Entrevista con Jorge Díaz Cuervo

El ¿problema? de las drogas

¿Qué es lo primero cuando escucha o lee la palabra drogas?, ¿violencia?, ¿muertos?, ¿crimen organizado?, ¿peligro?, ¿pecado?... opciones hay muchas, casi todas negativas. Es un tema álgido que más que en debate se ha convertido en monólogo, uno que habla de los muchos contras y no acepta, si no los pros, mínimo el lado positivo que sí tienen esas sustancias.
   Tal es el objetivo de Jorge Díaz Cuervo con Drogas. Caminos hacia la legalización, tomo publicado por la editorial Ariel de Grupo Planeta, hacer del tópico un verdadero diálogo en el que las dos visiones se encuentren y escuchen sin caer en descalificaciones sumarias.
   El texto obtuvo el Premio Marcos Kaplan 2015 a la Mejor tesis doctoral en Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y aunque tesis suena a algo aburrido, el libro de Díaz Cuervo resulta ameno de leer y fácil de entender.
   “Tradicionalmente las tesis, los trabajos de investigación, recurren a un lenguaje y un estilo de escritura muy técnico, muy árido”, dijo en entrevista para PROVINCIA. “Siempre pensé en la posibilidad de que esto se convirtiera en un ejercicio de divulgación que pudiera llegar a públicos más amplios, parece que se logra y parece que Planeta acierta al darle un formato e inclusive el propio diseño de la portada con este color rosa. Si tú ves otros libros sobre drogas todos son negros, oscuros, es una cosa medio tétrica, relacionado con la criminalidad, los cárteles, los balazos y demás. Yo trato de llevar esto a una discusión en otros terrenos y ojalá pueda haber un público que se interese en adentrarse y explorar nuevas perspectivas sobre este tema”.

—Es común la frase de “El problema de las drogas”, ¿realmente lo es o se trata de una inconveniencia autogenerada?
En efecto es una frase muy desafortunada, “El problema de las drogas”, porque son sustancias indispensables para atender la salud, los estupefacientes y los psicotrópicos, de hecho la amapola, la hoja de coca y la cannabis son materia prima insustituible para la producción de cientos de medicinas: ansiolíticos, analgésicos, antidepresivos… lejos de ser un problema son una solución para una cantidad importante de padecimientos. Y lo han sido desde que el hombre es hombre, es decir, el tratamiento de los opiáceos para curarnos el dolor, es algo que se viene usando desde los mesopotámicos, egipcios e incas. China y la India tienen una tradición de medicina a partir de opiáceos, entonces en efecto, no son un problema son una necesidad para nuestra salud.
   Esta frase de “El problema de las drogas” claramente se refiere a una perspectiva moral que es la que domina y la que contagia a todo el sistema jurídico que catalogamos de prohibicionista que afecta, digamos, a todo el sistema y que parte de un posicionamiento moral de un grupo de evangélicos a finales del siglo XIX y principios del XX y que nos ha contagiado ya no solo a Estados Unidos sino al resto del planeta, a 188 países, nos ha convencido de que el consumo recreativo o para fines lúdicos de estas sustancias es algo malo, es algo moralmente censurable, es algo que hacen personajes indecentes, es decir, hay toda una construcción detrás del prohibicionismo sobre buenas conductas y malas conductas. El gobierno asume un papel paternalista, nos trata a los ciudadanos como menores de edad y en efecto, nos impone esta moral de buenos y malos usos de las sustancias. Lo convirtieron en un problema y llegaron al absurdo de tratar de atender a ese problema de los usos no debidos, o usos malos, con el ejército, a balazos, lo cual, en efecto, a países como México, nos ha generado muchísimo dolor y justamente el fin del prohibicionismo es dejar de ver a las drogas como un problema, dejar de enjuiciar las razones por las que una persona decide o no consumir alguna de estas sustancias y más bien concentrarnos en qué se consume, cómo y dónde desde una perspectiva de salud pública y de seguridad.

