Día Internacional de los Pueblos Indígenas

Las razas

Mucho se habla de la riqueza y diversidad de México, pero cuando un representante o representantes de alguno de esos rasgos reclama el reconocimiento de su existencia y por lo tanto su valoración, causa molestia y hasta cierto rechazo.
   Ejemplo de lo anterior fue el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), un conflicto que llegó a las armas y a la palestra internacional con la exigencia de igualdad y justicia por parte de uno de los muchos pueblos indígenas del país.
   Hace 20 años ya de estos hechos, y aunque hubo implicaciones políticas que siguen sin quedar claras, lo que sí quedó de manifiesto fue que a una gran parte de la población le incomodó no las armas, sino enterarse de que en México había ‘indios rebeldes’ en los albores del siglo XXI.
   La idea del ‘no pasa nada’, tan extendida y usada por muchos gobiernos, quedó hecha pedazos y fue el inicio de un largo proceso de reconocimiento de derechos que fue aplazado durante décadas por la concepción de que el mestizo era la nueva raza que aglutinaba a las otras, que por tanto, ya no estaban ahí.
   Apenas 11 meses después del surgimiento del EZLN, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en su Asamblea General del 23 de diciembre de 1994, instauró el Día Internacional de los Pueblos Indígenas a celebrarse cada 9 de agosto durante el Decenio Internacional de las Poblaciones Indígenas del Mundo (1995–2004).
    Una vez concluido el periodo señalado en 2004, la Asamblea proclamó un Segundo Decenio Internacional, de 2005 a 2014, con el título de Un decenio para la acción y la dignidad, por lo que el tema que acompaña a la celebración de este año es Acortando las diferencias: aplicación de los derechos de los pueblos indígenas.
   El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, señaló en un mensaje respecto a la efeméride de hoy: “Los intereses de los pueblos indígenas deben formar parte de la nueva agenda para el desarrollo para que esta tenga éxito (…) Juntos, reconozcamos y celebremos la valiosa y peculiar identidad de los pueblos indígenas de todo el mundo. Pongamos aún más empeño en empoderarlos y en prestar apoyo a sus aspiraciones”.

¿Uno para todos?
En el apartado introductorio al Reporte sobre la Discriminación en México 2012 presentado por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), coordinado por Ricardo Raphael de la Madrid, se hace referencia a la raza cósmica de la que habló José Vasconcelos y que devino en el ‘mito del mestizo’, como se nombra en el documento señalado.
   “A la sociedad y el gobierno mexicanos les tomó demasiado tiempo reconocer su respectiva disposición para discriminar. Como ilustración de este argumento cabe recordar que, si bien el país ratificó a mediados de los años 70 del siglo pasado la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, transcurrieron más de 15 años para que las autoridades nacionales reconocieran la discriminación étnica y el racismo practicados en México”.
   En el texto se abunda en que el gobierno mexicano participó en esta convención pero durante décadas rechazó que la discriminación racial fuera una práctica presente en el país y hasta bien entrado el siglo XXI cambió el discurso.
   “La tardanza referida es una actitud coincidente con la negación practicada por siglos en México, a partir de la cual se ha ocultado o menospreciado la diversidad social. Las razones de esta negación son varias, pero sobresale entre ellas la narrativa que el ‘mito del mestizo’ impuso sobre las y los mexicanos”, puede leerse en el texto coordinado por De la Madrid.
   “Desde el discurso oficial se promovió la promesa del triunfo que supuestamente trascendería la pluralidad de los elementos sociales a partir del surgimiento de una identidad de carácter nacional, en la cual quedarían asimilados definitivamente los componentes europeos y amerindios. Fue José Vasconcelos quien mejor definió esta narrativa en su libro La raza cósmica, ese resultado de la asimilación que habría de fundir los diversos orígenes coincidentes en México y América Latina para colocar al mestizo como unidad principal, reunión y síntesis de todos los ascendientes”.
   Sin embargo, esa alabanza hacia una amalgama racial superior y hasta más pura devino en una casi aniquilación de las razas existentes y que estaban ahí mucho antes de que a esta tierra se le llamara América.
   La universalidad planteada por Vasconcelos y apropiada por el discurso oficial fue,  guardando dimensiones, algo similar a la globalización de los mercados con productos híbridos que se encuentran lo mismo en cualquier esquina de México que en una tienda en Estados Unidos o alguna ciudad de Europa. Esa raza y ciudadano tipo, una suerte de superhombre, se quedó en mito y borró la diversidad que sí hay.
   “Al paso del tiempo, este mito sirvió más para ocultar que para rescatar la existencia de las identidades originarias que no estuvieron dispuestas —como tampoco quisieron hacerlo las europeas— a sacrificar sus tradiciones y su cultura. También este mito terminó siendo utilizado para hacer borrosas las diferencias prevalecientes entre las distintas poblaciones indígenas. Es un equívoco asemejar, al punto de volverlas idénticas, por ejemplo, a las poblaciones mayas que habitan en la península de Yucatán con aquellas de tradición rarámuri que viven en la sierra de Chihuahua o con los pueblos mazahuas del Estado de México. Y sin embargo, en el país se continúa hablando de los ‘indios’ o los indígenas, como si toda la diversidad contenida en estos términos pudiera ser presentada monolíticamente.
   “Ni la raza cósmica ni la propaganda gubernamental a favor del ‘mito del mestizo’ lograron borrar la naturaleza pluricultural y pluriétnica del país. Vasconcelos se equivocó: hoy en México hay muchas razas —no una sola— y todas ellas hablan a través de una vasta pléyade de espíritus; todo dicho así, en plural y no en singular”.
Las comunidades indígenas reclaman sus derechos en tiempo presente, no como una raíz cultural añeja y por lo tanto, de museo.
   “A veces se piensa que en este día se festeja a un pueblo histórico atado en el tiempo, es decir, festejar a los indígenas en esa imagen de postal, eso mismo es también discriminación”, comentó para PROVINCIA el maestro Benjamín Lucas Juárez, de la Secretaría de los Pueblos Indígenas (SPI).

