Los 80 de Mario Vargas Llosa
80 y el resto
Bien podría decirse que este es el primer día del resto
de su vida. Es una frase hecha y trillada, sí, pero aplica a Mario Vargas
Llosa, quien ayer cumplió 80 años de edad. Y sí, también es cierto que eso de
‘el primer día del resto de su vida’ suena a fatalismo, sin embargo el resto
podrían ser otros 20 años y quizás seis novelas más, si consideramos que en las
últimas tres se ha tomado un trienio para completarlas y publicarlas.
Son hoy ocho décadas y un día de vida para un autor que
no pasa desapercibido nunca. Ni en la literatura ni en la vida.
Cuando lo leí por primera vez fue en la universidad, el
típico proyecto en el que tenías que elegir un libro para reseñarlo al final
del semestre. El mío fue La fiesta del chivo, una historia terrible como solo
Latinoamérica las puede dar. Ahí, entre folios llenos de abusos dictatoriales,
traumas infantiles y perdones sin otorgar, me encontré con un contador de
historias que me mantenía al filo de la página y que también me dio pie para
indagar sobre Rafael Leónidas Trujillo y las barbaridades de su régimen.
Después vino para mí un libro muy anterior: Pantaleón y
las visitadoras, de 1973, en el que la sexualidad —al igual que en el antes
mencionado—, es el motor de un proyecto absurdo y a la vez viable para contener
las urgencias de los soldados peruanos destacados en zonas selváticas. Así como
en La fiesta del chivo —lanzado, dicho sea de paso, en el año 2000—, el hado
funesto se extiende sobre sus protagonistas y culmina en una especie de derrota
llena de ensoñaciones y nostalgia.
En 2013, tres años después de El sueño del celta, Vargas
Llosa publicó El héroe discreto, una novela en la que se reencuentra, según
dijo en la presentación del tomo en la Feria Internacional del Libro (FIL) de
Guadalajara en 2013, con un Perú diferente al que dejó cuando se mudó a España
y en el que, además, incorpora elementos actuales como los blogs de noticias y
hasta menciona un DVD de Justin Bieber, influido quizás por alguna de sus cinco
nietas.
Ahora, tres años después, acaba de publicar Cinco
esquinas (Alfaguara), pero la noticia escandalosa surgió hace unos meses cuando
dio a conocer que luego de 50 años de matrimonio con Patricia Llosa, su prima,
se divorciaba para vivir un romance con Isabel Preysler.
La crítica literaria lo ha tratado consistentemente bien,
prueba de ello son los numerosos premios recibidos como el Biblioteca Breve, en
1962; el Asturias de las Letras, en 1986; el Planeta, en 1993 y, por supuesto,
el Nobel en 2010. Sin embargo, la llamada ‘prensa del corazón’ no fue tan
benevolente y se armó el escándalo cuando a mitad del año pasado se publicaron
las primeras fotos con su nueva pareja. El autor respondió en su columna Piedra
de toque y pidió respeto a su vida privada. Algo un tanto difícil para quien,
ya sea por su vida amorosa o por su carrera literaria, causa tumultos donde se
pare.
Lo vi en persona en 2013 durante la FIL de Guadalajara,
llegó tarde al acto inaugural, una silla vacía lo esperaba en el estrado por lo
que decidió avanzar directamente hasta ella. El salón se quedó en silencio unos
instantes y después empezó a sonar un aplauso espontáneo que antecedió a la
presentación que realizó el maestro de ceremonias.
Cuando habló con la prensa sobre su entonces más reciente
novela, El héroe discreto (Alfaguara), ocurrió algo similar. El pequeño salón
se quedó unos momentos en silencio, a la espera de que tomara asiento, para
luego dar paso a las preguntas y a sus extensas respuestas. La indicación de
sus editores fue que los cuestionamientos se centraran en su obra literaria
únicamente pero la política se coló. Candidato presidencial en 1990, Vargas
Llosa perdió frente a Alberto Fujimori, quien encabezó un régimen abusivo que
ahora aparece en su nueva novela.
