El violinista del diablo
Halloween desde otra perspectiva
Para empezar deberíamos aclarar una sencilla pero vital
diferencia. Horror no es lo mismo que terror. Según el diccionario de la Real
Academia Española (RAE) el primer concepto se refiere a un sentimiento intenso
-no necesariamente miedo- causado por algo espantoso, mientras que el segundo es
un miedo muy intenso.
Hoy, que (sobre todo) en Estados Unidos se celebra el
Halloween o Noche de brujas queremos hablar de esos términos, horror y terror, que
desde tiempos remotos han estado presentes en la vida cotidiana y por lo tanto también
en las artes, cuyas creaciones son registro y/o reflejo de la realidad.
Más allá del eterno debate seudonacionalista de si el Halloween
es una importación de otro país en detrimento de la mexicanísima celebración
del Día de Muertos, lo cierto es que prácticamente cualquier persona ha sentido
miedo alguna vez al escuchar “historias de espantos” o al ver alguna de las
películas que Hollywood le ha regalado al mundo.
Es ya imposible una “pureza de tradiciones” cuando por
todos los medios y sobre todo por el ya omnipresente Internet están presentes
tramas –fílmicas y literarias- pobladas lo mismo por muñecas diabólicas, payasos
de afiladas dentaduras, vampiros sedientos de sangre o incluso pinturas que
envejecen como símbolo del pacto que hizo el retratado con el señor de los
avernos.
Una de esas historias, presente tanto en las letras como
en el cine, es la de El retrato de Dorian Gray, con un personaje cuya vanidad lo
lleva a la perdición luego de conquistar y deslumbrar a todas y todos con su
belleza.
Pero no solo la literatura se ha visto influenciada por la
idea de que el diablo está siempre preso a escuchar a aquel que quiera pactar
con él. La música tiene sus leyendas al respecto. Una de las más conocidas es
la del violinista y compositor Niccolo Paganini, quien tuvo a Europa entera a
sus pies gracias al prodigio que representaban sus manos sobre las cuerdas de
su instrumento. Un deleite que muchos en esa época estuvieron convencidos de
que se debía a un hecho sobrenatural y siniestro.
Podría decirse que Paganini fue uno de los primeros
rockstar mucho antes de que el rock existiera. Su talento le hizo recorrer las
principales ciudades del viejo continente y en todas triunfó sin discusión. La
prensa estaba obsesionada con su música pero más concretamente con él.
Todos querían saber quién era realmente ese músico nacido
en Génova, se interesaban por la figura detrás del violín en uno de los
primeros casos de –dirían los miembros de la farándula actual- invasión a la
vida privada del artista.
Llamado El violinista del diablo, Paganini, según algunas
biografías online, llevó una vida de disipación y excesos entre los que por
supuesto estuvo presente el sexo. Considerado un seductor peligroso, el músico conquistó
a muchas mujeres –tanto de la realeza como de la plebe- quienes caían rendidas ante
la idea de estar con el máximo artista de su tiempo.
La vida del italiano fue llevada al cine este año en una
película –cuyo protagonista, David Garrett, no cosechó buenas críticas con su
actuación- titulada El violinista del diablo.
La biografía titulada Paganini, del argentino Ezequiel Martínez Estrada, registra los
señalamientos de la época. Los detractores del músico solo atinaban en señalar que
hubo un pacto con el diablo aunque no sabían si el prodigio mal habido residía
en el violín o en el cuerpo de Paganini.
Martínez Estrada cita en su libro una impresión registrada
en el libro Paganini íntimo de Arturo Codignola: “Su nariz y su
boca estaban en armonía con el resto de su persona y los ojos hundidos,
brillantes de fuego sombrío, acaban de darle a todo su conjunto algo de
satánico que me hizo mirarle rápidamente el pie, para ver si lo tenía hendido”.
Otras fuentes, quizás no tan acreditadas, hacen
referencia a la declaración de un testigo anónimo que dijo haber visto a
Paganini postrado ante el diablo. “Le dijo que su alma era suya a cambio de
tocar como un ángel. Se encendió una luz que me cegó, Paganini se puso de pie y
siguió su camino”.
Afectado por el cáncer y la sífilis, el genio adorado y
odiado por igual murió, a los 57 años de edad, en Niza el 27 de mayo de 1840. Quizás sus padecimientos fueron el pago por el gran talento del que disfrutó en vida.
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