Entrevista sobre Vivir y morir en USA

The american way of dying

La globalización presupone una ventaja: ser un ‘ciudadano del mundo’ aunque nunca hayas tramitado el Pasaporte. Tomar el mismo café en Morelia que en Seattle o que el refresco de cola se anuncie tanto en Times Square de Nueva York como en las callejuelas terregosas de algún pueblito en Oaxaca hace pensar que las fronteras ya no existen y que hay una realidad compartida.
   Sin embargo, suponiendo que la globalización es ‘pareja’ también nos llegará irremediablemente lo negativo: crisis, preocupaciones y cuestionamientos propios a esa realidad conjunta. ¿También será así con la manera de ver la muerte y las formas en que esta llega?
   Editorial Oceano permite con una de sus más recientes publicaciones ver cómo es que se vive y muere en Estados Unidos y con ello da la oportunidad de comparar y darse cuenta de si de verdad esta homogeneización del mundo ha llegado tan lejos.
   Vivir y morir en USA, tomo que pertenece a la reconocida colección La puerta negra, es una antología de cuentos policiacos de 33 escritores estadounidenses entre los que se encuentran Don Winslow, Michael Conelly, Joyce Carol Oates, Georges Pelacanos y Jonathan Safran Foer, entre otros.
   Las historias —ambientadas en ciudades como Miami, Nueva Orleans, Phoenix, Las Vegas, Kansas, y Nueva York, por mencionar algunas— permiten, a decir de Martin Solares, editor de La puerta negra, hacer una doble radiografía de Estados Unidos. Por un lado dan la oportunidad de conocer la literatura policiaca de ese país y por el otro las formas del crimen que allá, con las diferencias que hay en su vasta geografía, se viven.
   Solares, también autor de ese género, compartió para PROVINCIA cómo fue el proceso de creación de Vivir y morir en USA, tomo en el que se conjunta además la labor de 33 famosos escritores mexicanos que hicieron la labor de traducción de los textos originales.

Un mapa
Martín Solares comentó que el proceso de edición de Vivir y morir en USA fue toda una aventura que tomó poco más de un año de trabajo colaborativo entre los autores y los traductores de los cuentos.
   “La antología, la selección original, la hizo a invitación de nosotros Johnny Temple, editor de la editorial Akashic, de Estados Unidos, que es una editorial que se dedica a publicar solamente colecciones de cuento dedicadas a distintas ciudades de la unión americana y de hace unos 10 años a la fecha también algunas ciudades fuera de Estados Unidos”.
   Solares, autor de Los minutos negros, dijo que Temple se dedica a buscar a los mejores escitores de literatura policiaca que hayan publicado algún texto sobre alguna ciudad en particular para incluirlo en sus colecciones y antologías, que son ya alrededor de 40.
   “Nosotros admiramos muchísimo ese trabajo y esa colección y lo invitamos a hacer una antología de antologías sobre la unión americana, él aceptó el reto y eligió primero poco más de 40 cuentos y a partir de ahí nosotros hicimos una segunda selección a fin de que los temas y las ciudades no se repitieran demasiado y quedarnos con un conjunto muy heterogéneo de autores. Todo fue fácil gracias al gran  trabajo que hizo Johnny Temple, él eligió tanto a autores consagrados de la talla de Don Winslow, Michael Connelly, Dennis Lehaine, como a autores más literarios como Joyce Carol Oates o Jonathan Sanfran Foer y los puso a convivir con los nuevos valores de la literatura policiaca en Estados Unidos como George Pelecanos”.
   Pero la vastedad de plumas y nombres reunidos además de dar riqueza a la antología trajo un problema: la traducción.
   “Como los cuentos son tan diversos entre sí y los personajes hablan tan distinto, me parece que hubiera sido imposible que un solo traductor tomara a su cargo esta labor y dado que conocíamos a varios autores mexicanos que también eran fan de los escritores antologados, poco a poco fue cobrando forma la idea de que fuera una antología de narrativa americana y a la vez una antología de narrativa mexicana”, comentó.
   Fue por lo anterior que invitaron a escritores del país a que tradujeran un cuento que les fuera particularmente afín porque conocían la ciudad en la que estaba ambientado o porque trabajaran un estilo emparentado o similiar con el del autor del texto.
   “Fue un placer invitar a Jorge Volpi a traducir un cuento sobre una historia criminal que ocurre en Princeton, dado que él había vivido ahí recientemente; o bien a ‘Bef’ traducir a Don Winslow, que es uno de sus autores favoritos; o bien a César Silva de Ciudad Juárez a traducir un cuento que ocurre justamente en esa frontera”.
   El proceso fue, a decir de Solares, muy enriquecedor. “Ver cómo cada uno de esos autores mexicanos que se han ganado a pulso un espacio  en el panorama de la narrativa fue encontrando soluciones para traducir el caló de grupos étnicos muy particulares o encontrar equivalentes de un estilo literario lleno de alusiones a la cultura norteamericana fue impresionante, fue en realidad un motivo de enorme regocijo a lo largo de estos últimos meses”.
   Y para dejar aún más en claro los alcances de Vivir y morir en USA en las primeras páginas del tomo está incluido un mapa de Estados Unidos en el que se marcan las ciudades en las que ocurre la treintena de historias incluidas. “Para que (el lector) se diera una idea de que esta antología es alguna especie de doble radiografía: por un lado nos habla de quiénes son los autores que están ahorita innovando, proponiendo nuevas maneras de contar un crimen en Estados Unidos y desde un punto de vista estilístico —unos cuentan la historia desde la primera persona, otros desde un delirio, otros desde un recuerdo de la infancia—, (pero) este libro es también una radiografía de los tipos de crímenes que están padeciendo ahorita en ese país, es tan actual, podemos ver la especulación inmobiliaria que es una constante y la devastación y el pillaje que se dio en Nueva Orleans a raíz del huracán Katrina. La antología se cerró hace aproximadamente dos años y en el mismo instante en que nos la enviaron empezamos a elegir a los traductores. Creo que es una doble radiografía muy actual que te permite entender a ese país y a sus escritores, de la mano de los mejores escritores mexicanos también”.

