70 aniversario luctuoso de Concha Urquiza
Alucinada
Concha Urquiza es ahora una construcción de bronce,
omisiones y olvido. De la poeta nacida en Morelia en 1910 hay pocos datos, una
escueta biografía señala que vivió en Nueva York, Estados Unidos, de 1928 a
1933, que militó en el Partido Comunista y que en 1937 tuvo una crisis
espiritual que la alejó de esos rasgos de liberación femenina para ‘sumergirse’
en la religiosidad a la que por su entorno parecía destinada.
Que estuvo en un convento, que lo dejó, que dio clases de
lógica e historia de las doctrinas filosóficas en San Luis Potosí, que publicó
en la Revista de revistas y en Viñetas de la literatura michoacana se menciona
también en su panegírico para terminar con un “falleció ahogada en las aguas de
Ensenada, Baja California, a los 35 años de edad, el 20 de junio de 1945, junto
con un compañero de excursión”.
Concha Urquiza es un misterio, uno del que hay pistas
dispersas como el busto de bronce que se encuentra en la calzada Alfredo
Maillefert —ubicada en los jardines del Centro de Convenciones y Exposiciones
(Ceconexpo) de Morelia—. Otras de las trazas sobre esta vida, que se antoja
mucho más compleja que lo arriba mencionado, es su obra publicada pero también
libros más recientes como Concha Urquiza y su obra escrito por la doctora
Teresa Perdomo de finales de 2013.
Otra fuente a la que se puede acudir para conocer a
Urquiza con una luz más integral es el teatro. Víctor Hugo Rascón Banda
escribió Alucinada, un montaje teatral que entre 2012 y 2013 tuvo un par de
temporadas en la Ciudad de México e incluso una gira —en mayo de 2013— que
llegó a Morelia.
Daniela Parra, directora de la obra, comentó en esa
ocasión para PROVINCIA: “(Su obra poética es) Todo, porque Concha, fue… bueno,
es válido decir es, es una mujer que tuvo tantas etapas y tantas dualidades que
inmediatamente le aposté a un personaje que en cualquiera de los puntos de su
vida se pudiera identificar con cualquier ser humano, eso la hace un personaje
universal. Por eso tiene tanta validez dramática, por la rebeldía de su
juventud, su apasionamiento al amar, pero también esta duda religiosa. En mi
caso me mueve mucho, siempre lo digo, Concha es una mujer que se debatió
eternamente entre el amor y cómo debe ser un buen católico, en mi caso yo soy
de Guanajuato, también tengo una formación católica, muy de derecha, y ahora
soy una teatrera que se enfrenta a otro tipo de filosofías y yo creo que es un
poco tocar este espíritu dual que está reflejado en su poesía”.
La segunda temporada de Alucinada, que concluyó
presentaciones en Morelia el 26 de mayo, dio la oportunidad a Parra y a Sandra
Garibaldi, Olivia Lagunas y Valeria Vega —las actrices participantes— la
oportunidad de encontrarse con la tierra natal de la poeta, pero también con el
ya señalado busto que, pese a ser una importante marca para que Urquiza no sea
olvidada, ofrece una visión parcial.
Historia de bronce al fin, la efigie muestra a una mujer
de rasgos finos con una expresión adusta, lentes y un peinado abultado que
remite a un chongo. La imagen corresponde con una parte de la vida de Concha,
la que fue aspirante a monja y maestra de filosofía, pero quizás poco o nada tenga
que ver con la mujer que militó en el comunismo y que vivió en una de las
ciudades más importantes del mundo.
Parte de esa visión fragmentada sobre Concha Urquiza se
debe, de acuerdo con lo escrito en Concha Urquiza. Poesía mexicana de amor a lo
divino por la doctora en Letras, Margarita León Vega, a lo siguiente: “Si como
sabemos, toda antología implica en última instancia una serie de lugares
privilegiados y no privilegiados, lo incluido y excluido en la antología de
Gabriel Méndez Planearte, viene a configurar en su conjunto una imagen más o
menos estable de Concha Urquiza, a saber, la de una pecadora arrepentida, la de
un alma salvaje redimida por Cristo, la de una poeta esencialmente mística. Y
es que el sacerdote y filólogo mexicano solo eligió aquellos textos que
corresponden a su reconversión religiosa la cual atribuye a una rectificación
del rumbo de una vida errática dentro de la militancia comunista y de la sabia
dirección de su confesor, el padre Tarsicio Romo, al cual no falta quien lo
haya acusado de distorsionar el sentido de la vida y obra de Urquiza, castrando
su evolución como poeta.
