Entrevista con Taro Tokuyama
Capa por capa
“Ponme como un sello sobre tu corazón”. La frase anterior
bien podría servir como resumen y objetivo de Sombras del Tiempo, la muestra
que Taro Tokuyama inaugura esta noche en el Museo de Arte Contemporá-neo
Alfredo Zalce (MACAZ).
En entrevista para PROVINCIA, Tokuyama se definió como
alguien raro y como un artista japonés que en realidad no lo es tanto. Su obra
—a diferencia del ultraconocido arte pop de Takashi Murakami— es conceptual
pero es resultado de una técnica minuciosa, controlada y a la vez caótica, que
implica una paciente y repetida manipulación física de los elementos que la
conforman. La propia existencia de su creador, materializada —si es que algo
así es posible— en el tiempo que le dedica a cada pieza, queda en esta
reflejada.
“Ponme como un sello sobre tu corazón” es además parte de
El cantar de los cantares y también el lema de la Fundación Antonio Gala para
Jóvenes Creadores, institución española en la que el artista fue beneficiario
durante un año (2008-2009) y donde conoció a Fernando Motilla, creador
moreliano quien sirvió como enlace para que Taro llegara a tierra michoacana.
“Lo que me parece muy interesante de la obra de Taro es
que es obra conceptual pero con oficio. Mucho artista conceptual hace obra muy
sencilla, te exponen un vaso y ya está, y la obra de Taro tiene mucho trabajo.
Creo que es un punto a rescatar en cuanto al aspecto técnico”, dijo el
reconocido retratista moreliano en una ruidosa cafetería frente al MACAZ.
“Hay que dejarlas secar”, indicó sobre las hasta seis o
siete piezas que realiza de manera simultánea. “El tiempo nos obliga a que
descansen, pero yo no quiero descansar, entonces busco otro trabajo por hacer.
“Poco a poco, yo digo”, añadió Taro. Acostumbrado a la
multitarea, buscaba las palabras adecuadas para expresarse en español entre el
sonido de la máquina de capuchinos y el parloteo de unas clientes del lugar.
Configurados
Podría decirse que las piezas de Taro Tokuyama son
minimalistas por la contundencia con la que se le presenta un solo objeto al
espectador, sin embargo, nada es mínimo. Así como en sus obras hay una
superposición de, en algunos casos, cientos de capas de pintura o decenas de
capas de papel, cada una de las experiencias que vivimos a través del tiempo
dejan su huella en lo físico pero también, y más importante, en el carácter y
en los sentimientos que conforman al ser.
“Me interesó la frase (de Ortega y Gasset) que decía ‘El
pasado revive en el presente aunque ya se fue’. Eso me pareció muy interesante;
aunque no se ve, siempre hay algo que apoya, que da sustento al presente.
“A mí me interesa el proceso para crear la obra más que
la obra final. Para mí es más importante cómo crear el presente, que es la obra
final, el método, no el resultado final. El resultado final es lo que surge del
método. Cada persona, cada pieza tiene su método”.
Así como los recuerdos, triunfos, fracasos, desilusiones,
metas superadas y elementos perdidos (amores, trabajos, sueños y hasta objetos)
dan forma a una persona, en las piezas de Taro existe una superposición de
capas, que materializan todo lo anterior para dar como resultado un elemento
final, la pieza artística que representa al momento presente.
Una de las creaciones del joven artista —realizada en la capital
michoacana— que se expondrá a partir de esta noche es un rostro humano que a
simple vista pareciera una escultura con varios colores, sin embargo, grande es
la sorpresa al ver que el colorido de la escultura es resultado de cientos de
capas que se muestran de manera irregular luego de que fueron lijadas para
develarlas. La base de la obra es un cráneo sobre el que se modeló un semblante
que, sereno, permite ver sus vivencias cristalizadas por medio de esa
superposición de papeles, de sombras del tiempo que configuran al momento
presente.
Es lo anterior el concepto y la metáfora sobre el
inexorable paso del tiempo que Tokuyama explora a través de su labor que inició
cuando tenía 20 años de edad en España. Fue dos años antes que llegó a ese país
para aprender el idioma y aunque dice que su manejo del español es básico, es
poco lo que no sabe cómo decir con un acento en el que a ratos se escucha una
zeta muy ibérica y palabras como curro (trabajo). Aunque quizás lo que más haya
expandido su vocabulario fueron los meses que pasó en Morelia durante el año
pasado y que le enseñaron a decir ‘wey’ y ‘cabrón’ en el momento y contexto
justos.
Pero pese a lo anterior —que al señalársele fue motivo de
risa— comentó que le ha resultado un tanto difícil que se entienda el mensaje
de su labor artística.
