Entrevista con Jaime Labastida

Sin temor a las palabras

México es un país mestizo. La mezcla de razas, tradiciones y creencias dio como resultado la vasta cultura nacional a cuya diversidad se alude pero que poco se entiende.
   Esta mezcla no se queda únicamente en expresiones como danza, gastronomía o indumentaria, sino también en el idioma. Se habla de una forma distinta que muchas veces reta a los diccionarios y enciclopedias; selfies y otros neologismos están más que presentes, ya no digamos reclamando un lugar sino con uno bien ganado.
   A muchos les puede molestar y hasta indignar el uso de palabras que provienen de otro idioma, sin embargo son justamente esos procesos los que mantienen con vida y en constante evolución a la lengua de un país.
   El doctor Jaime Labastida estuvo ayer de visita en la capital michoacana y en una charla con PROVINCIA lo dejó bien claro: “Los pueblos hablan como quieren, y los pueblos desarrollan la lengua a medida que la hablan”.
   Poeta, ensayista, periodista, editor y presidente de la Academia Mexicana de la Lengua (AML), Labastida conoce y ha usado al español desde diferentes trincheras y con muy distintas perspectivas y con conocimiento de causa señaló que ni la academia pretende detener el avance de un organismo vivo como es el idioma.
   El doctor, a través de sus textos, ha dejado testimonio del estado del español en diferentes momentos de su carrera y de la historia de México.
   Autor de numerosos tomos fue justamente de ese tema que vino a hablar a la capital michoacana. Invitado por los organizadores del taller El libro tipográfi co, Labastida estuvo ayer en el Centro Cultural Universitario para dictar la conferencia inaugural La tradición del libro, un ente que, dijo, se ha modificado y que —a través de las nuevas herramientas y soportes que le atañen— llegará a una nueva concepción.

—¿El Internet y los ebooks han modificado el papel social del libro impreso?
Desde luego que se ha modificado, todavía no sabemos cuál va a ser la repercusión, ni podríamos decir siquiera la repercusión final, sino otra de las repercusiones del uso de los medios electrónicos, yo creo que lo que sucede hoy con la participación de los medios electrónicos en la representación de la lengua hablada, que se traduce en lengua escrita, es de importancia extrema, pero los aspectos de orden tecnológico avanzan con tanta rapidez que no sabemos qué es lo que puede ocurrir en un futuro cercano, ya no digamos en el largo plazo.

Labastida señaló que los soportes tecnológicos y electrónicos tienen una característica a la que calificó de feliz: lo aceleran todo, sin embargo el entusiasmo que esto le causa es cauteloso al ver los contras de los nuevos formatos: “Se borran con rapidez, no hay compatibilidad suficiente entre un sistema y otro y eso genera conflicto, son muy caros además y, digamos, tienen sus aspectos extremadamente positivos y otros que habrá que superar desde el punto de vista también tecnológico, con rapidez.
   “Cuando hablo de la celeridad con la que se reproduce la palabra escrita, estoy pensando incluso en el trabajo de nosotros, de cualquier escritor, lo mismo sea dedicado al periodismo o a la escritura literaria o de cualquier otro tipo, cuando yo empecé a escribir en los periódicos —te hablo de los años 70— empecé a escribir en máquina, pero había errores en la redacción, lo revisaba sobre el papel, hacía correcciones a mano, una secretaria lo pasaba en limpio, volvía a leerlo, hacía nuevas correcciones y este proceso tardaba horas, hoy se puede escribir directamente en la computadora, ahí mismo le das el registro para revisar ortografía y corriges directamente, de manera que en cuestión de una hora tienes un artículo, posiblemente, de tres cuartillas.
   “El problema que yo encuentro es el de los costos de la tecnología, en países como el nuestro no está suficientemente extendida esta reforma, digamos, electrónica, mientras que en los países ricos sí, entonces tenemos ese conflicto y tenemos el conflicto de la conservación, a mi juicio”.
   Comentó sobre la posibilidad y hasta cierto punto, facilidad, de conservación sobre documentos de hace 500 años o más gracias al material en el que quedaron registrados como celulosa o trapo, pero en el caso de los medios electrónicos, señaló, la conservación se dificulta.
   Como ejemplo a lo anterior señaló las dificultades de preservación que tienen películas de hace 50 o 60 años, materiales en los que ahora se advierten fallas, “tienen problemas de audio, tienen problemas de iluminación… tendrán que ser superados estos asuntos porque de lo contrario la memoria, que se supone conserva la palabra escrita, se va a perder”.

