Entrevista con José Luis Padilla Retana. Parte 3 de 3
La otra faena
“Esto del arte es muy difícil, hay competencia dura.
Cuando me lancé de plano a esto me entró un miedo de aquel tamaño, aquí se
muere uno de hambre y está duro si no trabajas.
“En la escuela yo les decía mucho a los alumnos que no
deben de esperar a que venga la musa y los inspire, porque dicen ‘la musa’ y se
dejan crecer el pelo largo y traían huaraches y el morral y medios ‘hipiosos’ y
les dije no, esto no es así, en esto como en todo, hay que trabajar, hay que
estar diario porque diario come uno”, señaló el maestro José Luis Padilla
Retana.
El escultor moreliano —artífice de Las Tarascas, del
conjunto escultórico que está afuera del Palacio del Arte así como de
Constructores de la antigua Valladolid (ubicada al inicio del Acueducto), por
mencionar algunas de sus obras en la ciudad— señaló que está convencido de que
la lucha para ser importante es una que se da día a día.
“Nada de que me va a inspirar la musa y ahora que me
inspire a ver qué hago, eso es flojera, así fue como estaba uno acostumbrado
mucho a hacer las cosas, haber toreado me enseñó a tener un carácter firme en
muchas cosas, no sé si lo siga teniendo o no pero yo creo que son bases que uno
tiene que respetar”.
Trabajo duro
Así como su etapa de torero le dejó satisfacciones pero
también heridas y sinsabores, la faena que libra ahora el maestro Padilla
Retana en su estudio y en la fundición, también ha sido difícil.
Los ácidos y el metal han causado estragos en la salud
del escultor quien, pese a todo, se ha levantado para seguir capoteando las
embestidas que a veces da el trabajo realizado con pasión.
—¿Cuál ha sido la pieza que se le ha hecho más difícil?
Todas. Cada una lleva un problema qué resolver y a veces
son problemas de duración, hay que estarle pensando mucho y en las noches no
puedes dormir, y números y números porque yo no lo hago por cálculos de otra
forma, yo lo hago por medio de numeración —ahora ya tenemos la calculadora, ya
es otro rollo—, hay que saber sacar las proporciones y encontrar una base
fundamental de dónde partir.
Todas se han llevado algún problemita, hemos tenido
fracturas, lesiones y así han pasado cosas, como en todo, hay riesgos,
quemaduras y los golpes fuertes que se da uno en la fundición, aquí también
trabajamos con fuego para modelar, pero allá es un horno, son mil 600 grados de
temperatura, son hornos muy grandes, nosotros manejamos 300 kilos de metal
fundido.
Y luego el metal, ya cuando se está armando, brincan
escorias, astillas y cosas que lo lastiman a uno. Se usan ácidos, luego hay que
cargarlo con garruchas y a veces se revienta una cadena o se afloja alguna cosa
y se rompe uno una mano, un dedo, un pie, o se hernia, yo me hernié, sí hay
riesgos bastantes fuertes, no es un juego.
Padilla Retana comentó que a él nunca le ha gustado
acudir a los llamados agrandadores, personas que se dedican únicamente a
aumentar de tamaño el trabajo de otros.
“En esto tienes que tener una pasión total, seguir todos
los pasos. Últimamente ya no me meto tanto a la fundición porque ya me ha
lesionado, me afectó los pulmones, a la hora de estar moviendo, el metal sopla
y te echa mucho óxido y cosas de esas”.
Señaló que tuvo una lesión fuerte que lo alejó del
trabajo directo con el metal, “has de cuenta que le di el golpe a 20 mil puros,
sentí como 5 mil agujitas adentro de los pulmones, una cosa exageradamente fea,
me entró un resfriado que estuve cuatro días encamado”.
Luego de ese episodio el médico le prohibió volver a la
fundición, aunque ya puede soldar nuevamente,
“se me hace agua la boca cuando está el horno ahí listo y quisiera entrarle,
pero no vaya a ser la de malas”.
—¿Cuál de sus trabajos lo ha dejado más satisfecho?
Yo creo que no ha llegado todavía, porque haces (la
escultura) convencido de que ya está terminada, convencido de que ya te gustó,
pero siempre hay algo.