—¿Cree que, además del idioma, las diferencias culturales
lo dificultan?, quizás en occidente no se reflexiona mucho sobre el paso del
tiempo
Igual y sí. La cultura japonesa admira más al vacío, el
occidental quiere llenar de cosas una habitación. Por ejemplo el fondo de un
cuadro japonés anteriormente no hacía falta pintarlo, se pinta una señora o un
niño y ya está. Al espectador ese vacío del fondo le deja imaginar donde está.
El vacío no es vacío, el vacío es para que la gente lo llene con lo que quiera.
Si lo llenas de alguna manera ya no es capaz de llenarlo con otras cosas.
En un vaso vacío están todas las posibilidades de
cualquier cosa, de cualquier bebida, pero si tiene un café ya no pueden caber
otras cosas. Hay que gente que le puede poner un poco de whisky, pero es solo
una posibilidad. El vaso vacío tiene más posibilidades por tener el espacio,
esos conceptos sí que hay en Japón. El tiempo es algo invisible, pero siempre
está.
—¿Esta parte reflexiva está muy presente en el arte de
Japón?, ¿o es más lo comercial y decorativo?
No soy tan japonés, yo me imagino. Los artistas japoneses
famosos actuales son más de caracteres, como de dibujos animados.
—¿Entonces en Japón también les cuesta entender este
mensaje de su obra?
Sí, puede ser.
“Por eso no está ni en España ni en Japón”, comentó entre
risas Fernando Motilla, que fueron secundadas por el propio Taro. “Es que soy
bastante raro”, añadió también riendo. “Mi tema tendría que ser algo común”.
—Este concepto del tiempo y la huella del pasado tendría
que estar más presente…
Sí, en cualquier lugar, no es de una época. Nosotros
somos muy dependientes de la vista, pero pensando en la belleza yo no creo que
esté ahí.
Luego de una pausa y una risa un tanto nerviosa respondió
lo siguiente a la pregunta de ¿qué es para usted la belleza? “Algo que cada uno
tiene que buscar. La belleza perfecta creo que no existe para todo el mundo,
cada persona tiene que imaginar, tiene que ir buscando. La respuesta no puede
ser una. Lo importante es algo que no se ve pero que puedes sentir. Para mí la
belleza auténtica es algo invisible.
“La belleza que nos enamora a través de la vista sería
otra cosa. Yo no quiero hablar de algo que es mutable, de algo frágil. La piel
cambia, envejecemos. Las personas que tienen 70 u 80 años pueden seguir siendo
interesantes porque tienen una belleza interior. Hay gente que conforme tiene
más edad hay más gente que quiere estar con ella. Para algunas sería por su
inteligencia, es el ambiente que crea esa persona, la manera de hablar… es muy
difícil de explicar, es algo que puedes sentir estando con esa persona, con su
esencia”.
—¿En qué ha encontrado belleza aquí en México?
En las plantas, en la naturaleza. Me encanta.
En general me gusta la naturaleza más que lo que hacemos
nosotros. Nosotros no vivimos, la naturaleza nos deja vivir. Ese es mi
pensamiento, por eso en la obra misma yo no decido todo, dejo algunos huecos
para que el tiempo decida. La obra final depende de eso, yo no controlo
perfectamente.
Ese hueco para mí es muy importante, si desde el
principio hubiera sabido el final ¿para qué lo hago? Eso lo puede hacer otra
persona que tenga la misma técnica, la misma visión, si hago un boceto se lo
puedo encargar. Pero yo no sé el resultado final haciendo el proceso de las
capas, si lo hace alguien más no me interesa porque no tiene mi tiempo, mi
esencia.
—¿Entonces busca también la sorpresa del resultado final?
Se puede decir. La sorpresa o no sé, la fuerza que no
podemos controlar. No busco la sorpresa misma. Nosotros queremos controlar
todo, por ejemplo el refrigerador es para comer cuando uno quiera, para
controlar las comidas. La luz también, para leer, para vivir más cómodo.
Queremos controlar todas las cosas, con esta obra quiero
decir que hay cosas que son imposibles de controlar y esas piezas tienen más
belleza que lo hacemos nosotros.
Creer y crear
Además de la dificultad cultural para ver todas las
posibilidades del vaso vacío, Taro Tokuyama se ha enfrentado a esa cuestión muy
mexicana de usar la palabra pintor como sinónimo de artista, que es la que él
prefiere usar para sí mismo.
Lo anterior está influenciado de alguna manera por la
forma de enseñar arte en Japón, con la que no está de acuerdo, y por lo que
decidió irse a España para continuar con sus estudios luego de terminar en 2001
el Bachillerato de Bellas Artes en la
Escuela Nagasaki Nihondagaku.
