Entrevista con Pedro Ángel Palou
El otro Villa
Cuando se habla de Pancho Villa es prácticamente
imposible no recordar la frase de “Pancho Villa con sus dos viejas a la orilla”
y es que, aunque cierta, solo presenta una mínima parte de la compleja
personalidad del icónico revolucionario.
En una entrevista para el diario PROVINCIA, el reconocido
escritor Pedro Ángel Palou habló sobre su más reciente libro No me dejen morir
así (Planeta) que, construido como un monólogo ofrecido desde el más allá, permite ver a
la persona detrás de la figura que construyó la llamada ‘historia de bronce’.
Antes de iniciar la charla le ofrecieron un plato de
botana con frituras como las que se comen a la salida de la primaria, algo que
le causó gracia porque es justo en esos años de formación en los que a todos
nos han inculcado la imagen sesgada de Villa. “Nos lo pintaron borracho”, dijo.
Transformado
Nacido como José Doroteo Arango Arámbula y convertido
luego en Francisco Villa, el gran revolucionario iba más allá de las armas, las
carrilleras y las viejas, algo bien documentado en el tomo publicado por Pedro
Ángel Palou con la editorial Planeta.
“No era el hombre irracional, absolutamente intempestivo
que no pensaba las cosas. Lo que yo quise es, digamos, discernir frente a la
prensa Carrancista —que es la que construye la imagen que todavía se conserva
de Villa— e ir a hacer historia local y ver qué permea hoy en día en Chihuahua,
qué se dice, qué dicen los nietos de gente que vivió la Revolución junto a
Villa y ahora me queda muy claro que Villa —y me da mucho gusto saberlo— nunca
fue un socialista, nunca fue un comunista, era un legalista como Zapata, él
creía ‘no vamos a ser todos iguales pero este país debe tener igualdad de
oportunidades’, y cómo pensaba él que iba a hacerse eso: por la educación.
Villa decía, ‘una vez que esto termine vamos a licenciar
a las tropas, se acaba el Ejército y ese dinero hay que utilizarlo para educar,
para pagarle a los maestros’. No era este macho bragado, digamos, era un hombre
que más bien era propenso a ataques de ternura particularmente con los niños,
no solo con los suyos, que los tuvo y muchos, sino con los ajenos.
—¿Cree que esta ideología que tenía haya influido en su
asesinato?
Yo creo que sí. El se va haciendo poco a poco. Es cierto
que al inicio de la Revolución, en 1910, Villa viene de ser un bandido —es
cierto que viene de ser un robavacas, no hay que negarlo, él viene de ser un
abigero— y se vuelve un maderista consumado, yo creo que ese es su héroe
siempre, incluso poco antes de morir sigue siendo Madero y Madero por una
razón: es un demócrata. ¿Qué hay realmente de similar entre Madero y Villa?
Nada, salvo la zona en la que vivían, pero Madero le da a Villa un ideal
democrático: ‘Sufragio efectivo, no reelección’, aunque parezca tan simple, una
frase que lo convierte en Maderista.
La única foto que tenemos de Villa llorando es en el
entierro de Madero, con un suéter roto, verde olivo, y enjugándose las lágrimas
con un pañuelo por la muerte de su dios. Todavía en ese entonces creo que no es
un estratega militar ni mucho menos, conoce muy bien las montañas, conoce
perfectamente la zona, pero si en ese momento hubiera habido una de las grandes
batallas no gana.
Se le va sumando mucha gente, Pancho Natera, que es un
gran militar, y sobre todo Felipe Ángeles que no solo es un gran militar de
formación sino que Villa estaba convencido de que él (Ángeles) debía ser el
presidente de México. Luego llega John Reed y se le sube al Villismo una
cantidad de gente tan inteligente que un tipo como Villa, que era una esponja,
iba asimilando todo esto y ya lo tenemos en 1923 leyendo La divina comedia,
¿cómo un, prácticamente, analfabeta que no terminó el segundo año de primaria,
está leyendo 13 años después La divina comedia?
