Entrevista con el pintor Carlos Nieves
En plural
Carlos Nieves espera vivir 100 años, así que con 51
cumplidos está iniciando la segunda mitad de su vida y lo hace en un punto en
el que, para usar un lugar común, está cosechando lo que sembró en décadas
pasadas.
El también joyero moreliano está al frente de Casa Elena,
proyecto cultural que comparte con otros creadores y en el que, además de
vivir, realiza su producción plástica, una en la que confluyen industria,
tecnología, talento y discurso.
Es común que el artista hable en plural, algo que se
entiende porque en sus obras se gesta su propia creación pero también se da
continuación al impulso creativo iniciado por otras personas en disciplinas que
parecieran estar alejadas del arte.
Nieves dibuja desde niño pero no fue sino hasta hace un
par de años que inició su labor artística de manera más constante aunque no con
el ritmo que le gustaría. “El arte no se
me da de tal hora a tal hora”, dijo en entrevista para PROVINCIA, “te
despiertas con una intención o lo sueñas y es su momento y hay que hacerlo. Si
yo digo ‘de 5 a 6 tengo una hora para pintar’, no me fluye igual. El año
antepasado quise hacer como seis piezas pero no pude, el resultado no estaba
bonito”.
Y es que la materia prima para las piezas de Nieves no
son las comunes, usa pintura automotriz, tela, aglomerado de madera, MDF,
aluminio y barniz poliuretano, que combinados generan una técnica que ha tenido
que conocer y reconocer durante años.
En sus obras, dijo, “siempre está presente el contrastar
la libertad de los mismos materiales, ver cómo reaccionan ante la temperatura y
los solventes, porque si utilizo una pintura muy espesa y le agrego una aguada,
con mucho solvente, entre ellas interactúan de cierta manera”.
Que brille
Las pinturas de Carlos Nieves dan la sensación de ser
ventanas hacia el espacio sideral, como si al meter la mano en ellas —si es que
fuera posible— el espectador se encontraría con en una especie de túnel
colorido, iridiscente y espeso en el que
flotar es lo menos impresionante que podría pasar.
Con sus obras figurativas es otra la sensación, aunque se
mantiene a la vista ese acabado de melaza iridiscente. “En joyería las cosas
tienen que brillar. Mi padre siempre ha dicho ‘hazlo que brille y se va a
vender más fácil’, pero luego yo investigando me di cuenta de que esto del ‘bling,
bling’ viene de una cuestión evolutiva, resulta que cuando nosotros vivíamos en
África, en el desierto, el brillo significaba agua, cuando alguien a lo lejos
veía un destello era porque seguramente había agua, y esta parte se nos quedó
muy fija en el cerebro y nos llama la atención el brillo, de ahí viene toda
esto del brillo. Para mí en los cuadros, esto del caramelo y del metal me dice
mucho, es un lenguaje que me gusta jugar con él y que no llega a verse tan
‘charro’, encontrar ese balance entre el color, el brillo y el metal”.
—¿Cuándo inició el interés por la pintura?
En la escuela siempre estaba dibujando, en mi casa
siempre estaba pegando cartón o armando algo, siempre estaba ideando algo.
Siempre me fue medio mal en la escuela por lo mismo y mis castigos eran irme al
taller de mi papá, de joyería, y trabajar ahí, pero lo que a mí me gustaba no
era reparar cadenas o pulir anillos, a mí me gustaba estar inventando cosas y
haciendo joyería, entonces mucho tiempo le intenté a esa parte de la joyería.
Disfruto mucho la obra plástica, pero durante mi
adolescencia y cuando era un adulto joven, no quise dedicarme a eso porque es
complicado, además de sufrido económicamente. Mi idea era encontrar un negocio
que me funcionara y eventualmente dedicarme a la pintura o al arte. Está
también muy claro que no pude haber hecho lo que hago ahora en los 90, a los 30
años, inclusive yo creo que ni a los 40, este diálogo, este lenguaje, esta
técnica se depura mucho y como que le llega su momento.
