Entrevista con Armando Salgado

El discreto (des)encanto de los premios

La trayectoria literaria de Armando Salgado es quizás atípica. Tiene menos de 30 años de edad y su talento se ha visto reconocido desde sus primeras incursiones en certámenes poéticos.
   El primer triunfo se dio en Uruapan, su ciudad natal, en 2007, y desde ese momento su valía como autor michoacano se ha visto reconfirmada por las numerosas distinciones que ha recibido. Tan solo en este año han sido cuatro.
   El más reciente reconocimiento para Salgado se dio la semana pasada en Jiquilpan, ciudad a la que acudió por segunda ocasión como ganador de los Juegos Florales de la Revolución Mexicana que la ciudad natal de Lázaro Cárdenas del Río ha organizado durante 50 años.
   “Jiquilpan tiene mucho arraigo por la Revolución porque ahí nació Lázaro Cárdenas. Toda la población tiene esa formación cultural en torno al  rescate de la identidad revolucionaria y lo notas desde la gestación de la Casa de la Cultura, desde los eventos que se organizan en torno a la comunidad y desde que hay un respeto bárbaro por Lázaro Cárdenas. Esta fiesta está encaminada a resaltar todavía los logros históricos de la Revolución Mexicana”, dijo el joven autor en entrevista para PROVINCIA.
   En 2010 Salgado ya había ganado el mismo certamen, un año que le resultó especial al conmemorarse el Centenario de la Revolución Mexicana y ahora que volvió a obtener el primer lugar, el señalado concurso cumplió 50 años de existencia, otro momento, dijo, especial para él.

Hace cuatro años obtuvo el mismo premio, ¿con qué diferencias estilísticas o creativas se encontró en su poema ahora que volvió a ganar?
   De entrada me di cuenta de que la estructura es muy importante para poder transgredir y decir lo que quieres decir. A veces la misma estructura te limita.
   En aquel entonces (hace cuatro años) envié un poema de cinco cuartillas escrito en verso libre pero siento que me hizo falta decir mucho porque la estructura no me daba, no me alcanzaba. Ahora lo que hice fue no pensar en la estructura, fue decir: ‘yo quiero escribir un poema y lo voy a escribir en prosa y lo prosa va a ser poética  y voy a decir lo que quiero decir y en cinco cuartillas voy a tratar de rastrear todo aquello que ahorita me está moliendo’.
   De entrada no hubo un impedimento en estructura y hace cuatro años sí lo hubo. Fue pensar: ‘tengo que escribir un poema en verso libre, debe tener estas características y demás’. Ahora no fue pensar las características ni el formato. Fue escribir lo que sientes, lo que piensas y siento que los dos textos tienen el mismo grado de sinceridad, pero ahora más que enfocarme en un sentido estético me dejé llevar más por este carácter ético, de sentir, de pensar y de escribir. Siento que ahora tuve más libertad para decir lo que me molía, y en aquel entonces también lo dije pero siento que en estructura tuve más límites.

   La estructura seleccionada para el texto que resultó triunfador en 2010 fue elegida por el mismo Salgado quien, visto a la distancia, reconoció que los límites que mencionó fueron propios, pero a pesar de ello el triunfo se dio.
   En el caso de Altar de maíz, como lo mencionó, se enfocó más en el fondo que en la forma y la temporada en la que lo escribió también influyó en ese aspecto. Creado en torno al Día de Muertos, el texto también, dijo, está impregnado de una atmósfera que privilegia el rescate de las tradiciones y cosmovisiones originales de este territorio que ahora se llama México.
   “(El poema) tiene un epígrafe del Popol Vuh, entonces es una mezcla de cosmovisiones centroamericanas y es rescatar la identidad del Día de Muertos pero dándole este matiz a los procesos actuales de cambio, de revolución, como son nuestros desaparecidos, nuestros estudiantes, las mismas necesidades de los pueblos indígenas, el campo abandonado, la figura de la ausencia caminando sobre los pastizales. Son muchas figuras que giran en torno al día de muertos”.

¿En cuánto tiempo fue escrito?
   En un día. Lo que pasa que luego el texto lo piensas, lo estás trabajando varios días, tienes la espina y ya cuando te sientas frente a la computadora es nada más como para vaciar la información, para vaciar el sentimiento, la sensibilidad. ‘Abres la lata, la avientas al sartén y empiezas a cocinar’. Así es el texto también o así es proceso de escritura, tienes la idea y te despojas de ella.
   Dice Javier Acosta que la poesía, a diferencia de la narrativa, no tiene ni principio ni fin, solamente es el desprendimiento. Entonces el ser humano, cuando escribe poesía o vive desde el acto poético, siempre está desprendiéndose de lo que siente, de lo que es, de lo que le hace falta y es un constante ir y venir, un constante vacío, una constante búsqueda de la totalidad.