Diversidad local
   “Particularmente en el caso de Michoacán, el grupo mayoritario son los purépechas, sin embargo, también existen otros pueblos que son muy representativos y que son originarios de Michoacán, que son los náhuatl que están en la costa, los mazahuas y otomíes, en el oriente y recientemente están reivindicándose los pirindas o matlatzincas, que están en la región de Huetamo, San Lucas y esta parte de la región de Tierra Caliente”, señaló para PROVINCIA Juan Zacarías Paz, titular de la Secretaría de los Pueblos Indígenas.
   Abundó en que, según el censo nacional del Instituto Nacional de Geografía, Estadística e Informática (INEGI) de 2010, en el estado hay 117 mil 221 hablantes de purépecha; 9 mil 170 de náhuatl; 5 mil 431 de mazahua y 732 de otomí.
   “Nosotros no hacemos un censo, el censo es único y de ahí  el dato duro que recupera el censo es el de hablantes, obviamente de ahí hay que hacer varias consideraciones,  la pregunta es ‘habla o no lengua indígena’, la respuesta es si o no, sin embargo el Consejo Nacional de Población (Conapo), la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) y nosotros mismos, hacemos varias inferencias con esa información, es decir, la familia en la que el papá habla, generalmente los hijos hablan, los menores de 5 años generalmente no entran en este asunto, pero es un dato duro que es muy útil para saber cuál es la tendencia en cuanto a las lenguas indígenas”, dijo Lucas Juárez.
   En un sondeo realizado en Morelia por PROVINCIA a 50 personas de entre 19 y 22 años de edad, 88 por ciento señaló que estaba interesado en aprender alguna lengua tradicional —la purépecha fue la más mencionada— mientras que 12 por ciento dijo que no estaba interesado en ese tema.
   “Lenguas que no se consideran son las de los migrantes”, apuntó Lucas Juárez, “Michoacán es receptor de muchísima población de otras lenguas, de otros pueblos indígenas, ya sea por trabajo, ya residentes aquí, también ese es un asunto que se tiene que considerar y no solamente la población históricamente presente como los pueblos que ya se mencionaron”.
   El titular de la SPI añadió: “En el asunto de los migrantes creo que tiene particular importancia la Universidad Michoacana con las casas del estudiante, eso atrae a  muchos chicos, sobre todo de Chiapas. En los registros del sistema de alumnos de la Universidad Michoacana, en términos de población indígena estudiantil, están primero los purépechas y en segundo los tzotziles de Chiapas y muchos de ellos se quedan como residentes”.
   El estado está acotado ahora por divisiones territoriales que obedecieron a momentos históricos y políticos que poco o nada tomaron en cuenta los asentamientos de población tanto indígena como no indígena.
   Ahora la idea mediatizada y promovida por instancias turísticas y hasta culturales sobre la raíz u origen de Michoacán tiene como bandera a expresiones purépechas, sin embargo, estas no tienen mucho que ver con regiones como Costa o Tierra Caliente que cuentan con sus propios rasgos distintivos que han sido poco difundidos.