(Hubo) Un arco de evolución psicológica de un tipo que va
construyendo esta idea social, no la tiene al principio, es imposible que la
tenga, pero luchando contra tantos poderosos, haciéndole la revolución
primero a Díaz, luego a Pascual Orozco,
luego a Victoriano Huerta, luego a Carranza y Obregón, él va descubriendo
también los grandes males del poder, y cuando logra su Hacienda de Canutillo y
se queda como dijo él, ‘silencito’, se dedica a hacer un experimento social y
un experimento educativo ‘a ver si esto que no pude hacer en el país lo puedo
hacer en este pequeño lugarcito que me han dejado’, y lo logra, la verdad es
que lo logra.
—Mencionó que acudió a la historia local, ¿fue difícil el
proceso?, ¿fue difícil que los descendientes quisieran hablar?
Hay una gran ventaja, dos de las nietas de Villa han
hablado mucho del tema, están formadas en la historia, no es una nieta
cualquiera, de dónde sacas a una nieta de Zapata que tenga estas
características.
Hay mucho documento que se ha ido trayendo a la luz. Hay
mucha gente que hace historia local, en el caso del Zapatismo no hay historia
local, hay etnomusicología local, la gente que ha trabajado, los grupos de
Marciano Silva, etcétera, en el caso de Villa sí hay historia local. Hoy
sabemos, no se sabía incluso en la época de Friedrich Katz, cuánto había ganado
cada uno de los sicarios que lo asesinó, de dónde vino ese dinero que manejó
Melitón Lozoya en 1923, hoy ya sabemos incluso el nombre de las familias de
Parral que pagaron para matarlo, eso cambia mucho la historia pero no en el
sentido de la revelación sino que cambia la perspectiva, de la macrohistoria a
la microhistoria. Entender a Villa desde lo local, a qué responde Villa y a qué
ataca Villa. No se nos olvide que la primera vez que se usó el término
autodefensas en el país fue por los hacendados, se llamaban autodefensas
sociales, en contra de Villa, son de esas cosas que te dejan impresionado.
Y aunque hay muchas fuentes locales no todas pugnan por
presentar a Villa de una manera integral, Palou comentó que hasta 1970 no había
una estatua de Villa en Chihuahua.
“Desde lo local cambia todo. A diferencia de en Morelos
que todo mundo te habla de Zapata, acá te dicen ‘cómo va usted a escribir una
novela sobre ese asesino, yo soy la nieta de una persona que se tuvo que fugar
al paso, la mitad de mi familia no está en México porque se la iba a robar y mi
bisabuela se la llevó’… es una historia totalmente distinta cuando te enfrentas
a lo local”.
—Ese acudir a la microhistoria y la publicación del
libro, ¿puede o debe reescribir o reinventar la historia a nivel macro?
Yo creo que sí debería hacerlo porque yo siempre he
sostenido —y hay alguna gente que lo dice pero no con estas palabras
obviamente— que no se trata de la Revolución Mexicana, yo siempre digo que se
trata de las revoluciones de la Revolución Mexicana y que solo cuando las
entiendes, incluso antitéticamente, te das cuenta de algo que a los historiadores
les costaba mucho entender: ¿Por qué Zapata desconfía de Villa y por qué Villa
desconfía de Zapata? , ¿por qué finalmente en el momento en que Villa debía
haber respondido con lana, y la tenía, se repliega, no le contesta a Zapata? Va
el Dr. Atl como representante de Carranza a pactar una amnistía temporal y
Villa deja que entre Obregón a la Ciudad de México y se acaba el famoso
gobierno convencionalista. Hay una serie de momentos de la historia de México
que no se entienden.
—¿En qué cree que aún se ve la influencia de la figura
‘oficial’ de Villa?
En buena medida es el poder el que ha reproducido la
idea, y esa es la que más queda fija, de un Villa irracional, abrupto, inculto…
y al poder le conviene mucho, el poder es abstracto —no estoy hablando del PRI
ni del PAN— y le conviene mucho que creamos los mexicanos que una persona
humilde, analfabeta, no puede hacer alta política o no puede tener un alto
ideal del país, ¿por qué?, porque entonces a la gente de a pie le queda claro y
se perpetúa esta idea de que la política la tienen que hacer los políticos
profesionales, las ideas las tienen los intelectuales, no las puede tener
alguien así.