“En Japón antes de ingresar a la Facultad de Bellas Artes
hay un examen de ingreso para cada especialidad. Desde el examen de ingreso hay
diferentes pruebas para pintura de óleo, o de grabado, o de escultura, tienen
que hacer pruebas para cada una y durante cuatro años te dedicas a esa
especialidad elegida. Con esa carrera tienes una técnica muy basta, pero el
problema es que antes de conocer lo que quieres expresar ya tienes una
herramienta y la mayoría de la gente antes de hacer la búsqueda de expresión
busca lo que puede hacer con esa herramienta. ‘¿Qué puedo hacer con ella?’,
‘¿qué no se ha hecho?’ pero lo importante para ser artista es buscar lo que
quieres expresar. El artista es único.
“Así como el bebé antes de saber cómo hablar, cómo
expresarse, cuando quiere comer llora, lo importante es esa fuerza que quiere
decir algo. Ante esa fuerza al llorar o al hacer algo nosotros buscamos lo que
quiere decir”, de la misma manera, consideró, el artista debe tener un impulso
que lo lleve a encontrar la forma y el medio para su mensaje.
—¿Por qué fue España el lugar elegido para seguir la
formación artística?
Yo era menor de edad, tenía 18 años, para ir al
extranjero tenía que elegir alguna ciudad en la que hubiera un conocido de mis
padres y había tres opciones: Irán, Barcelona y Madrid. Italia no me interesaba
tanto, desde entonces a Japón entraban muchas imágenes e información de Italia,
ya era imaginable antes de ir, entonces no me daban ganas, yo quería algo
nuevo, la sorpresa, que caiga algo de repente. España me parecía muy
interesante porque los artistas españoles —Dalí, Picasso— se expresan con lo
que quieran (la disciplina que quieran).
Me gustó la carrera que nos dejó aprender de todo. Aunque
no sepamos perfectamente cada técnica ya tenemos la imagen cómo podemos aplicar
esas técnicas y mejorarlas. Lo importante de hacer la obra es tener la idea de
qué quieres expresar. Ese objeto final tienes que buscar la técnica para
expresarlo. Yo no soy pintor ni escultor, igual dentro de 20 años cambiaría y
haría un video para expresar lo que me interesa.
Al hacer la obra estoy aprendiendo cómo es el presente y
revivir qué belleza tiene el pasado, eso me encanta. En la vida cotidiana soy
un ser humano que aprecio la superficie, pero en el proceso de la obra olvido
esas cosas.
—¿Qué le dijo su familia cuando regresó de España luego
de sus estudios?, quizás esperaban que hiciera paisajes o bodegones…
(Risas) No me dicen nada.
“Su papá es curador de arte”, acotó Motilla. “No me
critica”, señaló Taro. “Mi mamá era profesora de colegios. Ella sí que quería
que tenga un curro más seguro. No me critica nada de la obra. No lo entienden
pero yo tampoco me explico”.
La razón
Taro insistió: “Yo soy bastante raro. No soy tan típico
artista japonés. Un típico japonés haría algo más pop”. Sin embargo no es lo
decorativo lo que busca al crear sino que la obra —su resultado final luego del
proceso creativo— tenga un porqué, antes de empezar, y un para qué, una vez que
está terminada.
“Esa manera de pensamiento la tomé gracias a mi carrera
en España. Para cualquier cosa tenía que tener una razón. Siempre me
preguntaban ‘¿por qué elegiste ese material?’, ‘¿por qué quieres hacer eso?’,
en primer lugar yo no podía contestar, yo lo hacía porque quería. Como un niño,
yo quería jugar, fue un impulso creativo.
“Yo pensaba que no había que tener una razón, al
principio sí, pero ahora antes de hacer cualquier cosa busco una razón. El arte
plástico es una manera de contaminar. La música no contamina, ni la poesía,
pero en el arte plástico gastamos un montón de cosas. Tirando basura tenemos
que hacer algo que sirva en la vida real, que haga pensar o que mejore el
pensamiento de algunas personas. Desde España empecé a pensar esas cosas: que
podemos vivir la belleza profunda. Eso da más a la vida, yo creo que sí”.
—Los meses que, durante 2014, vivió en México ya son
pasado, ¿cómo configuró a su presente ese fragmento de tiempo ya vivido?, en el
que además hizo varias piezas que ahora se van a mostrar
A seguir haciendo la obra. Gracias a las obras que hice
me dan ganas de seguir haciendo más. Es como andar un camino, las obras hechas
ya son pasado, pero el pasado crea el camino y lo que me parece mas importante
es seguir el camino mirando ese destino que es crear, seguir creando.
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