Entrevista con Juana Inés Dehesa

Juana Inés, la respondona

Juana Inés Dehesa lo tiene claro: Su tono es el humor y las mujeres que pueblan su escritora son, así como ella, respondonas. Ávida lectora desde pequeña, al fin hija de German Dehesa, su rumbo quedó marcado cuando un ejemplar de Mujercitas llegó a sus manos. Dicen que infancia es destino y ella lo cumplió. Así como Jo, heroína de Louisa May Alcott, decidió que quizás lo tradicionalmente esperado de una mujer no sería lo que ella daría, en cambio, la literatura nacional se ha beneficiado de ello.
   La más reciente publicación de Dehesa, Socorro (pero me dicen Coco) (Oceano) es una divertida novela en la que Coco, su protagonista, debe romper con los atavismos de su origen y su pasado en pos de su verdadera pasión en la vida. Originaria de Querétaro, emigra a la Ciudad de México para buscar abrirse camino en la industria de la moda pero su novio no tiene la misma idea y está convencido de que una vez casados regresarán a su ciudad natal para, como se espera, iniciar una vida y familia feliz. Los planes tan disímiles de ambos colisionarán sin remedio cuando el anillo de compromiso sea entregado. A partir de ese momento, Coco se sentirá al borde de un abismo perseguida por la tradición, los convencionalismos, un jefe insufrible y una amiga que quizás termine por despeñarla.
   La necesidad de encontrar un camino diferente ya fue abordado por la autora mexicana en el ensayo Treintona, soltera y fantástica (Oceano), pero ahora recurre a la narrativa para abordarlo. Sobre el proceso de creación de esta hilarante historia, Dehesa habló en entrevista para PROVINCIA.

—Se detona todo cuando le dan el anillo de compromiso a Coco y, pese a la cantidad de divorcios, el matrimonio parece ser aún el motor para muchas mujeres mexicanas…
Yo creo que sí, yo creo que seguimos pensando en un dedo vacío como en un fracaso. Creo que habremos pasado por ahí cuando hablamos de Treintona, soltera y fantástica: Esta idea de que la mujer que está casada, que tiene una pareja, vale más e hizo algo mejor en la vida, hizo algo bien, que la otra que no está casada o que no tiene una pareja estable, no hizo. Y yo creo que de ahí va, desde chicas nos educan a que sí, la carrera está muy bien, sí, hay que procurar fomentar y cultivar diferentes áreas de la vida y de los intereses personales pero eso no sirve para nada si no nos casamos, si no tenemos hijos, si no conseguimos ese objetivo último de la vida de las mujeres que es el matrimonio y la maternidad y en torno a eso ideamos toda nuestra vida.
   “¿Cómo vas a estudiar medicina? ¡Son tantos años! Fulano no te va a esperar. No, ¿Cómo ese trabajo?, ¿cómo vas a trabajar?” Acabo de saber de una maestra de kínder que se fue de su trabajo, que hacía muy bien, porque ahí no iba a conocer nunca a un hombre. Ese es el objetivo último y el centro en torno al cual gira nuestra vida. Los juegos del hambre es una broma comparado con lo que se organiza en su cabeza una mujer soltera.

—En el caso de Coco tiene el dilema entre  el trabajo que le gusta y lo que su familia querría, ¿cree que el dilema es real generalmente o solo hace como que se tiene para no sentirse mal?
   Yo creo que sí es real, sobre todo para ciertas mujeres, te iba a decir que algunas nunca nos lo hemos planteado pero por supuesto que sí. En mi caso de ahí brinca Treintona, soltera y fantástica y Socorro (pero me dicen Coco), de decir: “Es que lo que me plantearon ya me lo sabía”. El dilema es entre trazar el propio camino, el que sea, o seguir perpetuando el camino de nuestro padres o que sí nos salga bien el camino de nuestros padres porque a lo mejor ellos se divorciaron y entonces el discurso de la madre es “que a ti sí te salga bien, tú estás condenada o programada para que a ti sí te salga bien, ese tiene que ser tu destino”. De pronto hay esta compulsión de decir “es que ese camino ya me lo sé, ya sé lo que tengo que hacer, uno tiene hijos con tres años de diferencia, los lleva a tal escuela…” sobre todo en estas sociedades convencionales donde las cosas tienen que ser de cierta forma: Ya sabes a qué escuela van a ir, dónde van a hacer la primera comunión, a qué universidad, qué van a estudiar, con quién se van a casar… Así funcionan las sociedades porque tendemos a conservarnos, es lo que queremos los seres humanos. Cuando de repente te atreves a decir: “Es que no estoy contenta, esto no me gusta”, entonces todo empieza a resquebrajarse la catedral.

