Centenario luctuoso de Porfirio Díaz
Díaz, 100 años
“Espero, señores diputados, que calmadas las pasiones que
acompañan a toda revolución, un estudio más concienzudo y comprobado haga
surgir en la conciencia nacional un juicio correcto que me permita morir,
llevando en el fondo de mi alma una justa correspondencia de la estimación que
en toda mi vida he consagrado y consagraré a mis patriotas”. Así terminó
Porfirio Díaz Mori la carta de renuncia que entregó a la Cámara de Diputados el
25 de mayo de 1911.
Hace 104 años de la Revolución Mexicana, hoy se
cumple el centenario de la muerte de Díaz y a pesar del tiempo transcurrido,
parece que las pasiones siguen sin calmarse.
El historiador inglés Paul Garner —considerado el mayor
experto contemporáneo de la figura de Díaz— señala en su libro Porfirio Díaz.
Entre el mito y la historia que en el ideario colectivo se ha pasado, a través
de los siglos, del porfirismo al antiporfirismo para llegar al neoporfirismo y
después a un postneoporfirismo.
Del régimen de Díaz, en el que por supuesto su figura era
reverenciada, se pasó a la Revolución y durante esta, y las décadas
posteriores, se vivió un sentimiento contrario a todo lo que recordara al
general. Fue en la década de 1990, señala Garner, que empezó a verse con una
luz más benévola al periodo de poco más de tres décadas durante el que el Poder
Ejecutivo estuvo en manos de la misma persona. En sexenios recientes el
discurso oficial ha ignorado a Díaz y son otras voces las que lo recuerdan.
A lo anterior podría añadírsele una quinta etapa, la del
porfirismo postmoderno, representada por la cuenta de Twitter @DonPorfirioDiaz
que desde hace casi cinco años, en tono de sátira, permite hablar a esta figura
histórica que, a pesar de la distancia temporal, sigue causando polémica.
El 30 de junio don Porfirio Díaz tuiteó: “Voy a regresar
a poner orden a Oaxaca, y nomás les aviso que guajolote que se salga del corral
va a terminar en mole”. El contundente
mensaje del general obtuvo casi 60 retweets y estuvo cerca de los 70 favoritos.
Y es que justamente los problemas generados en Oaxaca por
la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) forman parte de
los argumentos que se esgrimen en contra de la repatriación de los restos
mortales de Díaz, los cuales permanecen en el cementerio de Montparnasse, en
París y que deberían estar, según su deseo, en la Basílica de la Soledad, en
Oaxaca.
Desde principios del mes pasado, por la cercanía del
centenario luctuoso, la propuesta de que sus restos regresen volvió a estar en
la palestra nacional. Esta es la tercera ocasión en la que se busca la vuelta
de Díaz. La primera fue en 1995 —en pleno neoporfirismo y una vez culminadas
las transmisiones de la telenovela El vuelo del águila, que se centró en el
Porfiriato— y la segunda en 2010, a propósito de los festejos por el
Bicentenario de la Independencia. El dicho popular dicta que la tercera es la
vencida, ¿será?
Lo cierto es que para este intento hay factores
postmodernos, como la cuenta en Twitter de Díaz, e inesperados. Un ejemplo de
esto es la petición de repatraición en la plataforma Change.org publicada a
inicio de esta semana por Maurice Chauvet y que contaba hasta el martes pasado
con 750 simpatizantes.
“Mi opinión es que Porfirio Díaz debería descansar en
Oaxaca porque fue su última voluntad”, indicó para PROVINCIA Pedro J.
Fernández, autor del libro Los pecados de la familia Montejo, obra que retrata
el Porfiriato, y culpable, como él mismo se señala, de la cuenta
@DonPorfirioDiaz. “Ya pasaron 100 años de que murió y mas de 100 años de que
inició la Revolución Mexicana. Traer los restos no necesariamente implica
hacerle un homenaje ni que el país se vaya a hundir, nada más es reconocer la
última voluntad de un hombre que le hizo mucho bien al país.
