Entrevista con Jilipollo, ilustrador mexicano

Masticando ideas

El ilustrador mexicano Javier Medellín Puyou está convencido que de todo se aprende, que de todo lo que nos rodea podemos obtener algo. Prueba de esto es el nombre con el que firma sus trabajos: Jilipollo, un mote que nada tiene que ver con el insulto tan popular en España.
   Jilipollo —que está de visita en la capital michoacana— habló en entrevista para PROVINCIA sobre su método de trabajo, sus influencias personales y todas las fuentes a las que recurre para ‘alimentar’ su creatividad y su particular estilo que lo ha llevado a trabajar, además de revistas como Chilango, Picnic y Quo, para marcas como Lufthansa, Casio y Coca-Cola.
   El joven artista (llamémosle así a pesar de que no está convencido de serlo) nació en San Luis Potosí y aunque desde niño se interesó en el dibujo e incluso estudió la carrera de Arquitectura, fue hasta mucho después que se interesó en convertirse en un ilustrador profesional. 
   “(Empecé) A dibujar desde chavito, hacía cosillas, tenía siempre la inquietud pero no era realmente ilustración, eran solamente dibujos. Ya cuando quise involucrarme más en este medio empecé a enterarme más de qué era ilustración cuando todavía ni se conocía —o al menos no tanto como ahora—. No lo entendía muy bien, no fue sino hasta que por necesidad, y leyendo blogs fue que entendí realmente qué era. También por representantes de agencias,  veía lo que buscaban y me di cuenta de lo que me faltaba.
   “Profesionalmente hablando, desde que empecé a cobrar y ser más competitivo, considero que fue como a los 28 años de edad, me tardé un poco, tengo 35 ahora. Fue parte de un proceso, tuve que pasar ciertas cosas para estar donde estoy ahorita, que no es el límite y ni estoy tan arriba, pero creo que al menos sí estoy mejor que años atrás”.

—Han pasado siete años aproximadamente desde que ilustra profesionalmente, ¿qué se ha pulido más en este tiempo, la técnica o el ojo?
Las dos cosas. Todo se va puliendo, la técnica, el estilo, el ojo ciertamente, la sensibilidad y hasta la forma de promocionarte, de tratar con el cliente, de hacer negocios. Tenemos el cliché de que los creativos no somos buenos para los negocios, pero tienes que aprender al menos algo y saber de eso para desempeñarte. Aprender de los errores, qué no hacer, hasta cómo redactar un email y pulir más el inglés, porque a veces las comisiones no son de México. Vas puliendo todo, tu conocimiento también, tu forma de observar y de escuchar. Es como un embudo: hacerlo poco a poco más estrecho para llegar a algo más sólido en tu resultado.

Una construcción
Jilipollo usa papel y tinta para sus ilustraciones, pero más que una hoja de papel trabaja en un espacio tridimensional. Su formación como arquitecto, dijo, le permite tener una concepción clara de las tres dimensiones, además de ayudarlo a poner un poco de orden en el caos que puede ser el mundo creativo.
   “Me influyó esa disciplina que obtuve en la carrera porque sí era muy exigente todo. Y mis ilustraciones tienen perspectivas, escenarios y elementos arquitectónicos, sobre todo de perspectiva. El arquitecto estudia mucho el espacio, piensa en tres dimensiones, creo que eso sí me abrió el panorama de la comprensión del espacio”.
   Sus obras, en las que además de estos elementos aparecen colores primarios y difícilmente se ven ángulos rectos, son una ‘explosión’ de libertad que ocurre dentro de los lineamientos que le marcan sus clientes, ya que la mayoría de su producción es por comisión y es poca la obra personal.
   “Afortunadamente sí me han dado libertad de poner de mí pero siempre cumpliendo ciertos parámetros, es normal. Te dan un brief, un concepto para que como iliustrador lo desarrolles a como veas y sientas las cosas, y a como es tu estilo propio. Si a uno lo buscan como ilustrador es porque ya vieron tu portafolio y saben como es tu línea, la paleta de color, las líneas, las composiciones, etcétera, todo lo que marca tu estilo como ilustrador. Te dicen: ‘Va a estar esta colección de prendas que va a meterse a México pero lo vamos a mezclar con esta compañía de autos, ¿tú como lo interpretarías a tu estilo?’, tengo que seguir un lineamiento que ellos me están marcando pero con mi lenguaje, y eso en lugar de que sea una limitante —que algunos lo toman así y creo que es un error— es un reto para mí, es un reto interesante y divertido ver cómo lo desarrollas. Es algo nuevo en el trabajo, aprendo y tengo que ‘escupir’ al final un resultado funcional, pero estético al mismo tiempo”.

