Entrevista a Zayra Ruiz, mezzosoprano michoacana

La diva luminosa

Con un programa que incluyó arias de composiciones operísticas de Wolfgang Amadeus Mozart y Jules Massenet, la mezzosoprano michoacana Zayra Ruiz se presentó el pasado fin de semana en el Teatro Ocampo de la capital michoacana.
   Por primera vez acompañada por la Orquesta Sinfónica de Michoacán (Osidem), la nacida en Zamora regresó a Morelia —donde realizó parte de su formación musical— para conquistar al público con su voz y su encanto personal.
   Su actuación se inscribió en el Programa 2 de la Tercera Temporada 2014 de la Osidem, que a su vez formó parte del Primer Festival Internacional de Ópera de Michoacán.
   Entrevistada por PROVINCIA, la intérprete, dueña de una gran sencillez y una risa contagiosa, habló sobre sus inicios en el mundo de la ópera, de su llegada al arte a través del ballet cuando tenía apenas 3 años de edad y de cómo ha vivido su carrera en el bel canto.
   Invitada directamente por Miguel Salmón del Real, actual titular de la Osidem, Ruiz se dijo agradecida con el maestro porque por su conducto pudo cantar nuevamente en su tierra, “tengo el honor y el gusto de que ahora me hayan invitado”, señaló siempre sonriente en el lobby de un céntrico hotel moreliano.
   “Es un honor, es una gran emoción estar en mi tierra, en Michoacán, yo soy de Zamora, Michoacán, pero aquí viví 4 años, Morelia me ha acogido mucho y espero que de aquí para adelante pueda volver a casa más seguido”.
  
El comienzo
Un tanto sorprendida de que en Internet haya un currículum sobre ella que, dijo, es bastante viejo, Zayra Ruiz señaló, bromista, que los portales web son algo peligrosos.
   El inicio en la música de la nacida en Zamora fue a los 8 años de edad, como se señala en esa información difundida en Facebook, pero su amor al arte es algo que viene de nacimiento, de eso está convencida.
   “Mi carrera artística, por así decirlo… bueno, el amor al arte desde pequeña, porque empecé a los 3 años a estudiar ballet, ahí con el acompañamiento del piano me enamoré del piano y después de eso que vamos a estudiar piano y ahí en la Escuela Municipal de Música de Zamora la maestra Dalia Montoya formó un coro —porque es bueno para entrenar el oído en la clase de solfeo— y ahí ella me hizo cantar. Ella me dio los primeros solos, que me acuerdo que canté Sobre el arcoíris y Eres tú, lo recuerdo perfectamente, y de ahí en adelante nada más sabía que quería cantar.
   “Después la maestra salió de la escuela y busqué dónde cantar. Justamente se estaba abriendo el Coro de Niños Cantores de nuestra Señora de Guadalupe, que es el del Santuario de Guadalupe, dirigido por Ramón Barajas, y de ahí no dejé de cantar. Fui coralista y solista hasta que entré al Conservatorio de Las Rosas”.

—¿Cómo fue el camino hacia la ópera?
Siempre me gustó la voz educada, el bel canto, yo no sabía en ese entonces qué era bel canto, solamente decía ‘ay, así me gusta cantar’. Puedo decir que fui afortunada de tener un instrumento que me dio la facilidad de lograrlo, o de estarlo logrando.
   La ópera es donde se reúnen toda las artes: actuación, danza, pintura, todo… a mí me encanta actuar, me fascina bailar, me siento como en mi casa arriba del escenario y eso es una emoción a la que me estoy volviendo adicta (risas). Sí, me gusta y no quiere decir que no me ponga nerviosa, siento esa adrenalina de salir (al escenario).
   No sabes lo fantástico que se siente cantar una ópera, y claro, cantar frente a una orquesta implica una gran responsabilidad, una gran preparación.

—¿Realiza algún ritual antes de salir al escenario?
Es algo muy curioso. Yo soy muy alegre y muy lo que sea, pero antes de entrar a escenario me gusta estar concentrada. Hablo poco. Escucho internamente la música. Preparo mi vestido y todo mi ajuar, algo que me he dado cuenta es de que me la paso así como maquillando, veo un detallito y otro, y el cabello y que si un chinito, puedes ver que soy china y si este chino no está aquí… (risas) doy gracias a Dios, le ofrezco mi música. Doy gracias a todos los que me han apoyado y siempre pienso en ellos, pienso en mi familia, a veces digo ‘¿me perdonas Mozart?’ (risas).
   Siempre digo ‘voy a dar lo mejor de mí allá arriba’ y me concentro, medito un poco. Todo eso se va rapidísimo, no son horas de preparación, a mí me gusta la vida activa y solamente pocos minutos antes del escenario me pongo en paz. Ese es mi ritual, agradecer y decir ‘lo voy a disfrutar y lo quiero disfrutar’ porque no lo podría hacer si fuera de otra manera.

