Entrevista sobre La corte de los ilusos

La otra historia

De tanto que se lo preguntaron, Rosa Beltrán empezó a cuestionarse a sí misma: ¿De dónde soy? Luego la pregunta derivó en: Como mexicana, ¿qué soy?
   La autora vivía en Estados Unidos, empezaba un posgrado y ante la insistencia de los otros por saber de dónde venía, decidió empezar a escribir la que sería su primera novela en un intento por responderles.
   Esa búsqueda del origen la llevó hasta el punto inicial de la identidad mexicana, momento histórico que está marcado por la incertidumbre y la traición convulsa.
   La corte de los ilusos, novela con la que la autora y académica obtuvo el Premio Planeta-Joaquín Mortiz, es el resultado de esa indagación.
   Las páginas de su libro reconstruyen el Palacio de la Moncada, sede del poder en el primer imperio mexicano que encabezó Agustín de Iturbide, su protagonista oblicuo.
   “Iturbide es una figura incómoda”, dijo Beltrán en entrevista para am. “Desde que investigué su biografia para escribir la novela, me di cuenta de que tenía muchos más detractores que defensores y que la historia, lo que se había propuesto, era borrar o tratar de que pasara desapercibida esta figura.
   “Es incómoda por muchas razones: básicamente porque a pesar de haber sido un gran estratega que conjunta a las tres fuezas que están en oposición en ese momento en el país, y quien consuma la Independencia el 27 de septiembre de 1821, es también alguien que, igual que Napoleón, se pone a sí mismo la corona”.
   Ese acto, señaló la autora, motivado por las voces de quienes rodeaban a Iturbide, propició que a 195 años del hecho, se mantenga como el gran ausente de la historia patria.
   En el momento en que toma la corona, dijo Beltrán, “desoye ya todo lo que tiene que ver con la realidad del país. Se le olvida que está gobernando para un país que se cae a pedazos, para un grupo muy numeroso de gente en pobreza extrema y además de inventar esta corte con todo boato -a imagen y semejanza del imperio del que supuestamente nos estaba independizando-, se dedica a producir y vender títulos nobiliarios, a construir una clase social, que no existía en el país, de supuestos nobles. Y esto es algo que no le va perdonar el país, será también un traidor a la propia Independencia”.

-Se toma como una traición doble: primero a su clase y a su bando y luego a los ideales de la independencia...
Y es algo muy común en nuestros gobiernos. A mí me soprende que la novela La corte de los ilusos, que cumple 21 años, se siga leyendo, que no se haya dejado de imprimir y creo que una de las razones tiene que ver con el hecho de que puede ser leída en clave como el grupo de ilusos que están en el poder en el momento en que se lea la novela.
   Cuando se publicó pensaban que se trataba del Salinato. Después pensaron que hablaba yo de ‘Martita’ Sahagún y así sucesivamente.
   Lo podríamos llevar al presente porque en el momento en que hay una tragedia nacional y surgen los primeros, digamos, escandolosos hechos en torno a los desaparecidos de Ayotzinapa, nuestro presidente y la así llamada primera dama, se van a viajar en un carruaje imperial: el de la reina de Inglaterra.

-Hay una desconexión total de la realidad...
Sí, yo creo que se trata de una suerte de vicio del poder, eso está muy bien representado en una figura como la de Iturbide: los ideales son nobles y lo que hace él, en términos de la gesta, es un trabajo impecable, es un trabajo de conciliación de un gran estratega pero que nunca se asume como estadista. Ni él ni los gobiernos que siguieron después -porque Santa Anna es 11 veces repudiado y 11 veces llamado que tome el poder y se erige en ‘Su alteza serenísima’-, y parece que esa fascinación por convertirse en el poderoso es mucho más grande que la de construir un Estado-nación. (Algo) que va a tomar y que sigue tomando mucho tiempo.

-¿Cree que esto es más de México y Latinoamérica? ¿Será por esta condición de hijos del rapto y la conquista que hay que demostrar, cueste lo que cueste, que se es igual de valioso que los demás?
Es así. La novela fue publicada en América Latina y leída en distintos países como una clave literaria de lo que ocurre en los gobiernos de países que fueron colonizados, lo que dices es exacto.
   Esto vale no sólo para América Latina, vale para África, para todo un proyecto, digamos, ideológico, que tiene que ver con la colonización y que por lo visto toma mucho más que siglos, para poder liberarnos de ella.

-Cuando escribió la novela se preguntó ¿qué es ser mexicano? Hace 21 años que se formuló la pregunta, ¿ya hay respuesta?
(Risas) Yo creo que más bien la respuesta, que fue la novela, sigue siendo la misma: somos esa corte y somos también un país aspiracional que tiene pretensiones que rebasan su realidad y que a veces son ajenas a ella.
   No solamente pregunta o cuestiona la novela ¿quiénes somos? Desde el punto de vista del poderoso y quienes lo rodean, sino también como pueblo, ¿por qué permitimos eso? ¿Por qué estamos inmersos en esa espiral? Somos incapaces de salir de ella.

