Lili Elbe y el show de fenómenos
Anoche fui a ver La chica
danesa –cinta estadounidense de Tom Hooper que posiblemente le dará a Eddie
Redmayne su segundo Óscar como Mejor actor– y resultó ser un show de
fenómenos. Pero el freak show no lo vi en la pantalla sino gracias a la mayoría
de los presentes en la sala.
La película presenta la vida
de Lili Elbe primera mujer transexual en someterse a la operación de cambio de
sexo. Sí, es un biopic (con sus licencias y cambios, por supuesto) y los que
entraron en la sala al parecer no lo sabían.
Quizá el morbo les ganó o
simplemente alguien les dijo que “tenían que ver esa película” así que la Sala
de Arte de Cinépolis estaba prácticamente llena de gente y de risas. Sí, cada
que el protagonista aparecía vestido como mujer o se le veía descubriendo los placeres
del maquillaje o el tacto de la seda de sus medias, había risas.
Entiendo que lo que acontecía
en la pantalla es algo con lo que la mayoría no nos podemos relacionar dado que
no hemos cambiado de sexo y probablemente no lo haremos en esta vida. Pero con lo
que sí nos podemos relacionar –o al menos deberíamos intentar– es con las
emociones retratadas. Ahí está alguien sufriendo porque no entiende lo que le
pasa y sufriendo porque hace sufrir a quien ama, ¿es motivo de risa?
Muchos años antes de Caitlin Jenner,
su reality show y su muy pública transición, existió Lili Elbe quien abrió la
puerta para la cirugía de reasignación sexual que pone fin a la lucha interna
causada por la disforia de género.
Eran los años 20 del siglo
pasado cuando Elbe acudió a muchos doctores, psicólogos y psiquiatras quienes no
supieron a ciencia cierta lo que tenía y la diagnosticaron como esquizofrénica.
Hoy su condición tiene el nombre de disforia de género y la capital mundial de
los procedimientos para curarla está en Estados Unidos.
En la cinta Transamérica por
la que Felicity Huffman ganó un Globo de Oro como Mejor Actriz de Drama y en la
que interpreta a una mujer transexual a punto de someterse a una vaginoplastia,
señalan, palabras más, palabras menos: “¿No le parece extraño que una cirugía
plástica cure un desorden mental?”.
Sí, la disforia sexual
permanece aún en la lista de enfermedades mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés). Pero, ¿no estamos todos un poco locos al reírnos en
una película en la que se retrata un drama real?
Lo que vivió Elbe lo siguen experimentando los
cientos de hombres y mujeres transexuales que año con año descubren su
condición y deciden aceptarla y vivir en consecuencia. La única ventaja que
tienen es que la cirugía ya no es experimental y aunque riesgosa, tiene una
tasa de éxito muy alta.
Es curioso que un día antes de ver La chica danesa haya
visto Trinidad, un documental de 2008 que fue transmitido en la barra
llamada Zona D de Canal 22. La cinta presenta la vida en Trinidad, Colorado, una
pequeña ciudad que ha sido nombrada como la capital mundial del cambio de sexo.
Ahí, el doctor Stanley Biber inició
con las cirugías en 1969 y actualmente, luego de su retiro y muerte, su antigua
paciente, Marci Bowers es quien continúa con la labor. Ella, mujer transexual, entiende
perfectamente a todas sus pacientes y les da la confianza y seguridad para dar
ese último paso en la transición de hombre a mujer.
¿El rosa es para las mujeres y el azul para los
hombres? Qué limitada nuestra paleta de colores y emociones y si decidimos
regirnos por ese axioma que marca un camino del que desviarse cuesta caro.
Se habla de diversidad e inclusión pero se sigue señalando
a lo diferente. Todo eso que sale de los moldes y roles de género aceptados por
la sociedad y definidos en gran medida por la religión, termina catalogado como
pecado, aberración, causa de asco o, como en mi más reciente visita al cine,
motivo de risa.
No deberíamos olvidar que aunque no nos salgamos de
la clasificación binaria hombre/mujer hay muchos otros factores de diferencia por
los que podemos resultar ridículos y risibles ante los demás.
Ya sea que vayamos por la vida sobre tacones o en botas
de trabajo, lo que nadie debería dejar de ver en nosotros es la humanidad, un
rasgo cuyo reconocimiento y respeto no debería depender de si nos comportamos o
no según el rol esperado para el par de cromosomas que arbitrariamente nos
tocó.
Foto: Tomada de http://los40tuxtla.com/
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