Entrevista con el bailarín Adonai Luna

Guten tag Adonai

Ich weiss es wird einmal ein wunder geschehn… sería desconcertante que esta entrevista se escribiera en alemán. El asombro que quizás sintió usted, lector, al ver la primera línea de este párrafo es similar al que al bailarín moreliano Adonai Luna le causó la extraña ensalada que comió el día que charló para PROVINCIA sobre su carrera.
   Una lechuga partida a la mitad, coronada por un huevo cocido ensartado en un palillo, como si de una aceituna se tratara, fue con lo que tuvo que lidiar el joven artista, y entre bocado y bocado rememoró los 14 años de actividad dancística vividos en varias ciudades de Alemania, país del que es ciudadano y cuyo idioma ya no le impone.
   Luna, originario de la capital michoacana, se inició desde muy pequeño en el ballet y la danza contemporánea y ahora, a casi tres lustros de actividad ininterrumpida, decidió tomarse un año sabático para redefinir el rumbo.
   Aunque a los escenarios ya les dijo adiós con dos producciones que le dejaron un buen sabor de boca, no piensa dejar el mundo de la danza y quizás será a través de la docencia que siga con las zapatillas de ballet bien puestas.

—Tiene ya una carrera de varios años, en este momento de su vida artística y personal, ¿cómo se siente respecto a la danza?
Superagradecido y muy contento porque me ha dado la oportunidad de hacer cosas y conocer otras culturas, conocer a muchísima gente, gente supertalentosa, gente que trabaja un montón también.
   Con mi carrera estoy satisfecho y yo creo que era un buen momento para poner una pausa, parar un poco, porque prefería quedarme arriba y no estar arriba y bajar, sino quedarme arriba y dejarlo ahí, y ya desde ahí ver una nueva carrera, una nueva opción.

   Luna dijo ahora estar justamente viendo opciones, ya sea estudiar o dedicarse a seguir en la danza en México o en Estados Unidos, “no lo sé, pero sí estoy abierto a lo que viene y con mucho optimismo y energía”.

—¿Se ha puesto a pensar qué hubiera hecho de no haber sido bailarín?
No tengo ni idea. Lo pensé alguna vez pero la verdad no lo sé, quería hacer tantas cosas antes de empezar en la danza que no sé. Yo empecé en la danza por la actuación, porque estaba en un taller de actuación y a partir de ahí inicié.
   Si no me hubiera metido a la danza me hubiera quedado actuando, creo yo, no lo sé. Igual y seguiría aquí en Morelia y habría hecho una carrera… Medicina o algo así.

Bailar, bailar y bailar
El camino artístico de Adonai Luna inició aquí en Morelia, en el Centro Proballet de Michoacán y de ahí siguió la Ciudad de México para luego irse a probar suerte en España y finalmente en Alemania, país al que llegó sin hablar el idioma ni conocer a nadie. Y a pesar del shock cultural que significó el arribo al país de los káiser tuvo suerte y pudo dedicarse desde el inicio a lo que quería. “Otras cosas además de bailar, nada, solamente bailar, bailar y bailar”.
   Comentó que en España estuvo estudiando y trabajando en dos escuelas. “Estuve haciendo de todo para poder vivir  y tuve también la suerte de trabajar con personas muy buenas en el mundo de la danza.
   “Después  me fui a Alemania. Llegué a Berlín, estuve en una escuela estatal que es muy buena, con técnica rusa —que era muy agresiva para mi cuerpo pero que era muy buena— y ya de ahí me puse a hacer audiciones. Tuve suerte de encontrar trabajo casi de inmediato. En el primer teatro estuve cuatro años, en el segundo estuve un año, en el tercero otro año, y en el último (Landestheater Detmold) siete años.
   “En ese tuve oportunidad de ser el asistente del director, de convertirme en balletmaster y de hacer coreografía y también hacía coreografía para otros teatros, para musicales, por ejemplo”.
   Entre las coreografías creadas por Adonai Luna están: Von Liebe zu Vergessenheit, Mozart Requiem, Situations y Love songs, pero ha participado en montajes tanto contemporáneos como clásicos.
   “Las dos me gustan, pero las producciones contemporáneas me gustaban más porque eran papeles que estaban hechos para ti, de acuerdo a tus aptitudes y obviamente te trabajaban un montón la cuestión interpretativa y esos son los roles que más me gustaban”.

