60 años sin Frida Kahlo

Frida eterna
(6 de julio 1907-13 de julio 1954)

Cuando de Frida Kahlo se trata las apariencias engañan. En cada uno de sus autorretratos y pinturas hay algo de ella que siempre es distinto: dolor, evocaciones de infancia, crítica social, amor a la vida o el mero gusto de ser observada en el lienzo.
   Y así como en su obra hay una y muchas Fridas, también son diversas las que se ven y encuentran a 60 años de su muerte.
   Para unos es un negocio —una corporación internacional de hecho—, para otros un icono de izquierda, símbolo del feminismo, de rebeldía, de pasión y a veces un estandarte para la comunidad gay.
   Pero en las seis décadas que han pasado desde su muerte al parecer hay quien ha olvidado lo primordial: era pintora.
   “Todo es según el color del cristal con que se mira”, dijo Ramón Campoamor. El asunto con la creadora nacida en Coyoacán es que el público, los admiradores de su obra, no siempre han podido decidir al respecto.
   Isolda Pinedo Kahlo, su sobrina nieta, convirtió la firma e imagen de su tía en marca registrada en 2004. Dijo en ese entonces que la familia buscaba un manejo digno del legado de Kahlo y lanzó una línea de joyería y unos lentes a la par del libro Frida íntima, en el que reivindicó la figura de su madre, Cristina Kahlo —quien según las biógrafas Raquel Tibol y Hayden Herrera, fue amante de Diego Rivera—.
   Al año siguiente se fundó la Frida Kahlo Corporation. Los herederos se unieron al empresario venezolano Carlos Dorado, quien detenta 51 por ciento de las acciones, y ahora hay tequilas, tenis, relojes, estampas, libretas y hasta muñecas con la imagen o firma de la artista.
   Un cristal turbio se posicionó sobre la visión que se tenía de la pintora. La ‘Fridamanía’ —detonada en 1983 con la publicación de Frida: A biography of Frida Kahlo de Hayden Herrera— cambió de admiración por la vida y obra de la creadora al afán de tener un producto, el que sea, que tenga su firma, que sea ‘original’.
   Ese fenómeno global la convirtió, para algunos, en mero personaje, y se dejaron de lado a los lienzos, que son la columna vertebral de su legado.
   ¿Con cuál Frida se pueden quedar sus admiradores? ¿la sufrida? ¿la frágil? ¿la fuerte? ¿la enferma? ¿la enamorada? ¿la madre frustrada? ¿la pelona? ¿la comunista? ¿la rebelde? ¿la pintora? ¿la corporación?
   Las apariencias engañan, son muchas las aristas y posibilidades. Cada uno debería poder elegir el color del cristal con el que quiera mirar. Todo esto será —así como la marca, la corporación y las películas con su nombre— algo referente y a la vez ajeno a Frida, ella lo dejó bien claro en la última anotación de su diario: “Espero alegre la salida y espero no volver jamás”.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Comentario sobre En busca de WondLa

El bigote y la identidad nacional

Ana Pellicer, vestida de cobre