—El prohibicionismo es otra manera, guardando proporciones, de totalitarismo del Estado…
Así es. El prohibicionismo se enfrenta con uno de los principios libertarios fundamentales que deben ser pilares de cualquier democracia que se asuma contemporánea: la libertad de hacer con nuestra vida y con nuestro cuerpo lo que queramos hasta en tanto no afectemos derechos de terceras personas. Esta pretensión de imponernos una moral, imponernos modos apropiados de vida y al mismo tiempo de estar sancionando modos inapropiados de vida corresponde a una visión totalitaria de un Estado paternalista, conservador, que nos trata como menores de edad, insisto, que ya prácticamente está en desuso en muchos otros terrenos. En el de las drogas se ha mantenido a fuerza a partir de una serie de intereses no explícitos.
   Este velo prohibicionista aprovechando la desinformación, los miedos que durante décadas nos han infundido, supone una visión del Estado que ya no corresponde a lo que quiere ser México como una democracia liberal contemporánea y una ciudadanía madura, responsable, autónoma en términos de sus decisiones, en ejercicio de sus libertades y sus derechos humanos. Es eso justamente lo que está en choque y lo que está en conflicto con el tema de las drogas.

El monopolio
Díaz Cuervo, quien fue presidente del Partido Socialdemócrata, señaló que detrás de las posiciones moralinas respecto al tema de las drogas hay un afán encubridor de otro aspecto: el económico.
   “Estas buenas conciencias, este lo bueno y lo malo, lo decente y lo indecente, sirve para cubrir intereses económicos de la industria farmacéutica que es una de las grandes beneficiarias del prohibicionismo porque, como se explica en el libro, estas sustancias son materia prima insustituible para ellos y el prohibicionismo les da un control monopólico sobre estas. Solo ellos pueden adquirir las plantas legalmente y cualquier otra producción para cualquier otro uso que no sea el de la industria farmacéutica se persigue con ejércitos, agentes aduaneros, policías, etcétera”.
   El autor señaló que la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) solo autoriza a nueve países a producir amapola legalmente para venderla a los laboratorios farmacéuticos. Entre estos están Afganistán, Turquía, Australia e India, la pregunta que lanza es: ¿Por qué no México?
   “En México existen dos regiones en donde se da bien la amapola desde que los chinos llegaron a trabajar en Mazatlán y Culiacán, que es el triángulo dorado: Sinaloa, Sonora y Durango. (La otra es) La Sierra de Guerrero. Yo me sumo a la reflexión que hace el gobernador del estado de Guerrero de por qué no enfrentamos al crimen organizado en la Sierra de Guerrero interviniendo en el mercado, comprando esa amapola para producir medicinas. Sería una manera mucho más inteligente de recuperar esos territorios que seguir rociando con pesticidas estos plantíos o destruyéndolos a machetazos. Se viene haciendo desde hace décadas y siguen sembrándose hectáreas y hectáreas de amapola en la Sierra de Guerrero

   “Detrás de esto está la industria farmacéutica que necesita de la amapola, la coca y la marihuna para producir medicinas y recibe este servicio invaluable de parte del prohibicionismo. Yo supongo que son los que se mueven tras bambalinas para evitar que se desmorone este esquema que les permite hoy tener ganancias impresionantes en perjuicio de países como México”.

—El argumento más recurrente es que si se legalizan estas sustancias se consumirán al por mayor, pero incluso ahora con la prohibición de la venta de estas se genera un negocio millonario…
Esas afirmaciones son propaganda de los grupos conservadores, reaccionarios, que buscan generar miedo, construir escenarios catastróficos que no tienen ningún sustento en la realidad. En países como Portugal y Holanda o España con los clubes cannábicos, ahora en Uruguay y en varios estados de la Unión Americana por supuesto que no ha habido, como respuesta a nuevos esquemas regulatorios, un crecimiento exponencial de consumidores. La gente, en efecto, cuando decide consumir algo lo hace independientemente de si es legal o no. Así sucedió cuando se prohibió el alcohol en Estados Unidos durante 13 años, cuando se legalizó no hubo más consumidores de alcohol, la gente solo seguía consumiendo. Las decisiones por las que una persona adulta elige consumir o no, no pasan por un análisis de si es legal o no.
   El autor puso como ejemplo de estas campañas de propaganda en contra otro tema que sigue generando controversia: la legalización del aborto para el que, recordó, las fracciones conservadoras utilizaron un argumento similar. “Cuando se despenalizó el aborto en la Ciudad de México decían que eso iba a generar una feria de abortos, como si las mujeres o las parejas decidieran interrumpir un embarazo fuera legal o no”.
   Díaz Cuervo apuntó que tales afirmaciones se basan en miedos y prejuicios que tachan a una conducta de indeseable. “Si fuera el caso, si resultara que en efecto hay un incremento en el consumo de la marihuana, eso no necesariamente sería problemático, consumir no es adicción. No todo consumidor es problemático, aquí también lo que están manifestando estos grupos es el miedo y la sanción negativa hacia el placer, a que la gente disfrute. Hay toda esta construcción de origen incluso religioso en contra de placeres carnales que se sancionan desde ese tipo de moral”.