—Mencionó el propio lenguaje, ¿qué lo integra?
Pienso que desde que nacemos tenemos ciertos gustos por algo, a lo mejor a mí me gustan más los colores cálidos y a otro los fríos, o las formas rectas y puntiagudas y a otros las curvas. Se refleja en muchas cosas, a veces inconscientemente, la forma en que escogemos la ropa, una bicicleta, un auto, o como decoras tu espacio, todo eso, si nos damos cuenta, es una fijación hacia ciertos parámetros visuales que estamos acumulando.
   La cosa de desarrollar un estilo también tiene que ver con estar conscientes de ello, ya que comenzamos a producir obra podemos ponerla sobre la mesa y de esas piezas que tenemos hay que ver qué tienen en común: si tus trazos son similares, si los tonos son similares, identificarlos y atacarlos, sacarles más provecho porque eso nos está definiendo ya consciente o inconscientemente, es una proyección de uno mismo, lo que sientes, la forma en que observas al mundo, nuestras preferencias, la composición, limpieza o suciedad —que no es negativo necesariamente— todas esas cosas, esas fijaciones es lo que nos va a generar una firma personal. Mientras más trabajo producimos —ese es el punto elemental— más se van puliendo esas cosas que tienen en común nuestros trabajos y van resaltando más hasta que llega un punto en el que la gente te empieza a ubicar por ellas o incluso no tanto en lo visual sino en el concepto. La forma en que conceptualizas es la forma en que tú sientes las cosas y la interpretas con una imagen. Hay quienes destacan más por eso que por la obra visual. Es un reflejo de uno mismo a fin de cuentas.

   El lenguaje creativo de Jilipollo es brillante, de colores vibrantes, imágenes que son a la vez retro y futuristas y casi siempre con un guiño a una década que le gusta, 1970.
   “He retomado la caligrafía oriental, me gusta la soltura y el trazo que es elegante y preciso, lo sacas de un solo tajo y no te puedes equivocar, se me hace muy interesante ese tipo de trazos.
   “En cuanto a paletas de color, tiendo mucho a irme como los colores básicos: amarillos, mostazas, rojos apagados, y casi todas mis obras tienen eso, de una u otra forma, pero trato de hacerlo todo muy sintetizado, hasta cierto punto limpio, fácil de comprender visualmente pero tampoco aburrida, que te cause un impacto visual efectivo —que creo que en la ilustración es muy importante—, a diferencia de algo que a lo mejor tiene muchas cosas y de pronto no lo entiendes hasta que te pones a verlo con más detenimiento, pero eso no me parece muy efectivo, no da ese impacto visual de entrada y que sigues descubriendo más cosas después”.

—Ilustra para revistas, ¿cómo combina el lenguaje editorial con el lenguaje de la ilustración, cómo lo vincula?
Siempre que me encargan ilustrar un artículo primero tengo que tener comunicación con el editor o el director de arte, saber qué es lo que necesitan y leer el artículo. Tenemos que tener mucha conexión para que quede bien puesto en la página, porque la ilustración puede quedar entre el texto o circundada por el texto.
   Tenemos que tener criterio de funcionalidad y legibilidad respecto del texto, porque si con mi ilustración parto el texto a lo mejor ya no es funcional. Tenemos que ser realistas y aterrizados en la composición y que sea funcional y atractivo tanto en la visual como en la legibilidad.

