Reseña de la novela Las elegidas

Infierno de boca roja

Es bien conocida la frase de que la realidad supera a la ficción, pero ante un hecho perturbador es la segunda la que permite asimilarlo. Ver fotos sangrientas o conocer historias de abusos de toda índole parece no ser suficiente para conmover a nadie porque, a fuerza de exponerte casi a diario a lo mismo, termina por parecer tolerable e incluso normal.
   Es por lo anterior, además de sus valores estéticos narrativos, que resulta interesante encontrarse con un libro como Las elegidas, publicado por Alfaguara, del escritor mexicano Jorge Volpi. Se trata de un tomo pequeño en extensión, apenas 143 páginas, pero de grandes alcances cuyo universo se desdobló a otras dos manifestaciones artísticas: La música y el cine.
   Volpi, amante de la música y director del Festival Internacional Cervantino (FIC) —y por lo tanto conocedor de las minucias de los espectáculos escénicos—, dota a su novela de una sonoridad poética que permite enfrentarse a la terrible narración que presenta: Mujeres jóvenes llevadas con engaños, o en ocasiones secuestradas, a Estados Unidos con la promesa de un buen trabajo que termina siendo el de prostituirse con otros que, como ellas, esperaban encontrar una vida mejor. El desengaño es mutuo y aunque comparten la situación de ser migrantes se forma un vínculo de abuso, uno más, en el que el que paga —escamoteando algunos dólares de lo que iba a enviar a su esposa o a su madre—, exige un buen servicio de esa que está ahí para complacerlo. Es su desquite, el único posible. Ellos, con el ánimo embravecido; ellas, con la boca roja de asco y de labial.
   Las elegidas para ir, ya sea por voluntad o a la fuerza, a “vender su amor” en los campos californianos se convierten desde su llegada en carne de cañón tanto para clientes como para “empleadores”. Esos que de víctimas de la migración pasaron a ser victimarios de su propia gente. La humanidad está perdida en ambos casos, en ellas porque son vistas como una simple mercancía y en ellos porque la única sensibilidad que les queda es la del gusto por el alcohol y el dinero.
   El libro, señala una nota final, está inspirado en la red de trata de personas que fue descubierta en 2001. Los líderes eran los hermanos Julio, Tomás y Luciano Salazar Juárez, quienes obligaban a jóvenes mexicanas a prostituirse en Tijuana y en San Ysidro, California. Los Salazar Juárez eran originarios de Tenancingo, Tlaxcala, un lugar que, según la creencia popular, desde la época prehispánica se dedica al tráfico de mujeres.
   Todo inicia en Tenancingo, realidad y ficción. A cual más de terrible, a cual más de épica, a cual más de escalofriante, a cual más de infernal.

El génesis
Quizás desde que se hizo la luz, en una especie de fotosíntesis creacional, surgió también la violencia, el encono y las ganas de desquite. Se iluminó todo, pero también se hicieron algunas sombras, espacios perfectos para al acecho de eso que se quería erradicar con un destello. Quizás ese lugar de sombras, uno de ellos, es Tenancingo, Tlaxcala, donde al cobijo de la penumbra se vio que hacer artesanía era bueno, pero no tan lucrativo como el arte del amor de paga para el que sus mujeres, sus ‘Evas’, parecían predestinadas.
   Es ahí que inicia la narración de Las elegidas, en Tenancingo, donde pese a la supuesta facilidad del negocio local no había nada para El Chino ni para su esposa, Salvina. Ellos, junto con primos, hermanos, sobrinos y sobrinas, emprendieron un éxodo moderno en las entrañas de un camión cuya siguiente parada era la tierra prometida, ese país en el que sus billetes, por ser verdes, resultan más fértiles y rendidores. Lástima que el mayor verdor encontrado fue el del campo al que llegaron a trabajar durante muchas horas por poca paga. Lo que El Chino no había notado era que su principal riqueza la llevaba con él: Las mujeres que lo acompañaban.
   Así arranca la historia de El Chino y su séquito. Ellos al mando, ellas al colchón y poco a poco, cada uno desde su trinchera, abrió camino para que el señorío fuera total y a la cama se fueran otras, y no las que a fuerza y fuego eran ahora las patronas. El imperio crecía, uno latino en tierra de ‘gringos’, y había necesidad de traer los tesoros que generarían más riqueza: Las vírgenes de Tenancingo.
   Lástima que el nuevo jefe no fue consciente de que ahí donde su luz iluminaba había sombras. Ese “vámonos a lo oscurito”, donde gemían sus clientes con las mujeres de las que era dueño, era también el lugar ideal para el acecho de quienes podrían disputarle el mando. Si otros han caído, porqué no habría de caer su poderío.

Multivoz
Sabes que estás frente a un libro diferente al encontrarte con pequeñas columnas en lugar de amplios párrafos y cuando al dar vuelta a la página te sorprende una segunda voz narrativa y luego otra y una más.
   Las elegidas, de Jorge Volpi, es una novela distinta que quizás no podría ser de otra manera. La terrible historia que narra en la que el dolor, el sexo y el abuso son la constante, se hubiera convertido en una muy difícil de leer de haberse ceñido a los rigores del género. Si eso que aceptamos como realidad se ve trastocado por la existencia de bandas que trafican con seres humanos, ¿por qué no trastocar los cánones literarios para hacer un experimento?
   Quizás experimental no sea la palabra adecuada para definir el nuevo tomo firmado por Volpi y tocará al lector dar una clasificación si esto es necesario, pero es uno muy distinto y disfrutable en la misma medida porque le pide a quien lo tiene entre las manos a estar atento a lo que se le está contando, atento a que no se le pierda el hilo de la historia en el abismo blanco de la hoja que dejan las angostas columnas de versos y letanías.
   Los 100 fragmentos, divididos en cuatro apartados, que componen a Las elegidas, dan cuenta de varias perspectivas sobre el mismo hecho. En algunos encontramos la narración de los momentos finales del imperio de El Chino, en otros su ascenso, hay algunos que muestran su lealtad a Salvina, pero también su deseo de ser padre que lo lleva a buscar otra mujer. En otros hay un narrador que pide y permite ver otro panorama, el que se presenta al elevarse por el aire, para que, como si los ojos fueran cámaras de cine, se registre el paisaje pero también todo lo que pasa en él. Voces no faltan pero son como un rompecabezas, una vez que tenga todas las piezas tocará al lector armar la historia completa.
   Los versos, los monólogos y las letanías que pueblan las páginas de Las elegidas hacen eco de la poesía épica y permiten visualizar a quien los dice sobre un escenario con un haz de luz encima. Pareciera que, uno a uno, los personajes rinden declaración frente a quien pasa la página para pedirle que mire de frente el horror que existe pero que se olvida fácilmente.
   La estructura de la novela hace referencia a la cinematografía y la música, elementos a los que ha llegado la historia. David Pablos dirigió una película, próxima a estrenarse, titulada Las elegidas, mientras que los compositores Hilda Paredes, Hebert Vásquez, Lei Liang y Arlene Sierra pusieron la sonoridad al libreto de Volpi en la ópera de cámara Cuatro corridos.
   No hay canales ni formas suficientes de narrar esta terrible historia. Quizás la realidad supera a la ficción escénica, fílmica y literaria, pero es justamente su narración en esos medios lo que permite que las elegidas no se conviertan en las olvidadas.


Foto: Tomada de www.megustaleer.com.mx 

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