Entrevista con Alma Delia Murillo

Con alma y esperanza

La novela debut de Alma Delia Murillo es un gran ejercicio de introspección, pero también una suerte de declaración de principios en la que se puede adivinar si no un estilo sí una esencia literaria que combina el humor ácido con algo de rebeldía y un toque, lo necesario, de erotismo.
   Las noches habitadas, publicada por Planeta, es la primera trama de largo alcance que la columnista y sobreviviente de la vida corporativa presenta a sus lectores, y aunque sus protagonistas son cuatro mujeres insomnes hay en sus historias puntos de identificación que van más allá del género y la edad.
   En entrevista para PROVINCIA, Murillo señaló que uno de sus objetivos al escribir la novela fue, además de derribar neoclichés de género, también tender puentes entre hombres y mujeres para que se vean, reconozcan y acepten en toda su humanidad.
   “Yo desde niña he lidiado con esto del insomnio”, dijo la escritora “y lo que he hecho todos estos años es leer como desaforada y hay que entender que cuando son las dos, tres o cuatro de la mañana y uno está despierto vives diferente todo, la casa, la ciudad, los ruidos, y casi invariablemente a lo que lleva una noche de insomnio es a un ejercicio de introspección, a lo mejor por ahí empezó la historia”.
   Las noches habitadas narra la historia de cuatro mujeres insomnes: Carlota, una adolescente con sentido del humor mordaz que batalla con su sobrepeso y está obsesionada con su apariencia y la idea de la virginidad; Claudia, su madre, ya no disfruta la vida del hogar y está en un punto de celos y aprensión que amenaza sus relaciones familiares; Magdalena es la vecina, vive en el penthouse del edificio y aunque pasa por ejemplo de mujer exitosa, llena sus noches con encuentros de sexo casual. Mientras que Dalia, hermana de Claudia, habita una casona en Coyoacán en la que, navegando en alcohol, rumia cada noche la partida de un amor que se antoja imposible.
   Y aunque a los personajes de su novela les da por cavilar sin parar, no fue tanto el tiempo que le tomó a Murillo escribir la novela. “(Fueron) Unos cinco meses, luego en lo que me llevó un poquito más de tiempo fue en editarla y afinarla. La primera parte de la novela es mucho de planteamiento, es un discurso interior sobre todo y a partir de la segunda parte pasan cosas que cambian todo, donde ya más que las cavilaciones de ellas son cosas que ocurren que van a llevar las historias hacia otros lugares”.

—¿Qué tanto hay de usted en cada personaje?
Todos tienen, es inevitable. El oficio de escribir siempre tiene que ver con uno mismo, aunque no se trate de autoficción y no sean textos autobiográficos, es inevitable.
   En principio está el tema del insomnio que yo tenía que conocer para poder hablar desde ahí y contar desde ahí. Carlota tiene este sentido del humor irreverente que es algo que yo hago mucho, que yo misma procuro todo el tiempo estar burlándome de lo que veo afuera, de lo que le da estructura a estas sociedades; Magdalena… aprendí mucho de muchas Magdalenas porque yo trabajé muchos años en empresas haciendo una carrera corporativa, 20 años, imagínate, y acabo de renunciar, de hecho renuncie apenas el año pasado, entonces sé de estas cosas que pasan, de estas juntas, cargas de trabajo, viajes de trabajo, romances ilícitos en las oficinas, encuentros, en fin. Una parte tiene de mí y otra parte, mucha, tiene de lo que tiene el oficio de ser escritor que es observar, observar y escuchar, es como uno va construyendo personajes, poniendo atención al entorno, a las personas que están siempre diciendo más de lo que dicen. Si uno se pone atento, claro.

—¿Pero hay uno en particular con el que se identifique más?
Ninguna en particular, la verdad. De la que me quedé más enamorada y de la que disfruté tanto escribir era Carlota,  pero no, el asunto con Dalia, que es un historia tremenda, transgresora, un amor que muchos pueden llamar inmoral, no es algo que yo conozca ni que tenga en la familia, pero quise usar el recurso literario del incesto para poder hablar del amor desde un lugar más animal, más desnudo de convencionalismos, que fuera una historia verdadera y profundamente amorosa.
   (Los personajes) Tienen y no de mí, hay un punto de partida y luego los personajes solitos —parece un cliché, pero de verdad así ocurre— se mueven. Uno los concibe de tal o cual manera y (decides) que les va a pasar tal o cual cosa, pero luego el personaje solito empieza a jalar a donde quiere y empiezan ellas a decirte cómo es su voz y hacia dónde va a caminar su historia. Eso me pasó un poco con las cuatro.