Masticado y escupido
Jilipollo está convencido de la veracidad de dos frases, la primera, de uso popular, dice: “No hay nada nuevo bajo el Sol” y la segunda nos remite Pablo Picasso: “Un buen artista copia, un gran artista roba”. Y es que una época en la que se encuentra mucho y de todo con la facilidad de un click, las referencias son innegables en cualquier trabajo creativo. La originalidad, dijo, proviene de la forma en la que se reinterpretan esas influencias.
   “Si hablamos de la palabra original viene de origen, de algo que comenzó primeramente. Puede ser un poco subjetivo el término. Ciertamente aunque ya todo está ahí, en otra forma, la forma en la que nosotros ‘masticamos’ esa idea y la ‘escupimos’ es siempre una nueva forma de interpretarlo, una nueva propuesta. Como dicen, ‘no hay nada nuevo bajo el Sol’, la forma es cómo lo interpretes, cómo lo hagas.

   “Algo que surja de la nada no creo que exista, nunca ha existido, tuvo que tener un origen y hasta ese origen tuvo que tener unas bases para poder hacer algo. Hoy tenemos más referencias de todas estas cosas que se vivieron y todo lo que experimentaron en el pasado. Todos tenemos referencias, los dijeron ya muchos artistas, como esta frase de Picasso que dice que ‘un buen artista copia, un gran artista roba’. Todos tomamos de algo que ya existe, me incluyo, todos hacemos nuestra propia traducción, nuestro propio mundo.
   “Mi influencia de los años 70 no la veo como un estilo, es algo que plasmo en mis ilustraciones cuando tengo libertad. Es un tema recurrente, pero no es un estilo meramente. Puedo hacer algo de los años 50 o de los 80, pero se nota mi estilo por el acabado que yo le doy. Es una fijación, me gusta la estética de los 70. Últimamente se ha retomado mucho los años 60, 80 y 90, pero los 70 como que no tanto y también por eso me gusta más”.

Caminos distintos
Aunque las piezas de Jilipollo tienen un elemento artístico innegable, el término de artista no es algo con el que él se sienta cómodo, y de hecho señala que aunque las obras de un ilustrador pueden estar en galerías e incluso en museos, es un camino distinto el de las artes plásticas.
   Medellín Puyou consideró como básico para el ejercicio profesional de su área el hecho de conseguir comisiones, “que te busquen por tu trabajo porque va a servir para un artículo o para un producto. Que tu ilustración sirva para algo. Por supuesto que el ilustrador también puede moverse por galerías y hasta museos, pero si se enfoca únicamente en eso, si solo hace obra personal para galerías ahí ya entra un poco la cuestión de si es un ilustrador o un artista que hace obra personal con la esperanza de que se venda.
   “Un ilustrador puede hacer obra personal, pero creo que es importante hacerla con el propósito de que nos pueda abrir puertas, que le interese a alguien y que nos comisione después. La mayoría de los aspirantes a ilustrador está esperanzado a que se muestren sus obras, pero creo que es importante tener claras las diferencias. Se pueden combinar por supuesto, hacer obra personal y promocionarla en galerías para que la gente vea tu obra y te abra puertas, más que estar esperando a que eventualmente compren la obra como lo haría un artista. No lo digo de forma peyorativa, pero sí es distinto el enfoque”.

—Si alguien ve su obra y lo llama artista, ¿es algo que le molesta?
Tampoco me azoto, no me molesta. Sí hay quienes son muy celosos con los términos. Si me dicen artista lo tomo bien, no pasa nada, ven mi obra y por supuesto a lo mejor parece algo más artístico, o a veces la gente no tiene mucho conocimiento de lo que es y te pone una etiqueta. Ya si me preguntan no me considero artista, ni me considero tan sensible, ni tan atormentado (risas).