Es la segunda vez que se lleva el premio, ¿cómo se siente al respecto?
   Me da mucho gusto contribuir con textos, desde mi punto de vista, que revolucionan las temáticas en este caso tradicionales en torno a eventos históricos. Luego sucede que somos muy apológicos en el rescate de nuestra historia y creemos que no es necesario problematizar los conceptos y los sucesos históricos.
   Yo me siento contento de que con estos textos al menos agito los sucesos históricos y hay un replanteamiento para que el lector mire con otros ojos la Revolución Mexicana. Me siento también contento porque son dos fechas a mi juicio muy importantes: obtener los Juegos Florales de la Revolución Mexicana en Jiquilpan, donde nace Lázaro Cárdenas del Río, donde nace también Ramón Martínez Ocaranza; obtener el premio a los 100 años de la Revolución (en 2010) es un suceso histórico al menos para mí, dentro de mi proceso de formación como escritor, y luego obtener el certamen número 50 en el mismo galardón me resulta importante, es como saber que estás en el momento adecuado de la historia de tu estado y es una forma de contribuir a la literatura de tu estado.

   El texto escrito en prosa poética con el que Armando Salgado triunfó en la edición 50 de los Juegos Florales de la Revolución Mexicana se titula Altar de maíz y en él aborda desde una perspectiva diferente al proceso de guerra civil que hace 104 años sacudió al país y lo cambió por completo.
   El joven autor recalcó que su poema no es apológico de la Revolución Mexicana, se trata más de un análisis quizás duro y hasta incómodo, del cariz desolador y desesperanzador de ese momento histórico del país.

—De unas semanas para acá la idea de la Revolución ha estado muy presente en la sociedad a raíz de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, ¿esta parte se vio en su texto o en los otros que participaron en el certamen?
   No leí los demás textos, fui el único ganador, entonces es difícil conocer el trabajo de los otros, pero sí puedo hablar de mi texto y los comentarios que me hicieron los jurados. Lo que les llamó la atención es que en el texto rescato ciertos puntos actuales en torno a la Revolución Mexicana como la desesperanza, el abandono, la necesidad de rescatar una identidad crítica en torno a la Revolución, y a cualquier tipo de revolución y movimiento armado en México y en el mundo. Sobre todo eso: rescatar desde la memoria estos procesos que le dan identidad a los individuos y a las colectividades.
   Lo que hice fue escribir un texto que no rescatara la Revolución Mexicana desde un punto de vista apológico sino lo contrario, escribir desde las rupturas, desde los desmembramientos de los que la Revolución ha sido víctima y desarrollar un texto en torno a ello.

—¿De qué manera o maneras cree que la llamada ‘historia de bronce’ ha afectado a la revolución y lo que resultó de ella?
   Al mitificar los procesos sociales porque en determinado momento pierden el sentido real, pierden los antecedentes concretos y sientes que son procesos aislados a tu condición inmediata.
   En Altar de maíz lo que quise también hacer fue un puente entre la realidad con nuestra situación actual y hablar también de los desaparecidos, de todas estas personas que quedaron anónimas en torno a la Revolución, hacer un recorrido no histórico sino un recorrido poético en torno a estas figuras que son siempre ausencia, que son como fantasmas en torno a cualquier momento. Desde el Día de Muertos, desde la Revolución Mexicana, desde un familiar desaparecido, desde un hijo que se pierde, desde una madre que ya no está con nosotros… enmarcar el dolor como un proceso necesario para la construcción social de toda colectividad y de todo individuo.
   La Revolución Mexicana fue una lucha trágica que lejos de encuadrar un proceso constructivo recubrió un proceso degenerativo en torno a una sociedad que no supo ponerse de acuerdo. Hubo muchas sombras y muchas traiciones y a fin de cuentas aterrizó en el periodo de Lázaro Cárdenas con estos logros históricos: la Reforma Agraria, la Expropiación petrolera, esos enfoques educativos socialistas y después con la modernidad viene como un desgajo, un desmembramiento, un resquiebre… el texto se enfoca en el momento de la ruptura, en el momento del abandono, en el momento de la desesperanza, en el momento de sentir de que a pesar de que hubo 1 millón de muertos todo fue en vano.

