Día Nacional del Libro

Leer y no 

Cuando a mediados del siglo XV Johannes Gutenberg se embarcó en el proyecto de la creación de la hoy conocida como imprenta moderna uno de sus objetivos fue la publicación de La Biblia en mucho menor tiempo de lo que tardaban los monjes copistas en generar una copia. Ahora, a más de 500 años de esa empresa, es justamente ese tomo el que más se lee en México.
   Según la recién presentada Encuesta Nacional de Lectura y Escritura –aplicada a 5 mil 845 personas mayores de 12 años de edad de zonas urbanas y rurales de todo el país- 8.2 por ciento de los consultados dijeron que La Biblia había sido el último libro leído, seguido por Cincuenta sombras de Grey con 1.5 y Cien años de soledad con 1.1 por ciento.
   Hoy es el Día Nacional del Libro, efeméride instaurada en México en 1979. La fecha elegida es en recuerdo del nacimiento de sor Juana Inés de la Cruz quien llegó al mundo el 12 de noviembre de 1651.
   La monja jerónima escribió y publicó en vida aunque nunca dejó el convento. Ser autora de dramaturgia y poesía le dio la oportunidad de estar presente en donde por su rango y condición femenina no hubiera podido llegar o incluso ser aceptada.
Hoy que se celebra la existencia y alcances de los que fueron sus principales vehículos, los libros, quizás modificaría sus Redondillas para iniciarlas con un: “Lectores necios que acusáis/ una falta de tiempo sin razón,/ sin ver que sois la ocasión/ de lo mismo que culpáis…”.

Hacerlo o no
Durante décadas se ha tomado como verdad irrefutable que México no es un país de lectores, frase en la que se usa la palabra “lectores” como sinónimo de “quien lee literatura”, sin embargo la acción de leer es definida por la Real Academia Española (RAE) como: “Pasar la vista por lo escrito o impreso comprendiendo la significación de los caracteres empleados”, algo que se hace todos los días en muy variados soportes y ámbitos.
   Se puede leer cualquier cosa pero pasar la vista por lo escrito en una revista o un blog no es lo mismo que hacerlo sobre lo puesto en las hojas de una novela. Leer implica, para muchos, algo que va más allá de un acto que puede resultar casi mecánico.
   También tiene un cariz especial la palabra “libro” definida por la RAE como: “Conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen”. En un país en el coexisten los libros de contabilidad con El libro vaquero, el término también puede caer en vaguedades.
   Quien lee revistas en lugar de libros no es menos lector respecto a quien prefiere un tomo de cuentos o una novela. Sin embargo sí resultará muy distinto lo que se pueda encontrar de transcendente en un soporte u otro.
   Tanto la Encuesta Nacional de Lectura y Escritura como la Primera Encuesta Nacional sobre Consumo de Medios Digitales y Lectura realizada por la Fundación A leer/IBBY México y presentada también recientemente, señalaron el avance que han tenido los soportes digitales entre la población, sobre todo joven, del país.
   “Es probable que la popularidad de este dispositivo esté modificando los hábitos de consumo de información y lectura de los jóvenes,  cada vez más acostumbrados a contenidos breves, mucho más visuales y diversificados”, se indicó entre los resultados de la Primera Encuesta Nacional sobre Consumo de Medios Digitales y Lectura.
   En dicho cuestionario –aplicado a 2 mil 81 jóvenes de entre 12 y 29 años y a 2 mil 102 universitarios- se encontró que 89 por ciento de los consultados tiene un smartphone y que 73 por ciento tiene conexión a Internet por medio de ese dispositivo lo que lo convierte en un artículo de primera necesidad.
   Lo anterior daría una luz esperanzadora a los libros electrónicos, sin embargo, ante la avasallante inmediatez de las redes sociales –espacios virtuales a los que acude 85 por ciento de los encuestados- resulta difícil pensar que los usuarios de teléfonos inteligentes dediquen mucho tiempo a algo que tenga más de 140 caracteres. La misma encuesta señala que 3 de cada 10 jóvenes usan Internet para leer libros, lo que se traduce en 30 por ciento.
   Sobre esa posible modificación de los hábitos de consumo de información y lectura que señalan las conclusiones de la Primera Encuesta Nacional sobre Consumo de Medios Digitales y Lectura usted puede aportar un dato si se pregunta y responde con sinceridad a lo siguiente: ¿Cuánta paciencia le tiene a su Smartphone cuando tarda en cargar el muro de su Facebook, el feed de su Twitter o un video en Youtube? No mucha, quizás.

Los motivos
En la Encuesta Nacional de Lectura y Escritura 2015 realizada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), se presentó como resultado que 61.1 por ciento de los consultados dijo que no leía por falta de tiempo mientras que 35.6 por ciento señaló que acudía a los libros por placer, diversión o entretenimiento. Pese a lo anterior 46.6 por ciento aceptó dejar los ejemplares a la mitad.
   Otra de las preguntas realizadas fue si se leía más o menos respecto al pasado, 43 por ciento indicó leer menos y 41.6 por ciento un poco más. Del total de consultados 57.3 por ciento comentó estar leyendo actualmente un libro, sobre ese porcentaje 31.8 por ciento dijo que toma el libro a diario mientras que 27.8 solo ocasionalmente.
   Aunque 38 por ciento de los encuestados indicó que le gusta leer medianamente –eligió el número 3 en una escala del 1 al 5 en la que 5 indica un mayor gusto por la lectura-, 43.4 por ciento aceptó que lee menos de una hora al día. 
   Pese a que las cifras anteriores no son precisamente para celebrar durante la presentación de la Encuesta Nacional de Lectura y Escritura 2015 hubo un dato alentador. El promedio anual de lectura que durante años se mantuvo en 2.9 libros aumentó significativamente a 5.3, lo que no aclararon es que se midieron por separado las lecturas por gusto de las obligatorias y el promedio de ambas se presentó como uno solo. Es decir, de acuerdo con los datos específicos cada año se leen 3.5 tomos por gusto y 1.8 por necesidad.
   La salvedad anterior respecto a la composición de 5.3 libros al año por mexicano en promedio quizás también aplique a los 47 que leen los finlandeses o los 10.3 de los españoles. Las cifras y porcentajes pueden tener sus bemoles, sin embargo es innegable que hacer algo por que se desea es el polo opuesto a la obligación de realizarlo. Uno se disfruta, el otro se padece.

El plan
En las notas finales de la Encuesta Nacional de Lectura y Escritura 2015 se señala y destaca el lugar preponderante que mantiene la escuela como espacio para el acercamiento a los libros y la lectura.
   “Hay que renovar la escuela, entonces, pero la tarea es mucho más amplia”, se señala en las conclusiones. “Hace falta acompañarla de un replanteamiento global de las políticas de fomento y promoción de la lectura para que incorporen los medios digitales. En este replanteamiento, Internet, celulares, tabletas y videojuegos no deberían ser consideradas como meras plataformas de comunicación o entretenimiento sino como contextos y ambientes que proveen lenguajes y modos de significación cada vez más relevantes para la participación cultural y ciudadana de la población. Sumar, como ya se está haciendo, espacios de cultura digital a las bibliotecas y también a los canales de televisión y a los centros y festivales culturales, empieza a ser cada vez más necesario e importante. Es hora de superar la mirada antagónica entre lo viejo y lo nuevo y enfocarse en cómo se pueden enriquecer y expandir las prácticas de lectura y escritura en sus formas plurales y múltiples, en los soportes y modos en que hoy se producen, para así fortalecer los recursos culturales y simbólicos de todos los mexicanos”.


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