Entrevista sobre el libro Cofre de pájaro muerto
La tercera es la vencida
Cuando en 2013 se entregó el primer Premio de Poesía
Joaquín Xirau Icaza, Armando Salgado ya tenía dos años trabajando los textos
que integran su libro Cofre de pájaro muerto (Ediciones Punto de Partida).
Tuvieron que pasar otros dos años para que se publicara y resultara ganador en
la tercera edición del citado certamen.
Dividido en siete secciones y compuesto por poemas que
hablan, entre otros temas históricos, sobre el embargo atunero que ocurrió en
México de 1980 a 1990 a instancias de Estados Unidos y también acerca de la
tala inmoderada en Cherán, el tomo de Salgado fue reconocido con la ya señalada
distinción, una que le resulta distinta en varios aspectos.
Para Salgado no es algo nuevo resultar ganador en un
concurso. Ha obtenido el Premio de
Literatura Michoacán, el Nacional de Poesía Alonso Vidal y el de Literatura
Joven Salvador Gallardo Dávalos por citar solo algunos; sin embargo, el que
acaba de recibir tiene, como señaló en entrevista para PROVINCIA, un matiz
especial.
“Al principio yo creí que era otro estímulo que obedecía
a un corte institucional donde el presupuesto se dedica a cubrir el monto
económico del certamen pero me di cuenta de que no, que es un premio distinto a
varios de los que he recibido. Lo genera la familia Xirau Icaza y eso se me
hace muy significativo porque el premio tiene un origen en el homenaje que se
le hace a Joaquín Xirau Icaza”.
El galardón fue instaurado por Ramón Xirau poeta y
filósofo mexicano, de origen catalán junto con su esposa Ana María Icaza, para
honrar la memoria de su único hijo, Joaquín, quien murió a los 26 años de edad,
en 1976, mientras estudiaba una maestría en la Universidad de Harvard.
“Platicando con la familia Xirau Icaza me di cuenta de
que (recibir) este premio es reforzar un compromiso que yo venía trabajando por
otros galardones. Siempre se critica a los premios, entonces mi consigna ha
sido demostrar que los certámenes son formativos y que permiten enriquecer tu
obra para crecer como escritor, en este caso como escritor joven.
“Comprendí que este premio es un acto de amor entorno a
un hijo que ya no está y que los tres poetas que lo hemos obtenido llevamos el
compromiso de mantener firmes las letras de Joaquín y al mismo tiempo la
trayectoria del maestro Ramón Xirau”.
Y es que sobre pérdidas irreparables entiende Salgado y
lo plasma en su libro. La desaparición de árboles y personas por igual en
Cherán, así como el quebranto de la propia realidad ante la muerte de los seres
queridos, de la infancia o del padre —que retoma en el poema que da nombre al
tomo— son parte de lo que se encuentra en el trabajo reconocido por el jurado
del Premio de Poesía Joaquín Xirau Icaza.
Adolfo Castañón, Elsa Cross y Angelina Muñiz-Huberman,
integrantes del jurado, señalaron en voz del primero que Cofre de pájaro muerto
es una obra “escrita con las tintas de la experiencia vivida, soñada, leída,
sufrida y agonizada; ya que el mundo de los bosques y los árboles, mar y
relámpagos, se desvela y abisma en los espacios de sueño, la muerte, la locura
y de las diversas vertientes de la familia elegida y real”.
Armando Salgado señaló que después de la entrega del
galardón en el Colegio de México, institución que lo administra, fue invitado a
la casa de Ramón Xirau donde compartió mesa con el maestro y su esposa, así
como amigos de ellos entre los que se encontraban Héctor Vasconcelos (hijo de
José Vasconcelos) y un sobrino de Jaime Torres Bodet.
“Todas estas personas me dejaron muy claro que todavía
hay un compromiso por la cultura que viene no de hace 10 o 15 años, si no que
viene de siglos, de familias. Poder ser parte de este círculo me hace
comprender la dimensión que debemos de tener los escritores nacionales. Saber
que como antecedente tenemos a Octavio Paz, saber que detrás de nosotros
existió José Emilio Pacheco, Alfonso Reyes, la generación de Los
Contemporáneos, nos debe responsabilizar a tomar muy en serio el camino de las
letras ya no a nivel estatal y mucho menos a nivel local, sino a nivel
nacional. Un compromiso que debemos redoblar en cada una de las publicaciones,
en cada entrevista, en cada espacio donde podamos hablar de literatura”.