Además de lo anterior, el inicio de Casa Elena —espacio
cultural ubicado en el Centro Histórico de la ciudad— fue también el arranque
para que Nieves esté dedicado a la creación plástica dado que tiene el tiempo y
el lugar para hacerlo.
“Creo que ahora me siento con esa capacidad de proponer
un diálogo, de aportar algo, de que no sean piezas huecas, decorativas, sino
que sí tengan un contenido y un contexto, porque así soy, la verdad es que no
hago cosas por berrinche, siempre hay como un cuestionamiento o una necesidad y
con las piezas es igual”.
Es el momento
Aunque llegar a la quinta década de su vida causó una
pequeña crisis en Carlos Nieves, está convencido de que la edad —con el paso
del tiempo y las experiencias que esta implica— tiene un impacto positivo al
momento de crear.
“Yo creo que muy poca gente es talentosa desde que nace.
Picasso para hacer el Guernica, que es una obra monumental, no sé cuántos
cientos de bocetos hizo; Van Gogh, que era pastor y luego quiso ser como
escritor, él —no tengo mucha cultura al respecto— como desde el segundo o
tercer cuadro ya se veía para dónde iba. Creo que vivimos unos tiempos donde la
gente se engaña con el Instagram y con el Pinterest y ya se siente talentosa, y
aunque lo sean tienen que madurar ese talento con el trabajo”.
Lo anterior es algo que Nieves tiene claro dada la
experimentación que ha realizado con su materia prima. “No vas a entender qué
tanto puedes calentar un metal, qué tanto lo puedes doblar, qué tanto te cuesta
sacarle el brillo si no te ensucias las manos. Es igual con las piezas, los
barnices, los pigmentos, el tiempo de secado, la manera en que quizás unas
capas sí reaccionan con otras o no se anclan, solamente haciendo pruebas, y, ya
que según tú dominas la técnica, viene el tema de crear el contenido de la obra
y de llegar a terminar la pieza. Eso solamente con la experiencia, con el
tiempo. No es un tema fácil pensarte artista a los 20 o a los 30 años”.
—¿Y ahora sí se piensa como artista?
Sí, pero no quiero ser arrogante al respecto. Quizás no
(un artista) tan talentoso. Tengo algún talento pero sí soy más artista, ni de
broma me hago de contador, quizás de cirujano plástico sí me haría, porque es
algo muy interesante, pero a lo mejor otro tipo de disciplinas o de ciencias no
me llenan.
El arte me dice mucho, me llena, me apasiona, me quita el
hambre, me quita el sueño, no existe el horario… yo creo que esa es la
verdadera finalidad de una vida, encontrarte ahí y funcionar ahí. Como dicen
los alcohólicos: Una cosa es no ser alcohólico y otra cosa es estar en la
funcional, aunque encuentres tu gozo en este trabajo, en este oficio, está como
superindispensable que vivas de eso.
Autodidacta
Carlos Nieves es autodidacta, se hace de sus propias
herramientas e información y sobre esa base construye sus propias teorías. Así
como necesita de una taza de café muy cargado todas las mañanas, le es
indispensable tener material para trabajar en todos los ámbitos, es por eso que
la escuela no fue un tema tan importante y no tuvo que cumplir, como muchos
otros artistas, con entregar un título profesional en casa antes de dedicarse a
crear.
“Mi papá siempre estuvo en contra de la escuela. Mi papá
lo que quería era que nos pusiéramos a trabajar, es un hombre con una lógica
que no va con la del Universo (risas), él trae su onda y mi madre no, mi madre,
como buena mamá decía ‘tienen que ir a la mejor escuela que yo les pueda
proporcionar, y tienen que ser licenciados’. En ese tiempo lo que seguía era el
Tec de Monterrey porque ni de broma me iba a quedar a estudiar aquí en la
Michoacana, y obviamente yo siempre fui ‘burro’ entonces terminé la ‘prepa’ y
lo que seguía era Monterrey, pero yo no pagué las materias, me dediqué a
trabajar para unos distribuidores de computadoras Apple en el Bajío. Lo de la
escuela se fue desvaneciendo”.
