Entrevista sobre el libro Ars Vocalis México

La ópera en México

Aún hoy el público más amplio en México considera a la ópera como algo que le es totalmente ajeno, como música aburrida que es cantada en quién sabe qué idioma. Sin embargo, no siempre fue así, durante las últimas tres décadas del siglo XIX, tan solo en la Ciudad de México, se hicieron anualmente 120 funciones de ópera, el problema empezó después, el género comenzó a diluirse con otras ofertas lúdicas y ya para el siglo XX y lo que va del XXI las presentaciones no llegan ni a 50.
   Lo anterior lo consigna Érick Alba, musicólogo y periodista, encargado de la investigación y redacción del libro Ars Vocalis México. Trascendencia de la pedagogía vocal en tres siglos, publicado este año luego de la más reciente edición —realizada el mes pasado— del Festival Internacional de Canto y Ópera Ars Vocalis México, encuentro musical que nació en Zamora, en 2011, y que para esta edición cambió su sede a Ciudad Obregón Sonora, tierra natal de Carlos Zapién, tenor, promotor cultural y director de la citada actividad.

   En entrevista para PROVINCIA Alba, comentó que el tomo es un testimonio sobre el desarrollo que ha tenido Ars Vocalis México y aborda también la metodología pedagógica que se utiliza. “Yo propuse añadir a esa temática el aspecto histórico de la ópera específicamente en México”, señaló.
   “El libro aborda desde el siglo XVI, cuando se asientan los españoles en el territorio que ahora es mexicano, y pasando por todos los siglos subsecuentes hasta el XXI. Una de las particularidades que tiene el libro es un cuadro cronológico que es el más completo que existe hasta el momento sobre todas las óperas que se han escrito en México desde la época colonial hasta hoy, este es el más actualizado, no es mío, lo tomé de Mariano del Cueto Ruiz-Funes, pero añadí otras óperas, él lo terminó en los 90, yo añadí las que siguieron”.
   El egresado de la Licenciatura en Música con especialidad en Órgano, por el Conservatorio de Las Rosas, señaló que el libro no intenta ser academicista sino de divulgación y está dirigido a un público que no sabe de ópera. “Yo tengo la intención de que este documento pueda ser consultado en escuelas de nivel medio superior y superior, al mismo tiempo que en conservatorios y escuelas de música, porque se aborda un listado también de los cantantes jóvenes que están en Europa, los mexicanos obviamente”.

Rossini y Antonio Aguilar
Un aspecto que destacó Érick Alba sobre Ars Vocalis México. Trascendencia de la pedagogía vocal en tres siglos es que toma en cuenta una mancuerna que quizás resultaba impensable y hasta escandalosa para los melómanos más acendrados: la ópera y el cine.
   “Por primera vez se toca el cine, específicamente la Época de Oro del Cine Mexicano como una plataforma para la difusión de la ópera a través de la escuela que fundó José Eduardo Pierson en 1910 en la Ciudad de México, un músico sonorense con educación en Europa y Estados Unidos, que después abriría las puertas del cine a cantantes que en ese momento estaban consolidados, como José Mojica, Jorge Negrete y Antonio Aguilar, entre otros; personas que estudiaron ópera pero que surgieron de la academia de Pierson para ir al cine.
   “Se menciona el caso de Concha Michel, una muy buena mezzosoprano que murió en Morelia, de hecho, creadora de la primera escuela de promoción del folclor mexicano en el país. Ella estudió también en la academia de Pierson pero decidió promover el canto tradicional indígena de México, en diferentes lenguas, pero con técnicas operísticas”.

   Este tema, señaló el autor y periodista, lo abordó por la falta de difusión al respecto pero también para ‘picar’ la curiosidad del lector que quizás nunca se hubiera imaginado que Jorge Negrete o Antonio Aguilar cantaban ranchero pero con técnicas de la ópera. 
   “Menciono también a Pedro Infante como el más grande crooner mexicano —que son cantantes con capacidades vocales específicas pero que no tienen una educación técnica— que coincidió con el más grande crooner norteamericano que fue Frank Sinatra y termino el libro con un análisis sobre los procesos pedagógicos implementados a partir de las ultimas décadas del siglo XX con el Festival Arte Escénica en Saltillo, después el surgimiento de Ars Vocalis México en Zamora, en 2011, lo que significa para la ópera a través de su fundador, Carlos Zapién —tenor sonorense con una carrera impresionante en Alemania— y menciono también los alumnos que han salido de Ars Vocalis México en Michoacán, y que hoy tienen presencia en Europa a través de becas que consiguieron con sus maestros bajo el sistema pedagógico de Ars Vocalis”.

