Reseña del libro La hora mala
Cuando dan las tres
Con la obra de Luis Panini nunca se sabe. Podría decirse
que su carrera literaria inició formalmente en 2008 cuando obtuvo el Premio
Nuevo León de Literatura y, en menos de 10 años, ha recorrido con sus
colecciones de cuentos y con sus novelas, principalmente, una amplia gama de
caminos narrativos. Por eso no es de extrañar que La hora mala (Tusquets), su
tercera novela, transite por una vía en la que se encuentran el absurdo, el
humor y el horror.
El joven escritor nacido en Monterrey pero radicado en
Los Ángeles, California, entrega al lector una obra breve y contundente que
desconcierta al inicio, pero que gradualmente se desdobla para, como una hidra,
exponer el horror de sus múltiples cabezas.
¿Qué de malo puede pasar a las tres de la tarde? Ese
momento intermedio entre la comida, una hora antes, y el regreso a las labores
—si es que trabaja en una oficina— 60 minutos después, casi siempre es anodino,
pero en una fracción de segundo puede tornarse en un verdadero infierno. A los
personajes de La hora mala el cambio les cae del cielo. Un accidentado, suicida
o víctima de asesinato, no se sabe, con el cráneo abierto, yace con la mitad
del cuerpo en la calle y la otra sobre la banqueta. ¿Qué hacer cuando algo tan
inesperado rompe con la tranquilidad de la rutina? ¡Qué falta de consideración
para los planes que ya se tenían! Alguna providencia deberá tomarse para que el
día continúe sin mayores sobresaltos.
La caída
Al horror inicial le va ganando la indiferencia y la
urgencia de que todo regrese a la “normalidad” para continuar con lo que se
estaba haciendo. A las tres de la tarde en punto un grito rompe con esa
“normalidad” y remata con un ruido amortiguado que recuerda a una sandía
estampada contra el piso, solo que lo se encuentra al buscar la fuente del
sonido no es el jugoso corazón de una fruta, sino el sangrante interior de un
cráneo partido.
Un hombre aprovecha la tranquila soledad de su hogar para
disfrutar de una película porno. Ahí en la pantalla se le presenta uno de los
actos con más vida que se pueden imaginar cuando, repentinamente, afuera de su
casa la muerte, o casi, se le manifiesta. Ese inquilino del edificio es quien
descubre al joven tirado en la calle. Lleno de sangre y maltrecho, sufrió un
accidente o tal vez decidió suicidarse, no lo sabe. Lo importante es llamar a
una ambulancia, solo que su teléfono no funciona. A su desesperación reacciona
un peatón quien ve la escena con extrañeza y tras corroborar que,
efectivamente, el muerto aún no muere, indica, categórico, que como está en su
hora de comida decidió dejar su celular en el coche. Así, poco a poco, conforme
avanzan los minutos que separan a las tres de las cuatro de la tarde, una
multitud fluctuante se reúne en torno al casi cadáver de ese que dio un traspié
o que quizás eligió dar por terminada su estancia en la vida. Casi ninguno de
los presentes tiene como prioridad llamar a los paramédicos.
Por si todo lo anterior no fuera lo suficientemente
complicado, al corrillo se integra un mago callejero —con chistera, palomas y
conejos—, que aparece y desaparece a su antojo entre una nube de polvo blanco
que huele a azufre. El recién llegado intenta hablar con los congregados pero,
fingiendo que su atención está puesta sin reservas en el herido, deciden
ignorarlo aunque se darán cuenta de que sus comentarios no los dejarán
indemnes. ¿Será ese taumaturgo quien conozca la verdad? Tal vez entre un pase
mágico y el siguiente devele si el casi cadáver es el de un pobre accidentado o
la muestra viviente, a duras penas, de que el karma se las cobra y bien
cobradas.
Carrera contra el tiempo
Luis Panini regala al lector una novela vertiginosa y
llena de humor macabro que, a la vez que entretiene y divierte, permite
reflexionar sobre las prioridades que nos rigen.
La hora mala es difícil de catalogar en alguno de los
casilleros que integran al género, baste decir que se trata de un producto
literario muy bien logrado que da muestra de la maestría que alcanza el autor
libro tras libro.
En esta publicación, la segunda con Tusquets luego de El
uranista (2014) —en la que retrata un fin de semana de un anciano pederasta—,
Panini narra en tiempo real. Mientras los indolentes personajes que pueblan las
páginas rodean al casi muerto y lanzan conjeturas sobre quién es o qué lo
orilló a lanzarse al vacío o qué estaría haciendo en la azotea del edificio cuando
se tropezó y cayó, el lector atestigua el paso de los minutos: A las tres de la
tarde está el asombro; a las tres con quince ya se pidió una ambulancia; a las
tres y media se sugiere lo oportuno que, quizás, sería rociar al moribundo con
agua bendita y a las cuatro de la tarde los paramédicos aún no llegan.
Con gran habilidad el joven escritor extiende esa hora,
la mala, la peor, y la desmenuza en 168 páginas en las que del asombro se pasa
a la indiferencia, luego a la recriminación y finalmente a la condena. La hora
mala se lee rapidísimo por lo que cuando caiga en cuenta de ello, quien
atestigua la historia a través de los folios, ya estará listo para, junto con
los personajes, blandir las antorchas y ajustar cuentas con ese que —según
las últimas noticias— de víctima no tiene nada.
Un cuerpo en una mala pose y con el cráneo partido
resulta una imagen horrorosa que, sin embargo, queda matizada con el ya
mencionado humor macabro del que echa mano Panini. Otro elemento que ayuda a
aligerar el horror descrito es un par de pies de página que se utilizan casi al
inicio, así como un breve diálogo entre el narrador omnisciente y el propio
autor. Ese guiño a la metaficción permite recordar y evidenciar que lo que se
lee no es una historia real. Un recurso que no es del gusto de todos los
lectores, pero que en este caso se justifica y agradece.
Antes de que den las tres y el inquilino del edificio vea
interrumpida su función privada de cine porno existe un epígrafe tomado de La
náusea de Jean-Paul Sartre que dice: “Las tres. Las tres, siempre es demasiado
tarde o demasiado temprano para lo que uno quiere hacer. Momento absurdo de la
tarde”. La obra de Panini se inscribe en ese absurdo: El de la religión a ‘raja
tabla’, el de la comodidad de la rutina, el de la prioridad del tiempo aire en
el celular, el de la toma de decisiones en grupo que va en contra de todo lo
que creemos como individuos.
Para leer no hay hora mala, ¿Por qué no empieza ahora?
Para leer no hay hora mala, ¿Por qué no empieza ahora?
Foto: Tomada de www.planetadelibros.com
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