En coexistencia
¿Pero va a sustituir el soporte electrónico al soporte del papel?, se preguntó Labastida. “Yo no lo creo. Creo que van a ser compatibles y van a convivir durante mucho tiempo juntos, ya lo vemos hoy, hay una enorme cantidad de textos que antes se hacían en papel y que hoy se hacen de manera electrónica: investigaciones, enciclopedias”.
   De lo anterior, puso como ejemplo al Diccionario de autores mexicanos que publica desde hace varias décadas la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuyo primer volumen hoy está ya obsoleto y si se hiciera la actualización sobre papel resultaría lento y caro.
   “En cambio, conservado electrónicamente le haces las modificaciones que sean, cuantas veces desees, y lo vuelves a subir y se conserva ahí en la nube —que ahora se dice— tiene ventajas, y muchas”.
   Señaló además que un claro ejemplo de que se sigue y seguirá publicando mucho en papel son las ferias de libro, en las que en miles de metros cuadrados se puede encontrar una gran cantidad de tomos de diversa índole.

¿Usted lee en digital?
Yo leo en digital pero poco, me cansa mucho. Escribo muchas cosas en computadora, particularmente los ensayos, la poesía no, la poesía la sigo haciendo sobre papel blanco y con tinta negra, pero los ensayos sí, y me ha ayudado muchísimo, me ha dado velocidad también, me ha ofrecido posibilidad de escribir con mayor rapidez conferencias y ensayos de toda magnitud.

¿Por qué en papel blanco y con tinta negra?
Cada quien tiene manías, y esta es una manía mía. Me gusta escribir poesía de esa manera, aun cuando un libro entero, por razones meramente también de manía, decidí escribirlo en computadora e incluso me hice el propósito de justificarlo en el margen derecho y así lo escribí, es la única ocasión que lo hice, fue un experimento, desde el punto de vista meramente de redacción, y me dio otro ritmo.

El autor de La sal me sabría a polvo comentó que los aspectos tecnológicos influyen también en la escritura, tanto en la facilidad como en sus posibilidades, “me imagino que no es lo mismo escribir sobre una piedra con otra piedra como se hizo en el neolítico, o como se grabó la piedra de Rosetta, o hacerlo con tintas sobre la piel de un ciervo o sobre un pergamino, o un papiro o el amate, escribir con pluma de ganso —en las épocas en que escribían Cervantes o Lope tenían ellos mismos que afilar poco a poco, sumergir la pluma en el tintero— era un proceso lento, y por eso cuando hablamos de los libros de la antigüedad no son libros tal como ahora los concebimos, eran manuscritos.
   “La biblioteca de Alejandría podía tener miles de libros, pero solo tenía un ejemplar redactado a mano y eso también generó muchos problemas ¿cómo se conservaba la memoria de esos libros? Si solamente había un ejemplar, un incendio acababa con la memoria de todo y por eso nos quedan tan pocos testimonios de una gran cantidad de textos”.

Está al frente de la Editorial Siglo XXI, ¿como ve el ámbito en México con el surgimiento de las editoriales independientes?
Revistas independientes, editoriales independientes surgen siempre. Por regla general, lo que indican es la creación de una nueva tendencia. Un grupo de escritores, un grupo de pensadores o intelectuales quiere ofrecer testimonio de que están ahí, con nuevas ideas, y a mí me parece muy legítimo y me parece magnífico. Muchas de ellas tienen vida efímera, alcanzan cinco o seis ejemplares, otras pueden durar dos o tres años, hay en cambio revistas de largo plazo y editoriales de largo plazo.
   En los años 30 en México había muy pocas editoriales. Para muchos de nosotros la Editorial Cultura es una especie de icono de los años 20 y 30, porque ahí empezaron a publicar Los Contemporáneos, pero si uno ve incluso libros, ya no digo revistas, libros de Editorial Cultura, tenían anuncios, se sostenían gracias a los anuncios comerciales del Palacio de Hierro o de sombreros Tardán, para nosotros hoy es inconcebible un libro con un anuncio, pero esto te da idea de lo precario de la vida intelectual y de la vida de las editoriales en México.

