Iturbide, el consumador, el dragón, el villano

Cuando la gobernanza falla 

Durante el siglo XIX México se vio sumido en una serie de guerras y enfrentamientos intestinos entre las diferentes corrientes de pensamiento político: conservadores, liberales, militares, civiles, la iglesia… todos esos sujetos, relevantes para ese momento, no alcanzaban un acuerdo sobre muchos temas, entre ellos la forma de gobierno. Sin embargo, fue justamente el primer gobernante del país recién independizado, Agustín de Iturbide, el que se llevó toda la mala fama y es hoy un “villano” (casi) olvidado



Una revisión somera del siglo XIX es suficiente para darse cuenta de que en México el tema de la gobernanza ha sido complicado desde hace mucho.


De acuerdo con la página ordenjuridico.gob.mx entre 1821 y 1876 se promulgó una veintena de documentos entre planes, ordenamientos, bases, leyes y constituciones que pretendían normar la forma de llevar al país, sin embargo, debió llegar Porfirio Díaz al poder para, con mano de hierro, aferrarse a él durante décadas y, finalmente, poner orden.


Esta inestabilidad, debe decirse, inició justamente cuando se consumó la independencia en 1821. No debe olvidarse que la primera forma de gobierno del México emancipado fue una monarquía constitucional que, sin embargo, tuvo una muy corta duración con Agustín de Iturbide a la cabeza.


Las dos figuras tienen en común, además del mote y tratamiento de villanos de la historia nacional, el hecho de que el escritor Pedro J. Fernández, escribió una biografía sobre cada uno.


Nacido en la Ciudad de México, tiene una amplia carrera como autor de ficción histórica y por sus páginas han desfilado las vidas, azares, hazañas y desventuras de Maximiliano de Habsburgo, Benito Juárez y Emiliano Zapata, además de Díaz e Iturbide.  


Todos los mencionados, pero sobre todo los dos últimos, son, aún ahora, personajes del devenir nacional que resultan complejos de abordar por los apasionamientos que generan a causa de esta visión romantizada y acartonada que genera héroes perfectos y pérfidos villanos. Esto ha hecho que Iturbide, llamado en su momento “El dragón de hierro”, “El libertador”, hoy sea prácticamente desconocido cuando no desdeñado.


“Es muy triste porque no podemos contar la historia de la independencia sin él, y sin embargo lo hemos olvidado por completo”, dijo Fernández. “Además del dragón de hierro y del libertador fue el primer gobernante, fue él quien primero gobernó México”.


—Has escrito sobre numerosas figuras históricas, varias de ellas polémicas, ¿por qué ha sido esa tu elección? 

Me atraen los villanos porque creo que son los más humanos en la historia de México. Son los que tienen los contrastes, los que se equivocan, a los que siempre les inventan los romances, los que tienen frases célebres… y es que siempre los añoramos. Cuando pasa algo decimos: “En tiempos de don Porfirio no pasaba esto”, tenemos a los villanos muy presentes y a mí me gusta esa humanidad. 

Entonces primero me fui con Porfirio Díaz y luego con Agustín de Iturbide, tanto para corregir esa visión que hemos tenido de ellos como para vivir sus biografías. Sobre todo antes o después de sus historias ilustres.


—Resulta interesante que el cumpleaños de Iturbide, 27 de septiembre, coincide con su entrada triunfal a la Ciudad de México al consumar la independencia. 

Yo creo que es muy importante porque siempre tendemos a ver a estos villanos como aislados. Simplemente aparecieron y son estos villanos de cartón, pero realmente para entenderlos hay que adentrarnos a su contexto social, político, histórico. Cómo era su familia, dónde vivían, qué estaba pasando en el mundo… eso es riquísimo: aprender cómo se comportaban esos personajes. Porque lo que estaba pasando en Europa, en Estados Unidos, en España hace que cambie la manera en que se luchaba por la independencia e inevitablemente cambia a Agustín de Iturbide. 


El proceso de escritura, comentó Fernández, le tomó un poco más de un año y fue distinto al del libro Yo, Díaz (Grijalbo, 2017) para el que pudo realizar la investigación histórica completa antes de sentarse a desarrollar la ficción basada en esos datos documentados. En cambio, para Iturbide. El otro padre de la patria (Grijalbo, 2018) debió investigar y escribir a la par, por cuestiones de la entrega del manuscrito a la editorial.


