Entrevista con Álvaro Uribe

Un retrato (im)posible

El autor mexicano Álvaro Uribe —sí, leyó bien, es homónimo del expresidente colombiano— está convencido de que cualquier familia tiene historias para escribir una novela o hasta dos.
   De lo anterior da cuenta su más reciente obra de narrativa titulada Autorretrato de familia con perro (Tusquets Editores) en la que hace un retrato, que calificó de honesto y brutal, de su protagonista llamada Malú que está basada en su madre pero también en parte de su historia personal.
   El libro, en el que aparecen unos hermanos gemelos y otros 10 personajes, da la opción al lector, dijo Uribe en charla para PROVINCIA, de decidir con cuál de las muchas versiones de Malú decide quedarse, ya que, así como en la vida real, en su novela tampoco hay verdades absolutas.

La felicidad anodina
“Esta idea de que cada familia da para una novela la saqué de la primera frase de Ana Karenina. Normalmente León Tolstoi tiene párrafos enormes pero Ana Karenina tiene al principio un párrafo que es una sola frase que dice: ‘Las familias felices no tienen historia’, la mía tiene historia y yo reto a cualquiera a que me diga que la suya no tiene historia”.
   El nacido en 1953 en la Ciudad de México señaló que no cree que esta profusión de posibilidades narrativas no es algo exclusivo de las familias latinoamericanas o mexicanas tan propensas a los ruidos, la exageración, los gritos y las peleas.
   “Lo que puede resultar un poco sorpresivo o chocante es que los mexicanos somos muy mentirosos respecto a nuestra vida familiar. Nuestra madre es una maravilla, nuestros hermanos son los mejores del mundo, nuestro papá para qué hablar de él… todos estos mitos de la familia sí supongo que es un poco más sorprendente que un mexicano intente derribarlos, aunque yo ni siquiera trato de derribar ningún mito, yo solo trato de contar las cosas como las percibo, pero sí me han dicho que qué bárbaro, qué atrevimiento de meterme así con la madre, y simplemente describe tú con honestidad a tu madre… tiene un lado malo también”.
   Por lo que sí abogó Uribe fue por la especificidad de los personajes en una novela, característica que hace que esté bien lograda o no. “En la medida en la que logre crear personajes creíbles, personajes con los que la gente se pueda identificar —espero que la mía lo haga— y en ese sentido es una familia muy mexicana por supuesto, de la clase media, chilanga como yo, pero fuera de eso yo creo que perfectamente lo podríamos trasladar a Finlandia y habría historias muy semejantes”.

El proceso de escritura de la novela se concretó después de la muerte de su madre, ¿es una especie de cierre de duelo?
Podría ser. Lo que yo he pensado es que es una historia que naturalmente he cargado toda mi vida, toda mi vida he sido hijo de una mujer.
   Desde que empecé a escribir me di cuenta de que mi madre, si le dábamos un par de vueltas literarias, era perfectamente un buen tema de literatura. Por lo que yo digo que necesité que mi madre muriera —tampoco estoy diciendo que empujé a mi madre a la muerte, para nada— es porque como sí tiene cosas de ella el personaje de Malú , aunque no la retrata exactamente, y yo pienso que eso a ella no le habría gustado. Es un retrato tan brutalmente honesto, entonces por eso es que digo que la muerte de mi madre fue necesaria, para tomar un poco de distancia.
   Y sí, puede ser que tenga algo de exorcismo al final. Sí ocurre que una vez que escribo una historia ya no me pertenece, la historia ahora te pertenece a ti que compraste el libro y yo ya me la quito de encima, entonces sí puede tener algo de acabar de salir de un acontecimiento que como quiera que sea siempre es muy doloroso.

En la historia se pueden leer las visiones encontradas y casi antagónicas de los hermanos gemelos sobre su madre, ¿cree que en una familia se pueden dar verdades absolutas sobre un recuerdo en particular o la manera en que era alguien?
No. Mi experiencia es exactamente la contraria. Yo tengo un hermano —que no es gemelo y que no es historiador, esto es un invento de la novela— y sí he experimentado con mi familia y he visto pasar en otras familias todo lo contrario de la verdad absoluta, más bien es absolutamente relativa la verdad.
   A mí me ha sucedido de tener yo recuerdos que creo que son absolutamente precisos de cierto acontecimiento de cuando yo tenía, por decir algo, 10 años de edad, y si lo cotejo con mi hermano, o no se acuerda de plano de ese hecho y él estaba ahí, o al revés, él se acuerda como si hubiera sido el protagonista y yo me acuerdo que fui yo. ¿Entonces quién —y ahora que no está la madre además— nos va a decir la verdad? Mi novela intenta jugar más bien con el hecho de que todo es relativo y todas las versiones que se dan de Malú, mi personaje, juegan con esta idea de que nadie tiene la verdad. El lector tiene que decir cuál de todas estas versiones, o cuál suma de todas estas versiones distintas puede ser cierta pero no tenemos modo de saberlo.