El doctor Labastida añadió que ante tal panorama, escritores que hoy consideramos clásicos y que incluso se consagraron en vida, tenían que financiar ellos mismos la publicación de sus textos con ayuda de familiares o amigos.
   “Los Contemporáneos muchas veces hacían ediciones de 20 ejemplares que repartían entre sus conocidos, muchos libros se hacían por suscripción, ¿qué editoriales había? A partir de 1934 el Fondo de Cultura Económica, Ediciones Botas, hubo muchas editoriales que nacían y morían,
   José Bergamín, el gran poeta exiliado español, creó la Editorial Stylo y tenían una colección que se llamaba El clavo ardiendo, bellísimas ediciones, pequeñas… desapareció. Surgen algunas editoriales y mueren también con rapidez, ya no existe la Compañía General de Ediciones en donde publicaba Martín Luis Guzmán. Memorias de Pancho Villa está ahí, El águila y la serpiente, prácticamente toda la obra de don Martín Luis, esa despareció también, Botas, que era una empresa casi personal, también desapareció”.
   El titular de la AML recordó una anécdota muy elocuente de la situación editorial en México durante la segunda mitad del siglo pasado. “Yo era muy amigo de José Revueltas y una noche llegó a mi casa, eufórico, con varios ejemplares de un nuevo libro suyo —a mi juicio el mejor libro de cuentos que escribió José Revueltas, Dormir en tierra— pero la euforia no solamente era porque se trataba de un nuevo libro, sino porque era un libro que había publicado la Editorial Veracruzana en la colección Ficción, y nos dijo: ‘Por primera vez no tuve que pagar una edición, por primera vez me pagan regalías’, estaba asombrado, esto debe haber sido el año 61 quizás.
   “La Editorial Veracruzana la dirigía un escritor, Sergio Galindo, y él tenía conciencia de lo que debía hacerse, pero todos los libros anteriores de José Revueltas fueron libros publicados por amigos suyos o con ayuda de sus familiares. En 1961 ‘Pepe’ tenía 46 años y era ya una leyenda, nunca le habían publicado un libro en una editorial y nunca antes le habían pagado”.
   Abundó en que personalidades como Joaquín Díez-Canedo, quien estuvo en el Fondo de Cultura Económica (FCE), fundó posteriormente la editorial Joaquín Mortiz, luego fue abierta Siglo XXI, “Porrúa se mantiene y sigue todavía como librería y al poco tiempo como editorial, la vida de las editoriales como de las revistas es una vida recurrente, altas y bajas, aparecen y desaparecen.
   Lo que ahora hace una editorial como Sexto Piso a mí me parece magnífico, otra como Almadía me parece muy bien”.

Es autor y editor, ¿cómo ve la Ley del Libro y del Fomento a la Lectura con su polémico Precio Único?
Yo soy uno de los pocos editores que estuvo en contra del Precio Único y de la Ley del Libro. Me parece que no es de esa manera como se fomenta la lectura ni se genera la creación de mas librerías, me parece que la intención es positiva, la Cámara de la Industria Editorial a la que pertenece Siglo XXI me pidió que por favor dejara de criticar la ley, lo hice, pero no ha servido de nada, la ley no ha sido aplicada porque es inaplicable porque es una tontería.
   Por qué digo que es una tontería, porque no beneficia a las editoriales y menos aún a los lectores. Si yo le doy un descuento grande por el volumen de sus compras a una empresa librera como Gandhi, repercute 25 por ciento sobre el lector, yo le doy por lo menos 50 por ciento de descuento.
   Un libro que valga 100 pesos de venta al público yo se lo doy en 50 pesos y él lo pone al público en 75, o sea, le hace un descuento de 25, el Precio Único te obliga a venderlo en 100, ¿a quién beneficia? Al librero, porque yo se lo sigo vendiendo en 50 pesos, entonces Gandhi no lo vendería en 75, lo vendería en 100, ¿a quién perjudica? Al comprador, ¿dónde está el beneficio?

El doctor Labastida señaló que él tiene una teoría contraria respecto a la apertura de más librerías como resultado de la Ley del Libro. “Yo creo que las librerías han sido aniquiladas por el libro de texto gratuito, es una consecuencia no deseada del libro de texto gratuito, ¿por qué digo una consecuencia no deseada? Antes los padres de familia acudíamos a las librerías para comprar los libros de texto para nuestros hijos, pero al mismo tiempo comprábamos otros útiles escolares, esto le ayudaba a las pequeñas librerías a sostenerse porque vendían el libro y además de eso comprabas otras cosas.
   “Yo creo que el libro de texto debe seguir siendo gratuito pero debe ser entregado a través de las pequeñas librerías, no de manera directa por la Secretaría de Educación Pública, si se diera este pequeño cambio estoy prácticamente seguro que se multiplicarían las librerías, eso es mas importante que el Precio Único y la Ley del Libro.
   “No me han hecho caso, se lo he planteado a varios secretarios de Educación. La inercia es difícil de romper, y la inercia nos dice que tenemos que seguir produciendo los libros en Conaliteg y entregarlos a través de los mecanismos que ahora son los habituales. Bastaría con darles vales a los padres de familia para que acudieran a las librerías y las librerías ganarían un pequeño margen en la entrega de esos libros, creo que de esa manera se fomentaría muchísimo más que con la Ley del Libro, que después de años no ha producido absolutamente nada”.

