Entrevista con Sergio Vicencio

Nadar en el mar helado

A Sergio Vicencio le gustaría no morir, quizás es por eso que en su narrativa está plagada de reflexiones y descripciones sobre los últimos momentos de los personajes que, palabra a palabra, crea para que pueblen y perezcan en sus páginas.
   Su más reciente publicación, que lleva por título Pedazos, aborda lo funesto y la muerte pero desde la fantasía, la perversión extrema e incluso la pesadilla.
   El tomo de cuentos, presentado en la edición más reciente del Viernes de Escritores —encuentro mensual realizado por la Sociedad de Escritores Michoacanos (Semich) en coordinación con la Secretaría de Cultura de Michoacán (Secum)—, incluye un par de narraciones en las que, según la casa editorial, el autor “nos adentra en una vorágine de miedos y deseos tumultuosos con personajes e historias que nos hacen preguntarnos si estamos preparados para enfrentar nuestro destino”.
   En entrevista para PROVINCIA, Vicencio habló sobre su camino en el mundo literario y la manera en que otras plataformas como el cine y los cómics, han influido en la manera de concebir y plasmar las historias que, dijo, surgen desde el rincón oscuro en el que está escribiendo.
   “Tengo cinco libros publicados a la fecha y me siento nadie y siento que no he hecho nada. Creo que esa insatisfacción es fundamental para seguir en el negocio, siempre sentirte insatisfecho, siempre desear más me parece que es fundamental”.
   El joven autor residente de Guadalajara, Jalisco, señaló que, por su estilo, no cree llegar a ser un autor reverenciado de manera extensa.
   “Yo creo que nunca voy a llegar a ser una de esas vacas sagradas de la literatura mexicana y no lo digo en tono despectivo, me parece que tienen una vida y una facilidad fantástica cuando te vuelves un autor de best seller pero creo que no estoy en el gusto general del pueblo mexicano.
   “Todos estos grandes autores que llenan salones como mil jóvenes en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, escriben desde lo más tradicional, desde lo más mexicano, desde lo que la gente sabe reconocer y reconocerse. Yo escribo desde un rincón oscuro en una habitación, todo despeinado y chamagoso y viendo con ojos brillosos de gollum hacia afuera. Ahora, incluso después de cinco libros, no siento que tenga nada garantizado ni nada seguro. Siento que patalear en medio de un mar helado es una de las sensaciones que más se parecen a ser autor en Guadalajara (risas)”.

Entre dibujos
Además de escritor Sergio Vicencio es ilustrador. Su pasión primaria, dijo, han sido desde siempre las letras, sin embargo los primeros pasos en el ámbito creativo y editorial fue a través del dibujo y el cómic, lenguaje que ahora combina de manera más activa con la literatura.
   “Es un lenguaje distinto, es un rigor distinto, pero finalmente es una narrativa y eso es lo que me hace seguirlas acogiendo a ambas. Yo estoy obsesionado por narrar, mientras yo pueda contar una historia el medio no me parece tan importante como el fin. He escrito guion de cine además de hacer cómic y literatura, en los tres medios tienes oportunidades y desventajas que no tienes en los otros, pero aun así una de las formas más perfectas de amalgamar palabra e ilustración sigue siendo para mí la novela gráfica, el cómic.
   “A pesar de que mi pasión es la literatura y de que me gusta más y de que ahora las reconcilio más en cuanto a lo literario, en el cómic he encontrado cosas increíbles que no puedes hacer en otros medios. Particularmente el cómic no mainstream, no de superhéroes, el cómic de autor, el cómic europeo, el que hace un solo fulano, despeinado, loco, encerrado en su cuarto. Ese es el cómic que me parece apasionante”.
   El cómic, podría pensarse, tiene un componente literario mucho menor del que, por obvias razones, tendría un libro, sin embargo para Vicencio esta aproximación no es del todo certera ya que, aclaró, toda novela gráfica —usada aquí como sinónimo—, tiene su base en un guion, una trama.
   “Hay que estructurar, generar un arco narrativo y si ese arco narrativo está defectuoso puedes tener al mejor ilustrador de todo México pero si está vacío detrás, en letras, ese cómic no va a significar nada. El cómic depende de la literatura o por lo menos de la narrativa, para existir. Puedes tener un cómic terriblemente mal ilustrado con una narrativa preciosa y aun así lograr algo hermoso, sucede, pero no a la inversa. A la inversa es una forma vacía”.

—¿Fue un niño lector de cómics?
No, en realidad no. Llegué al cómic como adulto y fue muy chistoso, llegué por la puerta de atrás, por la puerta equivocada. Muchos autores de cómic que conozco te van a decir eso: “Yo de morrito leía cómic, me encantaba, mi papá me compraba el periódico…”. Yo no, jamás me acerqué al cómic como hasta a los 19 o 20 años.
   Un amigo muy cercano, que es un gran consumidor de cómic y novela gráfica europea, me empezó a prestar un par de libros y me dijo: “Tú no puedes ser un narrador completo si no lees estos libros”. A mí me pareció una afirmación muy fuerte, “¿tú no vas a ser escritor a menos que leas cómic?”. Dije: “Ah, caray, vamos viendo”. Me prestó Jimmy Corrigan y Blankets, son dos cómics, no europeos, americanos ambos, que son de los mejores libros que he leído en mi vida. Con ambos terminé bañado en lágrimas, conmovido. Con ambos terminé enamorado de los libros y con ambos sentí algo que nunca había sentido ni en cine ni en letras y en ese momento me di cuenta de que sí había algo valioso en el medio.
   Ya muy grande empecé a leer cómic de autor, no me metí con los X-Men, no me metí con Superman, me metí con estos cómics que narraban historias de hombres comunes que tenían problemas normales y que al final, como en cualquier novela, se resolvían de una forma humana.