“Al final del libro se puede ver toda la bibliografía que consulté e incluí también una cronología para que los lectores pudieran guiarse a través de la vida de Agustín de Iturbide y de la guerra de independencia. Así, si quieren revisar un dato puede acudir a la cronología”.


Además de las más de 300 páginas de biografía novelada y los elementos ya mencionados por el autor, en el libro se incluyen dos textos poco difundidos: el del Plan de Independencia de la América Septentrional —más conocido como Plan de Iguala— y el Acta de Independencia del Imperio Mexicano. 


“No sé porqué en México no leemos el acta de Independencia en la escuela”, cuestionó Fernández, “la mayoría de los países leen su acta de independencia. Es como nuestra acta de nacimiento y no la leemos, no la conocemos. Son documentos extraordinarios que pueden leerse aparte del libro y por eso los incluí hasta el final”.


—Para la historia oficial parece que Agustín de Iturbide aparece de la nada y consuma la independencia, no hay una narrativa coherente. 

Pasan directamente al gobierno de Guadalupe Victoria. Cuando revisamos la vida de Agustín de Iturbide nos damos cuenta de que estuvo presente en casi toda la guerra de independencia. Podemos contar 11 años de lucha y los primeros años del México independiente con esta idea política y que no tenían dinero para gobernar. Todo eso también se puede ver en su historia, que es una historia mucho más épica de lo que parece a simple vista. 


—¿Crees que se puede hablar de una identidad mexicana completa cuando existen estas lagunas en la historia nacional? 

No, por supuesto que no. No hay una forma coherente de describir una identidad nacional si faltan estos personajes. Ahorita que podemos redescubrirlos hay que aprovechar la oportunidad. Hace unos años si hablabas bien de Iturbide casi que te podían meter a la cárcel. Agustín de Iturbide estaba vetado de la historia, y ahorita que tenemos esta oportunidad de que no tienes a Gobernación encima diciéndote que no puedes hablar de ciertos personajes o que no puedes hablar mal de otros, tenemos que aprovecharlo para redescubrir la humanidad no solamente de los villanos sino de los héroes también. 

Este sistema de acartonamiento de los personajes históricos creo que le hizo mucho más daño a los héroes que a los villanos. Pero los villanos son los sabrosos de la historia. 


—¿Cuál fue el hallazgo sobre la vida de Iturbide que más te impactó?

Me encantó el intercambio epistolar que tuvo con Vicente Guerrero. Son cartas que yo no conocía. Me parece increíble porque tienes a un general realista que se va acercando a los insurgentes y se están poniendo de acuerdo. Al principio se están recriminando cosas, es lógico, lucharon en bandos contrarios de la guerra, pero vas viendo cómo se va formando una amistad. En las cartas se empiezan a tratar de amigo y, al final, se ponen de acuerdo sobre la independencia de México. Esa evolución de pensamiento de los dos me parece extraordinaria de ver. 

Esas cartas son otros de los documentos que deberíamos leer en la escuela. Creo que ahí es cuando nace la independencia de México. Tienes a un líder realista y a un líder insurgente que dicen: “Vamos a ponernos de acuerdo en algo”. Cuando dos bandos de una guerra se ponen de acuerdo, ¿cuál guerra queda? 


—Además de la fecha del 27 de septiembre de 1821, que es la de la consumación, ¿cuáles otras crees que deberían revalorarse? 

Creo que tenemos que revalorar fechas como la de la firma de los Tratados de Córdoba, en los que se pactó la independencia. Es extraordinario que haya sucedido este encuentro entre la cabeza que representaba al gobierno virreinal con Iturbide. 

En el caso de Porfirio Díaz es increíble que no se tome en cuenta el 2 de abril de 1867. Tenemos el endiosamiento con el 5 de mayo de 1862 que, al final perdemos Puebla, y quien la recupera es Porfirio Díaz cinco años después, un 2 de abril. 

La historia de México tiene muchas fechas que habría que rescatar. También hay varias del segundo imperio. Hay muchas que hemos borrado porque nos resultan incómodos los protagonistas.


A final de cuentas, la incomodidad con Agustín de Iturbide fue su proclamación como emperador de México a la cabeza de una monarquía constitucional, forma de gobierno que se veía como de avanzada en ese momento. Sin embargo, apenas 11 meses más adelante, el primer imperio mexicano se disolvió para dar paso a la república y comenzar la demonización de quien, en efecto, logró la independencia. 




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