Entrevista con Sonia Fernández-Vidal

A prueba y error

El trabajo de Sonia Fernández-Vidal, joven escritora española, da cuenta de que una historia entretenida se puede encontrar en cualquier lugar.
   Su más reciente novela, Quantic love  (Oceano), lleva al lector a Suiza y lo adentra a la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN, por sus siglas en francés).
   Entre amores increíbles y agitados y encuentros improbables, la trama central se ve aderezada con conceptos y divertidas anécdotas científicas.
   En entrevista telefónica para PROVINCIA la autora habló sobre cómo creó la historia de la que Laila es la protagonista y también acerca de su labor de divulgación a través de la literatura.
   Fernández-Vidal se doctoró en Física, en el campo de la Información y Óptica Cuántica por la Universidad Autónoma de Barcelona y su labor la ha llevado a trabajar en el CERN, en el Laboratorio Nacional de Los Álamos y en el Instituto de Ciencias Fotónicas.
   “Todo empezó hace unos años con el primer libro, La puerta de los tres cerrojos, empezaba a hacer unas conferencias de física para público no científico y en una de esas conferencias estaba Francesc Miralles, escritor, que precisamente me había pedido consejo para un libro que estaban haciendo él y Álex Rovira, que se llamaba La última respuesta —una historia de ficción, sobre la hija que Einstein y Mileva Maric dieron en adopción—, querían tener un poco de feedback sobre la física moderna porque ellos no sabían nada”.
   Fue Mirelles quien le propuso dictar la misma conferencia pero una cena privada con amigos suyos, “y claro, amigos de escritores, eran escritores y editores de distintas editoriales de aquí de Barcelona, y a partir de ahí me pidieron hacer un primer libro. Les parecía apasionante esto de la física cuántica, y de ahí surgió la primera novela que fue La puerta de los tres cerrojos, y después del éxito le pillé el gusto a esto de escribir y me aventuré al proyecto que es Quantic love”.
   La nacida en Barcelona había tomado la pluma en muchas ocasiones, pero el resultado fue algo totalmente diferente de lo que hace ahora. “Las tesis doctorales y los artículos sí que los había escrito antes, lógicamente, pero no eran tan agradables de leer como las novelas, en cuanto a primera novela, fue La puerta de los tres cerrojos, fue mi primera aventura literaria”.

—Ahora que ya le tomó el gusto a la literatura, ¿aún desarrolla su carrera científica?
Sigo combinando las clases en la universidad, investigación ya puedo hacer muy poquita, pero sí, al menos dando clases en la universidad, en el Departamento de Física.

Amor y ecuaciones
Quantic love narra la historia de Laila, una joven sevillana quien viaja al CERN para trabajar durante un verano como mesera en uno de los restaurantes del lugar con el objetivo de ganar algo de dinero y pagarse la universidad.
   En ese sitio, que creyó estaría lleno de aburridos ‘cerebritos’, es que conocerá el amor y obtendrá un gran aprendizaje para la vida. Jóvenes y fiesteros científicos serán el complemento ideal de la trama.

—¿Qué tanto hay de biográfico en ella?
En cuanto a las aventuras que le pasan en concreto a Laila es ficción, es decir, toda la historia en la que ella se ve envuelta cuando vive este verano tan fantástico en el CERN. Lo que sí que es cierto es que yo estuve en el CERN en el año 2003 y 2004 si no recuerdo mal, no estaba tan jovencita como Laila —yo tenía entre 23 y 25 años cuando estuve ahí trabajando— y pude adaptar mi experiencia de haber vivido ahí en el CERN, es decir, toda la descripción de cómo vive la comunidad de jóvenes científicos es realmente muy parecida a la realidad.

Casi al inicio del libro hay una anécdota en la que la protagonista encuentra a todos sus amigos delante de un microondas intentando encender un foco. “Si te fijas en ese detalle es algo que me pasó a mí en realidad, de hecho yo llevaba una semana en CERN y me invitaron a cenar en casa de unos amigos —normalmente cada día de la semana cenabas en casa de uno o de otro— y cuando abrí la puerta y entré me encontré a todo el mundo con las luces apagadas y todos delante del microondas, encendiéndolo, para ver si realmente se encendía la bombilla o no, es un ejemplo de cómo realmente la descripción que se hace del CERN, de cómo viven los jóvenes ahí, de cómo se organizan, de las fiestas que hacen, es realmente muy parecida a la experiencia real que viví yo ahí”.

Para ellas
Al ser la protagonista de Quantic love una chica preuniversitaria, es claro el tipo de lector que se busca: juvenil femenino.