   Y al ser de Zamora por supuesto Zayra Ruiz estudió con las Hermanas de los Pobres Siervas del Sagrado Corazón, fundadas por José María Cázares en ese punto de la geografía michoacana y aunque de inicio no lo recordó, al escuchar el nombre de la congregación religiosa que tiene colegios en buena parte del centro y occidente del país le vinieron a la memoria los años bajo la formación de las monjas.
   “Sí, claro, estuve dos años en el Ceja, Centro Escolar Juana de Azbaje, y mi otra escuela fue El América, que creo que también es de ellas, siempre estuve rodeada de religiosas.
   “Ay, me hiciste recordar tantas cosas. Parece una película mi vida, parece que todo iba enfocado. Cada que volteo para atrás y cada que tengo una vivencia nueva en la actualidad digo ‘wow, pareciera que ya estaba escrito’, y no lo estoy diciendo con presunción.
   “En la escuela yo cantaba el Himno nacional, me encantaba, yo no recuerdo haber dicho en algún momento ‘voy a ser cantante’, no lo recuerdo, yo quería ser bailarina, diseñadora y bla, bla, blá… pero siempre cantaba el Himno nacional, el 10 de mayo cantaba Zayra, en la Navidad cantaba Zayra, en la pastorela estaba Zayra, me encantaba eso fue desde kínder hasta la prepa, fue muy padre”.
   La intérprete de apenas 27 años de edad recordó también un episodio de su adolescencia cuando, como a la mayoría de centros escolares, fueron las universidades a ofrecer sus carreras y planes de estudios a los alumnos próximos a egresar de la preparatoria.
   “Yo  decía ‘ay, qué interesante. Ay, qué interesante’ y cada que decían música ‘paraba el oído’, pasó el tiempo y mi papá me dice ‘¿a cuántas universidades hiciste solicitud?’, ‘a ninguna’. Te puedes imaginar la cara de un papá decir ‘¿no hiciste ninguna?, ¿por qué?’, ‘porque voy a hacer audición en el Conservatorio de Las Rosas’, ‘¿y si no te aceptan?’, y yo dije ‘¿cómo no me van a aceptar?’ (risas). Mi papá estaba un poco renuente.
   “Hace dos días regresé al Conservatorio y vi a gente que todavía trabaja ahí y me dijeron ‘ah, cómo recuerdo el primer día, tu papá estaba renuente a que te quedaras’ y a las secretarias él les preguntaba ‘¿y de qué viven? Yo he escuchado que (los músicos) son muy bohemios’; a mi papá lo recuerdan perfectamente.
   Pero el tiempo pasó y las dudas se han ido disipando sino es que están ya disipadas completamente. “Cuando terminé en el conservatorio el bachillerato musical creo que es la primera vez que he visto llorar a mi papá. Cada que vez que va pasando el tiempo, bueno ya, se convence un poco más. Siempre estuvo ahí, siempre me trajo, porque vivíamos en Zamora, para hacer los exámenes que eran a las 8:00 o 9:00 de la mañana, a las 5:00 de la mañana él me traía, gustoso, medio renuente pero nunca me dejó de apoyar y mi mamá sabía que yo iba a hacer esto, entonces siempre me apoyaron, gracias a Dios. Esa es una anécdota que dentro de todo, que si sí, que si no, aquí estoy y ahora estoy terminando la licenciatura en la Universidad Autónoma de México en la Escuela Nacional de Música”.

—Ahora que ya está en una formación, digamos, más académica con mayores exigencias, ¿le ha tocado sacrificar algo?
Sí, pero no lo siento tan grave porque no ha sido por tanto tiempo, esas cosas suelo olvidarlas, como ahorita ya se me olvidaron (risas), porque no soy rencorosa y nada más me acuerdo de lo que tengo que aprender, no te bromeo, pero sí, ¿qué será?
   No, no me he sentido que sienta que sacrificar algo porque voy tan gustosa y sé que voy a regresar. Ha sido poco tiempo, no me ha tocado irme tanto, pero naturalmente ahorita por ejemplo tengo un novio, yo soy una persona seria y me gusta ver las cosas seriamente, y claro se va a extrañar en algún momento, y bueno, la familia, que siempre pienso en ellos.
   Ahora con la magnífica tecnología que hay estoy en contacto con ellos todos los días, no soy de mucho añorar los lugares. Cuando me fui de Morelia dije ‘wow’, pero pasó rápido y pensé ‘ahí va a estar Morelia y en algún momento voy a  regresar’, entonces no he sentido que haya tenido que sacrificar algo, siempre me ha tocado irme muy feliz y regresar más.