Últimamente hemos trabajado unas cosas para el gobierno,
que ni te llenan, ni te gustan ni te satisfacen emocionalmente, porque también
llega un momento en el que te dicen, ‘quiero que me hagas la estatua de fulano de tal’, o un
busto de alguien, si no te llena o no te gusta,
no la haces, hay algo que te dice
no, y no es no, y hay otras que ni siquiera te han dicho que las hagas y ya
estás pensando ‘échenme el toro encima porque ahorita mismo lo capoteo’, porque
sientes esa cosa, es inconsciente. Yo nunca le he sacado a nada, nunca he dicho
no a nada, siempre le hemos podido y siempre lo hemos hecho, no me he negado
nunca, pero sí hay esa cosita de ‘como que no’ y poco a poco vas luchando
contigo mismo por convencerte de que eso que estás haciendo tiene que quedar
bien hecho y si es un rostro tiene que parecerse al que te pidieron que hagas y
lo vas a hacer, y lo tienes que hacer. Lo haces y lo logras.
Triunfos inesperados
Aunque a José Luis Padilla Retana no le gusta participar
en concursos, ha triunfado en los únicos dos que, prácticamente sin saber, ha
entrado.
El primero fue al inicio de su carrera, le pidieron que
hiciera la escultura de un toro, “se los dimos y al tercer día me hablan para
felicitarme que porque habíamos ganado el primer lugar, ‘¿primer lugar de
qué?’, ‘de que entraste a un concurso y lo ganaste’, ‘¿cómo?’, ‘sí —dice— y
ahora lo vas a hacer y tienes que empezar antier’”.
Se trató de un monumento al toro bravo de 3 metros y
medio de altura por 5 de largo que se puso en Chapultepec, colocado en la
Ciudad de México.
El otro concurso fue más reciente. Mucho tiempo después
de haber entregado un boceto le llamaron al maestro Padilla Retana para
informarle que había ganado el primer lugar, algo que no creyó y hasta colgó el
teléfono. Un segundo ‘telefonazo’ aclaró la situación: Había obtenido el
triunfo en un certamen que le daba ahora el derecho de hacer una pieza en honor
a Miguel y Hidalgo.
Recordó que le dijeron: “Debe de ser el primero y el más
grande a don Miguel Hidalgo y Costilla y este va vestido de Generalísimo de las
Américas, con motivo del Bicentenario, este monumento debe ser el primerito del
bicentenario. Una de esas cosas que no puedes creer, hubo que avocarse a
hacerlo, es un poquito más grande que el Morelos que tenemos aquí, y total, que
se hizo, ya se colocó.
“Lo interesante de esto es que cuando don Miguel Hidalgo
vivía aquí en Morelia, era rector del Colegio de San Nicolás, de aquí salió a
recibir el nombramiento a Acámbaro, el nombramiento de Generalísimo de las
Américas, y ahora nos tocó hacerlo aquí y de aquí mandarlo a Acámbaro pero ya
vestido de generalísimo y para toda la vida”.
El carácter
Padilla Retana comentó que es un firme creyente de la
belleza del clasicismo —corriente en la que se inscribe su obra— y que no le
gusta el surrealismo, ni el modernismo. “Son caricaturas, no dejan de ser una
caricatura, yo no digo que sea fácil, también tendrá su grado de dificultad,
pero de acuerdo a la proporción natural y a la expresión corporal, es más
difícil lo clásico. Quizás a mucha gente no le guste lo clásico pero yo creo
que la belleza clásica es lo real”.
El maestro comentó cuál es la triada básica para lograr
una pieza bella: “Al principio me costaba trabajo, siempre tienes que pensar
primero en la fisonomía y luego en el parecido, pero el temperamento es bien
importante, y a mí se me iba”.
Señaló que para alguien que tiene la habilidad y el
talento es sencillo lograr que la pieza, sobre todo en el caso de los bustos,
se parezca a quien están homenajeando, pero siempre hay ‘algo’ que hace falta.
“Yo cuando los veo entrar, volteo el busto, ellos entran
y lo ven de espaldas y yo me hago para acá, entonces ellos le dan la vuelta de
frente y yo no pierdo la atención en la expresión de la cara, ahí te dice todo
esa primer reacción.
“Siempre son pruebas de fuego, viene la viuda, la mamá,
la hermana, la hija y más en las mujeres, como que son más exigentes, son más
detallistas”, señaló.
“¿Cómo lo expresas? No sabe uno cómo pasa eso, pero hay
una especie de comunicación. Te dicen: es que era bonachón y lo tratas con
cierta dulzura, que era duro, lo tomas con cierta dureza”.
Fue con eso en mente que trabajó la expresión facial en
la estatua a Hidalgo colocada en Tacámbaro. La rudeza de la lucha
independentista, el juicio, la excomunión, la forma en que murió y el hecho de
que hayan dejado su cabeza colgada durante 10 años en una de las esquinas de la
Alhóndiga de Granaditas.