Es titular de la AML, ¿cómo se ve al idioma desde la academia?
Los pueblos hablan como quieren, y los pueblos desarrollan la lengua a medida que la hablan, ya desde Saussure, sabemos perfectamente que el eje de la diacronía se apoya en el habla y que la escritura lo fija, lo congela, nos permite conservarlo mejor en la memoria, pero es imposible detener el desarrollo de una lengua, ¿y quién lo pretende?
   Se cree que las academias intentamos eso, jamás, bueno, ahora no. La academia hace un diccionario que es canónico y que si una palabra aparece en el diccionario ya va a valer para siempre, pues no, tampoco, hay una enorme cantidad de palabras que han caído en desuso y están en los diccionarios, es conveniente que en un diccionario de carácter histórico se conserven porque si leemos una novela antigua tenemos que saber qué diablos significa arcabuz o albornoz o cosas por el estilo, pero nada más.
   Las lenguas son organismos vivos y están en constante desarrollo, si una lengua tiene además escritura, hay una cierta estructura que le permite conservarse con relativa estabilidad, porque el eje sincrónico, que llama Saussure, se altera por el eje diacrónico al cabo de los siglos.
   Tenemos ejemplos muy claros, me gusta poner este caso: A principios del siglo pasado, 1904 o 1905, vino a México un gran etnólogo alemán, Konrad Theodor Preuss —heredero de la gran tradición de lo que se llamó Americanística y discípulo de Edward Seler e influido por lo tanto por Humboldt— e hizo estudios de campo directos sobre coras, huicholes y mexicaneros, publicó un libro que se llama La expedición nayarita. Ese libro tiene sus textos en cora y en huichol y sus textos en alemán, traducirlo del alemán no tiene problema, traducirlo del cora es un verdadero conflicto porque lo que hablan los coras hoy, como no es una lengua escrita, es diferente de lo que recogió Preuss.
   Hace años en Siglo XXI tratamos de hacer la edición de La expedición nayarita, nos enfrentamos a ese conflicto. Hay una gran investigadora mexicana muy joven que está trabajando los textos directamente con los coras, pero se fue también a los archivos en Berlín, y tenemos esa dificultad, lo vamos a salvar finalmente, pero la evolución, en 100 años, de la lengua cora, ha sido tan rápida que no entienden los propios coras lo que está escrito por Preuss.

Pero el español también se ha modificado. Con una lentitud menor gracias a los registros escritos del idioma, pero sin duda hoy no se habla como hace 30 o 40 años. Términos ahora cotidianos como email, ok, brochure, briefing o más recientemente, selfie, son prueba de ello.
   “El español hace suyas una enorme cantidad de palabras que vienen de otros idiomas, tú te asombrarías de qué cantidad de palabras no son originalmente del español y que usas. ¿Sabes de dónde viene la palabra cancha? La usas y ahora es común, viene del quechua; decimos que somos mexicanos porque el maíz es mexicano, es probable que el maíz por la enorme variedad de especies que tenemos tenga su origen en el altiplano tal vez, pero la palabra no es náhuatl, ni mesoamericana, es de las islas del caribe y ahora incluso es el nombre científico de la planta: Zea mays, pero no es mexicana; ¿sabes de dónde viene la palabra jardín? Del francés, y es habitual para nosotros. No quiero señalar el porcentaje tan alto que hay de palabras que vienen del árabe: azufre, alacrán, almohada, alcantarilla, almacén, alelí… en fin. Centenares”.
   El titular de la AML se dijo convencido de que si hay nuevos aspectos y herramientas tecnológicas debe haber también nuevos vocablos para ellas y sus posibilidades y usos.
   “La idea de que la lengua sirve para nombrar las cosas sí es verdad, pero las cosas no se mantienen estáticas y surgen continuamente nuevas cosas. La lengua sirve para mucho más que nombrar las cosas, no le pone etiquetas, sirve para inventar ideas abstractas que no existen en las cosas, sirve para expresar sentimientos que no están en las cosas, la lengua no es únicamente un instrumento de comunicación, es un instrumento de expresión, es un instrumento de creatividad”.
   Los registros históricos y las traducciones deficientes también son muestra de que la manera en que nombramos a las cosas no siempre es del todo correcta, adecuada o siquiera acercada a la realidad.
   “La dificultad enorme que tuvieron los europeos al llegar a América y encontrarse con una serie de plantas y animales para ellos desconocidos ¿cómo los nombraban? Empezaron a decir: ‘son como si…’. Las pirámides, ¿sabes como las llama Cortés? Mezquitas, son templos que no se parecen a los templos católicos, son de idolatría, le parece adecuado llamarlos mezquitas y así como eso te encuentras muchísimas cosas. En inglés la palabra corn es grano, pero les sirve lo mismo para el trigo que para el maíz, incluso yo me he encontrado con traducciones de textos del inglés en los que dice ‘el obrero inglés se alimentaba con maíz’, no, usaba corn, era trigo, y como es más habitual en América llamar al maíz corn, creen que se alimentaban con maíz, no es verdad. Hay problemas de traducción, ¿pero eso por qué nos tiene que asustar? Hay centenares de palabras que tú usas de manera habitual que piensas que son castizas —y en efecto pueden serlo porque hace años que están en la lengua— pero que no son originales del castellano”.

