Entrevista con José Luis Padilla Retana. Parte 1
La otra faena
Dicen que el decoro y los buenos modales dictan que a una
mujer no se le debe preguntar la edad ni el peso. Lo malo es cuando confían a
alguien esos datos, siempre saldrán a la luz.
Las Tarascas, esas tres féminas que son ya un icono de la
ciudad deberán disculparnos por revelar que en conjunto llegan a las 9
toneladas y suman 30 años de existencia.
El creador de esta pieza, José Luis Padilla Retana, en
entrevista para PROVINCIA, reveló esos y otros detalles sobre una de sus
obras más famosas y la primera que hizo para Morelia.
El maestro, que ha llevado su obra a Argentina, Cuba,
Estados Unidos, España además de a varias ciudades del país, siempre ha sido un
apasionado de lo que hace: Primero los toros y luego la escultura.
Dedicado a la creación de monumentos en bronce desde hace
más de tres décadas, Padilla Retana encontró en esta labor la manera de combinar
las que parecen ser sus dos vocaciones: El toreo y el arte.
El seminarista
Padilla Retana, nacido en Morelia, fue en quien recayó
aquel añejo anhelo de casi toda familia mexicana: Tener un hijo sacerdote.
Por influencia y casi decisión de unas tías, el paso
natural luego de la escuela fue el ingreso al seminario, un lugar del que salió
-primero a escondidas y luego con permiso- para buscar llegar al mundo taurino,
un gusto que, dijo, le viene de familia.
“(A) mis ancestros les gustó la fiesta brava, yo creo que
de ahí viene, inconscientemente, entonces en una ocasión que me paré frente a
una becerra y la vi pasar, y me pasaba de largo por todos lados sentí una
emoción que solo en otros momentos la goza uno así, intensamente.Es lo mismo
con el toro, me cambió totalmente”.
A hurtadillas el joven Padilla Retana salía los fines de semana
y se iba a la Plaza de Toros de Morelia a intentar ingresar a ese mundo que lo
llamaba. Una vez vestido de luces empezó a figurar y a oídos de los sacerdotes
del seminario llegaron rumores de un torero de nombre José Luis Padilla Retana,
como uno de sus alumnos.
El ahora escultor recordó esa etapa entre risas ya que
primero negó que fuera él y siguió en sus clases como si nada pasara, pero
cuando hubo un fuerte encontronazo con el ruedo que lo llevó al hospital y a
estar en cama durante varios días tuvo que aceptar lo que ya era evidente.
Ya recuperado de las heridas volvió al seminario donde le
dijeron que se tomara un año para averiguar si la vida como torero era lo que
realmente quería.
La pujanza, la emoción, los éxitos y hasta los golpes
hicieron que el joven torero, apodado El seminarista, optara por no volver a
vestir sotana y quedarse con el traje de luces bien puesto.
“Me vestí de luces muchas veces para ir a torear a la
Plaza México y me sacaron en hombros de la misma y de aquí de la Monumental de
Morelia. Toreé veintitantas novilladas y salí en hombros cinco veces hasta la
Plaza de Armas, en la México igual”.
Sin embargo de la mano de los triunfos llegaron también
los momentos dolorosos, hecho que hizo que el maestro pusiera en balanza si
debía seguir por ese camino.
“Ya una vez que empecé a crecer y a crecer mentalmente en
la fiesta del toro y empecé a sentir la pujanza, la embestida, la bravura y los
golpes -tengo muchas cornadas, tengo golpes muy fuertes que me metieron 25 días
al hospital y muy delicado, hasta grave, afortunadamente me recuperaron y ahora
estamos aquí dando guerra-, pero nos llenó de mucha satisfacción.
“Vivimos momentos de mucha frustración, de mucha
tristeza, de mucho dolor, pero también de mucha satisfacción, después, ya que
vimos que no era por ahí, que ya estaban pegando mucho los toros, que estaban
lastimando muy en serio, nos empezó a jalar la escultura que ya traíamos, y nos
metimos muy a fondo”.
Así como en la familia estaba el gusto por la fiesta
brava, también estaba el del arte, su papá, aunque médico de profesión,
inculcó en el maestro el gusto por la creación escultórica y plástica.
“Mi papá lo hacía como hobbie. Pintaba y modelaba unas
cosas en barro, yo llegué a ver muchas cosas de las que él hacía, algunas de las
herramientas que él usó las tengo y las uso todavía”.
Cambio de ruedo
Una vez que Padilla Retana decidió que dejaría de
dedicarse a los toros ingresó a la Academia de San Carlos, institución que
considera de las mejores para el estudio del arte,de donde luego de cinco años
de estudio egresó pero se quedó como maestro.