—Comparte el género con sus personajes, ¿fue por eso más fácil crear estas cuatro voces literarias?
No, una novela como esta, que es muy introspectiva, nunca es sencilla, no es fácil, porque además quise hacer algo con toda intención y fue romper estos tabús que hacen muchísimo daño, los que dicen que las mujeres somos perfectas y somos buenas, y todo lo podemos y somos exitosas. Una serie de aspiraciones inhumanas que ninguna mujer puede cubrir y yo quería decir ‘no, no, espérense, las mujeres somos horribles y maravillosas, solidarias como siempre se dice pero también envidiosas, también las mujeres podemos ser las infieles de la historia, somos tan humanas como los hombres y no somos ni mejores ni peores’. Ahí sí quise desmitificar esta idea que está tan extendida de ‘las mujeres de hoy somos lo máximo y no necesitamos a los hombres’. Me parece que hace mucho daño, que deberíamos dejar de promover ese discurso, por eso ellas son tan diferentes y tan honestas, y le entran a temas que las pintan a veces como seres humanos maravillosos y otras como seres humanos ruines también.

—¿Cree en la etiqueta de la literatura femenina?
No, me parece que es un concepto que hace mucho daño, lo mismo que la literatura gay. La literatura no está para atender a causas sociales, eso es mutilar las letras, la literatura está para contar historias, para mirar en lo humano y hablar de temas que no pueden detenerse porque sean o no políticamente correctos, porque sean o no afines a una causa social, o porque sean o no socialmente aceptables.
   Aunque mis cuatro personajes son mujeres, la verdad es que intenté hacer una novela sobre el alma humana, no sobre las mujeres. Quería desbaratar estas historias alrededor del cliché —a muchas feministas no les voy a caer muy bien— que me parece muy retrógrada —casi como de la edad media que en esos años solo por ser mujer nacías hija del Diablo— ahora pareciera que por ser mujer eres perfecta y buena y en cualquier situación tú serás la víctima y el hombre el malo, y no, no es así.
   No creo que sea literatura femenina, creo que es una exploración, una zambullida al alma humana de mujeres que intenté que contaran todo, menos mentiras.

—¿Qué cree puede encontrar el público masculino en las historias de Las noches habitadas?
Ha ocurrido algo curioso y es que llevo más lectores hombres que se han acercado a decirme ‘leí tú novela y me provocó cosas’. Yo creo que se van a encontrar con una emocionalidad muy expuesta, con un reconocimiento muy animal de quienes somos, la novela tiene un trazo erótico importante, hubo un lector que me dijo ‘tu novela me provocó desde una erección hasta una lágrima’ y yo se lo agradecí porque eso quiere decir que es un texto vivo.
   Creo que también se van a encontrar, y a lo mejor para los hombres es refrescante, con una historia contemporánea donde el hombre no es el malo, si te fijas hay historias de pareja en la que los hombres tienen un rol tan humano como las mujeres, y ninguna está en la situación que está porque algún hombre maldito (risas) le arruinó la vida.
   Lo que a mí me ha ido quedando claro es que en esta libertad y emancipación tan nueva, porque sí es muy nueva, que estamos estrenando las mujeres, lo que tendríamos que asumir desde un lugar mucho más honesto es que apenas la estamos tratando de entender nosotras y también los hombres. No sé como le estén haciendo para sobrellevar desde su lado lo que está pasando con nosotras, pero sería mucho más honesto decir ‘¿qué hacemos con esto?’, a asumir la postura de ‘las mujeres nos superamos y dejamos a los hombres atrás, y se están quedando chiquitos’. Todo eso me parece a mí tan burdo, tan poco profundo.

—En ese sentido, ¿la novela ayuda a construir puentes entre estas dos maneras de vivir la libertad? Las mujeres estrenándola y los hombres acompañándolas de manera tranquila y gozosa
Ojalá, no se si lo logre pero sí es a lo que aspiro en alguna parte. Ojalá sí sirviera para que nos miremos más desde lo humano, más allá del género y desde ahí, digamos ‘podemos ser hombres y mujeres tremendamente inseguros, obsesivos o sexuales’. Que seamos más capaces sí, de este puente, que la verdad solo se puede si uno le quita estos neoclichés que a veces, disfrazados de causa social, no son más que lecturas muy conservadoras y muy castrantes de cómo nos tenemos que relacionar ahora.
   Yo creo que el nuevo corsé que nos están obligando a poner a las mujeres o el nuevo cinturón de castidad es del de ‘sé exitosa y sé cabrona y no necesites a los hombres’ (risas) y no, no se puede, y también estaría buenísimo voltear a preguntarles a los hombres cómo les va con esto, porque pareciera que ahora se callan, no tienen derecho a decir y el micrófono es todo nuestro. Creo que no, que así no vamos a lograr nada.