—¿Nunca se planteó estudiar algo referente al arte?
Yo creo que no. Recapitulando un poco la realidad es que
no. Siempre he sido autodidacta y creo que eso también se da mucho porque no me
da miedo ‘entrarle’ a un proyecto. Tampoco se me complicaba, en aquel tiempo
que no existía Google, buscar un manual, leerlo y ‘pegarle’, ensuciarme las
manos, experimentar, probar y, a veces, encontrar una solución mucho más obvia,
y por ende práctica, que la que te está planteando el libro. Creo que eso
también me define mucho, ese reto de encontrar una técnica nueva que a final de
cuentas sea más económica en tiempo y en función.
—¿Con cuál técnica empezó?
Lápiz. Mi padre, dentro de la joyería, hacía mucho
grabado, dibujaba muchísimo, era esa parte artesanal del orfebre y bueno para
mí el lápiz era lo de todos los días, en mis clases siempre estaba haciendo
claroscuro. Por eso creo que no he dejado el Prismacolor a esta fecha.
Nunca he hecho un cuadro con pinceles, de oleo o de
acuarela, a lo mejor hice algo en la secundaria pero de ahí en fuera no, no era
lo mío. Siento que se ha dicho tanto con las mismas técnicas a lo largo de
tanto tiempo que por eso me gusta también poner pegotes, meterle diamantina a
los cuadros y cosas que son como hasta vulgares pero que también, si nos
ponemos a ver, la diamantina es un plástico que tiene todo un proceso
industrial que a lo mejor es metalizada y requiere de otro proceso específico,
que para cortarla se necesita una máquina que también tiene un diseño.
—¿Entonces todo lo que implique un proceso, o cierta
industrialización, le llama más la atención en aras de quitarle lo ‘inhumano’ a
la industria y humanizarlo al usarlo en el arte?
Sí, creo que también mucho de eso viene por mi trabajo
con Apple, cuando me metí a estudiar computación y me metí a trabajar eran los
únicos distribuidores en el Bajío de computadoras Apple. Uno de mis trabajos
era todo el soporte técnico, pero me tocó ir a las convenciones que hacía Apple
en México. Era toda esta onda de venderte la camiseta, y para mí era ‘¿qué está
pasando?, es como una religión’, y te estoy hablando de los 80, la entrada de
la industrialización del diseño fue con Apple. A raíz de eso yo compraba
revistas de diseño industrial.
Toda la vida he querido producir masivamente mi joyería y
unas cosas de acrílico como muebles —ahí están los diseños, hay muchas cosas
que hice en los 80 y que todavía se ven contemporáneas— y sí, yo creo que el
detalle es que antes del ingeniero o el mismo ingeniero tiene esa parte humana
en el diseño. Si tú obtienes un textil que viene con todo un proceso de tejido,
un proceso de materia prima, un proceso de tintas, un proceso de impresión, hay
muchísimo detrás, es como una película, vas y ves en la pantalla la fotografía
pero hay una dirección de arte, un diseño de producción, un guion, hay
muchísimo atrás.
—De alguna manera se hace parte de este proceso y lo
extiende a través de sus piezas
Sí, en lugar de hacer una ropa o una prenda, ese textil
que ya tiene todo eso que platicamos termina en un cuadro y automáticamente se
tiene que integrar a la pieza de arte y ahí no soy nada más yo, viene todo ese
trabajo atrás de no sé cuánta gente y que se me hace superinteresante.
A la mitad
Carlos Nieves tiene 51 años de edad por lo que, en la
espera de llegar a los 100, le quedan 49. Podría decirse entonces que está a la
mitad de la vida, una etapa en la que es momento de echar mano a todos los conocimientos y experiencias
vividas en las décadas anteriores de su existencia.