—Llegar a Alemania debió ser un shock fuerte, ¿qué le resultó más difícil superar para integrarse? ¿el clima, el idioma, el carácter de los alemanes?
Cuando llegué a Alemania todo me parecía muy agresivo. El idioma me parecía muy agresivo, yo sentía como que todo mundo me veía como ‘patito feo’ y no, lo que pasa es que los alemanes son así, muy reservados y son muy difíciles de abrirse, pero ya cuando se abren puedes tener buenos amigos en realidad. Es duro.
   El clima no me gustaba nada, me fui en invierno. Al principio veía la nieve por primera vez y dices ‘qué bonito’, pero ya estar ahí es agobiante. El verano es increíble porque no hace tanto calor y la naturaleza está increíble, se lo pasa uno muy bien, hay luz del Sol por muchas horas, está muy bien. Los shocks fueron por la frialdad de los alemanes, esa forma de ser un poco cerrados y el idioma que me parecía fuerte.

   Sin embargo no todo fue difícil, hay cosas de Alemania que a Adonai le gustan, como el hecho de que todo funciona como debe ser.
   “Puedes confiar en la gente. Habrá corrupción pero no hay tanta comparado con México. Sabes que tienes seguridad por todo. En Alemania tienes que tener seguro para todo. Como conductor, en tu casa, si se te cae la computadora y se te rompe… es un buen país para vivir”.

—¿Ahora que regresó, qué diferencias en el ámbito artístico y cultural percibe?
Alemania es un país con cultura. Cada ciudad, por pequeña que sea, tiene un teatro o dos, o tiene compañías independientes que hacen cosas, entonces la gente está muy interesada por el teatro, la gente adora el teatro, van a conciertos, apoyan, les encanta el teatro, les encanta la danza, les encanta la actuación, les encantan los musicales… la ópera les encanta, entonces es una cultura un poquito diferente en ese sentido.  Si la traducimos a México la pasión por la televisión y la pasión por el futbol, por ejemplo, se transmitiría a la pasión por la cultura que hay en Alemania. Obviamente allá también hay la pasión por el futbol y la cerveza, pero siempre está incluida la cultura y es bueno porque siempre teníamos funciones para escuelas y los niños estaban encantados.
   Se hacen también días especiales en los que los niños van al teatro y ven cómo funciona, entonces desde pequeñitos están metiéndose en el tema y les encanta. Puedes hablar con personas mayores y conocen de ópera y de ballet, es bonito, aquí lamentablemente no hay eso.

—¿Qué tan alemanizado está y qué tanto pudo mexicanizar su entorno?
Estoy muy alemanizado (risas), de hecho soy alemán, ya tengo la nacionalidad. Sí estoy muy alemanizado.
   Cuando las personas no hacen su trabajo con eficiencia eso me pone mal. Los bailarines somos muy perfeccionistas y estamos todo el tiempo tratando de hacer lo mejor que podamos en todo lo que hacemos, y ese tipo de comportamiento —que es de los bailarines en general— me hace ser muy alemán porque me gusta que las cosas funcionen y cuando vengo a México y veo cosas que no funcionan, trámites pequeños y cosas que son superfáciles de hacer y que la gente no las hace, me pone un poco de nervios. Eso sería muy alemán. Los alemanes son muy criticones de las cosas que no funcionan. Esa sería mi parte alemana.
   Y lo que yo pude poner allá en plan mexicano fue la cocina. Alguna vez reuní a mis amigos para cocinar algo mexicano o nos poníamos a ver alguna película o les mostraba libros de turismo de Morelia o de México en general. Quería demostrar de dónde provenía, no solamente las cosas más bonitas, también quería que se dieran cuenta de la situación de pobreza y cómo está dividida la pobreza y riqueza, eso para ellos es muy fuerte porque allá no hay esas diferencias tan drásticas como acá.
   No es que vaya con mi banderita de México para todos lados pero claro que estoy orgulloso de ser mexicano y cuando podía hablaba de mi país.

Ampliar la visión
Superada la rara ensalada de la comida —que además del huevo cocido incluía queso amarillo a medio cortar y algunos trozos de pechuga de pollo— Adonai Luna ordenó un café con leche y dio un largo sorbo antes de responder  a la pregunta de si considera necesario irse a otras latitudes para ampliar la visión y enriquecer lo que se quiera hacer.
   “Totalmente. Es necesario y recomendable, ese es mi punto de vista. Tienes que ver otras cosas, tienes que salir, ver, absorber, y si tienes la suerte de trabajar con otras personas y ver cómo es el trabajo real, que no es nada fácil —aquí tampoco lo es—, es muy importante. Es básico salir si se tiene la oportunidad de hacerlo.
   “Esto enriquecería y subiría el nivel cultural e intelectual de México y la cuestión educativa también. Hay mucha gente que se va y hace cosas. Si la gente lo puede hacer que no lo piense dos veces”.