“Además de sus errores sí tuvo muchos aciertos y de
repente en los discursos oficiales se nos olvida que sí fue héroe de grandes
batallas —como durante la Reforma y en el Segundo Imperio Mexicano—, entonces
si reconocemos la grandeza de esos momentos históricos y él fue una de las
figuras centrales, por respeto deberíamos honrar su última voluntad y de
traerlos”.
Con sable y smartphone
El 21 de julio de 2010, 95 años después de su muerte, el
cadáver embalsamado de Porfirio Díaz se levantó de su tumba y empezó a tuitear.
Al menos así podría decirse que pasó por intervención de Pedro J. Fernández,
joven escritor y guionista mexicano, quien a través de la cuenta en Twitter @DonPorfirioDiaz revivió al héroe que devino en villano.
El perfil tiene hasta el momento 169 mil 470 seguidores y
casi 96 mil tweets en poco menos de cinco años de actividad. “Empiezas a darle seriedad a la red social y empiezas a
analizar el impacto de tus tweets. Ver qué temas funcionan y te haces muy
consciente de cómo funcionan estas plataformas digitales”, indicó Fernández.
El autor de Los pecados de la familia Montejo (Grijalbo),
novela ambientada en el Porfiriato, compartió su interés por la historia de
México en general y por la biografía de Díaz en particular, figura a la que se
acercó a través de un medio inesperado: una telenovela.
Entre el 4 de julio de 1994 y el 23 de enero de 1995 se
transmitió El vuelo del águila, telenovela histórica producida por Ernesto
Alonso que se enfocó en la vida de Porfirio Díaz. Un hito, según Garner, de la
etapa neoporfirista que, de acuerdo con lo señalado por el historiador Arno
Burkholder en su texto La herencia de don Porfirio pubicado en la Revista R el
domingo pasado, tenía además el objetivo de legitimar el sexenio priísta de
Carlos Salinas de Gortari, el cual se alejó de sus bases históricas revolucionarias.
“(La telenovela)
Fue uno de los primeros acercamientos que tuve con la figura”, recordó
Fernández, “me pareció crucial entender que Porfirio Díaz era un hombre que
tuvo errores y que tuvo amores. Ver a un personaje que prácticamente nos lo
venden como una figura de piedra, pasar por diferentes etapas de su vida y ver
una evolución psicológica y política y relacionarse humanamente con muchos
personajes para mí fue importante para desmitificar”.
Y fue justamente abonar al final del mito uno de sus objetivos
con Los pecados de la familia Montejo, novela en la que los lectores pudieron
romper con la lapidaria frase de que “el porfiriato fue una época de represión”
y ver a ese periodo desde diferentes clases sociales y distintos hechos
históricos que marcaron a México. “La gente puede vivir y conocer todo eso a
través del libro”, dijo el autor, “cómo se vestían, cómo hablaban y qué
comían”.
—Sigue siendo un personaje polémico, ¿le ha causado
problemas la cuenta?
En Twitter hay muchas personas que están muy aferradas a
cierta imagen del personaje histórico y, por ejemplo, no ven con buenos ojos
que yo empiece a hablar bien de él o que haga preguntas sobre ciertos hechos
históricos y sí llegan al ataque o a decir que la versión que ellos tienen es
la correcta.
—El tono de la cuenta es de parodia, ¿fue así desde el
inicio o se fue dando?
Se fue dando sobre la marcha porque es un poco el tono
que utilizan los tuiteros, entonces para hablarles a ellos tenía que bajarle un
poco al lenguaje. Se fue desarrollando esta personalidad sarcástica del general
que además hizo un buen match con esta idea de que es un viejito amargado
tratando de entender el siglo XXI.
—¿Cómo es tutear desde la voz del general?, ¿divertido o
sufrido?
Al principio me costó porque tenía esta idea de cómo
escribía él, de sus cartas, de sus memorias. Trataba yo de igualar un poco ese
lenguaje pero sí es muy del siglo XIX, es muy barroco, entonces sí tuve que ir
adaptándome y tratar de entrar en todos los temas de coyuntura de las redes sin
que el personaje perdiera su identidad.
De repente es divertido porque tratar de ver un tema
desde fuera o desde un personaje muy diferente de ti es una parte muy ‘chusca’.
—La cuenta tiene miles de seguidores, ¿en qué cree que
radica el interés?
