Comentario sobre el libro Papeles de Ítaca

Pasaporte a un mundo fantástico

Nadie exagera al decir que leer un libro enriquece tanto como viajar. Página tras página se pueden presenciar aventuras y desventuras que lo mismo nos pueden hacer reír que llorar. Un lector bien puede ir a Macondo o al centro de la Tierra, lo único que tiene que hacer es decidir el destino y abrir el tomo correcto.
   Si a alguien le queda duda de lo anterior  basta con que lea el libro Papeles de Ítaca y otros destinos (Oceano) de Luis Bernardo Pérez. El autor, periodista cultural y filósofo además de escritor, invita en los folios de su texto a hacer un periplo que no solo lleva a la isla de Ítaca sino a territorios más lejanos, desconocidos y hasta fantásticos: los amores de infancia, la búsqueda de tesoros y hasta la implacable persecución de una falla mecánica.
   Papeles de Ítaca y otros destinos es una compilación de cuentos, género —podríamos decirlo— fundacional de la literatura latinoamericana y del que se compone la obra de Pérez. Destacado cuentista, el nacido en 1962 ha ganado ya varias distinciones, la más reciente el primer lugar en el Concurso Nacional de Cuento Juan José Arreola, obtenido por la publicación que nos ocupa en estas líneas.

El visado
Así como Odiseo añoraba regresar a su Ítaca natal para solazarse en la tierra que amaba y en los brazos de la mujer que lo esperaba, cada uno de nosotros tiene una Ítaca personal. Quizás no es una isla pero definitivamente es un sitio ideal.
   La infancia, la escuela, un parque, la casa de los abuelos, el terreno baldío al que se iba a jugar luego de la escuela, el día de la graduación… (añada aquí todo lo que usted deseé). Siempre hay épocas, lugares e incluso momentos en particular, a los que quisiéramos retornar. Así como Odiseo evocaba nosotros lo hacemos aunque sin tener la certeza, y a veces ni la posibilidad, de retornar a ese lugar colmados de hazañas e historias por contar.
   Papeles de Ítaca y otros destinos permite viajar, conocer, vencer y retornar aunque no siempre las cosas sean como se recordaban. Cada uno de los cuentos que lo componen es una opción para atestiguar búsquedas y periplos en los que —narrados con humor, ironía, fantasía y hasta crudeza— el lector atestiguará cómo a veces en la pérdida hay una ganancia mayor.
   Las narraciones —de extensiones variables pero todas con el estilo distintivo de la tradición cuentística latinoamericana que echa mano del realismo mágico— se dividen en tres segmentos: Viajes, Peripecias y Otros destinos.
   Los primeros dos, anota el escritor en la nota aclaratoria final, son los que presentó para el Concurso Juan José Arreola, el tercero se conforma de otros textos que se incluyeron para su publicación comercial.
   Los cuentos de cada una de las secciones tienen en común la fina ironía con la que están narrados además de la posibilidad de lo imposible: meterse a las entrañas de un motor para perseguir al molesto ruido que hace el coche; ser en sueños una especie de Caronte pero en un hotel de paso; viajar sin quererlo a un país que se supone no existe; cambiarse unos dedos gordos por unos largos, estilizados y con talento para el piano; o ser víctima de una seductora dentista cuya única oferta íntima era la de una profilaxis profunda.

Con la carne de gallina
Un elemento importante a destacar de Papeles de Ítaca y otros destinos es la facilidad con la que dejan un sentimiento en el lector. Lo sencillo y ameno de las tramas de cada cuento que llevan al lector de la risa, a la tristeza, a la desesperanza e incluso al vértigo de un peligro inminente.
   Sin embargo hay dos cuentos en particular que, a través de la fantasía de este mundo —plagado de Ítacas— creado por Luis Bernardo Pérez, pueden poner la ‘piel de gallina’ al lector. Con el mismo golpe de emoción con el que nos podemos asustar en la vida cotidiana, el autor hace sentirse vulnerable y voltear hacia un lado y otro —buscando prever oscuras acechanzas— luego de leer De paso y La visita.
   En el primero, un objeto tan anticuado y anodino como un llamador de hotel se convierte en el vehículo para, con el penetrante sonido de la campanilla, convocar en sueños a raros viajeros que se instalan solo por una noche en un armario convertido en habitación. Están de paso. A veces son familias enteras, otras están solos. ¿Pero qué pasará cuando llegue alguien conocido?, ¿tendrá algo que decir antes de seguir su camino?, ¿o sus ojos y boca están ya vacíos de todo mensaje?
   En el segundo, una pequeña importuna al protagonista de la narración. El ocupado adulto lee, o al menos eso intenta, pero su concentración se ve amenazada por la inesperada visita. Pero, ¿de dónde viene esa niña?, ¿cómo entró a la casa si la puerta está cerrada?


Foto: oceano.mx

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