—¿Cree que ha abonado a esto la división y el encono que hay en México en donde parece que solo hay buenos y malos?
Sí, en México este despertar democrático nos ha tomado sin buenos reflejos y sin, digamos, una tradición para contrastar ideas, para debatir, defender nuestros puntos, pero también escuchar los puntos de vista de las otras personas.
   Somos muy dados a la pronta descalificación y a mirar todo en blancos y negros. Creo que es un proceso civilizatorio, es un proceso evolutivo en el que estamos como muchas otras sociedades donde la tolerancia se empieza a entender no como una concesión sino como un genuino interés en conocer las opiniones del de enfrente, generar intercambios y aquí no, aquí muy rápidamente nos dividimos en bandos, prácticamente nos radicalizamos y dejamos de ver y entender las cosas desde donde la otra persona las está viendo.

—¿Cuánto cree que falta para que se consolide este nuevo paradigma respecto al uso de estas sustancias?
Yo creo que en México no podemos esperar mucho, en noviembre 10 estados de la Unión Americana van a votar el uso recreativo de la marihuana, dos de esos 10 hacen frontera con México: California y Arizona, de tal manera que podemos terminar este año o amanecer en 2017 con estos estados en una regulación amplia en materia de marihuana. Yo si esperaría que de aquí a que termine el año se avance en el congreso en una regulación para usos medicinales de la marihuana, algo que no es menor porque eso supondría el otorgamiento de los primeros permisos y autorizaciones en México para que algunos laboratorios puedan sembrar equis número de hectáreas de marihuana. Eso me parece que rompería un hito y abriría la posibilidad de discutir los usos no medicinales, los usos libres de la marihuana.
   Lo de elevar el gramaje no me parece que solucione nada. En ese aspecto habría que analizar lo que hizo Portugal que fue despenalizar por completo la posesión, si uno quiere despenalizar al consumidor tienes que descriminalizar el poseer la sustancia. En Portugal lo que dejaron como delito es el tráfico ilegal y aquí es donde viene: ¿cuál es el tráfico legal?, ¿cómo me puede abastecer legalmente de marihuana? Si no está penado y criminalizado poseer ni consumir, ¿cómo puedo yo hacerme de la sustancia sin involucrarme con el crimen organizado? Ahí es donde creo que México debe dar una respuesta pronto. Ahí están los clubes cannábicos que me parece que son una buena solución en España: despenalizar para consumo personal un equis número de plantas por persona y creo que por ahí, antes de que termine el año, tendríamos que estar avanzando. Esto nos pondría en la posibilidad de empezar a discutir modelos regulatorios para otras sustancias.
   Lo de la cannabis hay que hacerlo ya, es el eslabón más débil de todo el andamiaje prohibicionista, pero no podemos quedarnos ahí, hay que atrevernos a regular la siembra legal de la amapola en México y eventualmente hay que entrar a imaginar modelos regulatorios en los que la gente pueda comprar cualquier otro tipo de estupefaciente o psicotrópico y entonces apostarle en serio a la información, a la autorregulación, a la educación, cuidar a los menores de edad, evitar consumos de personas no adultas. Creo que México llega tarde pero finalmente llegamos al momento de empezar a debatir estos temas. Ojalá que del otro lado haya más argumentos y menos propaganda,  que haya un poco más de objetividad en el reconocimiento de los problemas que ha generado el prohibicionismo.





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