Entrevista con Pedro J. Acuña
El (no)norteño
Con Pedro J. Acuña no hay certeza de nada. Ni en su
literatura ni en su biografía. Así como en su libro Buda no es tan Buda, el
Diablo no es tan Diablo y el Delorean de Marty McFly no sabe si va o viene del
futuro, en su ficha onomástica señala que nació en el norte del país, sin
embargo, toda su vida la ha pasado entre Toluca y la Ciudad de México.
Lo anterior no es de extrañar una vez que conoces al
joven autor de Metástasis McFly (Tierra Adentro), quien se toma en serio
dedicarse a escribir, pero esa formalidad se difumina rápidamente cuando se
trata de autoidentificarse como escritor con todo lo que la idea romántica del
término implica.
El tomo de Acuña —publicado por el Fondo de Editorial del
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), algo que ya habla de
su nivel— se compone de cuentos en los que están presentes el asombro, el
horror, el alcohol, las tentaciones, el fracaso y los finales abiertos que no
por eso, según su ideario, son menos contundentes.
Los personajes que pueblan los textos de Acuña son figuras
bien conocidas, sin embargo, ninguna es netamente literaria. El germen para sus
historias proviene de otras fuentes.
“La de Volver al futuro es claro que viene de una
película pero por ejemplo Cristo o Buda no son personajes literarios —a menos
que uno sea como Whitehead que dice que la historia es una narración de ficción
o algo así—. Son como personajes más bien simbólicos, su figura es histórica, o
eso se cree, pero tienen otra connotación.
“Santa Claus (también presente en el libro) es de la
misma calaña, es un personaje que es un símbolo de algo. Ahora que lo pienso,
ninguno de mis personajes es de la literatura”.
—¿Cómo fue el proceso de escritura de su libro?, ¿iba por
la vida y de repente pasaban cosas que le inspiraban su siguiente cuento?
Creo que los detonantes de una narración son cosas que
nos pasan en la vida y no tiene que ser exactamente como sucede en la vida,
pero es algo que detona algo. Eso no habla de genialidad, sino de tratar de
poner un poco de atención al mundo y ver que ahí hay gérmenes de
historias, algunas ideas que pueden
convertirse en narrativa. Solo es estar un poco más atento al mundo, a lo que
sucede alrededor.
—No hay finales definitivos en sus cuentos, en todos se
alcanza a adivinar qué podría pasar después, ¿considera que sí hay finales en
los textos?
Claro que hay finales, esa es la diferencia entre la
narrativa y la vida. La vida no tiene finales, bueno hay un inicio y un final
personal que es cuando naces y cuando te mueres, pero no tienen sentidos
narrativos como tal. El día a día no tiene un sentido narrativo, más bien se lo
brindamos a partir de esquemas que se heredan de la ficción y de la historia.
La vida tal vez sí tenga una estructura hipernarrativa,
pero no es narrativa porque no hay finales, las cosas suceden y ya, y en la
narrativa claro que los hay. El mismo espacio físico del cuento propone un
inicio y un final. Esa es la historia y el mundo del cuento que se contó.
Empieza y termina. Las ramificaciones que pueda haber después serían fan
fiction, que incluso podrían ser propios. El texto está terminado. Se pone la
primera palabra y la última, y en la vida no pasa eso, ¿cuándo termina la
adolescencia?, ¿quién sabe?
La deconstrucción
Pedro J. Acuña, nacido en 1986, es maestro en Filosofía,
una formación que le influye al situarse frente a la hoja en blanco, pero no de
la mejor manera. “Creo que influye de manera negativa. Hay un acercamiento
extraño que tiene la academia filosófica sobre la literatura, como que la ven como
un repertorio de ideas filosóficas a las que hay que quitarle un poco el
andamiaje literario y ver qué ideas están abajo. Hay preferencia por cierta
literatura que es como oscura, estoy pensando en cosas como Lispector, o Joyce
—les gusta Joyce para muchas cosas—, también Marguerite Duras, y está bien,
pero llegó un punto en el que dije ‘no quiero escribir eso, yo quiero contar
historias’.
“Ciertas ideas filosóficas se cuelan por ahí, yo creo que
sí, no lo sé, no consciente pero eso siempre pasa. Y no, no hay una impronta de
que la carrera de filosofía me sirve, es más olvidarme de ciertos prejuicios
que tengo de la carrera”.
—Circula en Internet una foto suya en la que aparece con
botas urbanas y gabán al lado de una llama. Al parecer la seriedad no es su
fuerte pero, ¿qué tan en serio se toma escribir?
Seriedad sí en el sentido de que escribir es algo que
quiero seguir haciendo y que me crearé espacios para poder hacerlo cuando tenga
un trabajo de ocho horas en una oficina. Tendré que crearme espacios en la
noche o el fin de semana para escribir y leer.