“El padre Planearte borra con frases lapidarias
importantes etapas de su vida creativa”, añade León Vega en su texto, que se
puede consultar en el Centro Virtual Cervantes, “al igual que otras vertientes
de su producción (el ensayo, la crítica y la novela), así como otras
influencias que sin duda permearon su trabajo (como el surrealismo, el
existencialismo o el estridentismo), dejando fuera cualquier especulación o
suspicacia que ponga en duda el misticismo de la autora”.
Lo anterior, de acuerdo con la investigación de León
Vega, dejó únicamente dos opciones cuando de Urquiza se trata, o la beata, o la
mujer temperamental que fue finalmente devorada por su fe religiosa.
Pasiones líquidas
“En mí y en muchos como yo, que son todo cieno con un
átomo de diamante, las cosas divinas penetran como las humanas: clavando
primero la lanza en los sentidos, y saltando de allí hasta el alma”, escribió
Urquiza en Prosas. Hacia las cumbres, una anotación que Margarita León Vega
analizó en su texto El discurso erótico en la poesía mística de Concha Urquiza.
“La sensualidad y el erotismo en Urquiza surgen”, señala
la doctora en Letras, “del desgarramiento que le produce a la poeta, por un
lado, una pasión intensa y exclusiva por el Dios ausente y, por el otro, la
imposibilidad de renunciar totalmente al mundo y a los placeres del cuerpo, a
la belleza”.
Un rasgo que también se analiza en Alucinada, de Rascón
Banda, montaje en el que cada una de las actrices en escena presenta las
variadas facetas de Urquiza y que rompen en el discurso más extendido: el de la
beata redimida.
Y aunque hay que hacer una búsqueda exhaustiva para
intentar conocer más a fondo a la poeta nacida en la capital michoacana, hay
una fuente que resulta cercana y asequible para la mayoría: Facebook. En la
señalada red social existe una fan page llamada Concha Urquiza y Morelia, en la
que hay algunos datos sobre la vida de la autora y algunas fotografías en la
que es posible verla muy lejos de la popular imagen de maestra estricta.
Lo que sí llama la atención en la información biográfica
que presenta es que pone como fecha de nacimiento de Concha Urquiza el 25 de
diciembre de 1910, mientras que la Enciclopedia de la literatura en México
señala que fue el 24 de diciembre de ese año, cualquiera que haya sido nos
arroja que la poeta tenía en realidad 34 años cumplidos cuando murió ahogada en
el Estero de Punta Banda, laguna costera ubicada dentro de la Bahía de Todos
Santos al sur del puerto de Ensenada, Baja California.
Y así como la vida de Concha Urquiza se mantiene en el
misterio aún por develar, ese mismo velo está puesto sobre su muerte que, para
muchos, oscila entre el accidente y el suicidio. La poeta había llegado —según
un artículo casi forense de Víctor M. Ortega y Emiliano Terán titulado Concha
Urquiza, entre el accidente y el suicidio— a Tijuana el 13 de junio, pero
decidió recorrer la península y llegó a Ensenada. Acompañada por Alejandro (o
Carlos) Ruiz de Chávez, sobrino de la madre directora del Colegio de las Hijas
del Espíritu Santo de Tijuana; así como
por Luis Manuel Guzmán, sacerdote de la congregación del Espíritu Santo, visitó
Punta Banda y luego de llegar en lancha decidió quedarse en la barra de arena
del estero para regresar nadando a la orilla de la playa. No salió con vida.
“Cuándo, señor, oh, cuándo/ te entregarás por siempre a
mi deseo/ ¿No basta que me veo a oscuras, suspirando,/ tras de mi propia vida
rastreando?/ Como cierva ligera,/ de agudo dardo en el costado herida/ gime sin
ser oída/ bramando en ansia fiera/ tras la dulce, lejana madriguera”, escribió
Urquiza en su poema ¿Cuándo? de 1941. La respuesta llegó cuatro años después,
entre las olas del Océano Pacífico.
Comentarios
Publicar un comentario