¿Cree que en un ejercicio narrativo un retrato armado a muchas voces funciona mejor que uno narrado en primera persona?
Había opciones. Empezamos diciendo que todas las familias dan para una novela… yo ya tenía mi familia, entonces ya tenía la novela (risas). En realidad los temas acaban siendo un poco lo de menos, al menos para mí que ya es mi sexta novela. Lo que me ha ocurrido en todas mis novelas es que lo más fácil ha sido tener el tema y lo más difícil encontrar la manera de cómo lo vas a contar.
   En esta había opciones, la primera hubiera sido contar con un narrador omnisciente que dijera: ‘Érase una vez una señora que se llama Malú, que tenía dos hijos que se llamaban tal…’, era posible, pero yo nomás de pensarlo ya me aburrí y si a mí me aburre ya calculo los pobres lectores, entones esa la deseché rápidamente.
   Pensé que, y sigo pensando, es una buena idea que la historia de una familia, donde uno va hablar de intimidades, era mucho mejor si la contaba alguien íntimo, alguien desde dentro de la familia y hubo una segunda tentación: hay dos hermanos, dos hijos de Malú, uno que es Adán, el historiador y otro que es Alberto, el narrador. Naturalmente el que más se parece a mí es el narrador, yo estoy poniendo rasgos míos porque sé lo que significa ser un narrador y lo otro está inventado porque no soy historiador y tuve que imaginarme qué se sentiría. Entonces tuve la tentación de contarla desde la perspectiva de Alberto, el que se parece a mí, y luego pensé ‘no, como es una historia que tiene que ser brutalmente honesta, cruda, va a ser un poco injusto o muy injusto porque voy a acabar hablando muy bien de mí”. Es casi inevitable que si me hubiera puesto de narrador yo hubiera justificado las acciones del que se parece a mí y no las del otro, entonces dije: ‘bueno, ¿por qué no  que sea el otro hermano el que narre una parte considerable de la novela’.
   Durante dos terceras partes de la novela es el hermano que no se parece a mí quien la está narrando y el resto de los personajes vino con esa idea de ¿por qué nada más ellos (los hermanos)? A final de cuentas las familias no están aisladas, no son burbujas ajenas al exterior. Uno conoce a mucha gente, ¿por qué esa gente no puede opinar? Y además de los miembros de la familia acabó habiendo 12 personajes y me parece que es una buena manera de contarlo porque así es como conocemos a la gente, en grupo, es raro conocer a alguien en la estricta soledad. 

Es muy conocida la frase de que la familia siempre está ahí para apoyarte, ¿cree que este apoyo que puede brindar sea siempre el adecuado o a veces sale peor?
Sí, yo creo que a veces sale peor. Depende, porque además en el caso paradigmático —que es el que retrata Autorretato de familia con perro— de cuando hay algo qué repartir, cuando hay herencia, aunque sean 100 pesos, y si son 100 millones se multiplica, es cuando la familia menos te apoya, al contrario, es cuando las familias se deshacen entre ellas. Es difícil.
   Uno piensa que sí, que siempre que te sientas mal, si vive todavía tu madre o tu padre te van a apoyar, pero luego hay muy malas madres o muy malos padres y al contrario, casi están esperando el momento en que te sientas mal para echarte algo en cara.
   El proceso de crecimiento depende en buena medida, ya lo dijo Freud, para los varones en matar la figura del padre y cuando se trata de la madre también la matamos de alguna manera, nos vamos separando y a mí me parece absolutamente lógico que los padres guarden cierto resentimiento porque los hijos crecieron negándolos y acusándolos directamente. Es muy fácil que ya grande, con 40 o 50 años de edad, que quieras acudir a tu madre para que te apoye en un problema y por fin vea la oportunidad de decir ‘para que veas que tú también metes la pata como me decías a mí que la metía’.

