Reseña del libro El murmullo de las abejas

El aguijón de la memoria

Construida sobre el constante y veleidoso vaivén de la memoria, la novela El murmullo de las abejas (Lumen), de Sofía Segovia, es un texto vivo. En sus páginas el lector podrá regocijarse y sorprenderse, preocuparse y ocuparse, decidirse  y afrontar lo que venga, pero también dolerse y hasta martirizarse con el siempre presente “hubiera”.
   “De anécdotas se construye la historia”, señala su autora en una nota luego del final de la trama, y tiene razón. Las que le contaron sus antepasados fueron la materia prima para darle vida a ese mundo real e imaginario a la vez que se presenta en el tomo.
   Linares, uno igual y a la vez diferente que el que existe en el norte del país, y Monterrey —con las mismas características—, son los lugares a los que la pluma de Segovia lleva a quien tiene el buen tino de tomar el libro en sus manos. Una vez que esté ahí, será difícil dejar el sortilegio literario que a ratos es dulce y a ratos ‘aguijonea’.
   La historia de Simonopio y la familia que lo encuentra y acoge tiene como telón de fondo la Revolución Mexicana, ese movimiento armado que tenía al inicio un fin claro: que Porfirio Díaz dejara el poder, pero que una vez que lo vio obtenido perdió el rumbo y se convirtió en una ‘avalancha’ que entre balas y tropelías transformó pero también destruyó.
   La idílica realidad que los Morales Cortés —la familia de Simonopio— disfrutaban se vio amenazada primero por la guerra, después por una epidemia de influenza y más tarde por los ecos revolucionarios que, convertidos en reformas y leyes hechas a modo, no tenían quien los escuchara en la región.
   La historia creada por Segovia es una saga familiar y apela a la emoción, sin embargo, el contexto histórico y social —con las licencias tomadas que la autora reconoce y señala— termina impactando, como ya se dijo, en el devenir de los protagonistas, y permite también un punto de reflexión para quien atestigua los hechos por medio de las palabras.
   ¿Qué dejó la revolución? En el caso de la novela muchos problemas, dolores y nostalgias. No es que fuera malo el cambio por el que se luchaba, pero el México del sur no era el mismo que existía en el norte y por lo tanto los medios para hacer las transformaciones necesarias resultaron tan escandalosos, inadecuados y hasta brutales tanto para los Morales Cortés como para las familias reales de esa zona en esa época. Ciertamente no es una novela histórica, pero el telón de fondo de los hechos que narra sí permite ver desde otra perspectiva un periodo por todos (eso se cree) conocido.

El niño
La historia inicia con una gran conmoción y quizás sea ese su único desenlace posible. La existencia en la hacienda de los Morales Cortés es sosegada y rutinaria. Hay, por supuesto, los problemas y desavenencias propios del día a día de una familia, pero nada más por lo que la desaparición de uno de los de la casa, aunque sea alguien del servicio, resulta en una sorpresa insospechada y poco bienvenida.
   La nana Reja, una anciana mujer que ha estado durante años con la familia Morales y que lleva décadas en un exilio mudo y cercano sobre su mecedora, no está, repentinamente, en su sitio. La vieja mujer, que parece ya fusionada con la madera de su asiento, deja su inactividad y su mutismo para acudir a un llamado inexorable y por todos desdeñado: el llanto de un recién nacido. Paso a paso, lentamente, llega hasta donde está ese niño que llora y la llama. Pero aunque así lo pareciera no está solo, lo acompaña una colmena. Las abejas lo cobijan con sus alas y por su presencia lo hacen aún más misterioso.
   La llegada de ese niño, que además tiene una malformación en el rostro, resulta en una gran conmoción y un parteaguas algo que solo se verá hasta que la distancia temporal y geográfica lo permitan.
   Siempre acompañado por sus abejas, que nunca le hacen daño, además de su cara nada común —y que a muchos causa horror—, su nombre es otro elemento para la peculiaridad del pequeño: Simonopio. La nana Reja es quien lo decide y aunque intenta que sea otro, el hecho de que la anciana mujer haya abierto la boca para pronunciarlo pesa mucho más que cualquier argumento. 
   Francisco y Beatriz, los patrones de la hacienda y padrinos de Simonopio, pronto entenderán lo valioso de su ahijado. Ellos y el resto de la casa terminará por ver más allá de la malformación de su cara para realmente apreciar su esencia y la forma callada, pero constante, en la que siempre ayuda a todos. Sin embargo, no todos lo ven así y, en un tiempo en el que defectos físicos de nacimiento solo tenían por explicación que se trataba de ‘besos del diablo’, hay quienes lo ven con recelo y hasta resentimiento.
   Simonopio es, como en el cuento que le contó su padrino, un león que deberá enfrentarse al taimado coyote que quiere hacerle daño, uno que se llama Anselmo Espiricueta. Ese peón, silencioso y rencoroso, es el sur y por lo tanto una amenaza para el norte que es donde está todo lo que el pequeño ama. El enfrentamiento será inevitable, pero quizás no en los términos esperados. Habrá conmoción y un fuerte rugido que cimbrará la tierra.