—Entre los traductores están Guadalupe Nettel, Jorge Volpi, Álvaro Enrigue, César Silva Márquez, ‘Bef’, entre muchos otros, ¿fue difícil convencerlos de sumarse al proyecto?
No tan difícil porque por fortuna logramos identificar qué ciudades les interesaban a cada uno de ellos o qué autores. Una cosa que tiene de extraordinaria esta antología es que cada uno de los cuentos es un esfuerzo muy sincero por entender la mente de un criminal o la manera en que un crimen se ha apoderado de una ciudad y entender cómo es la vida en determinadas ciudades de Estados Unidos y esa también es una ambición de los escritores mexicanos: entender cómo son las ciudades en las que vivieron o que siempre los han obsesionado desde la imaginación de otros escritores y creo que eso abrió la puerta a que aceptaran el desafío.

Y aunque el interés estaba, el proceso no fue sencillo. “Cada cuento vino del escritorio de los traductores a la mesa de los editores de Oceano por lo menos en dos o tres ocasiones porque los autores te entregaban una versión más pulida luego de recibir las observaciones de nuestro equipo. Creo que es un placer, uno puede abrir (el libro) en la página que desee y se va a encontrar un español muy inventivo lleno de imaginación, que se esfuerza línea por línea en contar un cuento para dar la impresión de que fue escrito originalmente en español”, añadió Solares.

Los siguientes pasos
El trabajo para Solares y su equipo está lejos de terminar. El editor y autor compartió a PROVINCIA que ya están preparando un trabajo similar al de Vivir y morir en USA pero con narrativa sueca, un nuevo y ambicioso proyecto que incluirá cuentos inéditos de Henning Mankelly y otro, inédito también, de Stieg Larsson.
   “El título provisional es La sombra oscura del crimen y es una compilación de alrededor de los 20 autores policiacos suecos más famosos de todas las épocas y bueno, sigue adelante la colección La puerta negra, estamos publicando por ejemplo al mexicano Augusto Cruz, juarense; a Miguel Ángel Chávez, estamos publicando también a autores latinoamericanos como Óscar Collazos, o británicos como James Oswall que es una gran revelación de la literatura escocesa policiaca. Es una colección que sigue, vive y que ha tenido buena aceptación por parte de los lectores”.