   Salgado abundó en que Altar de maíz además de la poesía que encierra es también una invitación para resignificar a la Revolución Mexicana desde el momento actual.
   “Nos invita a pensar el rumbo actual en torno a los sucesos que han girado al respecto con Ayotzinapa, en torno a los 25 mil desaparecidos,  en torno a todos los conceptos que tenemos relacionados con la Revolución Mexicana, con la mitificación de los héroes. Es una invitación para pensarnos en el mundo y saber hacia dónde vamos, saber qué tipo de personas somos, saber si los procesos que tenemos son verdaderamente procesos históricos, si los datos históricos que tenemos son reales, fidedignos o si han sido impostados y saber que tenemos la capacidad de, si no estamos de acuerdo con lo que nos suelen compartir las versiones oficiales, reconstruir una visión distinta”.
   El joven autor —quien además de su triunfo en los Juegos Florales también ha ganado este año el Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela, el Concurso Punto de Partida convocado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Premio Estatal al Mérito Juvenil— recalcó que Altar de maíz es una invitación a ver otra cara de la Revolución Mexicana: el dolor, la desesperanza y el abandono.
   “Recordar que somos finitos, que somos personas que tarde o temprano terminaremos sepultados bajo el mismo aire, bajo la misma lucha, y que los sueños y que la esperanza son panes que se nos prometen cuando todavía hay injusticia, cuando todavía hay desigualdad”.

¿Quedó a deber la Revolución Mexicana?
    Yo siento que sí porque hubo muchos intereses personales vestidos de intereses colectivos. Quienes tuvieron el momento de darle un giro fueron Emiliano Zapata —el Plan de Ayala lo escribe el papá de Octavio Paz—, Francisco Villa también, pero como eran personas que no tenían una formación académica, eran personas que no tenían el conocimiento de estructura, de enfoque, fueron fáciles de quitar del tablero y aquí viene algo que me aqueja a mí: si estás preparado, si tienes el conocimiento esperado para darle un rumbo a tu patria ¿eres más fácil de ser corrupto? Porque si ellos no tenían la estructura para darle rumbo al país fueron fáciles de quitar del tablero y los traicionaron porque no tenían el conocimiento, pero si hubieran tenido el conocimiento a lo mejor hubieran sido otros tiranos, otro Huerta, otro Obregón, otro Carranza, que a fin de cuentas también ellos mueren traicionados.
   Siento que los cambios sociales no deben de construirse desde un pensamiento único, desde una persona, creo que de haber un consenso y un punto de vista colectivo para modificar la sociedad.  Si tú como individuo quieres cambiar tú decides el rumbo, pero si vas a decidir en torno a una colectividad no puedes decidir tú solo, debes de tomar en consideración los puntos de vista para poder avanzar como colectivo. Siento que ese es el problema de todo: queremos cambiar el mundo nosotros solos.
   Las grandes decisiones se toman entre grandes colectivos y no desde un determinismo único. Creo que siempre es ese el problema: todos los cambios los hemos pensado desde una estructura vertical y no desde una horizontal. Y a Zapata o Villa por eso siento que los traicionaron, porque se pensaron en el mundo desde una perspectiva vertical y aunque hubieran tenido el mayor conocimiento de todas formas iban a tronar, siento también que por eso ningún proceso ha servido de verdadera transformación en la humanidad, porque siempre tenemos estructuras lineales que dependen de una sola persona  y cuando ya no está esa persona todo el desarrollo se viene abajo.

Lo que sigue
Está por terminar el año y aunque de momento Armando Salgado está más enfocado en leer que en escribir, está lejos de quedarse sin proyectos creativos.
   Entre diciembre de 2014 y febrero de 2015 el escritor michoacano publicará dos libros de poesía: Fiebrerías y Cofre de pájaro muerto. El primero saldrá a la luz de la mano de Diablura Ediciones y el segundo a través de Ediciones Punto de Partida, un consejo editorial para jóvenes que tiene la UNAM.
   “En Cofre de pájaro muerto rescato varios problemas históricos que tienen cierta connotación actual y que tienen relación con nuestras necesidades y con los problemas a resolver, con las injusticias que necesitamos cuestionar”.
   Salgado abundó en que en el tomo que está por publicar se incluye un poema que habla del embargo atunero que sucedió de 1980 a 1990 a instancias de Estados Unidos cuyo gobierno denunció que los pescadores de Baja California cazaban delfines. El hecho, recordó el autor, desencadenó una campaña mundial que desprestigió a los atuneros mexicanos y aunque estos llevaron el caso a las cortes de la Haya y obtuvieron un fallo positivo la mancha quedó.
   “La reactivación económica del atún en Estados Unidos se dio privando de que otros países le compraran el atún a México con la leyenda de que mataban delfines.
   “Viene un texto también sobre Cherán en el que rescato esta problemática de la tala inmoderada, de las desapariciones, de cómo a fin de cuentas somos humanos y sentimos la desaparición física de los árboles al igual que la de las personas.
   “Son procesos que no se deben de aislar de la Revolución Mexicana, ni de la Independencia, ni de la identidad histórica de nuestro país, porque a fin de cuentas son procesos culturales que nos han determinado y al momento de que ignoremos este tipo de circunstancias vamos a  ignorar los procesos históricos que nos han forjado como ciudadanos”.

