lo que vive Mirella en ese periplo que es además de geográfico, interno.
   El lector podrá atestiguar cómo varios personajes, a veces desde ultratumba, le cuentan a la protagonista no solo la historia de Sophie, esa misteriosa madre biológica que un día desapareció sin dejar rastro, sino también la de Monte Veritá, la comuna utópica fundada en Ascona.
   Ese lugar, cuyo nombre significa Colina de la Verdad contiene muchos secretos referentes a la madre de Mirella y también sobre una duda que la carcome: Ese hombre al que vio morir y al que siempre llamó ‘papá’, ¿es su padre biológico?
   El encuentro con personas que resultan ser sus parientes y el descubrimiento de un abuelo que utilizó rituales místicos para intentar encontrar a Sophie, hará que Mirella se cuestione también sobre sus propias creencias.¿Será posible que una declarada atea recurra a Dios en un momento de confusión extrema?

El aporte
La otra piel es una lectura que atrapa desde el primer momento. Ante una revelación como la que se le hace a Mirella no hay otro camino mas que el de la acción. Averiguar, ir, preguntar, ver, oler, sentir… cualquier cosa que dé un indicio sobre la respuesta que se busca es bienvenido.
   El texto de Marcela Sánchez Mota resulta interesante, además de por la trama de Mirella per se, por el hecho de que al integrar a Monte Veritá –un lugar real- su publicación se convierte en una suerte de ficción histórica que permite viajar a ese espacio y conocerlo desde una mirada íntima.
   Ese lugar intentó, a principios del siglo pasado,ser la respuesta ante el capitalismo y los ideales burgueses. Monte Veritá defendió el socialismo primitivo además del vegetarianismo, el librepensamiento, el nudismo y la vivencia de una sexualidad sin restricciones morales.
   Con todos los elementos anteriores no es de sorprender que esa utopía resulte terreno fértil para que Mirella viva episodios cargados de fantasía pero también de erotismo y sensualidad.
   Las ensoñaciones que la Colina de la Verdad produce en la protagonista harán de ese espacio otro personaje en la trama, uno gracias al cual se encuentra frente a frente con su madre, sus posibles padres biológicos y con numerosas personas que aún recuerdan a Sophie con una mezcla de admiración, deseo y tristeza.
   Que La otra piel esté ambientada en 1970, apenas dos años después de la represión estudiantil en México, da pie para que en sus páginas se presente también una reflexión sobre la fragilidad humana y los difíciles caminos a los que puede llevar la defensa de los ideales.
La lucha de las izquierdas, tan fuertemente ligada a la búsqueda de un estilo de vida utópico en el que el respeto y la sana convivencia sean la constante, materializa -en el abandonado Monte Veritá encontrado por Mirella- un mensaje desolador.
  La decadencia del lugar, que aunque sigue en pie ideológicamente está en ruinas, proyecta un mensaje paralelo que hace que la protagonista –y con suerte también el lector- reflexione sobre la muerte y sus procesos.
   Una idea o un cuerpo que mueren entran en descomposición. La piel, las manos, la lengua, los ojos, antes tan llenos de significados y con tantas posibilidades de crear -aunque también de destruir-se ven indefensos ante la contundente presencia del vacío de la tumba.
   Pero, ¿qué será peor?, ¿la certeza de un sepulcro al cual poder ir a llorar un ideal o un pariente?, ¿o la duda eterna de lo que habrá pasado con el cuerpo de un ser querido?


Foto tomada de: http://www.jornada.unam.mx/

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