—¿Cree que las telenovelas han influido en el establecimiento de esta agenda?
   Me preguntaron a quién vería de actores si se hiciera una película de Coco y al único que tenía clarísimo era Alfredo, al novio, porque ese sí es galán de telenovela y dije: “Alexis Ayala”, cuando Alexis Ayala nos movía alguna hormona a alguna, ya ahorita pobrecito, la vida no lo ha tratado bien.
   Sí, hay esta idea de que el hombre salva. Las telenovelas, por más que quieran darle la vuelta, están armadas sobre el discurso de que los hombres vienen a salvar a las mujeres y de que si no termina en boda no hay final feliz. Ese es el modelo que seguimos perpetuando. Estoy leyendo una novela sobre Singapur que gira en torno a que viene una nueva, que nadie conoce, a llevarse al más guapo y codiciado de  toda la sociedad de Singapur, ¡y la que le arman! Entonces no se preocupen, México no es el único. La idea de que el hombre, la pareja y la vida matrimonial es el último de los objetivos en la vida es, no te diría que universal, pero sí bastante extendida y sí, sí nos han ayudado las telenovelas, las novelas rosas, los cuentos de hadas…

—¿La religión también?
Por supuesto que la religión aparece y sale muy pronto. Hay un personaje que es el padre Chucho, y Pili, que es con la que vive Coco que, nunca se dice, pero es medio monja y aspira como a ser misionera en África, así me la imagino yo, es monja pero como ‘progre’. Sí, la religión dice: “Cásate y ten hijos”, porque es un negocio, quieren más en el club. Y cualquiera, también los judíos, los mormones ni te platico. La religión dice hay que vivir en pareja, no hay que andar soltando niños por el mundo porque quién se ocupa.

   Y aunque la religión está presente Dehesa, dijo, decidió darle un giro al tema desde su perspectiva y usó una anécdota de la vida real.
   “Aparece Coco yendo al catecismo y aparece regañada por el padre Chucho porque cruza la pierna, que es una anécdota real de mi mamá a la que corrieron de doctrina a los 8 años porque cruzaba la pierna, porque era una loca desatada. Sí, no puedes hablar de una familia mexicana tradicional sin pasar por ese momento en el que uno le da una mordida a la tortilla y le dicen ‘el padre no ha bendecido los alimentos’.
   “La religión que nos inculca la culpa, honrar a los padres, hacer lo que ellos te dicen, no hacer mal a nadie, todo eso implica que digas: ‘No voy a mover nada, no voy a hacer olas’, y eso es lo que hace Coco todo el tiempo. Coco va a la despedida de soltera que le hace la suegra, Coco se pasa años y felices días —porque esas son cosas de viejas y porque el novio se va a meter— escogiendo manteles, decidiendo si va a haber pollo con queso Philadelphia o no y todas estas cosas porque es lo que le toca y no se atreve a decir: ‘Perdón pero esto no es lo que yo quiero’. Hasta que sucede lo que sucede”.

—De los personajes de la novela, ¿cuál tiene más de usted?, ¿o fue dejar ‘pedacitos’ de personalidad en cada uno?
Hay mucho. Coco sobre todo, yo creo, porque además responde a un interés personal. Socorro sale de dos intereses distintos: Por un lado mi genuino interés, digamos, profesional por rendirle homenaje a un género que es la chick lit que se conoce muy poco en español —al cual pertenecería Bridget Jones por supuesto como el gran detonador de un género, pero también Shopaholic, todo lo que ha hecho Sophie Kinsella y desde luego lo que hizo Jane Austen porque no entenderías este tipo de literatura sin Orgullo y prejuicio, sin Elizabeth Bennet poniendo un pie en el piso y diciendo “no me importa que seas el más guapo y el que tiene más dinero porque no quiero”—. Orgullo y prejuicio empieza diciendo: “Es bien sabido que todos los hombre solteros en posesión de una fortuna tienen que estar buscando una esposa y por lo tanto todas las mujeres sin fortuna están buscando un esposo” y de ahí arranca el género.
   (Está también) La idea de que sigues el camino trazado por tus padres y por la sociedad o eliges uno propio, que esa sería la gran pregunta. De ahí surge mi interés por escribir Coco pero mi interés personal pasa por: “¿Y entonces si no, qué?, ¿cómo le haces, cómo exorcizas estos fantasmas de la mamá, las tías, los padres? Les estoy haciendo un daño consciente”. Todo eso se juntó.