Sin desplantes
Zayra Ruiz comentó que aunque siempre admiró a las grandes intérpretes de ópera con sus desplantes y exigencias de divas, cree que ahora aunque esas situaciones sí se viven de alguna manera, el entorno es diferente.
   “A un principio uno dice ‘ay qué padre, a mí me gustaría ser como María Callas’, como vivían y como se ve en los documentales… es diferente, lo hay y hay maestras que aún lo hacen. De alguna manera sí, sin irnos como al extremo de la ‘divez’, porque dicen por ahí que hay diferentes tipos de ‘divez’, lo trae uno en la personalidad, a mí me encanta estar bien vestida, me encanta… ¿a quién no le gusta verse bien?
   “Sí existe, pero muy diferente, yo creo, porque ahora la sociedad es diferente, las oportunidades son diferentes, las facilidades muy seguramente no eran las mismas, pero de que lo sigue habiendo lo sigue habiendo, porque no cabe duda de que la característica, así como para cada instrumentista se requiere un carácter, porque ya lo trae uno, es algo muy característico de los cantantes porque nosotros estamos en el escenario sin instrumento que nos cobije y estamos enfrente de una orquesta y necesitamos esa seguridad, que claro, no nos la dan las cosas materiales pero es una simple ‘cereza del pastel’.

—¿Cuál es su tipo de ‘divez’?
Ay, ahora no va a sonar modesto pero, me considero sencilla, me encanta convivir con la gente, me encanta disfrutar la vida, soy superamiguera, cada que paso por los portales me detengo (a saludar) cada dos mesas porque conozco a mucha gente, porque me gusta tratarla, me gusta saber cómo está, no solamente ‘ay, sí, hola’, eso me encanta, y bueno, he conocido personas que son un poco más reservadas, pero no soy mala, soy buena persona (risas).

   Y tanto la gente de su entorno como el público que ya la admira y reconoce le han señalado a Zayra Ruiz la afabilidad de su carácter, su ‘buena onda’, y la ‘luminosidad’ que irradia al estar charlando.
   Y, dijo, cree que gracias a su forma de ser es que no ha habido episodios desagradables o difíciles durante el camino que lleva recorrido en la música y el bel canto.
   “Yo creo que tiene que ver mucho el carácter porque gracias a ello y gracias a mi educación realmente, ahora veo y agradezco las regañadas que nos pusieron nuestros papás a mis hermanos y a mí, porque ellos siempre buscaban la ejemplaridad, y no como algo malo naturalmente, sino siempre hacer lo mejor que podamos, siempre dar lo mejor, trabajar lo mejor que podamos, darlo todo y eso te va caracterizando, eso va diciendo ‘ah, mira esta persona lo hace bien’, ‘ah, mira esta persona es buena onda, tiene las cualidades’, entonces eso se va acumulando y con el tiempo te va conociendo la gente.
   “Yo creo que he tenido buenas experiencias, gracias a Dios, porque cada que canto voy juntando amistades, voy conociendo más gente, la cual me gusta tener cerca, a pesar de que a veces no me acuerdo de los nombres (risas), pero ya saben que no es mala intención.
   “Eso de la luz, que me da mucho gusto, yo no me la puedo ver, a lo mejor alguna vez la puedo sentir, sintiéndome bien con la gente que me rodea, eso te va caracterizando”.
   Y esas aptitudes y características han hecho que el nombre de Zayra Ruiz sea ya conocido y reconocido en el ámbito operístico y también cuando sale y conoce gente.
   “Ayer me dijo el maestro Hakan ‘no debes decir que tú los conoces, como cuando vas a un restaurante tú no conoces al restaurante, el restaurante te conoce a ti’. Se me hizo algo chistoso pero a veces es cierto, la gente ve más de lo que tú te imaginas, y es gracias a ello que estoy en el escenario, que lo disfruto, que ellos lo disfrutan conmigo. Yo siempre he dicho ‘si yo lo disfruto, sé que lo van a disfrutar conmigo’ y espero que pase todas las presentaciones de mi vida. Me alimenta el alma, no solamente un ego, me alimentan las ganas de seguir dando todo, de seguir estudiando, porque válgame que uno tiene que estudiar bastante y seguirse preparando, yo creo que no he tenido experiencias malas, pero claro que cada que paso una experiencia es cosechar conocimiento y aprender de lo que haya sido bueno y de lo que no haya sido tan bueno”.

