Reseña sobre la novela Días de ira

El filo de la violencia

La realidad supera a la ficción, se dice hasta el cansancio pero, ¿qué es real y qué es ficción? La pregunta resulta pertinente en una época y en un país en el que la cotidianidad se vuelve cada vez más absurda y la ficción se convierte en el último remanso de sentido y orden que nos queda.
   Realidad e invención están divididas por una línea cada vez más delgada y hasta fugaz lo que deja un panorama confuso que hace juego con abusos al por mayor, prioridades trastocadas, despojos avasallantes y violencia que solo deja como opción el deseo de subsistir más que de vivir en el sentido más amplio del término.
   Este marasmo frente al que se encuentra la mayoría se ve reflejado en Días de ira (Oceano), primera novela del periodista Martín Moreno quien da el primer paso hacia la literatura con una trama en la que la situación actual de México se ve reflejada de manera cruda, pero también con un toque de esperanza respecto a la posibilidad de cambiar el futuro y mejorarlo.
   Esta primera publicación narrativa de Moreno echa mano de su conocimiento en primera persona del medio periodístico, pero la narración es en tercera persona. Esa voz que todo lo sabe permite al lector adentrarse en una situación que no puede asirse con una sola perspectiva y da oportunidad de enterarse, por medio de una amplia cantidad de personajes, las diferentes aristas de un problema complejo.
   El autor sabe cómo funcionan los periódicos y cómo funciona el país, lo ha observado. Su visión de México se torna, conforme avanzan las páginas de Días de ira, a la vez en aciaga y esperanzadora. La muerte y la reacción social se mezclan en un crisol del que, si se diera en la realidad, quién sabe qué podría resultar, en la ficción, en la de Moreno, el resultado es mejor de lo que se podría imaginar.

Un mensaje
Días de ira arranca con una imagen por todos conocida: un cadáver colgado en la vía pública. Lo único que hace que en esta ocasión destaque eso que los diarios han reportado hasta el cansancio es que el muerto cuelga del asta bandera del Zócalo de la Ciudad de México. Ahí, en el que podría considerarse el centro del país, se pudo burlar toda seguridad posible y dejar ese mórbido mensaje.
   Lo anterior resulta de por sí en un polvorín pero se vuelve mucho más escandaloso cuando se da a conocer la identidad del muerto y entonces todo queda claro: es una confrontación al aparato gubernamental al más alto nivel. La posibilidad de colocar un cuerpo sin vida en uno de los lugares más transitados y vigilados de la capital del país da un pequeño adelanto de lo que se avecina.
   Es Primitivo Arcángel, periodista del diario El Tiempo es quien casi de manera fortuita atestigua y registra el mensaje mortal dejado en el Zócalo. Será él quien empiece a tirar del hilo que terminará por deshacer la madeja en la que están enredados políticos de alto nivel, policías federales, militares y líderes guerrilleros. Las conexiones entre todo estos, algunas que parecieran imposibles, serán a la vez el motivo del problema y la clave para solucionarlo.
   El poder que da la información es uno bien conocido por Arcángel y por Félix Buendía, su jefe. Medios impresos y digitales serán sus aliados al dar el empujón a la primera torre de marfil que hará caer a todas las demás.

El resultado
Como ya se dijo, realidad y ficción son una masa informe tanto en la cotidianidad como en Días de ira. La novela, por supuesto, está bien escrita y estructurada, lo que carece de forma y sentido es eso que representa: el contexto de desigualdad, violencia y corrupción que se vive en el país.
   Página tras página Martín Moreno le recuerda al lector lo probado y lo posible de la historia reciente del país y en ese sentido el autor se convierte en punta de lanza respecto al uso de la literatura para registrar la desazón general que reina como resultado de los abusos sistemáticos que durante años han ejecutado aquellos quienes ejercen el poder.
   Viejas heridas aparecen retratadas en las páginas de Días de ira: la guerrilla de la década de 1970 con Lucio Cabañas a la cabeza, su represión y también la vivida algunos años atrás por el movimiento estudiantil de 1968, pero también la experimentada por los ferrocarrileros, por los campesinos y un largo etcétera.
   El recuerdo de todo lo anterior, en simbiosis con el rencor y el dolor, da como resultado que en el año presente en el que un político de alto copete ocupa el más alto cargo del país —tanto en el libro como en la realidad—, surja el Movimiento 6 de julio que busca reivindicar a todos cuantos han sido vulnerados por quienes se sirven del poder.
   El Libre es el líder que surge en la novela de Martín Moreno para servir como guía e ideólogo pero también como ejecutante. Es él, sin nombre, quien a través de los años organizará en buena parte del país a un grupo de delegados que repliquen sus estrategias y actúen al unísono en el día y hora señalados para hacer patente su hartazgo y declarar tanto al país como al mundo que no se irán sino hasta que todas las ofensas sean reparadas y las pérdidas restituidas.
   El machete resulta en una de las principales figuras alegóricas de la novela. Herramienta de trabajo ya poco usada pero que tiene la posibilidad de convertirse en arma efectiva —aunque en desventaja frente a las armas de fuego—, es el emblema del movimiento liderado por El Libre pero también un recordatorio de que la Revolución desvirtuó sus ideales, les dio la espalda a quienes se suponía que defendía y estos, al ser ignorados, bien pudieron aprovechar las décadas de olvido para afilarlos.
   Además de ser una novela coral, como ya se dijo, Días de ira destaca por el lenguaje que utiliza. Moreno acompañó a sus numerosos personajes con descripciones poéticas que abundan en detalles, un estilo poco usual en un texto que retrata con crudeza masacres, asesinatos y abusos. Esto que podríamos llamar una poética de la violencia resulta efectiva en algunos pasajes, pero en otros se vuelve en contra de ritmo narrativo y más que aportar llega a distraer de la acción en una trama que es vertiginosa.
   Más allá de esas pequeñas licencias y gustos que se pueden dar en un debut literario, Martín Moreno cumple con el lector y lo atrapa en un libro en el que además de proponer una reflexión construye una historia en la que se juega el destino del país al todo por el todo y aunque muchos pierden la ganancia es mayor.
   La realidad supera a la ficción, dijimos al inicio, quizá en este caso sería deseable. No es posible asegurar nada. En esta nación tanto se ha probado y desaprobado que hoy cualquier escenario resulta posible.



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