No hay regreso
Aunque en sus inicios Luna bailó en una peña artística aquí en Morelia y tuvo oportunidad de participar en una producción de El cascanueces presentada en el Teatro Morelos, presentarse en su ciudad natal no es algo que sienta como necesario.
   “No lo sé. Yo quería ya dejar el escenario, mi carrera dancística, quería dejarlo en una producción que yo dijera ‘esta es la mía y de aquí ya, es todo’. Creo que si algo pasara aquí en Morelia, para bailar tendría que ser algo que yo sintiera que me va a llenar mucho artísticamente.
   Está la cuestión familiar, a mi madre y a mis amigos les encantaría verme bailar pero no sé, sonará raro pero  no tengo la necesidad de bailar aquí en Morelia, ni en México, si me dicen ‘Bellas Artes’, no tengo esa ambición, es raro.

—¿Qué fue lo último que bailó?
En el Landestheater Detmold lo último que bailé fue un ballet que se llamó Quijote, con eso cerré mi carrera en el teatro. Era una versión moderna, se bailaba en puntas también pero era más moderna, no era la historia de amor sino la historia de don Quijote y Sancho Panza y era todo dentro de una cárcel, no era la historia del ballet clásico. Eso fue en el teatro en el que tenía mi contrato.

   Además de lo anterior Luna interpretó otra historia de origen español antes de volver a México: Carmen.
   “Fue con un coreógrafo español, Daniel Morales. Fue una producción bonita, él es un compañero mío, fuimos bailarines en la misma compañía y está trabajando ahora como coreógrafo en Austria. Me invitó cuando supo que yo ya iba a dejar el escenario, me dijo ‘tienes que bailar esta producción conmigo’. Estuvimos un mes trabajando en Granada, para absorber la pasión de Carmen.
   “Hice dos papeles ‘El tuerto’, que era el esposo de Carmen y un soldado, que era amante de Carmen. Era un papel pequeño pero salía y no paraba, eran 30 minutos de bailar sin parar hasta que me mataban. Era muy bueno porque interpretativamente era un rol muy fuerte y artísticamente muy demandante y también técnicamente. Me encantó. Dije ‘con este me voy con un buen sabor de boca’. Estoy satisfecho.
   “Para bailar algo nuevamente y que sea algo que no me guste… prefiero dejarlo así y quedarme tranquilo y satisfecho con lo que ya hice. Pero siempre puede pasar que alguien te ofrezca algún proyecto pero de momento no tengo ningún interés”.

—Va iniciando su año sabático pero, en este punto, ¿hacia dónde se dirige más?
No lo sé. Tengo un año para pensar, para enfocarme en algo nuevo. Me encanta la danza y es algo que no puedo dejar del todo. Me encantaría, si se pudiera, trabajar en un conservatorio de danza, me encantaría. Seguir en el mundo de la danza en una escuela en la que puedes tener a niños desde pequeños que hagan, al mismo tiempo que la primaria, secundaria y preparatoria, una carrera dancística.
   Y si no es el camino dancístico no sé, dar clases como invitado en otras compañías, tengo invitaciones en tres compañías en Alemania. En verano estaré dando clases, después en Austria, en España y aquí en México tengo proyectos para dar clases en el Distrito Federal y aquí en Morelia en algunas escuelas. Dar clases privadas, y lo otro que me gustaría sería estudiar algo, fisioterapia tal vez, porque también soy instructor de pilates. Arquitectura me encantaría pero ya no me va a dar el ‘coco’ (risas), estudiar me gustaría, hay que trabajar el ‘coco’ también.

—¿Sus zapatillas de ballet siempre están a la mano?
Sí, en mi habitación y en mi mochila. A cualquier hora me las pongo otra vez…

¿Quién es él?
Estudios: Centro Proballet de Michoacán; con los profesores Leticia Dávalos y Luis Maya; Jazz Up Studio de Morelia; con Eli Solís y Jorge Cerecero; Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea perteneciente al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) en la Ciudad de México; Centro de Arte y Ballet, en Tecamachalco, en la Ciudad de México; Escuela Mayor de Danza, Ballet Clásico de Madrid en Madrid, España; Juan Carlos Santamaría, Compañía de Danza, Madrid, España; Staatliche Ballettschule und Schule für Artistik, Berlín, Alemania
Teatros donde ha trabajado: Theater Greifswald, Ballett Vorpommern (cuerpo de baile y solista); Theater Norhausen (solista); Mecklenbursgisches Staatstheater Schwerin (solista y principal); Landestheater Detmold (principal, bailarín invitado, coreógrafo, asistente de dirección y ballettmaster)
Reconocimientos: Premio como Mejor Bailarín del Teatro Estatal de Detmold, otorgado por la crítica especializada (julio de 2011)
Coreografías: Von Liebe zu Vergessenheit; Mozart Requiem; Situations y Love songs 









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