—¿La antología sueca sale este año?
Sale a principios del año que viene, traducir del sueco no ha sido tan sencillo, como te podrás imaginar, porque no podemos cotejar todos (los editores). Está a cargo un traductor que conoce muy bien a todos los autores, se llama Sergio Peña.

—Como editor y autor del género policiaco, ¿cómo ve la producción, la aceptación y la demanda de este en México?
Veo con mucho gusto cómo cada vez hay más autores mexicanos que están incursionando en ese género, sobre todo las nuevas generaciones, pero lo hacen tratando de saltarse todos los esquemas preconcebidos, ves la manera en que escribe Orfa Alarcón, Iris García Cuevas, el mismo Antonio Artuño o Augusto Cruz. Te vas a encontrar una narrativa que más que seguir en los esquemas de la narrativa policiaca convencional, trata de encontrar soluciones literarias cada vez más innovadoras, nuevos temas y nuevos personajes.
   Por ejemplo, Augusto Cruz en Londres después de medianoche —la primera novela que publicamos en la colección de La puerta negra, por el momento ha sido traducida a cuatro idiomas en Europa—, trató de contar desde el punto de vista de un detective del FBI cómo sería venir a México a encontrar una película perdida, es una novela extraordinaria que ha tenido mucho éxito, no dejan de aparecer reseñas en Francia y en España sobre esta novela.
   Lo mismo le ocurre a La fila india de Antonio Ortuño, aunque es una historia basada en asuntos criminales, la prosa de Ortuño se eleva muy por encima de los esquemas policiacos convencionales y crea personajes de tres dimensiones capaces de hacer una crítica a la sociedad mexicana en su conjunto. Creo que hay una nueva generación de escritores de primer nivel que están tratando de encontrar nuevas vías.

—Temas como corrupción y muerte están muy presentes en la vida cotidiana del país, ¿cree que ese detalle facilita caer en el cliché literario o lugares comunes y producir novelas o cuentos de coyuntura que no aportan mucho?
Parece fácil pero incluso hacer mala literatura creo que es difícil (risas). Lo que yo veo es que son muy pocos los escritores latinoamericanos que han conseguido ofrecer en sus novelas policiacas algo que vaya más allá de ser un simple reflejo de la violencia que se está viviendo en estos países, muy pocos narradores y entre ellos puedo mencionarte a Antonio Ortuño, Adriana González Mateos, a Augusto Cruz, a Óscar Collazos, a Enrique Serna… muy pocos autores consiguen hacer de sus novelas algo más que un simple espejo.
   Siempre se ha dicho que las novelas son un espejo de la realidad pero ahora ya podemos decir que hay novelistas que no se contentan con reflejar la realidad de todos los días —que ya es una función de ustedes, de los periodistas, de decirnos qué está ocurriendo—, hay narradores que quiebran ese espejo tradicional que era la novela, lo hacen pedazos, yo diría que hasta lo licuan, se lo beben y una vez que han asimilado muy bien toda la tradición novelesca entonces empiezan a escribir, ese es justamente el sistema que han seguido estos autores de los que estamos hablando y que publicamos en La puerta negra.
   Es muy difícil, eso también te lo digo como autor, lograr superar el impulso por reflejar a la realidad. Como te decía, las novelas deben ser más que un simple espejo, estamos obligados a crear una especie de hechizo verbal y que en cuanto el lector conozca las  primeras líneas de la novela se transporte a otra época y a otro país, y a otra ciudad. Lo que estoy buscando con los autores de esta colección es que intenten decir esa frase mágica que es ‘Había una vez’  o ‘Érase que se era’ pero desde la novela negra y con esa novela y esas palabras enviarnos a un mundo de ficción que nos parezca insuperable. Tenemos un solo criterio en Oceano para contratar a los autores y es que sus novelas tienen que ser tan buenas que a pesar de que las estemos leyendo y juzgando en horas laborales uno desee llevarse ese trabajo a su casa y seguir leyendo hasta terminar la historia. Estamos buscando novelas arrebatadoras y novelas que busquen una forma literaria más que original, innovadora.