Otra imposición
En Las noches habitadas, las protagonistas, además de compartir el género, también todas son parte de una clase social con ciertos privilegios, un universo en el que el dinero no es problema y que comúnmente se asocia a la felicidad, sin embargo, Alma Delia Murillo y sus personajes tienen mucho qué decir al respecto. “Otro discurso tirano que nos afecta por igual a hombres y mujeres es este del éxito, que hay que ser exitosos y tener cierta calidad de vida, que ve tú a saber qué es eso, a estas alturas creo es una entelequia donde calidad de vida significa estar endeudado hasta el cogote. ¿Qué hay detrás de eso? Si usted logra ser vicepresidente de su compañía y tener un salario altísimo y tener un gran departamento y coche, ¿atrás de eso qué hay? Y lo que hay es un agotamiento infame, para cualquiera, yo misma vengo de ahí, de andar cargando la maleta una semana, dos veces a diferentes lugares, y la siguiente otra vez, dar un presupuesto de ventas, y comer y cenar con quién sabe quien… lo que queda es un ser humano desgastado, agotadísimo, y con muy poquito espacio para que llegue un momentito de silencio cada día y sigas sintiendo que ahí adentro de ti estas tú y te puedas mirar hacia adentro.
   “Las puse en este nivel socioeconómico precisamente para también desmitificar la idea del éxito, el éxito asociado a: trabajo, trabajo, trabajo, cuerpo fitness, alimentación sana, dinero, y de todas formas es tirano. Es una pena que pensemos que ser humano feliz y completo se trate de eso”.

—¿Entonces escribir la historia fue una catarsis?
Sí, muchísimo, lo digo sin ningún pudor (risas). Me gusta sobre todo explorar las emociones, el alma humana, la identidad de cada ser humano, eso es lo que a mi me apasiona y me vuelve loca, y contando en este registro tan intenso en el que metí a mis cuatro personajes, por supuesto que hubo momentos en los que terminé tremendamente conmovida o cuestionándome yo misma temas.
   Yo ya había elaborado la idea que iba a dejar de trabajar en empresas y dedicarme a escribir, ya había publicado un libro de cuentos, había tomado un par de talleres literarios, ya tenía la columna en SinEmbargoMX (Posmodernos y jodidos) una columna literaria, pero la novela fue el último pedacito para decir ‘sí, ya, yo no quiero seguir más por ahí, me quiero ir hacia este otro lugar’. Me ayudó a mí misma a ponerle nombre, tamaño y forma a mis propios demonios, sin duda.

—En el libro la terapia es parte importante del camino de las protagonistas, ¿personalmente cree en los beneficios de ir al psicólogo?
No, no lo recomendaría como la gran salida. Yo creo que cada ser humano encuentra sus caminos para entenderse un poco más, para llegar a ese pedacito interior de calma, ese pedacito interior de identidad. La verdad (la terapia) la usé como un recurso literario, cuando me tracé como un mapita de la novela dije ‘bueno, el personaje pivote que las va a unir de alguna manera es el terapeuta’, y al final está ahí, hace avanzar la historia pero no es el personaje pivote, el personaje pivote me parece a mí que terminó siendo Carlota, por su edad y porque es la única que está en relación con las otras tres, es la que nos da la mirada general de todo.

   La terapia la usé en la novela como un recurso literario, para darle salida a algunas cosas, en lo personal claro que he pasado por un proceso de análisis que me ha ayudado a resolver unas cosas y otras no (risas) y otras que francamente ni se van a arreglar, pero por lo menos sí ayuda a que uno pueda ponerle nombre a lo que trae y a no sentirse mal por no ser perfecto en una sociedad, insisto, tan tiránica y obsesionada con que hay que ser perfectos y exitosos, que es un mensaje horrible que atenta con los derechos humanos que te estén machacando todos los días con que tienes que ser eso.

—Entonces, Las noches habitadas tiene un toque de rebeldía también…
Por lo menos sí es un sacudidón a ciertos lugares comunes postmodernos,  en esta hipocresía civilizatoria en la que ahora nos explicamos las cosas de una manera que ni se sostienen. Uno le da dos pensadas a la idea del éxito y se cae, o dos pensadas a la idea de que todo debería sustentarse en la equidad de género y tampoco.

   Somos una especie en evolución, tendríamos que estar menos atentos al ruido de afuera y poner más atención a nuestra animalidad por ejemplo, en ese sentido creo que sí, ya me han dicho que es un texto transgresor, no pensé en eso cuando lo escribía pero bueno, será sintomático de cómo estamos.

—El libro empieza con un panorama muy negro para todas sus protagonistas, avanza hacia la esperanza y tiene un final liberador, ¿podemos decir que es una escritora optimista?
Sí, lo que pasa es que mi propia historia es la de una sobreviviente. No es el espacio ni la ocasión, pero sí traigo una historia tremenda detrás de una familia que ha sobrevivido a mucho y yo siempre apostaré porque lo que salga sea la pulsión de la esperanza, de vivir, de lo vital, de lo esperanzador. Por eso Carlota es un personaje tan importante para mí, con todo y el panorama negro, desde la página uno Carlota empieza riéndose de todo. La novela tiene también un trazo importante de sentido del humor, lo que me han dicho prácticamente todos los lectores es que se rieron mucho con la historia, y eso ya es ponerle una chispa esperanzadora a la cosa.
   El final sí creo que es esperanzador para unos personajes, para otros no tanto, y para un par, que son Dalia y Magdalena, es sobre todo un final liberador, sí pueden liberarse de esa cosa que andan cargando las dos.


Foto: Tomada de Twitter.com


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Comentario sobre En busca de WondLa

El bigote y la identidad nacional

Ana Pellicer, vestida de cobre