Entrevista con Maruan Soto Antaki
El fin de las ideologías
Maruan Soto Antaki sabe cómo la lealtad a un ideal puede
llevar al cambio y a la migración. Nacido en México en 1976 ha vivido en
Nicaragua, España, Libia y Siria y aunque no cree que este detalle haya abonado
de alguna manera especial a su carrera literaria sí ha servido de referencia,
ya que conoce el tema de primera mano, para su producción narrativa.
Autor de Casa Damasco y La carta del verdugo, publica
ahora Clandestino, esta última también bajo el sello de Alfaguara, una novela
en la que habla sobre las ideologías y su final a través de Ramón Costa, quien
lleva la historia.
Esta trilogía, señaló en entrevista para PROVINCIA, tiene
como denominador común a personajes que están convencidos de hacer lo correcto
sin que esto sea necesariamente cierto. “Sucede un poco en Casa Damasco con el
encargado que trabaja en la Policía Secreta siria, pasa evidentemente con el
verdugo francés que hasta el final de su vida puede llegar a cuestionar si está
bien o no matar y también puede pasar un poco con Ramón Costa, con una entrega
absoluta a un ideal con el que él está convencido de que hace el bien”.
La entrega de Costa, dijo, ejemplifica la que vivió toda
una generación que dedicó su vida a un proyecto sin entender cabalmente qué
daban y cuánto pagaban por mantenerse unido a este y sus objetivos.
“Para mí es una novela que cierra las otras dos, se
entrecruzan en distintos momentos. En algún momento en Clandestino, Laila y
Ramón, cuando llegan a Siria, se topan con un tipo que es el abuelo del
personaje principal de Casa Damasco; y cuando están en París, se cruzan con el
escuadrón del encargado de la guillotina en un lugar de sándwiches griegos.
“Trataba un poco de cerrar estas tres historias, tres
perspectivas totalmente distintas, pero que tenían un punto en común en la
época, en el retrato de una época que a mí me interesaba mucho. En el caso de Clandestino
lo que yo intento hacer es justo eso: retratar una época con la que yo me crié
a través de mis padres. Cuento las historias que me tocó vivir a través de
ellos y me tocó también ver el desencanto de esa generación. Para mí era mucho
más importante tratar de dibujar todos estos escenarios y cómo se fueron transformando
en los tres discursos que mantiene esta generación en el terreno ideológico,
por eso las tres voces”.
Además de Costa aparecen como personajes fundamentales
María, una ucraniana a la que Costa amó y Laila, una refugida palestina que se
dedica a él con devoción.
“Ramón Costa es al final el tipo aferrado muy convencido
de sus ideales y que al final de su vida se sigue aferrando a estas ideas y eso
le sucedió a muchos que, con la caída del Muro de Berlín, se encontraron de
repente abandonados”.
Además del retrato de esta época y de los personajes que
la vivieron, Soto Antaki comentó que su intención con Clandestino fue poner de
relieve el desencanto de una generación que vio cómo los ideales se diluyeron,
en algunos casos, o se corrompieron, en otros.
“Eso sucede en el caso de Laila, y por otro lado, en el
caso de María, que es la única que sí tiene una relación con los rusos aunque
era ucraniana —en esa época ser ucraniano era ser ruso—, era la única que tenía
cercanía y, sin embargo, al final es la única capaz de pagar un taxi, con
billetes de dólar, en la Puerta de Brandemburgo. Es la que se termina adaptando
y es la única que vivió la búsqueda de una utopía que al final parece que nunca
llegó. Eso creo que le ocurrió y le sigue ocurriendo a la izquierda
latinoamericana, fue por momentos en masa, había por supuesto los pequeños
grupos clandestinos del comunismo latinoamericano, la mayoría, lo que rodeaba a
estos grupos es que vieron pasar un poco como espectadores la segunda mitad del
siglo XX y hablaban mucho de una hoz y un martilllo que no necesariamente
tuvieron entre las manos”.
—Retrata una época complicada en muchos sentidos en la
que viajar y comunicarse no era sencillo y aun así las ideologías conectaban
países lejanos, ¿cree que actualmente hay creencias con esa fuerza o se ha
diluido?
Yo creo que se ha diluido muchísimo y justo por eso para
mí Clandestino es una novela sobre el fin de las ideologías.