—¿Así lo vivió personalmente?, ¿o la rebeldía estaba desde el inicio?
No, yo pasé mucho por ese proceso. De alguna forma yo entiendo a Coco como un derivado. Coco se tardó muchos años en escribirse, empecé antes que Treintona, soltera y fantástica, pero como que no tenía muy claro al personaje, no tenía claro qué estaba haciendo, quién era… tenía claro que se dedicaba a la moda y trabajaba en la calle de Izazaga en la Ciudad de México y un montón de cosas pero no sabía qué era lo que le pasaba, cuál era su conflicto, escribí Treintona, soltera y fantástica y al ir por toda la República haciendo la gira y platicando con las treintonas o con las chavas de veintitantos o de 18 que se sentían así, o de 40 o los papás, me fui dando cuenta de que Sonora a Yucatán —como los sombreros Tardán—, el asunto de: “O me consigo un hombre ahorita o ya lo hice todo mal. Necesito un hombre que valide lo que he hecho en mi vida para que digan hizo muchísimas cosas muy raras pero al final lo logró”, vi que no era solo mi problema y luego me di cuenta de que era mi problema y era compartido también.
   Yo también pasé por esos momentos de “bueno, ya, este es de buena familia, es una buena persona, me voy a aburrir un poco pero nunca se va a ir ni me va a dejar con 18 hijos, ni voy  a descubrir que hacía fraudes millonarios”, hasta que dije: “Creo que no”. Conformarte porque es el camino que ya conoces, tomar decisiones desde el miedo, siempre es una mala opción, entonces me aventé al vacío y aquí estoy. Y dije: “Si ya me sé este camino voy a acompañar a Coco a que lo trace también”.

—Su humor está presente en el ensayo y en la novela, ¿es quizás una manera de plantarle cara al “pobrecita, no se casó”?
Un poco sí. De entrada, es el tema que me sale, no hay mucho para dónde. Sí puedo hacer unas cosas muy serias y tal, pero cuando yo me siento a hacer un personaje y contar una historia me gusta más que sea desde ahí, me gusta escribir escenas delirantes como en la que Coco trata de convencer al sobrino de la tamalera de que sea el modelo porque es el único que tiene las caderas suficientemente estrechas para que le quepa el vestido, o a Coco metida debajo de su escritorio porque le tiene miedo al jefe, todas estas cosas me divierte mucho escribirlas y más en ese tono, medio fársico, medio absurdo. Por un lado una heroína que no es capaz de reírse de sí misma no se puede salvar y lo que yo digo es: Coco es una heroína que se salva sola, eso por un lado y por el otro, si lo contara en serio sería una historia desgarradora porque es una historia de ruptura y además de ruptura con las personas que Coco quiere —sí hay un personaje como Ana, la amiga, que los gringos llaman frienemy, esa que nomás está metiendo cuñas, o el jefe espeluznante que es un macho espantoso—, si fuera en serio, lo que está haciendo Coco es darle la espalda a su familia y decirle: “Muchas gracias, con todo el cariño que les tengo, no quiero”. Si no lo cuentas desde el humor, me parece a mí que termina siendo una película con Sara García.

   Lo más divertido fue conformar este universo femenino que o puede ser enormemente divertido, si lo vemos así, o puede ser la casa de Bernarda Alba. Mejor vamos dándole la salida del humor. Yo creo que si algo aprendí en mi familia es que si las cosas no te las tomas tan en serio son más sencillas de resolver, pesan menos.

—¿Ese tono de humor es genético?, ¿herencia de su padre?
Es que así es el tono de mi casa. De mi papá, de mi mamá, de mis hermanos… todo es así todo el tiempo. Y sí, hay este tono, supongo que cada familia tiene su propio registro en el cual interactúa y hay quien le da durísimo al melodrama y hay quien, como nosotros, todo el tiempo se está riendo. Sí, creo que es algo que aprendí, digamos, como parte del oficio que aprendí durante la infancia también está ese tono, así es y uno se divierte.