Mencionó los rasgos identitarios globales, estos cuatro premios obtenidos en el año y los libros que están por publicarse, ¿cómo han afectado su identidad, su realidad personal?
   Yo siento que mientras más escribes y más claridad encuentras en la escritura, más te desencantas —no de la vida, la vida es hermosa—, te desencantas de los procesos que hay en torno a la vida. Te das cuenta de que hay más injusticia de la que tú creías, te das cuenta de que hay más desigualdad, y que te toca competir desde estas esferas del mercado para dar a conocer tu obra, para legitimarte, para ratificar lo que tú crees, lo que tu piensas y a final de cuentas eres parte de este proceso mercantil y si decides estar fuera de él quedarás relegado, olvidado, y al mismo tiempo vendría después un síntoma de amargura tremendo como individuo. Creo que debemos de equilibrar los procesos creativos con los económicos, y al decir económicos me refiero a todas estas estructuras de consumo, de la necesidad de tener un bien material, ante el proceso de creación artística. Debes de ser muy inteligente, tener los pies en la tierra bien firmes, para no desencantarte totalmente.
   Hay periodos en los que no escribo, me refugio en la lectura tremendamente. Ya tenía algunos meses sin escribir, terminé el tercer libro de la trilogía que estaba armando pero quedé agotado, desencantado, también por los temas que abordé, y hasta ahora con el Día de Muertos y con la Revolución Mexicana fue que encontré otro eco para escribir y desencantarme un poquito más. Parece que mientras más abres los ojos más te desencantas, más te desanimas, pero algo tiene el arte que te mantiene de pie, que te mantiene firme, algo tiene la cultura que te permite seguir creyendo a pesar de que la oscuridad nos va cubriendo los ojos de manera tempestuosa.
   Sí te desencantas de repente de todo, a pesar de que sean cuatro premios. Sabes que vas por buen camino, sabes que debes redoblar esfuerzos pero al mismo tiempo el desencanto siempre es latente.

   Y aunque hay cierto desencanto que reduce el ritmo de escritura, la faceta lectora de Armando Salgado está activa. “Ahorita siento que sí voy a darme un relax leyendo mucho. He estado leyendo narrativa”.
   Una de las lecturas actuales del autor es El gran Gatsby, “también leí El extraño caso de Bejamin Button, tengo una novela por leer que se llama Los ejércitos, también leí Un mundo feliz. Ahorita en mi grupo (Salgado es maestro en una primaria) estamos leyendo El libro salvaje de Villoro, leemos un capítulo diario, son como 30 capítulos pero no lo hemos terminado porque a veces leemos un día sí y un día no”.
   Y de entre todos los textos que han pasado por sus manos recientemente  destacó Mr Gwyn de Alessandro Baricco. “De hecho esa novela fue detonante para escribir Altar de maíz, si no hubiera leído esa novela no lo hubiera escrito. Luego sucede que la lectura es detonante para la escritura, llega un momento en el que llegas a un clímax, a un grado mayor de excitación creativa y sientes la efervescencia por escribir, por retransmitir lo que la novela te dio, por decir lo que sientes y tú sabes que no lo vas a decir con las palabras exactas —a veces es difícil describir el sentimiento— pero debes despojarte de él.
   “Yo quería desprenderme de esa sensación de angustia y de plenitud que me dejó la novela y de ahí nacieron dos textos en torno a la Revolución Mexicana”.
   Además de Altar de maíz, Salgado desarrolló otro texto que está hermanado con el primero y que se titula Cinco estampas frente al desfiladero vistas desde un catalejo oscuro, que rescata a cinco personajes de la Revolución que son medulares para el autor: Ricardo Flores Magón, Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, Francisco Villa y Lázaro Cárdenas del Río.
   “Son cinco estampas no apológicas que rescatan la condición humana de estas figuras ya idealizadas y el punto medular es la ruptura, la pérdida y la enfermedad. Cómo viene el despojo, cómo viene la muerte de manera sorpresiva y siempre en torno a sucesos cotidianos y eso le da un sentido real, un sentido humano a cualquier proceso revolucionario. A veces parece que la historia es de ángeles o de dioses y está fuera del cotidiano de las personas”.


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