   Tuvo un inicio similar, confesó, con la literatura, Vicencio tampoco fue un niño lector.  “No te puedo contar la historia de: ‘Sí, yo leía de chiquito y siempre fui un lector voraz…’. De chiquito me ‘cagaba’ leer porque no tenía inmediatez. Yo quería conocer las historias ya. Y entonces primero mi consumo de la narrativa fue por el cine y la televisión. Yo decía: ‘Qué tontería, ¿por qué voy a pasar ocho horas leyendo un libro si puedo ver en dos horas la película?’. No entendía la profundidad narrativa pero en la inmediatez y en la brevedad me parecía que había algo mágico. El hecho de poder saber algo que cinco o 10 minutos antes no sabía y sentirme una persona más completa se me hacía maravilloso. Eso hizo que, en la narrativa, me abocara al cuento y no a la novela”.
   El joven narrador, dijo, le apuesta a la brevedad. ¿Por qué usar una veintena de palabras si con cinco podrías comunicar lo mismo?
   “Me parece que tiene más valor el que lo dijo en cinco palabras que el que lo cantinfleó. Por lo mismo me cuesta mucho idolatrar a esos autores que no saben cómo editar. Lo siento mucho, yo sé que son vacas sagradas pero Stephen King, o el mismo George R.R. Martin, que ahorita con Game of thrones está en boga absoluta, son tipos que dicen cosas que yo siento que podrían decir en 200 páginas pero las dicen en 8 mil, hacen sagas eternas: La saga de La torre oscura de Stephen King, el mismo Juego de tronos… No le estoy, de ninguna manera, quitando mérito y valor a su esfuerzo que es brutal y que es increíble y consumen millones de personas, pero a mí me encanta lo breve porque, como bien decía Julio Cortázar: ‘Ahí está el knock out’. Cuando ganas una pelea en 12 rounds es una novela pero cuando en dos golpes puedes derribar al contrincante eres un buen escritor de cuento”.

—¿Solo se ha dedicado a la narrativa corta?
Tengo una novela juvenil que, lamentablemente, no ha encontrado casa en este momento. Por ahí hubo una editorial que estuvo muy interesada, ellos vinieron a mí, se enteraron de quien era yo y después de un certamen larguísimo, de tres meses, decidieron rechazarla porque no era lo que ellos comercialmente estaban buscando. La novela es casi infantil diría yo, muy bonita, muy fantástica, nada qué ver con mis horribles y terribles cuentos. Tengo también guiones de largometraje, lo más extenso no me termina de eludir pero me siento más cómodo narrando desde una brevedad.

   Tan fanático es de lo conciso que la primera propuesta para Pedazos era una compilación de 36 cuentos contenidos en 60 páginas.
   “El editor no estuvo muy contento y preferimos optar por algo más convencional (risas). A mí la minificción y la microfcción me parecen dos medios muy interesantes para explorar. Si en 20 palabras puedes aniquilar a tu lector o tenerlo en la mano, me parece un gran logro”.

La pasión
Aunque son ya cinco los libros publicados por Vicencio dijo no sentir nada seguro respecto a su carrera literaria por la insatisfacción y el deseo de más que lo acompañan. Esa automotivación lo llevó a llevar una dinámica muy particular el último lustro.
   “Los pasados cinco años no tuve trabajo de oficina, me dediqué única y exclusivamente a ser autor pero era una lucha y un pánico y un terror de cada año. Mi proceso era así: llegaba enero, tenía un libro nuevo, todo estaba maravilloso; empezábamos a trabajar, me caía dinero, todo era mágico; llegaba julio, se me acababa la mitad del dinero, ya no estaba ‘chido’; llegaba agosto, estaba pobre; me acababa el libro, me publicaban y en noviembre no tenía nada seguro, ninguna editorial me hablaba, no sabía que iba a hacer mañana con mi vida y tenía que pagar la renta. Esa fue mi experiencia.
   “Ahorita no siento que estoy en posición de dejar de luchar y, en el fondo, no quiero. Creo que el autor que lucha por ver nacer a sus bebés, que son cada uno de sus libros, al final los aprecia más que el que los da por sentado, que el que dice: ‘Por supuesto, solo tengo que poner mi nombre y ya van a estar en las estanterías’. No, yo quiero seguir luchando ‘a capa y espada’ por cada uno de mis libros aunque, honestamente, no me molestaría que los billetes ‘llovieran’ un poquito más.
   “Nos vemos muy optimistas pero hay días bien oscuros en los que estamos luchando y luchando y parece que no nos gusta el dinero, no nos llueve, no nos cae, pero no lo hacemos por eso, es puro amor y pura pasión pero la verdad es que si llegara alguien a decirme: ‘Te doy 5 mil pesos al mes por que escribas’, lo escogería por encima de cualquier otro empleo que me den 25 mil y una casa en Las Bahamas porque ahí está lo mío. Escribir es mi pasión”.


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