108 aniversario del natalicio de Frida Kahlo
Fridas hay muchas y hay una. Así como se pintó duplicada
en Las dos Fridas (1939) y fragmentada en La columna rota (1944), Frida Kahlo
tiene muchas facetas: madre frustrada, esposa abnegada, esposa infiel, hija
rebelde, enferma, dolorida, doliente, artista, pintora, cocinera, activista
política y profesora son solo algunas.
En ella, además, se cifra uno de los pilares de la
mexicanidad: el mestizaje. De padre judío alemán y de madre mexicana de
ascendencia española pero con sangre indígena, Frida fue genéticamente un
crisol de cuya mezcla resultó alguien única.
Otro elemento multitudinario es su nombre, Magdalena
Carmen Frida Kahlo Calderón, que representa la multiplicidad de orígenes pero
también de posibilidades de su portadora.
Es por lo anterior que entre hoy y el próximo lunes 13 de
julio, fecha en que se conmemorará el 61 aniversario luctuoso de la pintora, le
presentaremos un ejercicio fragmentario y, esperamos, a la vez integrador sobre
Frida Kahlo.
Durante esta semana le presentaremos nueve piezas (hoy le
ofrecemos las primeras dos) de una especie de ‘rompecabezas fridiano’ que una
vez culminado le dará una imagen completa y un escenario variopinto sobre la
creadora plástica y esposa de Diego Rivera.
Además de información biográfica sobre Kahlo, las
entregas de este ejercicio contendrán algunas de las frases que ella anotó en
el diario que llevó entre 1944 y 1954. Que sean estos esbozos sobre ella y sus
propias palabras los aglutinantes para este rompecabezas llamado, por
principio, Magdalena.
La torre
Los egipcios de clase alta tenían por costumbre hacer un
oráculo especial en el que se determinaba el nombre que debían llevar los
recién nacidos. Los astros hablaban y marcaban para siempre al portador con los
buenos o malos augurios, según hubieran sido las vidas de los antepasados
llamados así.
El nombre resulta sin duda importante, haya o no consulta
astrológica, define y afecta o perjudica, según sea el caso, a quien lo porta.
La suerte de quien tiene más de uno es que puede elegir, pero el conjunto, use
o no los demás, es indivisible.
Magdalena, en el caso del primero que llevaba Frida, se
refiere al gentilicio de Magdala, una ciudad situada en Galilea que, según la
tradición católica —de la que Matilde Calderón, la madre, era ferviente
devota—, fue el sitio de nacimiento de María Magdalena, la pecadora
arrepentida. Está asociado
irremediablemente a la culpa y a la redención por medio de la penitencia. Otra aproximación es la que da su origen
etimológico, que viene de la adaptación de la voz hebrea migdal que significa
torre.
Sin duda la segunda opción resulta más evidente de
asociar con Frida ya que, según señala Annette Seemann en su libro La pasión de
Frida Kahlo (Diana), luego de la poliomielitis que padeció de niña y que la
dejó de por vida con una pierna más delgada que la otra, el padre de la pintora
cuidó y alentó los rasgos masculinos de su hija: gusto por el deporte, fuerza
de voluntad, habilidad para imponerse, inteligencia… una ‘torre inexpugnable’
que serviría como refugio ante la crueldad —señalada por la biógrafa— de
quienes en la escuela le gritaban “¡Frida, pata de palo!”.
Lo anterior también lo asocia Seemann con el origen de la
pintura de Las dos Fridas: una es la real y otra la imaginaria, una fuerte y la
otra vulnerable, una sana y la otra enferma. Como ya dijimos, Fridas hay
muchas, descubramos juntos a todas.
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