Una relación particular
El tema central en Vivir y morir en USA es el crimen, un hecho puede llevar a la muerte de uno o varios de los personajes y aunque se trata de un terreno común: el género policiaco —que tiene sus estilos y requerimientos indiscutibles sin importar desde dónde se escriba—, hay maneras distintas de ‘pisarlo’.
   Martín Solares señaló que los cuentos noir que escribe un autor estadounidense sí tienen diferencias estilísticas con los producidos por un autor mexicano, por más que la globalización permita que ambos —cada uno en su estudio y a miles de kilómetros de distancia— se tomen su Starbucks mientras escriben.   
   “Hay dos cosas que se ven en los autores mexicanos que no me parecen tan frecuentes en los autores norteamericanos: hay una desconfianza esencial hacia la justicia mexicana. Por ejemplo, la nueva novela de Adriana González Mateos, Otra máscara de esperanza, que trata del supuesto suicidio de la hermana del presidente Adolfo López Mateos, Esperanza, —que fue traductora de B. Traven—, es una novela apasionante con una reconstrucción histórica que se ve pocas veces, en la que los personajes son Gabriel Figueroa, Salvador Novo y León Trotsky, entre muchos otros personajes históricos que uno reconoce y el personaje central es un agente del Ministerio Público que intenta averiguar si el deceso de esta mujer fue un suicidio o un asesinato. Toda la novela es un constante examen del sistema judicial mexicano, sus fallas y sus vicios más profundos, desde el punto de vista de un agente del Ministerio Público imaginario.
   “Creo que esa desconfianza hacia la justicia mexicana que lograr plasmar Adriana Gonzalez Mateos”, dijo Solares, “es una de las cosas que nos distingue muy bien de la narrativa policiaca norteamericana, en la que la nación cree que su aparato de justicia sirve para distinguir a los criminales de los inocentes. Aquí ya no se cree eso, aquí sabemos que la justicia es un instrumento que es utilizado para crear la ficción de un inocente y la ficción de unos culpables”.
   El otro elemento señalado por Solares que distingue a la narrativa policiaca mexicana es la sospecha constante que no termina sino que se incrementa ante el hecho de la muerte.
   “En las novelas de Elmer Mendoza y las de Paco Ignacio Taibo, las novelas de Augusto Cruz y Antonio Ortuño una vez muerto no se acaba la sospecha de que hubo detrás de cada crimen una gran injusticia, y que todo crimen es una doble ficción: por una parte la ficción literaria que estamos leyendo pero también una ficción construida por un aparato de justicia.
   “Hay distintos niveles en que los autores mexicanos se apropian de la muerte, ese hecho trascendental, con distintos recursos, por ejemplo Augusto Cruz en Londres después de medianoche permite meter a algunos personajes que son vampiros o sombras misteriosas que persiguen al protagonista mientras este busca un filme de vampiros en México y hay otros como Antonio Ortuño quien cuenta cómo es ser un migrante de Centroamérica y estar peleando mano a mano con la muerte, en aras de llegar a Estados Unidos y encontrar ahí un modo de vida pacífico. Hay muchos recursos para acercarse al tema de la muerte.
   “Si comparáramos a los autores mexicanos policiacos con instrumentos musicales te puedo decir que tenemos una orquesta muy rica y muy vasta para la que cada instrumento fue creado a mano y no son instrumentos convencionales”.

—¿En qué movimiento va la sinfonía de La puerta negra?
Está en un andante muy brioso. Es un momento en el que por fin, después de más de tres años de publicar a lo mejor de la novela policiaca estamos consiguiendo atraer un interés muy grande de los reseñistas, de los lectores y sobre todo de los libreros que ponen a nuestra colección en un lugar destacado de cada librería.
   Echar a andar a una nueva colección en América Latina es muy difícil, solamente gracias a un equipo tan grande y solidario como es el de Oceano se llega a este tipo de esfuerzos. 

—En el texto de inicio de Vivir y morir en USA Johnny Temple, el editor fundador de Akashic Books, cuenta la anécdota cuando uno de sus autores lo invitó a una fiesta muy animada en la que fumaban crack, ¿le ha pasado algo similar?
No, creo que he visto un lado mucho más edulcorado del asunto. He tenido el honor de que me invite Paco Ignacio Taibo a tomar Coca-Cola en su casa, o una limonada en Tampico con Augusto Cruz. Son otro tipo de autores. Los autores que tenemos en esta antología son escritores de primer nivel y por sus méritos los incluimos.







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