Me acuerdo de una frase que decía Zapata, que viene muy
al cuento: ‘yo no creo en los guacamayos —que era como le decía a los
intelectuales—, la política se hace no haciendo política sino cambiando y
transformando la realidad concreta’. Decía Zapata en el caso de él, ‘cambiando
las condiciones del propio campesino y devolviéndole la tierra’, y hay que
decirlo muy claramente devolviéndole, Zapata nunca le dio a nadie un metro de
tierra que no la poseyera previamente, eso de Tierra y libertad no es cierto,
él dijo Justicia y ley en el Plan de Ayala y Villa es muy similar, Villa en
algún momento dice una frase que yo uso incluso para titular un capítulo,
‘Sería magnífico, yo creo, ayudar a México a ser un lugar feliz’.
—¿Cree que el machismo imperante se debe también a la
mala imagen construida de Villa?
Sí, incluso lo vemos bien manejado —pero sigue siendo una
mala figura— en Entre Pancho Villa y una mujer desnuda, la obra de teatro que
después se hizo película, de Sabina Berman, en la que jugando con esta
maravillosa película de Woody Allen, Play it again Sam —donde Allen tiene como
figura del hombre perfecto a Humphrey Bogart de Casa Blanca— Sabina pone a
Villa como el epítome de todo lo mejor que tiene la masculinidad en México: no
solo ser macho, hay que someter a la mujer, hay que hacer la voluntad de uno,
no hay relaciones iguales, son absolutamente asimétricas…
No es gratuito que en lo que yo he ido presentando la
novela cada que hablo de Villa la primera cosa que me dicen es ‘Villa con sus
dos viejas a la orilla’. Zapata es nuestro ‘Che’, para bien y para mal, es una
especie de héroe pop, de camiseta, pero Villa no, Villa es el macho y es una
perpetuación de este símbolo de un México que además no existe, el México
rural, premoderno, que también le conviene al poder.
—La Revolución que se quedó en el poder le dio la espalda
al México rural...
Un historiador norteamericano, Bradford Burns, que
escribió The poverty of progress, dice que las salidas todas fueron para
empobrecer. Así como se comieron a la Independencia, las élites se volvieron a
comer la Revolución Mexicana. Ya para 1925, cuando cercenan la cabeza de Villa,
a mí me interesa la parte simbólica, yo digo que es el momento en que la
Revolución Mexicana se queda sin cabeza, es el proletariado sin cabeza del que
habla después José Revueltas.
El icono desmembrado
Además de todo lo que se sabe, que se cree saberse sobre
Villa, hay otro aspecto importante que rodea a su figura y mito: el
cercenamiento de su cabeza, un acto atroz que aún actualmente no queda del todo
claro. La cabeza sigue perdida. “Yo me quedo con que sí se tuvo que ir a alguna
universidad (en Estados Unidos), no sabemos cuál, en Princeton no está, eso es
claro —ya lo ha comprobado mucha gente, yo mismo—”.
Palou comentó que recientemente se encontró en Santa
Bárbara, California, a Max Parra, uno de los más importantes historiadores del
Villismo y autor del libro Writing Villa’s revolution quien cree que la cabeza
de Villa sí llegó a Estados Unidos pero con otro destino.
“Él cree que probablemente todo lo que yo cuento (en No
me dejen morir así) es exacto, es decir, que se fue al Paso pero a un circo, el
de Phineas Taylor Barnum, que no era un circo cualquiera, era un circo de
monstruos y adefesios, y que seguramente la mandó pedir, mandó pedir el cerebro
para exhibirlo entre las cosas, una especie de preRipley que iba de feria en
feria.
“No tenemos documentación, nunca se recibió, no sabemos
si estuvo ahí, es otra especulación. Lo que es cierto —eso sí está comprobado
desde el punto de vista forense— es que estaban borrachos y le cortaron la
cabeza con un machete, el cercenamiento es absolutamente burdo, incluso no hay
corte bien hecho de la espina dorsal, es una cosa asquerosa la que hicieron
estos dos soldados borrachos, que seguramente se arrepentirían de sus pecados
por toda la vida”.