Esto de la seriedad tiene que ver con querer ser una
figura especial, como si el escritor fuera —que creo que viene con esta idea
del romanticismo— un genio que tiene un montón de vida interior y sus obras son
pequeñas válvulas de escape por donde podemos alcanzar a ver su genialidad. Yo
creo que no es tan así, puede haber un cuento genial y luego puros malos y no
tiene que ver con que uno sea genial, sino con que se conjugaron un montón de
factores y salió un buen cuento. Se trabajó muy bien, se le dio su propio
espacio para que el cuento pudiera salirse de uno mismo —que eso creo que es
importante—.
No es tomarse con seriedad el decir: “Yo soy un autor y
todo lo que salga de mí va a tener una calidad porque habla de mi genialidad
interior”. Creo que no tomarse en serio es decir “no, eso no sucede”, uno
escribe textos, unos me gustan otros no tanto, y así lee uno, puedes leer un
gran cuento de Cortázar pero no porque Cortázar fuera un genio, o sí, pero no
importa, lo que importa es el texto.
—¿El genio o ingenio es algo que se puede construir?
Sí, claro, esta pregunta no tendría sentido sobre música,
alguien te tiene que enseñar a tocar un instrumento o tú lo vas descubriendo
pero necesitas otros tipos de recursos, ir a escuchar a alguien tocar,
preguntarle… con la arquitectura ni se diga, no hay un arquitecto empírico.
En literatura, sobre todo en narrativa, parece que la
habilidad para hacerlo ya no es está dada porque en la escuela nos enseñaron a
leer y a escribir, pero no, narrar no es solamente escribir, hay que tener en
cuenta muchas cosas que alguien te las puede señalar o que uno las puede
encontrar estructuralmente en los cuentos que a uno le gusten.
Sí y no
La ficha biográfica de Pedro J. Acuña dice que nació en
Chihuahua en 1986 y no miente, sin embargo, el autor de Metástasis McFly no se
considera norteño sino de Toluca, ciudad a la que llegó a vivir con algunos
meses de edad luego de que su padre, médico de profesión, fuera trasladado de
regreso.
“Coincidió que nací ahí pero creo que no tengo familiares
allá. Al año o a los seis meses volvieron a cambiar a mi papá a Toluca,
entonces (el norte) no me puede influir porque no lo conozco. No tengo idea,
nunca he vivido allá. Es una región muy diversa. Por el azar nací allá, pero es
algo extraño para mí. Lo pongo en las fichas porque resulta más interesante
(risas), igual y debería poner Toluca, sería más sincero”.
—De Toluca si tiene toda las referencias e influencias
Sí, ahí crecí, ahí tuve mis primeras noviecitas (risas). Y sí, si en algo afectaría la región a la manera en que
uno escribe —no sé de qué manera lo haga— sería Toluca.
A su ritmo
Acuña estuvo recientemente en Morelia para presentar su
libro Metástasis McFly y durante el acto señaló que en México se puede hacer un
tomo como el suyo y escribir lo que se deseé porque no hay formalmente una
industria editorial.
Lo anterior le ha dado la oportunidad de generar textos
únicos en estilo y estructura que quizás bajo otras circunstancias no serían
factibles de construir.
“Ahorita he tenido la suerte de que me han caído dos
becas seguidas de literatura, y eso me ha permitido tener dinero para la renta,
pero hay que estar conscientes de que para pagar la renta o comprar la despensa
las becas duran dos años y un trabajo puede durar mucho más, se acaba pero
consigues otro, es más fácil conseguir un trabajo que una beca.
“Esto de la industria literaria habría que revisar cómo
funciona en lugares como Islandia que creo que ahí está muy bien y es rarísimo
porque su índice de escritores es muy alto, creo que uno de cada seis es autor
publicado y en Estados Unidos no sé exactamente cómo funcione, pero hay un
montón de revistas a las que puedes mandar tus textos y son pagados.
—Y en Estados Unidos es de tradición iniciar en revistas
Sí, es clásico que escuches historias así. Creo que
Lovecraft mandaba a revistas. Sí se ve que en compilaciones de textos te da la
referencia de dónde aparecieron, aquí serían libros y antologías y allá son
revistas. Una revista se consume más, es un poco más masiva, más evanescente si
lo quieres ver así, pero sí tiene otro contexto. La relación entre una revista
y un lector es mucho más rápida, más cercana y más efectiva.
Va por la náuseaEl siguiente proyecto de Pedro J. Acuña tiene como idea las sensaciones pero no las tradicionales sino las poco comunes en la literatura como el asco. “Parecería que es algo nuevo pero no, yo creo que Kafka es un ejemplo claro con el bicho de La metamorfosis. Puedes ir más atrás, en Gargantúa y Pantagruel hay una parte en la que un monje toma una cruz, destroza cuerpos, y sale mucha sangre, o también en La Iliada, cuando Aquiles mata a Héctor y le quita la cabeza y la arrastra… creo que va por ahí, encontrar tradiciones”
Comentarios
Publicar un comentario