—El carácter atormentado es parte del cliché del artista, ¿qué sería parte del cliché del ilustrador?
El estereotipo sería como el hijo de un creativo y un artista. Tiene que estar actualizado en lo que se está manejando en diseño, comer pizza, tomar coca, a muchos les gustan los gatos —a mí no—, la fotografía también, aunque no sean fotógrafos les gusta mucho todo lo de las cámaras, es algo así como un hipster.
   Un artista no es tanto así, muchos se adjudican el término artista porque está de moda, pero un artista real es más solitario, incomprendido muchas veces, tiene una forma de ver el mundo muy diferente que los demás, la gente no lo entiende ni él entiende a la gente, son solitarios y el ilustrador sí tiene vida social (risas).

—Esta parte de la incomprensión, ¿no le ha tocado experimentarla con la gente que conoce y que no está familiarizada con su profesión o incluso con su familia?
Es hasta cierto punto normal. A la gente que no es gente joven le tocó vivir una época en la que la ilustración no se escuchaba. 
   Soy arquitecto, sí he ejercido, ahora no pero pienso regresar a eso. Mis papás no están muy familiarizados con esto, sobre todo mi papá, que no lo entendía pero ahora que ya ha visto lo que más o menos he logrado lo entiende más y dice ‘qué interesante’. Es normal, no lo culpo, ellos siempre ven por el bien de uno, aunque uno diga ‘no me apoya’, a veces esa es su forma de expresarse para buscar un bien pero no los entendemos, sobre todo cuando estamos más chavos.

Más allá
Jilipollo entiende el mundo editorial y aunque trabaja por comisiones en diferentes medios impresos, sobre todo revistas, sí hay alguien con quien cree que los ilustradores tienen algo en común, los moneros.
   “Ambos (ilustradores y moneros) representan un concepto, son medios para interpretar ideas y plasmarlas. Ambos pueden trabajar —el monero más específicamente— en el ámbito editorial, pero el trabajo del ilustrador tiene más aplicación en otros medios”.
   Además lo que le llama mucho la atención y respeta, dijo, es la agilidad mental de quienes se dedican a hacer cartones diarios. “El monero se vale de diálogos, de textos, para crear sarcasmo, burla, o una comunicación entre personajes, esa forma de trabajar la idea se me hace increíble de ellos, es muy inteligente, más que el dibujo es un proceso mental de mucho trabajo”.

—¿Con qué nutre la creatividad y la propia agilidad mental para la creación de sus ilustraciones?, ¿libros, cine, cómics…?
Lo más que se pueda. Mientras más consumes de la vida, del mundo y de sus experiencias más completo te haces. No solo como ilustrador sino como persona.
   Si eres un creativo tienes que ser muy permeable con todo y cuestionarlo todo, no solamente consumirlo. Quizás no todos leen pero al menos ver imágenes e ir más allá, tratar de descubrir cómo el autor llegó a eso, lo que pudo haber sentido para llegar a ese resultado, hasta la técnica, porqué eligió esos materiales, ese medio, esos colores, nunca lo sabrás a 100 por ciento, pero tratar de ponerse en su lugar y preguntarte qué hubieras hecho para llegar a ese resultado. Esa forma de analizar las cosas sí te va haciendo más técnico tanto en conocimiento como en habilidades para la ilustración.

   Y prueba de lo anterior se puede ver en el nombre con el que firma sus ilustraciones, Jilipollo, que tiene el origen más improbable. “No es interesante (risas). Tengo familia en el DF que tiene negocios de pollos rostizados, se llaman Pollos Gilipollos y viene de ahí, solo que ellos lo tienen con g y yo lo cambié por j”.
   Mantener un diálogo constante, añadió, es también vital. “Si lees libros, revistas o si hablas con gente puedes aprender, puedes aprender de quien menos esperas. Siempre hay que mantener la mente abierta y no entrar en ‘yo solo leo a Bukowski y tú Bellas de noche’, no, de todo podemos aprender. Ser humildes también, para entender a las cosas y a la gente te hace crecer mucho”.
   Para Medellín Puyou es medular ver y estar consciente del entorno. “Consumir mucho, cuestionarse para generar una especie de puntos en la cabeza y la forma en la que tú los unas y el resultado que obtengas es lo que te hace un creativo también. No ver sino observar, no oír si no escuchar”.


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