—¿Qué le diría a quienes hacen los libros de historia de
la Secretaría de Educación Pública?
Primero que la historia es esencia. Ojalá que todos los
niños en primaria amaran a su historia y para amar su historia hay que
reescribirla, hay que desmitificarla y sobre todo hay que contextualizarla.
Los libros de texto gratuito, en los que crecimos todos,
tienen virtudes y tienen defectos, pero su peor defecto es la
descontextualización, son libros de historia, me voy a atrever a decirlo,
ahistóricos. Tenía yo un amigo en la secundaria y un día nos pusimos a
reflexionar qué nos habían contado de la historia de México —dos chavitos
babosos en primero de secundaria diciendo ‘tú qué piensas de la historia’— y
nuestra conclusión es muy gruesa: ‘nos han enseñado que debemos estar felices
de haber perdido siempre’.
La quema de los pies Cuahtémoc, los Niños Héroes —que ni
eran niños ni fueron héroes— la Revolución Mexicana, que la perdieron los
verdaderos revolucionarios, y luego en letritas de oro aparecen igual Carranza
que sus dos grandes enemigos: Villa y Zapata, y la conclusión a la que llegaban
esos dos adolescentes fue: la historia de México es la historia de la derrota
construida como triunfo. Lo puedes ver hasta con la selección mexicana —yo amo
el futbol—: ‘perdimos pero la próxima vez vamos a ser campeones del mundo’. El
propio ‘Piojo’ Herrera lo anda diciendo por todos lados. Qué daño nos hace ese
discurso, viene de la derrota y en lugar de ponernos a cuestionar por qué
perdimos, no, ‘ahora sí, en la siguiente ganamos’.
El 5 de mayo, el famoso 5 de mayo, ganamos el 5 de mayo
pero luego hubo el sitio más largo de la historia, más largo que en Humancia y
finalmente llegó Maximiliano después del sitio de Puebla y se dio la derrota.
La historia de México es la historia de la derrota contada como triunfo,
entonces a los escritores de los libros de texto grauito lo que habría que
decirles es ‘cuenten la verdad y construyan otra épica’.
—Ha escrito sobre varios personajes históricos, ¿se ha
planteado hacer ahora una serie con personajes de la Revolución?
Tengo planeado —he encontrado cosas interesantísimas—
contar la historia, con todos sus matices y lo terrible que es, de Victoriano
Huerta, pero antes de la de Huerta que tengo muy trabajada estoy pensando en un
‘fresco’ de los años 30, ya no un personaje histórico como Villa o Zapata sino
un fresco del último periodo de la historia de México en que hubo una verdadera
unión de ideales entre gobernados y gobernantes: el Cardenismo, cuyo momento
cúspide es irrepetible, que obviamente es la expropiación del petróleo y la
gente de a pie llega con una gallina, con sus joyas a pagar la deuda con el
presidente.
Ahorita ¿qué haríamos?, no vamos a irle a pagar la deuda
a la ‘Gaviota’ para que se quede con la casa y no la tenga que vender. El
Cardenismo es el último momento en la historia de México en el que hay una
empatía profunda. A mí lo que me preocupa mucho de todos estos últimos
gobernantes es que odian a los mexicanos. La señora (Angélica Rivera) se muerde
el labio en el video pero lo que nos está mostrando es un profundo desprecio,
parecido al desprecio del último Fox, o al de todo el sexenio de Calderón, y me
da mucho miedo que quienes nos gobiernan nos desprecien y que crean que no nos
tienen que dar cuentas. En el país de las fosas y las casas deberíamos de tener
claro para quiénes se gobierna y creo que a ellos no les queda claro. A Villa
le quedaba perfectamente claro para quién hacía la Revolución: no para él.
"Los libros de texto gratuito, en los que crecimos todos, tienen virtudes y tienen defectos, pero su peor defecto es la descontextualización, son libros de historia, me voy a atrever a decirlo, ahistóricos", Pedro Ángel Palou
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