La triada
La frase popular dicta que “la tercera es la vencida”,
que al llegar al tres de algo esto resulta definitivo e inapelable. Este año se
entregó la tercera edición del Premio de Poesía Joaquín Xirau Icaza y el hecho de que un certamen creado para sublimar una pérdida distinga a un libro que tiene el mismo objetivo, resulta, por lo menos, en una feliz casualidad.
La primera ocasión el libro triunfador fue Fiat Lux, de
Paula Abramo, poeta nacida en 1980 en la Ciudad de México; el segundo elegido
fue Palas, de Ricardo Cázares, capitalino también nacido en 1978. Este año fue
para Armando Salgado, michoacano nacido en 1985 que está por cumplir 30 años de edad.
El concurso está enfocado, además de honrar al hijo que
ya no está, en promover la literatura de las nuevas generaciones. “Ramón Xirau
me comentó junto con su esposa que a ellos les preocupa la literatura joven y
que una forma de alentar era creando el certamen”, señaló Armando y añadió que
los Xirau Icaza están convencidos que este tipo de distinciones dimensionan la
poesía joven.
“Ellos querían crear un puente entre distintas
generaciones para que tuviéramos ese compromiso. Eso se me hace muy
interesante, cómo los escritores mayores muestran una preocupación por el rumbo
de la literatura mexicana”.
—Ha recibido ya una cantidad importante de premios
estatales y nacionales y su nombre no resulta desconocido en la literatura a
nivel nacional, ¿cómo ve la cuestión del reconocimiento y de la fama?, ¿es algo
banal?
Yo creo que este tipo de categorías como la fama, más que
una categoría banal, creo que es un buena excusa para replantear lo que uno
quiere como escritor. Creo que este tipo de certámenes con una trayectoria
histórica, a pesar de que es un certamen joven, y lo que implica que figuras
como la familia Xirau Icaza te cobijen con un certamen que ellos crearon con el
Colegio de México, pero que ellos crearon por convicción personal desde un acto
de amor, más que pensar en la fama creo que uno piensa en el compromiso ético
que uno adquiere no solo con la literatura, sino con la historia de la
literatura y sobre todo con uno mismo.
En este momento pienso muy seriamente qué es lo que
viene. No porque ya quiera publicar un nuevo libro o porque quiera ganar otro
premio, los premios son medios, las publicaciones son consecuencias de un
proceso que viene de años, esto no es una situación efímera, no es una
situación inmediata. Yo trabajo mi literatura desde hace más de 10 años,
entonces ahorita yo planteo que el compromiso ético que tengo con la historia
de la literatura mexicana y por supuesto latinoamericana, el compromiso que
llevo ya con la familia Xirau Icaza me hace responsabilizarme de manera muy
firme con lo que viene. Eso para mí es muy nutritivo porque me permite saber
qué es lo quiero y es una búsqueda que ya no es búsqueda, yo creo que ya tengo
un panorama de cómo están las cosas, ahora lo que continúa es mantener una obra
firme y que tenga canales de comunicación no solamente con mi generación.
Yo no quiero escribir pensando que lo que hago es poesía
joven, yo no creo que ningún escritor diga que escribe poesía joven, todos
escribimos poesía y la poesía es atemporal, no tiene una edad o un rostro fijo.
Yo creo que muchos jóvenes pensamos en una obra que trascienda, que tenga
comunicación con otras obras que nos han
influenciado y que se mantengan con la misma pertenencia y con la misma
permanencia de la literatura mexicana.
De entrada, lo que viene para Salgado es un libro de
cuentos titulado Casa de adobe con el que obtuvo el Premio Nacional de
Narrativa Mariano Azuela y que será publicado por Puerta Abierta, casa
editorial de Colima que lo distribuirá en la región Occidente del país.
“El libro retrata la cosmovisión mexicana como homenaje
de nuestras influencias ancestrales, de nuestros mitos, de nuestras historias,
que giran en un territorio de la geografía de nuestro estado”.
Po-ética
Los muchos galardones de Armando Salgado han sido tanto
por su poesía como por su narrativa. Esa variedad de lenguajes genera también
una amplia gama de discursos, por lo que no es de extrañar que temas que
podrían parecer poco poéticos como un embargo atunero o la tala de árboles,
aparezcan en sus libros.
“Sería cuestión de definir qué es la poesía. Lo dijo
Cristian Peña en un encuentro sobre los 10 años del certamen Francisco
Cervantes Vidal. Peña dice que todo escritor tiene una poética, es decir,
articula una ética de la poesía, por eso es poética. Yo creo que todo escritor
tiene una ética en torno a una cosmovisión para construir los retratos, porque
son retratos sociales del mundo que quiere
dejar plasmados a través de las páginas.