—Resulta interesante la relación del cine y la ópera, porque el primero de alguna manera moldeó al México moderno y pese a que debió a la ópera sus más grandes figuras, esta quedó relegada en el gusto del gran público…
Creo que la ópera ya estaba relegada y el elemento cine contribuyó a un acercamiento entre la gran masa y los cantantes con capacitación técnica. Tenemos a Pedro Infante que no tuvo este tipo de estudios, pero tenemos a Jorge Negrete, que sí, entonces esta figura lejana del intérprete mozartiano o verdiano —Jorge Negrete practicaba el bel canto, pero en los escenarios específicos—, cuando entra al cine creo que hay una amalgama entre el gran público y esta técnica.
   Creo que el alejamiento se mantuvo, sin embargo, en cuanto a las temáticas, yo no he visto, por decir, una película mexicana con la temática de una ópera, no he visto La flauta mágica hecha película en México, en Italia sí existe. Creo que esta amalgama pudo haber actualizado a la ópera —me refiero al cine y los cantantes con formación técnica—.
   Cuando los cantantes abordaron géneros populares con técnicas académicas es el surgimiento de Agustín Lara, la canción popular llevada al escenario académico después de pasar por el cine. Lara llegó a Bellas Artes después de estar en cine, que coincide también con el movimiento musical argentino de Astor Piazzolla, son contemporáneos, que es el mismo caso, Piazzolla llevó la música del arrabal al escenario académico después de pasar por el cine. Creo que estas coincidencias nos hablan de una corriente homogénea en Latinoamérica, de llevar lo popular hacia los escenarios académicos pero, claro, con sus particularidades, mientras que el tango argentino llegó al escenario respetado sin cambiar la técnica de sus cantantes; en México la técnica de los cantantes sí influyó mucho en el desarrollo de géneros populares como las baladas y los boleros rancheros. De alguna manera Javier Solís conserva parte de esta técnica vocal que se desplazó hasta nuestros días, aunque yo no lo menciono en el libro, a figuras como Vicente Fernández. La voz bravía pero con impostaciones técnicas.

—Entonces la música popular no es tan popular, tiene su ‘chiste’, su dificultad…
Creo que es una amalgama al final. Digamos que el público no se ha ocupado en analizarlo, dicen ‘me gusta’ o ‘no me gusta’, mucha gente dice que no le gusta Vicente Fernández y hay mucha gente que dice que sí, como lo hay con Javier Solís, que serían, digamos, los dos ejemplos más visibles de la canción ranchera cantada con técnicas operísticas.

—¿No cree que esta amalgama reforzó a la canción popular, le dio técnica y calidad, y diluyó a las producciones operísticas?
Creo que una oferta suplió a la otra. Cuando este boom de la canción popular cantada con técnicas operísticas gustó en el público se acrecentó la demanda, se acrecentó la oferta en demérito de la oferta que ya existía que eran los montajes operísticos como tal. Por ejemplo, una de las óperas michoacanas, que es Tata Vasco, escrita por Bernal Jiménez, se estrenó en los años 40 en Pátzcuaro, se volvió a presentar a principios de los años 50 en Madrid, y no se volvió a presentar sino hasta finales de los años 90 en Morelia; estos 40 años que pasaron entre una presentación y otra nos hablan del enorme desinterés que hay hacia la promoción de la ópera desde el punto de vista institucional.
   Hay óperas actualmente que jamás se han estrenado en México, yo mismo participé en el hallazgo de la que es considerada la primera ópera nacionalista que es Guatimotzin, de Aniceto Ortega, yo hablé con los descendientes del compositor y encontré la partitura que se consideraba perdida. Ahora está en el Conservatorio Nacional pero no se ha vuelto a presentar.
   Hay muchas contradicciones, la ópera está catalogado como el arte más completo porque funde todas las artes, pero así mismo es muy rechazado todavía, sin embargo creo que ejemplos como Arte Escénica, Ars Vocalis, trabajos como el de Carlos Zapién en la promoción sí están rindiendo frutos.