Entonces el idioma también es mestizo
Totalmente. Nuestra lengua tiene una estructura fundamentalmente que viene del griego y del latín, pero se separa del griego y del latín porque no declina, conjuga, tiene en lugar de declinaciones preposiciones, entonces en lugar de declinar el sustantivo, decimos ‘de, por, para, con, contra’. Un latinista puro te habría dicho ‘no, tendrías que declinar’, ¿por qué? El pueblo hizo de la lengua otra cosa y es correcto, no puedes detener eso.
   Nosotros no hablamos como los peninsulares, no conjugamos como los peninsulares, nosotros no usamos el vosotros, usamos el ustedes, que viene de ‘vuesa merced’, ellos dicen: ‘vosotros sabéis’, lo sabemos nosotros y lo usamos porque leemos en textos clásicos, y en textos actuales de  peninsulares, pero nosotros no usamos, en general, en México el vosotros, se usa el vos, el voseo en México empieza desde Chiapas hacia el sur.

Mencionó su paso por el ejercicio periodístico, además de las nuevas herramientas, ¿qué  diferencias sustanciales encuentra actualmente?
Yo creo que el periodismo cumple una función de primordial importancia, porque a diferencia de la televisión, que se apoya fundamentalmente en la imagen y cuyos textos son muy breves, el periodismo tiene que apoyarse muchísimo más en la palabra que en la imagen.
   Yo no estoy de acuerdo con esa expresión que dice ‘una imagen vale más que mil palabras’, no me parece adecuada, y lo que hace el periodismo escrito es fundamentalmente una labor analítica y esa labor de análisis y de pensamiento no la puede sustituir la televisión.
   Por desgracia, yo lo que veo es que una enorme cantidad de periódicos le dan más importancia a la imagen que a la palabra, esa es una diferencia que encuentro, incluso los textos de los  articulistas, de los editorialistas, cada vez se reducen más, son más breves, en ocasiones es una imagen con un pie de la propia imagen, muy breve, eso es para informar, pero lo importante es el análisis, la crítica y si no hay ese análisis y esa crítica en profundidad, el periodismo yo creo que decae.

Ha hecho de todo y bien: ensayo, poesía, academia, periodismo… ¿qué ha disfrutado más?
No sé como decirlo. Me siento responsable y cada vez que asumo una labor trato de hacerlo lo mejor que me es posible y las disfruto todas, soy un poco polifacético. Trato de hacer las cosas con carácter profesional, no me interesa hacerlas de manera superficial.

¿Alguna vez pensó incursionar en la política?
Sí, siendo muy joven, pero sufrí una decepción tras otra y me alejé por completo. Me interesa mucho la política, somos animales  sociales, pero el ejercicio mismo de la política me parece en muchos aspectos tan frustrante que no me atrevería a seguirlo ya jamás.
   En alguna ocasión que fui funcionario público, renuncié por problemas de conciencia, no estuve de acuerdo con lo que se quería hacer y renuncié al cargo que tenía sin importarme las consecuencias y he dicho continuamente que tenía firmada mi renuncia con la fecha en blanco porque yo hacía lo que consideraba que era necesario hacer y no lo que me dictaba la conveniencia personal o política.

¿Alguna vez la palabra escrita, los libros, lo han decepcionado?
Sí, en el sentido de que no me satisfagan por completo, que querría que fueran mejores, pero nada más. Los libros no proporcionan recursos económicos, un artículo en el periódico me proporcionaba en ingreso lo mismo que un libro de poesía, y un libro entero de poesía me llevaba años hacerlo y el artículo unas cuantas horas, es algo extraño.
   Satisfacciones sí, hacer las cosas correctamente, hacer las cosas bien, eso es lo que más satisfacción me puede producir.


Gran foto de Luis Enrique Granados

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