Soto Antaki compartió que Clandestino se firmó con la
editorial hace cuatro años, pero decidió publicarla después de Casa Damasco, La
carta del verdugo y Reserva del vacío (ensayo lanzado por Taurus en 2015),
porque necesitaba dibujar el entorno para la historia a desarrollar en esta, su
tercera novela.
“Para marcar un poco este fin de las ideologías que
siempre pensamos, sobre todo cuando hablamos de la ideología de izquierda, de
esa izquierda, que es muy distinta de la que puede tener ahora el mundo.
Pensamos que se acabó con el Muro de Berlín, pensábamos que después de la caída
del bloque soviético ya no teníamos estas diferencias, pero quizás sea hoy el
fin de las ideologías, quizás nuestra generación está viendo el verdadero fin
de las ideologías porque ya no existen esos elementos unificadores.
“Las ideologías funcionan igual que las religiones,
cuando yo digo: ‘Los libros que han cambiado el mundo’, están La Biblia y El
capital de Marx. Los dos son libros religiosos porque permitían esto que las
religiones tenían como primer objetivo: funcionar como elementos unificadores
de las sociedades. Eso les ocurría en esta época y hoy no necesariamente los
estamos encontrando y al mismo tiempo nos enfrentamos a un mundo muchísimo más
conectado. Ya sabemos qué sucede en el otro extremo del planeta. En este
momento (el del libro) tenías que esperar a que llegaran las noticias y demás,
y siempre llegaban desde la perspectiva de la ideología, hoy no nos ocurre eso.
Y por eso pienso que es en este momento que estamos viviendo el fin de las
ideologías a partir de la desilusión de los dos esquemas porque pensábamos
después de la década de los 90 que había un esquema social y político que al
parecer funcionaba y parecía que el sistema capitalista había triunfado y nos
damos cuenta hoy, sobre todo desde hace unos cinco años, cómo tampoco eso
funcionaba y llegamos a encontrar en muchísimas partes del mundo un intento de
recuperar ciertos esquemas ideológicos que se empiezan a dibujar en la época
que intento retratar en Clandestino”.
Hay, dijo Soto Antaki, una tendencia a volver a las
ideologías del pasado pese a que sus esquemas y métodos ya han probado ser
falibles.
“Las estamos repitiendo exactamente igual porque no hemos
tenido esos momentos de revisión que nos permitan hoy tener un esquema
ideológico propositivo propio. Tenemos esquemas que al parecer se han mantenido
congelados en el tiempo.
“En Nicaragua, el mismo gobierno sandinista en la novela
es el que está hoy en el poder, es exactamente igual, y cuando vemos distintos
esquemas que se han ido reproduciendo desde Venezuela hasta ciertas posturas de
tratar de reincorporar partidos comunistas alrededor del mundo resulta que no
hemos tenido momentos de revisión que nos permitan tener un nuevo elemento
ideológico que pueda permitir esa unicidad que igual y no es necesaria, igual y
no es tan buena, la historia nos ha probado que no fue tan buena esa unicidad.
En el siglo XX nos fue muy mal en la búsqueda de esa unicidad. Pero la estamos
tratando de recuperar de lo que ya habíamos abandonado hace 30 años”.
—Sin autocritica…
Y eso sobre todo ha ocurrido con las izquierdas
latinoamericanas. Los momentos de revisión de las izquierdas, por ejemplo la
izquierda británica pasó hace mucho tiempo por su momento de revisión, la
izquierda francesa también y llega un punto en el que en algunos casos, si nos
vamos al ejemplo francés, salvo los extremismos, resulta que existen pocas
diferencias entre los esquemas ideológicos que en Inglaterra o en Francia se
pueden tomar como izquierdas y derechas moderadas porque sí hubo esos momentos
de revisión que permitan entender cuáles son los temas indiscutibles de la
vida.
En Latinoamérica no los tenemos y llegamos a un punto en
el que nuestros principales estandartes de izquierda resultan mucho más de
derecha que algunas extremas derechas europeas.
Desde dentro
Aunque la propia situación de vida de Maruan Soto Antaki
lo haría entender de una manera distinta y quizás especial a los personajes y
situaciones retratados en sus novelas, no con todas se siente identificado
íntimamente. Su situación actual, dijo, es producto de una generación en la que
la migración y los cambios sucedían sin mayor problema, aunque no siempre con
facilidad.