“Definitivamente todavía no podría hacer lo que hago hoy
sin todo lo que ya pasó”, señaló, “es imposible que yo sea y que esté donde
estoy sin haber vivido lo que viví, parece muy de tarjeta pero es una realidad.
“Creo que ahorita estoy atesorando todo lo que ha pasado,
todo mi pasado lo tengo que atesorar, y también ahora que ya son otros ritmos
de vida y de trabajo, estoy tratando con Casa Elena, y la gente que ha decidido
compartir este espacio, poderme dedicar a pintar. Eso es lo que realmente marca
ese ‘clavado’ hacia el artista, de decir ‘no me he casado, no tengo hijos, el
compromiso es conmigo mismo, mi salud, lo que me hace feliz, mi familia, mi
contexto, mis amigos, mi ciudad, etcétera’, pero sobre todo esta obligación que
tengo de vida, si tengo ese talento y si tengo la posibilidad, creo que ahí es
a donde tengo que encaminar mi vida. Sin el pasado yo creo que todavía seguiría
recibiendo trabajo para pagar la luz, comer y esas cosas, entonces gracias a
esta situación de compartir el espacio y las responsabilidades de este es que
yo me puedo dedicar a pintar, y bueno, la idea es que me lo tome bien en serio,
que sí me eche el ‘clavado’ con todo. Lo que viene es la difusión de la obra”.
A un click
El tiempo transcurrido entre los 20 y los 50 fue, como ya
lo dijo, determinante para Carlos Nieves, quien recibió infinidad de
influencias durante ese tiempo, a las que ahora recurre para crear.
“Algo que no entendemos cuando somos jóvenes es que lo
que hacen los viejos es darte más vida, o sea, si un viejo te está diciendo
cómo repares un vocho te está ahorrando meses de que tú solito te rompas la
cabeza y esos meses en lugar de dedicarlos al vocho dedicarlos a otra cosa. Eso
lo entiendo ahora a los 50 y más cuando les digo a mis sobrinos ‘las cosas se hacen
así’ y no te hacen caso, pero la realidad es qué seríamos sin las enseñanzas de
otra gente, sin los libros, sin los profesores, sin la cultura que ya hemos
heredado.
“He tenido mis grandes, en aquel tiempo decíamos ‘vacas
sagradas’, y hay arquitectos, diseñadores, Apple, que me marcó mucho. Yo tenía
22 años, moreliano, con una mente muy provinciana, y luego me toca vivir en el
extranjero y te das cuenta de que la vida es otra. Gente que influyó en desde
entender cosas de colores, de formas y de vida, y sobre esta cuestión de
boicotearte, de no ser honesto, de no ser realista, de ser pretencioso, eso me
lo han enseñado. Claro, muchas cosas me he roto la cabeza o la misma vida me ha
orillado a entenderlas, pero definitivamente sí se lo debo a mucha gente”.
Algo que también se convirtió en una gran escuela para
Nieves fue viajar, algo que ha hecho constantemente y mediante lo que logró
“entender y sobre todo apreciar, apreciar lo nuevo, lo viejo, nuestro contexto
como morelianos, ha habido muchas influencias en mi vida y creo que van a
seguir surgiendo”.
—¿Qué tan importante es viajar?
Medular. Creo que es parte también de vivir otro
universo. Si eres moreliano y solamente vives en Morelia ese es tu universo y
tus relaciones y tus respuestas tienen que ser extraidas de ese universo, pero
si te das más mundo, si viajas, si platicas con otra gente tu universo crece,
ahí está la realidad, si no expandes tu universo tus respuestas, tu vida, tu
conformismo, tu ambición te va a llevar al universo que conoces.
Ahora con Internet viajas con el click, ahí está, ahí
están esas referencias innegables, hay gente que sigue poniendo fotos de su
perrito, aparte fotos pésimas, y espera muchos likes en Instagram, pero también
a un click de distancia están Hollywood, Europa, los museos, la Naturaleza… ya
son realidades innegables.
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