Y a pesar del panorama anteriormente descrito, Alba —director de prensa del Festival Internacional de Canto y Ópera Ars Vocalis México— señaló que durante el siglo XX y lo que va del XXI se han escrito muchas óperas, sin embargo se mantiene vigente la, prácticamente, imposibilidad de presentarlas por lo costoso que resulta.
   “Eso se ha acentuado en las últimas décadas, de hecho se mencionan esos datos estadísticos en el libro, cuántas óperas se hacían en la primera mitad del siglo XX en México y cuántas se hacen actualmente, no estamos haciendo ni 20 por ciento de lo que se hacía antes, en cuanto a número”.

—Este rechazo persistente, ¿tendría que ver con el hecho de que la ópera recuerda a Porfirio Díaz y todo lo que a él remite se desdeña en automático?
Creo que es una visión, en primera, equivocada, y quien la tiene es el sistema partidista. El PAN, con una visión muy conservadora que no incluye —ni el PRI, ni el PRD— la promoción de las artes dentro de sus plataformas públicas.
   Sería muy raro encontrar a un político que tuviera aficiones hacia el arte, y menos hacia la ópera, creo que esa visión equivocada sí existe dentro del sistema partidista y al final sí tiene una repercusión en obstruir la promoción de la ópera y tengo que mencionar que la ópera mexicana es de las más bellas del mundo en cuanto a su contenido estructural y técnico.

—¿Sí hay diferencias importantes?
Sí, claro. Desde Guatimotzin, de Aniceto Ortega, hasta una composición de Alicia en el País de las Maravillas, hay elementos muy característicos de la cultura mexicana que no solamente te recuerdan pasajes específicos de la vida cotidiana mexicana sino que además la manera de cantarlo es también especial. Escuchar a un cantante mexicano, hombre o mujer, es distinto que escuchar a un inglés o a un francés, su técnica es distinta, la voz del mexicano surge más desde el pecho y hay un puente muy útil del pecho hacia los resonadores craneales y faciales que se usan mucho en el canto para dar agudos. El mexicano tiene la capacidad de unir sus resonadores pectorales, faciales y craneales, mientras que el inglés —es una opinión personal—, sí hace un corte, si está cantando con el pecho y después va a cantar con la cabeza, hay un corte drástico. A mí me gusta más el estilo mexicano.

—En años recientes se ha dado un cierto rescate de las obras de Ricardo Castro y de Melesio Morales. Se presentó La leyenda de Rudel en Morelia en diciembre del año pasado, ¿cómo ve estos primeros esfuerzos por retomar a la ópera?
Creo que mientras se siga haciendo de la manera en que se hace será dinero echado a la basura porque si estos esfuerzos se hacen de manera aislada, sin una visión de futuro integrador, son espectáculos esporádicos que realmente no le dejan nada a nadie. Qué bueno que la gente vaya, qué bueno que observe una ópera, que lo disfrute, pero si  lo haces como algo esporádico no sirve.

   Si tú presentas un espectáculo —una ópera en México deberá estar costando alrededor de 1 millón de pesos— pero no la vinculas con otras actividades, simplemente se queda como un bonito recuerdo pero se pierde el aspecto educativo, creo que en ese sentido el gobierno federal y el de Michoacán específicamente han cometido errores de planeación que han salido muy caros, tanto en lo económico como en la inversión humana.
   Creo que ese es el error: no hay una visión de futuro, no hay estrategia, no hay planeación, no hay algo que se quede en México o en Michoacán como un programa operístico de realización continua y de avance sostenido, no lo hay, todavía estamos en la etapa de hacer operitas aquí y allá.

Y además de lo anterior, señaló Alba, pesa también la burocracia. “Acabo de platicar con Ramón Vargas, que es el director artístico de la Dirección Nacional de Ópera y me decía que tiene como objetivo hacer algo constante, pero me dijo que para hacer una ópera en Bellas Artes se tiene que enfrentar a cinco sindicatos, es un problema.
   “Todavía padecemos eso, además del evidente desinterés del sector gubernamental por promover este tipo de actividades porque simplemente los encargados de promoverlo no saben en qué consiste, tenemos legisladores que no conocen esto, tenemos funcionarios en dependencias de desarrollo social, económico, que no están vinculadas al arte y que no entienden el papel reformador del arte y que no les interesa tampoco coadyuvar a través de programas”.