Una pieza en la que le costó trabajo lograr la triada
fisonomía, parecido y temperamento, fue una de tamaño natural de Pedro Infante
que hizo para Torreón.
Comentó que fue un proyecto inesperado que le llegó a
través de una de esas significativas llamadas telefónicas que ha recibido a lo
largo de su carrera. El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
(Conaculta) le pasó los datos del maestro a quienes buscaron recordar al Ídolo
de México en su 50 aniversario luctuoso (2007).
Padilla Retana pensó que sería un trabajo que no se
concretaría y hasta puso un precio a la pieza un poco elevado, según sus
cálculos iniciales, pero se convenció de que todo iba en serio cuando al día
siguiente recibió por paquetería fotos de Pedro Infante y un cheque con el
anticipo del trabajo.
“Dije ‘a caray, es cierto’. Venía la fotografía donde
está Pedro cantando como hacia un balcón y decía en la carta: ‘Las
características que tiene aquí son bien importantes, todos los detalles, el
cinturón, que debe de ser pitiado, debe de tener una I y una P, en todos lados,
lleva tres líneas con la I y la P, Pedro Infante, la funda de la pistola también,
la cacha de la pistola debe ser de pata de venado, el sombrero con el galardón
bien detallado…’, entonces la cosa no estaba sencilla, estaba exigente, dije
‘ándale, en la que te metiste’”.
Recordó que al modelar el rostro de Pedro Infante vivió
una serie de situaciones que parecen increíbles y hasta sobrenaturales. Algo
que también le ha pasado sobre todo con bustos de gente que ya falleció.
En el caso de Infante, varias veces el boceto perdió la
forma o dimensiones como si le hubieran dado ‘dedazos’, sin embargo no se veían
huellas dactilares. El mismo maestro, contó, no se sentía satisfecho con el
resultado del rostro porque faltaba imprimirle el temperamento del cantante,
algo que logró al encontrarse de manera fortuita con un taxista.
“Me dice: ‘fíjese que yo vivía aquí en San Juan por tal
parte y era vecino de Pedro Infante’, ‘¿qué?’, y dice: ‘es que ahí donde vivía
mi mamá vivía un hermano o una hermana de Pedro Infante y venía aquí seguido’.
Se te enchina el cuero. Y me siguió contando la historia, que Pedro a todo
mundo ayudaba, una bola de cosas de esas que necesitaba. Me enriqueció el
espíritu.
“No sé si te apasionas o te dejas llevar, no somos
supersticiosos, no pensamos en cosas de esas, tenemos mucho temor de Dios, sin
embargo suceden.
“Te metes en el tema tan a fondo... no te sientes ellos,
pero sientes ese cariño tan grande porque se vea lo más real posible”.
Las travesuras del ídolo
Entre las muchas anécdotas que tiene el escultor
moreliano, José Luis Padilla Retana, destaca una que tiene que ver con Pedro
Infante.
Realizada en 2007 con motivo del 50 aniversario luctuoso,
la pieza le costó mucho trabajo desde el proceso de modelado, sin embargo fue
cuando ya estaba terminada que se hizo patente la presencia del reconocido
cantante.
Cuando se hizo la presentación a la prensa de la pieza en
la fundición en la Ciudad de México, el maestro vio que había un detalle en uno
de los párpados de la efigie. Primero intentó cerrar la ranura con cincel pero no
fue posible, “ahí estoy, nomás me rebotaba y no podía cerrar la ranura de 3
milímetros y le hacía y le hacía y nada”.
La segunda opción, dijo, fue usar un mototul con una
fresa, pero cuando iba a empezar a trabajar se fue la luz, algo prácticamente
imposible en un taller equipado con dos plantas. “En lo que llegaba la luz me
bajo de la escalera y cuando pongo el mototul en un mesita llega la luz”.
El maestro contó que subió y bajó 10 veces y fueron las
mismas que inexplicablemente dejó de haber energía eléctrica, algo que quedó
registrado por todos los medios de comunicación ahí presentes.
Padilla Retana señaló que le dijo a la efigie de Infante: “‘Oiga señor ya párale, es por su bien, lo vamos a llevar a Torreón, en lugar de estar haciendo estas cositas ¿por qué no nos echa la mano? Esto ya no suena bien, ya cálmese, ya párele’. Y ya, le corregí y quedó”.
Padilla Retana señaló que le dijo a la efigie de Infante: “‘Oiga señor ya párale, es por su bien, lo vamos a llevar a Torreón, en lugar de estar haciendo estas cositas ¿por qué no nos echa la mano? Esto ya no suena bien, ya cálmese, ya párele’. Y ya, le corregí y quedó”.
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