Comentario sobre Bajo el techo que se desmorona

Las arenas del tiempo

Leer Bajo el techo que se desmorona (Sexto Piso) de Goran Petrovic resulta divertidísimo y aleccionador.  
    Aunque sea este el primer acercamiento con la obra de este autor nacido en Serbia y se conozca poco o nada de la República Federal Socialista de Yugoslavia, esta novela corta es un exquisito y recomendable viaje literario, no solo a Europa sino a la historia.
   Con una serie de personajes divertidos y entrañables, con vivencias que bien podrían encajar con el realismo mágico latinoamericano, Bajo el techo que se desmorona se compone de una sucesión de tramas que están unidas por un indiscutible protagonista: El cine Sutjeska, cuyo nombre anterior había sido Uranija.
   La publicación de Petrovic es, como ya se dijo, un bello periplo pero también una sutil metáfora sobre las transformaciones vividas por un país y sus habitantes.

La estructura
En un epílogo el autor señala que Bajo el techo que se desmorona cambió de nombre y extensión en varias ocasiones.
   Iniciada como un cuento corto, la historia fue creciendo y transformándose entre 2003 y 2010 hasta llegar a la versión más reciente –tal vez aún no la final- publicada ahora en México por Sexto Piso.
   El libro arranca con la historia de Laza Jovanovic, quien por un golpe de suerte y tras quedarse bizco logra cumplir el sueño de su vida: Abrir un hotel de lujo en Kraljevo.
   A base de grandes empeños y muchas deudas el lugar se pone en pie: Restaurante de cocina internacional, un gran salón donde se organizan “reuniones de público elegante” y cuartos con decoración moderna. Pero una vez alcanzado el objetivo Laza se da cuenta de que quizás no era lo que esperaba o buscaba y se deshace del lugar.
   Esa primera transacción de compra-venta del Hotel Jugoslavija parece detonar una serie de eventos -afortunados unos, desafortunados otros- que llevan al momento central de la narración: La tarde del 4 de mayo de 1980, fecha en que murió Josip Broz ‘Tito’.
   El fallecimiento del presidente de Yugoslavia hace que se interrumpa la función del cine Sutjeska -antes Uranija, antes el gran salón del Jugoslavija- afectando terriblemente la vida de la treintena de asistentes al lugar, así como la del acomodador, Simonovic.
   Entre los presentes a la malograda proyección estaban un hombre que levantaba el brazo sin cesar, como si estuviera en una votación; el borracho de la ciudad; un indigente; una pareja de amigos, uno de ellos analfabeto; un rígido profesor de literatura; y un artista sin talento definido además de parejitas de novios, tríos de maleantes locales y hasta un mirón que se esforzaba por no serlo.
   La variopinta concurrencia, además de algunos otros personajes que resultan secundarios o transitorios, se encuentra en el espacio protagonista y bajo el elemento de mayor importancia: El techo decorado con una representación del universo.
   Un altorelieve de yeso en el que se pueden ver al Sol, la Luna, nebulosas, cometas y estrellas, fue motivo de orgullo para el primer dueño del lugar y también algo imprescindible para el segundo, Rodi Prohaska, antes de la nacionalización de prácticamente todas las empresas de la nación.
   Así como la propiedad privada se desmoronó en la Yugoslavia de ‘Tito’, también todos los astros del techo lo hicieron, aunque lentamente, debido al descuido, la indiferencia y al paso del tiempo.
   Bajo esa lluvia constante de yeso es que los asistentes a la interrumpida función cinematográfica –esa que el narrador no recuerda si era de ficción o documental- reciben la noticia del fin de una era y un nuevo comienzo... quizás no tan bueno.

Metáfora
Como ya se mencionó Bajo el techo que se desmorona es un lectura divertida pero también aleccionadora, esto último no porque la trama es convierta en una lección de historia, pero sí porque tiene un marco histórico real para narrar una historia fantástica (término en su acepción de magnífica).
   Quizás la lectura de la novela de Petrovic motive al lector a informarse sobre la Yugoslavia socialista y sobre ‘Tito’ quien la condujo con mano de hierro hasta el día de su muerte.  
   Luego de la partida física de Josip Broz, como ha pasado con todos los regímenes fundados sobre la figura de una persona, la grandiosa república empezó a convulsionarse entre conflictos internos y cruentas guerras raciales que culminaron con la división del país en 1991, hecho del que las consecuencias siguen aún vigentes.
   Todo lo anterior no está tal cual en el libro, se puede intuir y para entenderlo a cabalidad es necesario leer al respecto, pero como ya se comentó, la trama bien puede disfrutarse aunque no se conozca nada del tema.
   El protagonista de la trama, el cine y su techo decorado, son una sutil metáfora sobre la nación europea: El origen resulta burgués, de propiedad privada y hasta con guiños monárquicos para luego convertirse en parte del estado que rige a todos: Habitantes y formas de diversión.
   La eterna lluvia de yeso, ese recordatorio de que lo que fue ya no será y lo que se prometió no llegará, se convierte para la trama en un reloj de blanca arena.
   Grano a grano cae el tiempo, caen las cosas, mueren los patriarcas y se desmorona la realidad tal como se conocía para dar lugar a otra en la que los compatriotas son ahora extranjeros.



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