—¿Esta problemática es un fenómeno mundial?, ¿o toca solo a México?
Es mundial pero con particularidades. Una particularidad de los problemas mexicanos es la burocracia, mientras que en los Estados Unidos es la economía. Esto me lo acaba de decir Genaro Méndez en Ciudad Obregón, él es el director actual de la Ópera de Nevada y tiene problemas de promoción por el dinero, y están ensayando otros métodos de financiamiento a través de patrocinios privados, cosa que nosotros hicimos ahora en Ciudad Obregón porque el festival —realizado en abril pasado— nos costó 13 millones de pesos y de las instituciones obtuvimos cuatro, los otros nueve salieron de la iniciativa privada de la ciudad.
   Nos sorprendió mucho la buena postura de apoyar, nos hospedamos todos en hoteles de cadenas internacionales y ellos no pusieron un solo centavo pero los comerciantes locales sí, entonces entre todo, al hacer las cuentas, fueron 13 millones de pesos, el dinero en efectivo que necesitábamos para pagar a los maestros, los gastos de los alumnos —tuvimos 40—, ese dinero sí vino del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), todo lo demás salió de aportaciones privadas, a nosotros nos sorprendió mucho, algo que no vimos en Michoacán y que apenas se empieza a ver en Estados Unidos. En Ciudad Obregón se dio fuerte como una demostración de la conciencia que existe sobre el mejoramiento social que implica el arte.
   Obregón es una zona árida tanto en su ambiente como en la promoción artística y cultural, pero entienden que tener un festival de esa magnitud atraerá inversiones y pacificará  a la ciudad. La gente aportó. Esa inercia rompe un poco la burocracia que existe. Creo que sí está despertando una conciencia en el sector privado.

Los hallazgos
Érick Alba, autor de Ars Vocalis México. Trascendencia de la pedagogía vocal en tres siglos, comentó que aunque por su formación académica y profesional tiene conocimientos sobre el tema, sí hubo hallazgos inesperados durante la investigación y redacción del tomo.
   “Sí hubo hallazgos que no esperaba, como el caso de Genaro Salinas, un tenor tampiqueño de los años 50 que, como hoy, se enfrentó a la burocracia y no pudo entrar al cine, entonces tuvo que desarrollar una carrera a través de la radio y buscando oportunidades se fue a Sudamérica y fue asesinado en Venezuela, en los años 50, debajo de un puente; todo apunta a que fue un conflicto político, en ese momento Venezuela tenía una convulsión política muy fuerte aunque el gobierno dijo que se trató un asalto, cuando quisieron enviar el cuerpo hacia México la familia no tenía dinero y la Asociación Nacional de Actores (ANDA) no apoyó y el cuerpo tuvo que ser llevado a Buenos Aires, donde permaneció hasta los años 90. En ningún momento el gobierno mexicano ni ninguna asociación de artistas pidieron el cuerpo de Genaro Salinas, hasta los años 90 la familia consiguió el dinero para traerlo desde Buenos Aires hasta Tampico. Ese es un caso de la burocracia que existía desde entonces en México.
   “Otro caso interesante”, dijo, “es Concha Michel, que ella, a través de la ópera, rescata el canto indígena. De hecho, ella misma compuso y llevó en estas lenguas el canto mexicano hacia Europa y Rusia principalmente. Ella fue contratada por Rockefeller, durante los últimos años de este, para entrentención del magnate y paradójicamente el dinero que ella ganó con Rockefeller lo usó para promover la política comunista en México, a través del arte, del canto.
   “Son casos que no me esperaba encontrar, me nutrieron mucho, disfruté mucho escribiendo esos casos y algo que sí pensaba hacer desde el inicio era dedicarle un capítulo completo al maestro Francisco Araiza, a quien yo considero el parteaguas de la ópera mexicana en el siglo XX. Hay un antes y después de Francisco Araiza porque él abrió las puertas de Europa a los cantantes mexicanos en la década de los años 70 y revitalizó un género que ya estaba muerto, el lied, la balada alemana del siglo XIX, en los propios países germanos, y hoy el lied es un género obligado en cualquier escenario operístico del mundo y el maestro Araiza sigue siendo la máxima autoridad al respecto. Él es el asesor artístico de Ars Vocalis México”.
   Otro aspecto que encontró Alba en las fuentes documentales a las que acudió fue la censura. “Investigaciones de universidades que señalan la censura en la etapa colonial. Las actrices no podían mostrar sus tobillos porque se consideraba lascivo, entonces en los escenarios se ponían unas tablas para que no se vieran los pies de las actrices y estaban reguladas, debían tener una cierta altura para que no se vieran los pies porque eso provocaba lascivia. Detallitos curiosos de la ópera en México”.


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