“Llega el momento en que uno dice ‘¿a qué hora soy yo?’,
porque es bien bonito y te dejas llevar, el estar dando clases después de que
estudiaste, con muchachos nuevos y muchachas, y gente jóvenes y hasta grandes,
la cuestión es que es bonito y es apasionante, pero llega el momento en el que
quieres aplicar tú mismo lo que estás platicando, fue cuando empezamos a
desligarnos de esto y empezar a hacer figuras, tuve la suerte de casi, casi enseguida,
hacer unos bustos de los hermanos Pedro y Ricardo Rodríguez, fueron corredores
de Fórmula 1, pusimos juntos los dos bustos en el autódromo (hermanos
Rodríguez)”.
Luego de ese primer trabajo como escultor, Padilla Retana
retomó a los toros y la charrería pero desde otro ruedo, el del arte.
Recordó que la primera exposición que realizó fue en la
Casa Domecq y tenía como tema central al mundo taurino.
“Nos la hizo favor de inaugurar el licenciado Jacobo
Zabludovsky con don Antonio Ariza (uno) de lo dueños de la Domecq, y llenaron
aquel salón de invitados y gente que uno ni conoce y ni los vuelves a ver a
muchos de ellos. Yo dije -llevábamos 50 obras - ‘que se vendan una o dos en la
semana’, iba a ser una exposición de 15 días”.
“Se montó y a la hora ya habíamos vendido 10 piezas, fue
un exitazo, todo mundo me felicitaba y yo más, porque sí había sido un trabajo
muy arduo, yo mismo tenía la fundición porque me aboqué a todo, pusimos nuestra
fundición propia y me metí. Te entraba ese celo, tengo alguien que saque los
moldes pero todo el proceso de la fundición lo voy a hacer yo, claro, con
apoyos, porque como te entra esa pasión y sientes que es más tuya la obra que
cuando la dejas y ya meten mano otras gentes. Lo hacíamos así con ese interés y
tuvimos mucha difusión a nivel nacional”.
Ese apasionamiento sigue presente, aunque es una figura
reconocida en todo México por su trabajo, Padilla Retana no se ‘duerme en sus
laureles’ y siempre realiza personalmente todo el proceso de las piezas, desde
el modelado hasta la fundición; celo que le ha ocasionado también algunos
reveses y daños a la salud.
-Actualmente hay un extendido sentimiento antitaurino y
buena parte de su trabajo escultórico es sobre ese tema, ¿alguna vez ha tenido
algún percance por ello?
He tenido la gran fortuna de que no. Yo respeto mucho el
sentir de las personas, su punto de vista, su forma de ser, lo único que yo
puedo ver es que no están totalmente informados de lo que son las cosas.
Alguien comentó: ‘es que a los toros los enseñan a embestir’,
el toro cuando nace, nace bravo, como el gallo de pelea, nacen para pelear, si
nacen para pelear que los lacen y los metan al rastro para que ahí los
sacrifiquen ahí si es crueldad. Acá (en la plaza) el toro sale a pelear, a
defenderse porque es bravo, sale a matar, no sale a jugar, mentira que sale a
jugar, hasta una becerrita chiquita, un cuerno de 5 centímetros pega una
cornada de 12 de profundidad por el impacto y lo que hunde el pitón.
Han matado a muchos toreros, muchos han quedado lisiados,
se exponen, cada quien tenemos nuestro oficio y tenemos nuestras ilusiones,
nuestras aspiraciones, a cada quien le gusta el futbol, el box, en fin,
entonces yo respeto el punto de vista de estas personas pero siento que les
falta un poquito de más documentación, la fiesta brava viene de años muy
ancestrales, hubo un toro que le decían El Uro, considerado como la base
fundamental del toro del lidia, de ahí parten todos los toros, estamos hablando
de más de mil años, esto ya viene de todas las épocas.
La gran belleza que expresa un toro con un torero
enfrente, esa plasticidad no se ve en ningún otro lado, motiva la inspiración
del periodista, del comentarista, del torero, del escultor, del pintor, de las
bellas artes, motiva.
Es un motivo de mucha acción, pero de mucha belleza
también, el toro está lleno de respetos porque es un toro de lidia, es un otro
bravo, que Dios guarde la hora que nos lo encontremos donde sea, así sea un
becerrito.
-¿Es una faena dura hacer un toro en bronce?
Es una faena bien complicada porque hay que entender la
estructura del toro, la expresión corporal porque no es como la sonrisa de una
persona, ahí tiene que ver mucho las orejas y el rabo y los ojos, para poder
proyectar mas o menos lo que el toro está expresando, esa rabia, ese coraje,
ese temperamento, ‘ese quítate o te quito’.
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