“Hay quien piensa que Casa Damasco, al ocurrir durante la
Guerra Civil Siria, podría ser la novela más personal y no, la más personal es Clandestino,
justo porque me ha permitido tener ese momento de reflexión. Si tú y yo
contamos ahora qué hicimos en la mañana y aunque nos veamos y nos desnudemos en
la mayor intimidad de lo que hayamos hecho no va a ser tan personal como si
contamos lo que nos ocurrió en nuestra infancia, porque ya hemos tenido tiempo
de revisar las cosas. Es eso lo que a mí me ocurre con Clandestino: hay una
distancia.
“Un poco de las cosas que yo he agradecido a la vida, al
ser hijo de migrantes, es esta dualidad que permite el ser de dos lugares y
haberte criado en varios lugares porque puedes ver con una distancia pero al
mismo tiempo con la cercanía de conocerlo y que nadie te lo contó —y es muy
bueno cuando uno puede hablar de las cosas que nadie le contó porque estuviste
ahí—, y pasa lo mismo con el terreno ideológico de esta generación que no se
dio cuenta quizá cómo nos acercaba a los esquemas ideológicos”.
Sus primeros recuerdos de infancia, dijo, eran estar en
las oficinas de Organización para la Liberación Palestina (OLP) o en marchas y
mítines.
“Regreso a Nicaragua cuando soy adulto para poder ver en
qué había terminado este proyecto que tenían con el que yo me crié en la
infancia. Regreso y digo: ‘Este es el grandísimo fracaso de una generación’ y
ese grandísimo fracaso es una tragedia —por un lado es un fracaso, pero por
otro ha tenido grandes triunfos que nos ha permitido tener una vida más
decente, de eso estoy convencido—, porque permitió la generación de los
gobiernos más autoritarios y deleznables que hemos conocido y de los que
estamos todavía viviendo su resaca”.
En ese momento, dijo, las ideologías políticas eran como
amores apasionados que hacían abandonarlo todo. “Era una generación que en
serio se iba de lado, se iba a otro país, se llevaba a toda la familia —eso me
pasó a mí—, porque había un ideal que mantener”.
—Este origen múltiple, ¿aporta una sensibilidad distinta
al escribir?
Yo no sé si una sensibilidad distinta al escribir yo creo
que si existe eso —que no estoy tan convencido de que exista—, creo que parte
mucho más de los libros, de leer y leer.
Uno puede al final haber vivido, como muchas personas, en
todos estos países, porque un par de generaciones estuvieron en estos mismos
esquemas y no a todo mundo se le ocurre escribir novelas. Quién sabe si sea
necesaria una sensibilidad particular para escribir novelas, no podría yo
decirlo, sería increíblemente soberbio.
Al final creo que el juntar lo que uno ha vivido con lo
que uno ha leído le puede permitir querer dar una mirada y las novelas son eso,
una novela siempre va a ser una mirada. Trato yo de tener esta mirada de las
tres distintas vertientes que vi de una generación y sus desencantos y sus
tragedias porque a mí era lo que interesaba en el caso de Clandestino. Si bien
se han escrito sobre los proyectos ideológicos de la segunda mitad del siglo
XX, casi siempre se ha hecho a partir desde el ensayo o desde la crónica, hay
una gran bronca cuando hablas desde el ensayo, para mí, porque a mí no me
interesaba meterme en eso, yo quería saber qué es lo que le sucedía a ellos, a
los individuos con este entorno, qué sucedía en la cabeza de mis padres para
decir en ochenta y cacho: “Vamos a vivir a Managua porque hay que defender a
los sandinistas de los contras”. No me importaba cómo se pagó el boleto de avión,
como vivíamos, lo que quería saber era qué pasaba en la cabeza de estos para
decidir cambiarse de país. Qué era tan fuerte para hacer esos cambios y eso
creo que el único terreno para poder explorarlo es la novela porque permite tener,
a través de los personajes que uno crea, esa distancia que al lector le da su propia mirada de lo que está sucediendo.
—¿Hoy dónde están sus arraigos?
Son múltiples. Me di cuenta sobre todo después de La
carta del verdugo. Yo me crié en escuelas de republicanos españoles, tanto en
México como en España. En la escuela que estuve en España era increíblemente
parecida a la que estudié en México y yo durante mucho tiempo pensaba que tenía
mucho más cercanía con los esquemas o los ideales republicanos españoles y
después de La carta del verdugo me di cuenta de que tengo mucho más relación
con los franceses. Al menos intelectualmente los arraigos son infinitamente más
franceses, hoy leo muchos más franceses que a otros.
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