Hablando
Uno de los méritos de El murmullo de las abejas es que replica a la perfección el ritmo pausado, pero constante, y aleatorio, pero siempre veraz, de las historias contadas por los abuelos. Quizás se salten partes y hablen primero de una cosa porque eso que omitieron duele recordarlo y hay que tomar valor y aire antes de abordarlo.
   Lo anterior es también algo de lo que se puede señalar en contra del libro ya que el rodeo que hace quien está contando la historia se siente demasiado largo una vez que la historia engancha a su lector. Sin embargo, ese amplio recorrido permite conocer muchos otros aspectos de la trama y de la región, por lo que lo único que se puede hacer es acelerar el paso, pero de la lectura.
   Como se dijo, el libro de Segovia permite hacer una reflexión sobre la historia nacional y cómo es que esta afecta a la personal. Cómo es que lo que pasa a puerta cerrada y los sentimientos que ahí se suscitan terminan impactados por la decisión que se tomó a cientos de kilómetros de distancia por alguien que quizás nunca conocerá a todos los que ha afectado.
   La novela, se mencionó al inicio, apela a los sentimientos. La maestría con la que la autora utiliza las palabras hace que estos encuentren en la letra escrita el vehículo idóneo para narrar la historia de la que son parte, pero también para hacer reír, llorar o angustiar a quien palabra por palabra conoce el devenir de la vida de Simonopio y de los Morales Cortés.
   La narración, rica en detalles, también está colmada de esencia vital y así como se disfrutan las largas exploraciones realizadas por Simonopio junto a sus abejas, también se padecen, y hasta roban una que otra lágrima, los pasajes en los que la vida —siempre de la mano de su contraparte la muerte— hace notar su presencia de manera contundente.
   El lector pronto intuirá quién es el coyote de la historia y no podrá sino sentir escalofríos cada vez que el sortilegio de las palabras de Segovia lo haga existir en las páginas de la novela.
   El murmullo de las abejas es una novela de cuidado porque, como ya se mencionó, es una historia dulce, pero con la constante presencia de los aguijones que portan las hacedoras de miel. Esa dualidad, que de tan sutil puede pasar inadvertida, será la clave para entender y disfrutar una historia en la que rencor y necedad están a unos cuantos pasos del amor y la lealtad.
   Quien narra la historia es un hombre que tenía que contarla. El impulso de verter ese manantial de vida y anécdotas lo hace hablar y hablar ante un público cautivo que, silencioso, asimila todo lo que se le dice. Será hasta el final de la trama y del camino que el lector, como parte de ese mismo público, conecte todos los cabos que página tras página se van presentando.
   La amenaza de la revolución y el caos resultante tanto de esta como del enfrentamiento entre el coyote y el león darán pie a un nuevo comienzo, uno doloroso pero necesario para que el futuro pudiera existir. Pero una vez que ese porvenir se haya convertido en recuerdos será necesario volver al origen aguijoneado por el apremiante murmullo de la memoria.


Foto: Tomada de www.penguinrandomhouse.com 

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