Yo creo que se debe a un interés que tenemos en la
historia de México que no es una materia aburrida, simplemente no nos la han
sabido contar, y ahorita creo que México quiere cuestionar la historia oficial
y hablar de ello sin lo que le contaron en la escuela y de alguna manera la
cuenta ha servido como una válvula de escape.
—¿Qué opina de Díaz?
Que fue un hombre que quiso mucho al país, que fue un
gran militar y que fue pieza clave en la guerra de Reforma y en la Segunda
Intervención Francesa. En la primera mitad de su gobierno sí hizo mucho bien y
la gente sí lo quería, y de ahí vemos un declive muy pronunciado y son los
últimos años los que lo convierten en dictador. Siento que perdió piso y su
gran error fue no saberse retirar a tiempo.
—A pesar de que ya estaba muy cerca la Revolución
Mexicana, hizo la fiesta por el Centenario de la Independencia
Sí, creo que fue su último momento de gloria. No solo
estaban celebrando los 100 años de la Independencia, también estaban
conmemorando los 30 años de su presidencia, todas las obras públicas, la
creación de ministerios y secretarías, fue algo doble. Reconocían a México por
el centenario del inicio de su lucha y por otro lado todo lo que había hecho
Díaz. Fue muy importante para él, además ese 15 de septiembre cumplió 80 años.
El domingo 28 de junio @DonPorfirioDiaz tuiteó: “Cuando
yo era presidente y me enfermaba, los negocios cerraban y el país tambaleaba.
Cuando EPN se enferma, el pueblo se burla de él”.
Fernández señaló que fue por una anécdota de principios
del siglo XX por lo que escribió lo anterior en la red social. “Porfirio Díaz
salía todos los días muy temprano a correr en el bosque de Chapultepec y
siempre estaba en eventos de gobierno muy temprano. Un día se enfermó y se corrió
la noticia de que no iba a salir, de que estaba enfermo, de que se iba a quedar
en cama y ese día muchos negocios no abrieron y la gente se preguntaba qué
pasaría si desaparecía esa figura política tan importante. Sí hubo un poco de
miedo, quizás infundado. En contraste a Peña Nieto que cuando está enfermo la
reacción de las redes fue de burla”.
La identidad
El resultado de la imagen satanizada de Díaz que persiste
es que no se reconozca, y en muchos casos ni se sepa, que la concepción actual
de la mexicanidad y buena parte de los iconos del país son herencia suya.
El Ángel de la Independencia, ese espacio que es punto de
encuentro lo mismo para protestas sociales que para triunfos futbolísticos, fue
construido por Díaz; el actual Monumento a la Revolución era en realidad el
inicio del palacio legislativo que el general tuvo que dejar inconcluso por su
renuncia; concebido como Teatro Nacional, el actual Palacio de Bellas Artes
empezó a construirse también por encargo suyo.
Fue también durante su mandato que se destacó a las
figuras de Miguel Hidalgo, José María Morelos y Benito Juárez, cuyo hemiciclo
fue encargado e inaugurado por Díaz. Además se inició durante ese periodo el
interés por la arqueología y el pasado prehispánico del país que hasta hoy se
mantiene.
Esquina con…
En México es común que para dar indicaciones sobre cómo
llegar a un domicilio el dato que menos se utiliza sea el nombre de la calle.
La referencia será la casa verde, el árbol seco o el anuncio de la
vulcanizadora. Y cuando se conoce el nombre de la vía lo más seguro es que la
mayoría no sepa quien fue ese o esa al que hace referencia.
Pese a lo anterior, siempre será impresionante que el
nombre de alguien aparezca en una placa y, aunque no se tenga idea de qué hizo
para merecerlo, se dará por descontado que fue alguien importante. Aunque no es
tan socorrido, Porfirio Díaz es un par de palabras que se pueden encontrar como
nombre de calles en Oaxaca, Veracruz, Estado de México, Tamaulipas, Zacatecas,
Tlaxcala, Hidalgo, San Luis Potosí y la Ciudad de México.
Hoy la dirección de cientos de mexicanos inicia con un
“Porfirio Díaz”, pero lo cierto es que cuando se trata del general oaxaqueño el
rumbo no está claro.
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