La nueva aventura
“La idea de esta novela comenzó con una imagen de dos
señoras amigas que de pronto una noche, de una manera impensada para ambas,
viven una situación erótica. Luego se fue convirtiendo en una historia
policial, casi un thriller, y el thriller se fue transformando en una especie
de mural de la sociedad peruana en los últimos meses o semanas de la dictadura
de Fujimori y Montesinos”, señaló Vargas Llosa en declaraciones que reproduce
el sitio web de Alfaguara.
“Me gustó la idea de que la historia se llamase Cinco
esquinas como un barrio que, de alguna manera, es emblemático de Lima, de Perú
y también de la época en la que está situada la historia.
“Si hay un tema que permea, que impregna toda la
historia, es el periodismo, el periodismo amarillo. La dictadura de Fujimori
utilizó el periodismo amarillo, el periodismo de escándalo, como un arma
política para desprestigiar y aniquilar moralmente a todos sus adversarios. Al
mismo tiempo, también está la otra cara, cómo el periodismo, que puede ser algo
vil y sucio, puede convertirse de pronto en un instrumento de liberación, de
defensa moral y cívica de una sociedad. Esas dos caras del periodismo son uno
de los temas centrales de Cinco esquinas”.
El autor sabe sobre guerra mediática, la vivió durante su
campaña presidencial. Fujimori, el opositor, se centró en la vida amorosa poco
convencional de Vargas Llosa: Primero se casó a los 19 años con Julia Urquidi,
su tía política, para luego de ocho años de matrimonio divorciarse y así unirse
a su prima Patricia Llosa. Ahora, más de 20 años después de esos ataques, el
escándalo continuó con la llegada de Isabel Preysler quien, quizás, será su
tercera esposa.
De su relación con Urquidi resultó, en 1977, la novela
titulada La tía Julia y el escribidor, en la que habla de ese primer matrimonio
y de su vocación como escritor, un tema que tocó en su discurso —disponible en
www.nobelprize.org—, durante el banquete, luego de recibir el Premio Nobel de
Literatura.
“Soy un contador de historias y, por lo tanto, antes de
proponerles un brindis, voy a contarles una historia”, dijo esa noche del 10 de
diciembre de 2010. “Érase una vez un niño que a los cinco años aprendió a leer.
Eso le cambió la vida. Gracias a los libros de aventuras que leía, descubrió
una manera de escapar de la pobre casa, del pobre país y de la pobre realidad
en que vivía, y de trasladarse a lugares maravillosos, espléndidos, con seres
bellísimos y cosas sorprendentes donde cada día, cada noche, significaba una
manera más intensa, aventurera y novedosa de gozar.
“Gozaba tanto leyendo historias que, un día, este niño,
que ya era un joven, se dedicó también a inventarlas y escribirlas. Lo hacía
con dificultad pero, al mismo tiempo, con felicidad y gozando cuando escribía
tanto como cuando leía.
“Sin embargo, el personaje de mi historia era muy
consciente de que una cosa era el mundo de la realidad y otra, muy distinta, el
mundo del sueño y la literatura y que este último solo existía cuando él leía y
escribía. El resto del tiempo, se eclipsaba.
“Hasta que en un amanecer neoyorquino el protagonista de
mi cuento recibió una sorpresiva llamada en la que un señor de apellido
impronunciable le anunció que había recibido un premio y que tendría que ir a
recibirlo a una ciudad llamada Estocolmo, capital de un país llamado Suecia.
“Mi personaje comenzó entonces, maravillado, a vivir, en
la vida real, una de esas experiencias que, hasta entonces, solo existían para
él en el dominio ideal e irreal de la literatura. Se sintió de pronto como
debió sentirse el mendigo cuando fue confundido con el príncipe en la novela de
Mark Twain. Todavía sigue allí, desconcertado, sin saber si sueña o está
despierto, si aquello que vive lo vive de verdad o de mentiras, si esto que le
pasa es la vida o es la literatura, porque los límites entre ambas parecen
haberse eclipsado por completo.
“Queridos amigos, ahora ya puedo proponerles el brindis
prometido. Brindemos por Suecia, este curioso país que parece haber conseguido,
para ciertos privilegiados, el milagro de que la vida sea literatura y la
literatura vida”.
En la obra de Vargas Llosa las palabras se unen para
contar historias llenas de dolor, de amor, de ira, de abusos, de sexo, de
violencia, de ingratitud... en resumen: De vida.
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