-¿Cuál es su postura respecto a Agustín de Iturbide?
Quien escribe creo que no trata de encontrar una respuesta única sino de profundizar y de, sin conciliar, consignar todas las distintas visiones que hay sobre un personaje porque un protagonista literario es, por encima de todo, contradicción, es complejidad, no hay en la gran literatura protagonistas que sean sólo negro o sólo blanco.
   Desde el punto de vista humano sucede lo mismo, no se puede hablar de héroes y de villanos como nos han enseñado en los libros de historia. Nadie es sólo bueno o sólo malo, todos tenemos claroscuros, todos tenemos momentos contradictorios y en el caso de Iturbide él es el emblema de estas contradicciones. Para mí, al final, se convierte también en una víctima de su propio deseo, del deseo del poder y del deseo de quienes lo rodean.
Hay un capítulo en el libro en el que descubre que ha perdido toda la fuerza y la credibilidad que tenía y se pregunta quién es y el mismo tiene que contestarse que es nadie.

Las olvidadas
Aunque la novela retrata la génesis del primer imperio mexicano encabezado por Agustín de Iturbide -quien tampoco aparece en la lista oficial de mandatarios nacionales-, su figura en este ejercicio literario se aborda de manera oblicua, como si saliera de las páginas a vivir su historia como hombre público y regresara a ellas, como quien vuelve al hogar, a vivir su intimidad.
   Es así que el primer personaje que aparece en la novela es Madame Henriette, modista francesa encargada de hacer los trajes para la coronación de Iturbide y su esposa, Ana María Huarte.
   “Las mujeres hemos sido consideradas por la historia como los extra de la película. A mí me interesaba tenerlas en un primer plano y subvertir el orden en el que se escriben estos acontemientos: poner al hombre público en el ámbito de la vida privada. Al dejar que todas estas figuras de distintas mujeres surgieran me di cuenta del enorme poder que había y de los distintos usos de ese poder que había en el otro género, el género olvidado de la historia”.
   En esta construcción inversa destaca la princesa Nicolasa, hermana de Agustín de Iturbide quien para el momento en que su hermano tomó el trono de México tenía 60 años de edad, lo que para la época era muchísimo y trágico sobre todo para una mujer sin marido y sin hijos.
   “La princesa Nicolasa es una figura entre conmovedora y patética que funciona como espejo del propio emperador porque si él está embelesado con el sueño del poder ella lo está con el sueño del amor y, sin quererlo, sin darse cuenta de las consecuencias políticas, le abre a Santa Anna la puerta de la cocina del palacio y él aprovecha esa oportunidad, le pide su mano y algo más, porque después es quien va a tomar el poder. De ser este soldado jaranero, bailador, veracruzano, se va a convertir después en el 15 uñas y el 11 veces emperador”.

-¿Cuál es el lugar que han ocupado las mujeres en la historia aunque ésta no se los reconozca?
Las mujeres ocupan un lugar clave en la historia. No sólo para recordarla, para confirmarla, porque Ana María Huarte, tras el fusilamiento de Iturbide, se exilia y vive muchos años más acompañada de los hijos. Tiene actos posteriores a la muerte de Iturbide, que van a ser muy importantes en términos históricos: uno, el de a través de la memoria recordar todo esto; y dos, la transmisión de esa memoria a los hijos. Es cuando menos curioso que el primero y el último se llamen igual al padre, Agustín Cosme Damián y que uno de ellos vaya a participar después con Bolivar en la gesta lationamericana.
   Yo me propuse en esta novela mirar de forma oblicua y sesgada, lo que se había dejado de lado que es la participación de estas mujeres, y ponerlas al centro de la historia y se ve que están escribiendo una historia muy distinta de la que nos enseñan o evitan enseñarnos en la escuela sobre este periodo.

-La novela parece un tras bambalinas de otra obra, parece que Iturbide sale de un escenario para entrar a otro en el que no es la figura central
El punto de vista y la voz es la parte medular de las obras literarias, cambiar uno de estos dos cambia el contenido y el significado de lo que se está escribiendo.

-Madame Henriette entra en escena para coser el traje de Iturbide, una situación que suena cercana porque se trataba de construir una imagen, algo que se hace ahora con spots televisivos
Y es exactamente lo mismo que ocurre ahora, los diseñadores de imagen son figuras muy importantes para nuestros gobernantes, no solamente para quien es el presidente sino también a nivel de secretarios y gobernadores.
   Lo hemos visto. El papel de la publicidad y el diseño de la imagen, son muy importantes, lo han sido siempre pero lo son más ahora en una época tan visual como la que estamos viviendo, tan sujeta a la opinión de los medios que, por encima de todo, dan una imagen antes que dar una idea.


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