—Coco decide irse hacia lo incierto pero da el paso y pone tierra de por medio, ¿usted alguna vez lo ha hecho?
Sí, lo hacemos algunos geográficamente y lo hacemos también ideológicamente. La decisión original de llevar mi carrera hacia la literatura infantil fue un poco poner tierra de por medio, decir: “Sí, a mí también me gustan Borges y Cortázar pero prefiero explorar otro terreno que no ha explorado casi nadie”. Eso mi papá lo bloqueaba, decía: “Es que conocí a una persona que es especialista en literatura infantil”, y yo llevaba 10 años en eso.
   Luego me fui dos años y medio a Boston a estudiar la maestría y a escribir. Yo siempre voy cambiando de lugar emocional y de lugar físico también. Entonces sí, de pronto me mudo hacia la edición, de pronto regreso a escribir, de pronto ya estoy ahorita en radio UNAM tratando temas serios. Yo creo que eso ayuda y eso le permite, por ejemplo a Coco, convertirse en alguien más.
   Durante la novela hay metida una relación con este personaje medio misterioso y fantasmal que es Andreu, un cuate que trabaja en España y que se van a ver un día, eso le da oportunidad a Coco de que, aunque sea por medio de la fantasía y el correo electrónico, salirse, salirse del drama, de que ya está peleada con su hermana Lola, la más cercana, y proyectar sus emociones hacia otro lado, hacia España y todo lo que Andreu representa: Lo extraño, lo exótico, lo que no es Querétaro y de ahí ella se va. Después se irá físicamente pero Coco se empieza a ir desde el momento en que escucha los mariachis y se da cuenta de que le están proponiendo matrimonio.

—Ha dicho que lo suyo son las heroínas respondonas y arrojadas, ¿usted es así?
Claro. A ver, me llamo Juana Inés y eso y me marcó mucho, recitaba “Los hombres necios…”, sin entender ni la tercera parte, cuando tenía ocho años, y leía Mujercitas con este personaje de Jo March que nunca se iba a casar y en realidad quería ser niño y por eso hacía que le dijeran Jo y no Josephine, que iba a mantener a su familia con lo que ganara escribiendo y yo decía: Así voy a ser. Además cayeron conmigo las heroínas de los cuentos de Pascuala Corona, que es una cuentista que recuperó cuentos mexicanos y que tiene un cuento maravilloso, así nomás como ejemplo de sus heroínas, en el que termina diciendo: “Y el rey, viendo que con esa niña llevaba siempre las de perder, se casó con ella”. Esa idea de que pude haber otro tipo de mujeres, de que puede haber otro destino, de que el lugar de las mujeres no es el decir que sí a todo y estar metidas en su casa preocupadas por los niños, el súper y la verificación de la camioneta estuvo siempre conmigo. De hecho yo le dedico el libro a dos tías que eran las solteras y las dos son extraordinariamente importantes en el sentido de que hicieron con su vida lo que quisieron, de que asumieron que era posible otro mundo. Una, mi tía Maruca —que ya murió hace un par de años—, y la otra, Margaret, que es la mejor hepatóloga de México y se sigue preparando. Esa idea de que se puede otra cosa siempre estuvo presente en mi vida.

   Dehesa aceptó que sí hubo momentos en los que le dijeron: “Sería deseable que te casaras y tuvieras hijos con un muchacho de buena familia como nosotros”, pero el ejemplo de vida de las mujeres de su familia siempre dejó la posibilidad de algo más. “Me decían ‘haz lo que quieras’, siempre. Gracias a esas tías, se quedó abierta la rendija. Entonces no sé si (soy) heroína pero respondona siempre”.

Treintonas al cine
En entrevista para PROVINCIA la autora mexicana Juana Inés Dehesa comentó que la adaptación fílmica de su ensayo Treintona, soltera y fantástica (Oceano) ya está en proceso.
   “Se va a llamar Buscando a Inés, creo que ya acabaron de filmar, con Bárbara Mori, Jodi Mollá, Héctor Bonilla, que es el papá y Angélica Aragón, la mamá. Creo que en realidad es una historia porque treintona es un ensayo, entonces ellos armaron una historia basada en esto y creo que le está yendo muy bien, ojalá que nos inviten a la premiere”.
   Pese a ser la autora del texto base para el guion de cine dijo que no quiso involucrarse demasiado porque no es su terreno.
   “Me invitaron a un par de juntas, yo los oía hablar y decía: ‘Es que no es mi idioma ni mi forma de entender el libro’. Me quedó muy claro que no era mi terreno, preferí mantenerme fuera, decirles: ‘Muchachos hagan lo que quieran y la historia que quieran hacer, yo ya hice mi parte, ahora pongan la suya’, tomé el dinero y corrí, antes de que lo leyeran con más cuidado y decidieran que no (risas)”.





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