“Cuando digo que es una situación social, que toda la
poesía es social, no estoy cayendo en una situación panfletaria ni dogmática y
mucho menos ideológica. Yo creo que la poesía habla de la sociedad en todos sus
canales, cuando aborda las distintas dimensiones del ser humano. El ser humano
es sujeto de una sociedad que está en constante transformación desde distintas
dimensiones como es la propia naturaleza, como es la propia condición de
interpretación del ser humano en el mundo y por el mundo, y creo que siempre va
a haber un retrato de esa cosmovisión que está en constante transfiguración.
“Yo lo que hago es obedecer a mis intereses muy
particulares que siempre giran en torno a problemas sociales, a problemas
humanos, a problemas éticos, que nos atribulan, que nos angustian, que nos
causan ansiedad en un mundo que está en constante transformación”, indicó
Salgado y añadió: “escribo poesía porque me interesa entender el mundo que está
cambiando de manera voraz. Escribo poesía porque quiero entender el mundo que
llevo dentro para poder tener una tabla firme y no sentir que me ahogo”.
—¿Cree que la literatura y la cultura en general se han
difuminado, en la sociedad actual, como tablas de salvación?
Sí, pienso que es muy latente la falta de tablas de
salvación y tampoco hay poéticas. Muchos poetas ya escriben sin ética, creen
que la poesía es un retrato banal de una sociedad consumista y líquida.
Creo que hemos ido perdiendo tablas firmes y las que
tenemos son tablas que caducan al tercer día. Tablas con el logo tetrapack,
tablas con cierta capacidad de recargar su duración con unos cuantos pesos y es
triste. Lo vemos en el sistema educativo, en el sistema cultural. Lo vemos cómo
los medios de comunicación van adelgazando el conocimiento para convertirlo en
información y vemos cómo la información es el pan que tenemos que actualizar
cada cinco minutos para sentir que somos plenos, que somos felices. Necesitamos
un celular nuevo cada cinco minutos, necesitamos un alimento rápido para sentir
que consumimos lo que las trasnacionales nos dicen que consumamos, para sentir
que somos.
Creo que, en su origen, el arte nos permitió comprender
nuestro papel histórico en el mundo, tener una memoria colectiva y por supuesto
una memoria personal. Creo que en la actualidad lo que menos tenemos es
memoria, lo que menos tenemos es una conciencia sobre nuestro momento histórico
presente y por lo tanto no tenemos una visión a futuro. Por lo tanto vemos
tantos problemas en nuestros jóvenes que no tienen una capacidad de anclarse culturalmente,
por eso nuestros jóvenes sienten que no tienen futuro, no quieren estudiar
porque saben que van a ser desempleados y creo que aquí entran el arte, la
literatura y la poesía como elementos catalizadores para poder cuestionar lo
que somos y poder comparar entre una realidad y otra y saber cuál es la que
queremos. Una realidad real, cruda, que nos abra los ojos o una realidad
acondicionada, una realidad falsa, que nos haga emular una pseudorealidad para
que seguir creyendo que a través del consumo nos vamos a liberar.
—En esta sociedad fast track, escribir y leer,
actividades que implican sosiego y tiempo, ¿son actos contraculturales?
Creo que sí. De entrada tendríamos que definir qué es
cultura en tiempos postmodernos y la cultura en la actualidad es el consumo de
ideas de manera vertiginosa. Creo que la cultura del conocimiento que nos han
heredado nuestros padres y nuestras influencias es distinta, es la
permanencia y la pertenencia dentro de
un diálogo constante en torno al mundo y nuestro mundo interior.
Si definimos esta banalidad del consumo para legitimarnos
como seres, nos damos cuenta de que sí son rumbos distintos y que cada cual
debe redimensionar para poder posicionarse y saber hacia dónde va como artista.
Esto en el campo de los artistas, pero si nos vamos al campo cotidiano es la
misma situación. El factor económico va banalizando nuestra condición de seres
armónicos en familias donde el tejido social estaba definido por la unidad
entre familiares y ahora vemos cómo la cotidianidad es vivir en un seno de
padres divorciados. O en el que el padre trabaja más de ocho horas y debes
tomar decisiones sintiéndote solo, sintiéndote que estas en una tabla que puede
desvanecerse a los cinco minutos y sintiendo que eres un náufrago más.
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