‘Nuestra raíz’
¿Qué se siente ser mexicano?, ¿o michoacano?, ¿o moreliano?, preguntas así son difíciles de responder, es algo que se vive simplemente, no se piensa. Preguntarse ¿qué se siente ser purépecha, o náhuatl u otomí? resulta por lo tanto igual de anodino.
   “Esto lo trabajó muy bien Guillermo Bonfil Batalla, quien fue uno de los grandes teóricos del indigenismo en México, y él decía que había un dinamismo cultural en el que se mezclan diferentes tipos de elementos culturales en las comunidades y hacen su expresión con estos elementos que se apropian”.
   Juan Zacarías, titular de la SPI, abundó en que en las poblaciones indígenas temas como el catolicismo e incluso algunas danzas son ejemplo de estas expresiones que no son castizas pero que ya forman parte innegable de su expresión cultural.
   “La danza de los Moros, que su origen histórico no es purépecha sino de otra naturaleza, entonces las comunidades indígenas nos sentimos, sí con esta perspectiva de asumir nuestras raíces, sin embargo hay elementos culturales de los que nos hemos apropiado y surgen nuevas manifestaciones culturales. Van transformándose y eso es lo que Bonfil Batalla llama el dinamismo cultural”.
   “Los pueblos indígenas siempre están en contacto con otras culturas y hoy en día los purépechas conviven en este dinamismo con otros pueblos no solamente de México, conviven con la sociedad mayoritaria pero también cuando están en situación de migrantes o como comerciantes en Guadalajara, en la Ciudad de México, incluso en Estados Unidos”, añadió Benjamín Lucas Juárez.
   “La instauración de este día fue precisamente para reflexionar de la situación de los pueblos indígenas en su tiempo, y en sus diferentes circunstancias, yo creo que no es para hacer un festival folclórico y ponerse a ver La danza de los viejitos, yo creo que la intención de la ONU fue ‘hay una situación de desventaja en la cual viven los pueblos indígenas, por muchas circunstancias, y hay que hacer una reflexión y los estados miembros tienen que generar las condiciones  para que estas situaciones de marginación, discriminación y rezago, puedan ser atendidas’, esa fue una de las intenciones de la declaratoria”.
   El panorama desfavorable para la población indígena de Michoacán y en todo el país continúa. El Reporte sobre la Discriminación en México señala que hay en el país 2 millones 588 mil 63 indígenas que trabajan sin paga o que reciben máximo dos salarios mínimos; en ese mismo documento se señaló que 27.1 por ciento de la población indígena encuestada dijo no tener las mismas oportunidades de acceso a los servicios de salud y 26.2 por ciento apuntó las dificultades para recibir educación.
   El cambio de la realidad y sus posibilidades, influido en gran medida por la revolución tecnológica y digital, puede y debe impactar en todos los ciudadanos  sin importar su origen racial. La diversidad se debe reconocer y celebrar permanentemente en igualdad derechos y no un solo día que se olvida luego de que termina el festival folclórico.
   No se puede hablar del ‘orgullo por nuestras raíces’ si se espera encontrar a estas en representaciones idealizadas registradas en pinturas murales o en las plazas públicas bailando La danza de los viejitos a cambio de unas monedas. 


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Comentario sobre En busca de WondLa

El bigote y la identidad nacional

Ana Pellicer, vestida de cobre