Reseña sobre el libro Días perfectos
Perfecta imperfección
Raphael Montes juega con su lector, lo manipula, lo lleva
hasta el extremo y cuando parece que todo se solucionará y lo dejará tranquilo,
da el empujón final que lo hace caer hacia el abismo horadado poco a poco por
las letras de la historia que narra.
El joven escritor brasileño hace su debut en México con Días
perfectos, incluida en la colección Roja & Negra de Penguin Random House.
La historia presenta una obsesión convertida en amor tan delirante que al final
no se sabe si en realidad fue al revés y el amor de sus protagonistas se
convirtió en una obsesión salpicada con un toque de Síndrome de Estocolmo.
La historia de Montes inicia de manera peculiar: Con un
cadáver. Una mujer fallecida quién sabe cómo que, sin embargo, es la única
amiga de Téo, uno de los protagonistas. Ese joven diferente será la puerta de
acceso a un mundo gris y silencioso enquistado en la exuberancia de un país
rítmico y ruidoso. Esa burbuja en la que habita resulta cómoda y está feliz en
la soledad que le procura pero cuando conozca a Clarice hará lo que sea
necesario para que entre ahí con él y no salga nunca.
Solitario y de ideas conservadoras, encontrará en esa
joven —a la que conoce por casualidad—, un ‘torbellino’ flamígero que lo
atraerá como la luz a las polillas, pero que a la vez le causa repulsión e
intentará apagar sus llamas para poder acercarse sin correr riesgos.
Téo ama a Clarice, está convencido de eso. No importa que
la haya visto apenas una vez, está enamorado y ella, ya lo verá, terminará
amándolo también aunque para eso haya que utilizar métodos drásticos.
La invitación
Téo estudia medicina y el mejor momento que vive en su
jornada escolar es el que pasa en la clase de disección humana. Abrumado por el
inevitable contacto social encuentra paz en la silenciosa compañía de
Gertrudes, el cadáver con el que ha trabajado durante meses. La conoce muy
bien, es su amiga. Ella, sin hablar, sin siquiera existir le da lo que
necesita. Lo inquietante será descubrir que lo que obtiene de ella no es
suficiente.
La otra mujer en la vida de Téo es Patricia, su madre.
Confinada a una silla de ruedas depende de su hijo. Los dos lo saben, están
unidos de por vida, hecho que no les causa la misma emoción a ambos. Será
cuando aparezca Clarice en el horizonte que el futuro médico caerá en cuenta de
que ni su mamá ni su amiga son suficientes, que, de hecho, pueden ser
prescindibles.
Clarice es prácticamente la antitesis de Téo, libre,
liberal y a ratos libertina, es una peligrosa tentación cuya belleza cautiva a
hombres y mujeres por igual y, claro, Téo no es la excepción. Un encuentro
casual entre ella, carnívora resuelta y él, vegetariano consumado, será el
inicio de una historia cuyos alcances serán imposibles de calcular.
Ella está escribiendo el guion de una película que se
titulará Días perfectos. Una road movie que mostrará paradisiacos lugares de
Brasil y es justo eso lo que Téo se empeña en ofrecerle: Un viaje remoto y
enriquecedor lleno de días perfectos que harán nacer en ella los mismos anhelos
que lo habitan a él. Está decidido, viajarán juntos, no importa que Clarice no
quiera.
El color asociado al amor romántico es generalmente el
rosa, pero la historia entre Téo y Clarice demostrará que de ese sentimiento
hay muchas facetas inexploradas cuyas tonalidades pueden llegar hasta el negro
más profundo.
El viaje
La colección Roja&Negra resulta adecuada para Días
perfectos. Montes, su autor, narra una historia roja por la pasión pero también
por la sangre que se derrama, y negra, como las profundidades en las que hay
que esconder el despojo de los crímenes cometidos por amor.
Calificado como una revolución de la literatura de
suspenso, el joven autor —quien cumplirá 26 años de edad en septiembre
próximo—, juega, como ya se dijo, con el lector y trastoca las certezas de la
novela negra en la que siempre hay una luz al final del camino.
Este tipo de historias no son nuevas para Montes, en 2009
debutó con el cuento A professora incluido en la antología Assassinos S/A y al
año siguiente publicó Suicidas, novela en la que relata un suicidio colectivo
de jóvenes de clase alta. El joven escritor sabe del género en el que arranca
su carrera literaria pero va más allá y se atreve a trastocar sus normas: No
hay malos y buenos, solo humanos con todos sus matices de luz y oscuridad.
Para todo lo que pasa en ella Días perfectos es una
novela que podría llamarse corta. Son apenas 259 páginas en las que una y cien
veces el joven escritor da vueltas de tuerca que terminan por darle sentido al
sinsentido de sus personajes: El caos, uno bien dirigido. Téo es el titiritero
de su mundo y Clarice, entre la indolencia y la rebeldía, deberá seguir sus
dictados o atenerse a las consecuencias.
Llama la atención la forma lenta en la que el lado
psicópata de Téo se va develando. De entrada el lector sabe que hay algo poco
común en él pero no atina a señalar qué es. Conforme avance en la historia
encontrará pequeñas piezas de un rompecabezas que termina por completarse y
mostrar su atemorizante realidad.
Téo está convencido de que no hay límites. Ese amor que
tiene por Clarice —que muchos calificarían de enfermo—, tiene muchos
obstáculos, Clarice el primero, y no tiene duda de que hay que derribarlos
todos.
Es común escuchar la frase: “Lucha por tu amor”,
¿aplicará también cuando la batalla es contra ese o esa que se niega a
aceptarlo? Si es bueno luchar, ¿también es válido forzar para que el otro vea
la magnitud de eso que sentimos? Esas son algunas de las preguntas que surgen
al leer la novela de Montes, pero la más importante: ¿Hasta dónde seré capaz de
llegar con tal de estar con la persona que me gusta y quiero?, ¿así como Téo,
no hay línea que no cruce?
No estilo
No es casualidad que la protagonista femenina de Días
perfectos se llame Clarice. Una de las principales voces literarias de Brasil
es Clarice Lispector, escritora y poeta que toma un papel capital y constante
en la novela de Montes.
La producción de Lispector, difícil de clasificar, fue
definida por ella como parte de un ‘no estilo’, algo que podría aplicarse
también a la forma de escribir de Montes quien, como ya se dijo, rompe con la
convención básica del género negro: No hay persecución de buenos contra malos.
No hay una reafirmación psicológica de que, como lector, se elige el bando
correcto. Pasa algo perturbador y no queda sino observarlo, impotente, y
callar.
Mención aparte merece un elemento importante en la
narración pero que también llama la atención por su color: Un par de maletas
rosas. De buena marca y excelente presentación, el equipaje sirve a Téo para
transportar el horror sin, paradójicamente, llamar la atención. ¿Qué de malo
podría haber en una maleta rosa? Tal vez nada, quizás todo. Se trata de una
metáfora impresionante y poderosa: La maldad está más cerca de lo que se cree
en este mundo en el que nada es lo que parece.
Comentarios
Publicar un comentario