Los mejores confidentes
Tanto en la imagen de portada como en el nombre de la novela se hace referencia a los perros pero en opinión de Uribe cualquier mascota se llega a convertir en la verdadera guardiana de los secretos familiares.
   “En lo personal soy ‘gatero’, no ‘perrero’, pero creo que funciona igual. Haces, dices, te permites ser frente a un animal de maneras que ni siquiera frente a tu amante te dejarías ser. Literalmente te los llevas al baño contigo y te ven hacer cantidad de cosas… imagínate. Hay un autor inglés que se conocía como Saki (Hector Hugh Munro), él tiene la historia de un gato que de pronto puede hablar y terminan matándolo porque empieza a contar todo lo que ve, entonces la familia que lo adoraba de repente ya no.
   “Yo creo que sí,” agregó, “la mascota termina siendo la depositaria de todos los afectos, de todas las confidencias, y qué tal si pudieran hablar, sería terrible lo que pudieran decir, esos sí dirían la neta y no un amigo o un amante. Una mascota te ve en las peores condiciones”.

Si algo así pasara quizás no habría tanta gente defendiendo los derechos de los animales…
Los animales son como antenas, como receptáculos de todo, por eso la crueldad con los animales acaba siendo terrible porque cuando uno es cruel con el ser humano, en principio, el ser humano es capaz de entender algo —de entender incluso si es gratuito, que es violencia gratuita—, en cambio el animal no entiende nada pero siente, de eso se alimenta el animal. Naturalmente es de lo más cercano que pueda haber.

¿Qué  importancia tiene la relación con sus gatos?
Hasta me quito el sombrero para hablar de ella. Yo soy ‘monógato’, tengo un solo gato, Ocarina se llama y tiene ya 18 años y medio, entonces es una joya, es un gato muy viejo, obviamente ya no puede durar muchos años más y yo no quiero ni imaginarme lo que sería la casa sin ella.
   Los gatos son distintos a los perros porque no los sacas. Un perro sí te acompaña y en cambio el gato es como parte de la casa, entonces me imagino lo deshabitada que estaría la casa porque el gato es el que le da la vida.
   Además es un gran crítico literario, cada vez que estoy escribiendo algo  malo, que es con mucha frecuencia, se para encima de las páginas y con sus garras las tira y yo sé que voy mal. Sí tengo una relación de enorme intimidad.

Para otra plataforma
La novela Expediente del atentado, de Álvaro Uribe, fue llevada al cine en 2010 bajo la dirección de Jorge Fons y adaptada por el recién fallecido Vicente Leñero.
   En el caso de Autorretrato de familia con perro el autor señaló que también le gustaría que viva ese proceso aunque son varias cosas las que deben suceder con la publicación antes de llegar a ello.
   “Es muy difícil pensar, cuando uno está escribiendo la novela, en qué le va a pasar a la novela. Uno básicamente lo que piensa es en que ojalá quede bien y que ojalá le interese a algún lector, se publique para empezar y si se publica que se venda y que si alguien la compra también la lea…
   “Pienso que esta novela sería teatralizable. Lo curioso es que la novela que fue llevada al cine, que se llama Expediente del atentado, tiene una técnica semejante a esta: hay muchas voces también. Yo pensé que eso la hacía prácticamente imposible de trasladar al cine porque ¿cómo le haces? A menos de que pensaras en una cosa más bien teatral que cinematográfica y que reprodujeras las voces, una voz a cada actor y que llegaran y contaran, y dije ‘sería una obra de teatro medio aburrida si nada más van a estar como hablando, hay que cambiarla’”.

Seguro que esto se lo pregunta mucho pero, de todas las posibles confusiones que ha ocasionado su nombre, que es homónimo a otro nombre famoso, ¿cuál es la más graciosa, o que se le ha quedado más grabada?
Te la cuento, es sensacional. Estuve en Bogotá en 2010, cuando era presidente todavía Álvaro Uribe, y bueno, me pasaron varias cosas pero la más simpática es que estaba yo en una mesa redonda con escritores colombianos que yo no conocía y que ellos no me conocían. Me tocó mi turno de participar, eché el rollo, dije lo que podía yo decir, y el colombiano —no me acuerdo como se llama— que estaba junto a mí se quedó callado, muy serio y dijo ‘perdónenme pero voy a hacer algo que nunca creí que haría en mi vida: voy a estar de acuerdo con Álvaro Uribe’. Se oyeron las carcajadas de todo el mundo.
   Yo no lo sabía, porque no lo había vivido, que en el medio intelectual y periodístico es particularmente odiado Álvaro Uribe, es muy impopular, es muy popular entre la gente pero los intelectuales lo detestan muy mayoritariamente, entonces cada vez que alguien me iba a dar la mano casi se la lavaba después. Sí ha sido un problema.
   La fecha de mi cumpleaños es la fecha del día en que eligieron a Álvaro Uribe por primera vez… hay una serie de raras coincidencias. Yo le debería cobrar regalías, o él a mí, ya no sé muy bien (risas).


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