—¿Cómo ve el entorno operístico en México y a los mexicanos dedicados a la ópera?, ¿cuáles nombres suenan más?
Muchas veces se conocen más fuera que en el mismo país, pero ahora con la tecnología se ha dado a conocer mucho más. Está la maestra Encarnación Vázquez, Rosendo Flores, Ramón Vargas, bueno, ellos que fueron de unas generaciones anteriores, ellos fueron superconocidos… Rolando Villazón, Fernando de la Mora, Jesús Suaste… bueno, una gran cantidad de grandes maestros que estuvieron mucho tiempo fuera. Aquí los conocemos nosotros (la gente del entorno musical), pero no hubo mucha difusión.
   Conozco tantos que perdón por no mencionarlos a todos. Ahora un joven tenor que también está despuntando se llama Javier Camarena, que ha sido ovacionado dos veces en la MET de Nueva York. Es el mexicano que ahorita está en el extranjero.
   Las oportunidades aquí en México cada vez son mayores, no quiere decir que más fáciles, porque como en el medio habemos muchos y todos queremos hacer algo —hablando específicamente de la ópera— hay muchas compañías que están trabajando por medios particulares y por apoyos que ellos mismos están consiguiendo.
   Ahorita está Bellas Artes, que todos conocemos, la gran casa de ópera y hay otra en Morelos, pero bueno no quisiera decir datos erróneos. El caso es que sí hay varias que están trabajando por hacer las cosas y justamente hablando con el maestro Hakan Sensoy estábamos diciendo que estamos muy contentos porque sí hay oportunidades, porque sí hay dónde hacer las cosas. A veces el presupuesto es el que falla un poco, porque también hacer ópera es de las producciones más caras, realmente es muy caro, pero sí hay. Siempre hay quien tiene amor a hacerlo y siempre habrá gente que va a tener amor a apoyarlo, y sí, el tema de los recursos espero que no esté siempre presente pero yo no lo veo para nada con negatividad. México tiene de las mejores voces del mundo, México da grandes artistas y también uno se tiene que esforzar, seguir preparando y tocando puertas, ir aquí, ir allá, uno tiene que labrar su camino. Si tocas una puerta se abre otra, pero no quitar el dedo del renglón y seguir adelante.

   Ruiz destacó que le ha tocado trabajar con colegas muy jóvenes cuyo talento la ha sorprendido. “Lo que necesitamos aquí es mucho apoyo, si no es del gobierno, de la gente particular para ir a estudiar a otro lado y ¿por qué a otro lado? Porque hay maestros que han trabajado en las grandes casas de ópera del mundo que tienen otras experiencias que darte, que tienen otra información que darte.
   “No es una mentira que aquí en México no se ha pensado en dar música desde preescolares, entonces hace una diferencia entre países. Hay niños en Francia que tienen música en la escuela y aunque no sean músicos de carrera ya tienen el oído muy entrenado, entonces, para uno estar al nivel tiene que brincar, tiene que conocer más gente, tenemos que ir más allá y absorber toda la información que nos da el extranjero y darla aquí también. Esas son las aspiraciones. A mí me encanta soñar y me encanta ver que poco a poco las cosas se van dando o no que se estén dando, sino que da uno un paso y se abre una ventana y el horizonte es diferente”.

—¿Qué sueño tiene ahorita?
Cantar mejor y mejor y mejor cada vez (risas). Me encantaría cantar en todo el mundo, poder aprender de todo el mundo y poder participar con muchas orquestas y cantar ópera a grandes niveles, ese yo creo que es mi sueño.

—La gran mayoría de roles de ópera son dramáticos, ¿cuál  es el que más disfruta?
Hay uno que quiero hacer y que la sangre me dice ‘ya’, Carmen, esa es una de las que yo sé que voy a disfrutar mucho cuando lo haga. Tampoco es presunción pero hay muy buenos augurios para cuando la haga. Yo quiero hacer la mejor Carmen, hay algo ahí, me vibra.
   Desde antes incluso de conocer la ópera me encantaba lo gitano, el flamenco… entonces ya cuando crecí y supe que había una ópera que se llama Carmen y luego cómo era, me emocioné.
   He disfrutado hacer Dorabella de Mozart (personaje de la ópera Così fan tutte) y me encantó, aparte la compañía estuvo increíble, la hicimos con la Orquesta de Puebla, ese papel lo disfruté muchísimo así como he disfrutado todos y cada uno de ellos.
   He hecho tres óperas de un compositor mexicano que se llama Federico Ibarra y ahora en octubre voy a hacer otra ópera de él. Fui la Reina de corazones y trata de la historia de Alicia en el país de las maravillas, imagínate, qué divertido personaje. Luego, hablando de Mozart, hice Cherubino (personaje de Las bodas de Fígaro) que también ¡qué fantástico personaje!, ¡era un niño! Me he divertido y aparte aprendido porque tenía que comportarme como niño, y aparte un niño querendón (risas), fue muy divertido.
   He tenido la oportunidad de trabajar con grandes equipos, y si hay un gran equipo hay un gran resultado, claro, un gran equipo con trabajo y con ganas de hacer las cosas bien.





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