—¿Pensó de inicio escribir esta historia para chicas jóvenes?
La pensaba ya precisamente para el público juvenil bastante enfocado a chicas —juvenil crossover un poco— y de hecho la idea de Quantic love surgió a raíz de terminar La puerta de los tres cerrojos. Cuando iba a hacer promociones a las escuelas y a los institutos recuerdo que iba con Rocío Carmona —que es un escritora que había publicado también con Oceano en México, una hermosa novela que se llama La gramática del amor—, y recuerdo perfectamente que cuando ella hacía la presentación de su hermosa historia de amor, todas las chicas ocupaban las primeras filas y observaban, absortas completamente, a Rocío. Cuando vi a esa imagen miraba a todas aquellas chicas y pensaba, ‘fíjate, la de cerebros que podían estar potenciando entre enamorados de la ciencia y todavía no lo han descubierto’.
   Muchas veces los científicos queremos compartir nuestra pasión por la ciencia, pero al comunicarlo frecuentemente nos olvidamos de usar el lenguaje de las personas a las que nos dirigimos. En este caso pensé ‘si quiero precisamente llegar a ese colectivo de jóvenes adolescentes y lo que a ellas les gusta leer, son novelas de amor, ¿por qué no hablarles en ese lenguaje? Pero que el entorno de la novela sea científico, y así, a partir de ahí, quién sabe, despertar la atracción y el interés por la ciencia’.

—¿Cómo ha sido la respuesta de las lectoras? ¿La ha podido ver?
Sí. La verdad es que durante todo este año he estado haciendo presentaciones aquí en España en institutos y escuelas y la verdad es que es muy agradable poder ver a todas estas jóvenes y adolescentes acercarse y por primera vez decir ‘qué curioso esto de la ciencia, ¿qué tendría que hacer para poder ir a trabajar en el CERN? ¿tendría que estudiar física? ¿hay muchas mujeres? ¿las chicas podemos hacer eso?’.
   Hay mucha carencia de roles, de modelos a seguir dentro del campo de la ciencia, por lo tanto está bien, incluso novelas aunque sean de ficción, poder darles un modelo que ellas puedan seguir, sobre todo para solucionar uno de los problemas que sigue siendo vigente en la ciencia, que es el problema de género, es que cada vez seguimos necesitando muchas mujeres que se vuelquen hacia la ciencia.

—Llama la atención que la protagonista, estando en algo que podría llamarse una ‘catedral de la ciencia’ actúa en varias ocasiones por impulso, sin pruebas, ¿alguna vez le ha pasado algo así?
Por supuesto, incluso a cualquier científico que pueda parecer totalmente ‘cerebrito’, cuando entra en el campo de las emociones muchas veces todos nos comportamos como adolescentes, y sobre todo cuando estamos recién enamorados.
   También hay que recordar que Laila es mucho más jovencita que todos los compañeros que tiene ahí, y realmente es la primera vez que sale al extranjero y encima en un centro de investigación como es el CERN, en cierto modo parece que estés en la catedral del conocimiento del siglo moderno, por ratos se ve un poquito abrumada por la situación y  una de las reflexiones que acaba haciendo, al final del libro, es que la ciencia y el amor son a base de ensayo y error.

La autora, quien ya publicó en México La puerta de los tres cerrojos (Oceano) y que ahora vuelve con Quantic love, aún no conoce el país. “Todavía no lo tengo en agenda ni está planeado ni mucho menos pero me encantaría, no conozco México, así que quizás pueda aprovechar la ocasión, a ver si conseguimos una cantera de jóvenes científicas en México, sería fantástico”. 

El camino
En uno de los primeros capítulos de Quantic love un personaje incidental apunta que la fuerza más poderosa del universo es el amor, algo de lo que está convencida Fernández-Vidal, aunque con ciertos matices.
   “A nivel humanista totalmente (risas). Es una de las lecciones que una viejecita que está visitando el CERN, le da a Brian, uno de los protagonistas. Yo pienso que aunque sea a nivel filosófico, más emocional, en esta vida no todo es ‘dos más dos igual a cuatro’ sino que hay que tener en cuenta  también otras facetas de la vida, no solo la racional, sino también la parte más humanista que hay en todos nosotros. Yo pienso que en ese sentido lo que nos mueve a todos es esta fuerza”.

—Para esta parte de los sentimientos y el amor, ¿cree que hay una fórmula exacta?
Si hubiese esa fórmula... diablos, nos podríamos hacer de oro comercializándola (risas).
Lo que sí es que, haciendo referencia a una de las frases que hay al inicio del libro, que es de Bertrand Russel que dice que “Sin ciencia el amor es impotente; sin amor, la ciencia es destructiva”, yo creo que hemos pasado mucho tiempo diciendo que cerebro y corazón siempre toman caminos opuestos, yo pienso que está bien empezar a establecer puentes de unión entre ambos, porque también traer un poco de razón al corazón tampoco es algo malo.
   De todo aprendemos en esta vida, tanto más aprendamos de nuestros procesos emocionales, incluso el del enamoramiento, más fácilmente y más agradablemente podremos pasear por el camino que es la vida.



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