Reseña de la novela Farenheit 451
Al calor de la ignorancia
Al leer la novela Farenheit 451, de Ray Bradbury, es imposible no hacerse consciente de que el futuro ya nos alcanzó y es casi tan sombrío como lo planteó el autor estadounidense.
Publicada en 1953, narra la historia de una sociedad en la que la velocidad es lo primordial, los medios de comunicación son hipereficientes y prácticamente no hay manera de que los criminales evadan a la justicia…
Pero hay un detalle: los principales enemigos públicos no son estafadores o asesinos sino lectores.
Bradbury plantea una sociedad en la que los libros están prohibidos por completo. Sin importar si se trata de poesía, narrativa, ensayo o publicaciones religiosas como la Biblia, todos los tomos son incinerados.
Las estaciones de bomberos se encargan ahora de atender los reportes de presencia de libros y, con sirena y todo, acuden al llamado para sacar los tomos del domicilio en cuestión y quemarlos a la vista de todos, para que sirva de escarmiento.
El espectáculo, siempre ruidoso y siempre de noche -para que la luz de las llamas tenga un mayor efecto persuasivo-, es tan efectivo que la gente ya no se pregunta el porqué de la prohibición. Claro, tener en casa pantallas de televisión como paredes, también ayuda a distraer la atención de las masas.
Esta nueva cultura iletrada permeó en todas las ciudades de Estados Unidos, país en el que Bradbury ambienta la novela, y la mayoría está conforme con sus programas de televisión las 24 horas del día, y confía en sus caracoles –pequeños transmisores insertados en las orejas-, que les proveen una corriente perenne de música y noticias.
Pero la duda siempre surge cuando menos se le espera y, personificada en una joven llamada Clarisse McClellan, se implanta en la mente del protagonista, Guy Montag, quien ante la simple pregunta: “¿Es usted feliz?”, empieza a derrumbarse hasta que pierde todas las certezas de su trabajo como bombero.
Es Montag, inoculado con la duda, quien lleva una historia que, en realidad, abreva del pasado y predice un futuro que ya está aquí.
La hoguera de las vanidades
El pasado 10 de mayo se cumplieron 85 años de la quema pública de libros por parte de los nazis, realizada en esa fecha, en 1933.
A cargo de asociaciones estudiantiles, y como parte de la Acción contra el espíritu antialemán que había iniciado el partido en marzo de ese año, este hecho marcó a Bradbury, quien tenía 12 años de edad y había empezado a escribir cuentos desde 1931.
Así, como ya se dijo, su novela tomó un hecho real del pasado, para advertir sobre las posibilidades de un futuro aciago si no se dejaban de lado posiciones dogmáticas, como el nazismo o el macartismo.
Cuando se publicó Farenheit 451, en 1953, estaba en apogeo la ideología anticomunista en Estados Unidos, lo que llevó a la censura en muchos soportes, incluida la literatura. Por lo que este tema se ha tomado como el principal de la novela, sin embargo, hay otros, como la alienación, destacados después por el propio autor.
En una entrevista radiofónica hacia finales de la década de 1950, Bradbury señaló que al escribir la novela pensó en una sociedad que podría materializarse en cuatro o cinco décadas pero al encontrarse en Beverly Hills a unos esposos que paseaban a su perro, mientras ella sostenía una radio del tamaño de cajetilla de cigarros, supo que había escrito algo más cercano a la realidad que a la ficción.
“Ahí estaba ella, lejos del esposo y el perro, escuchando (mediante un audífono insertado en su oído derecho), vientos y rumores lejanos, y gritos de telenovelas… caminando dormida, ayudada por un marido que bien podría tampoco estar ahí”, señaló Bradbury, según Kingsley Amis en su libro New Maps of Hell: A Survey of Science Fiction (1960).
Sin amor, sin poesía
Es justo la alienación y la inconsciente infelicidad, lo que marca la vida y el matrimonio de Guy Montag. Su esposa, Mildred, como la mujer que vio Bradbury, está casada con él pero bien podría no verlo nunca. Encantada con una emisión llamada “La familia”, no está conforme con sus tres paredes de televisión, quiere una cuarta para que la inmersión sea total.
Montag observa a esa mujer con la que vive y duerme, y resuena nuevamente la pregunta que le hizo su joven vecina: “¿Es usted feliz?”. La falta de respuesta y la incomprensión de Mildred terminan de redondear la duda y potencian los cuestionamientos:
¿Qué hay en los libros que es tan peligroso? ¿Es necesario quemarlos? ¿Qué se sentirá leer uno? ¿Por qué, a pesar de la prohibición, y las consecuencias de no observarla, hay gente que aún los conserva? ¿El fuego solo sirve para quemar?
El olor a queroseno, compañía eterna de Montag, se convierte en un recordatorio martirizante de que algo en su vida no está bien, y de que la combustión del papel también consume la esperanza de entenderse y entender al mundo.
Un libro de poesía es el que marca el punto sin retorno para el protagonista. Ayudado por Faber, una especie de conciencia letrada, empieza a tomar acción ante la duda que lo carcome pero, deshabituado al conocimiento, todo termina en un exabrupto que lo delata y lo manda al matadero.
La distopía distópica
Farenheit 451 es un libro corto -183 páginas, más o menos, según la edición-, que se convirtió en un referente obligado e innegable para el género de las distopías: esas historias que, contrarias a las utopías, muestran a un mundo opuesto a lo ideal.
Sin embargo, tiene una estructura y un estilo que -comparados con otras tramas que muestran futuros poco apetecibles-, resultan atípicos.
Aunque en la historia hay televisiones en lugar de paredes, cerraduras que se activan con la palma de la mano, coches cuya velocidad mínima es de 150 kilómetros por hora y una suerte de policía robot, llamado El sabueso, que puede olfatear a los delincuentes casi sin margen de error, la narración está centrada en la lucha interna de Montag, más que en la que pudiera librar contra el sistema.
No hay una resistencia que busque derrocar a esos que, no se sabe cómo, llegaron al poder para instaurar una cultura iletrada y alienada en la que nadie se cuestiona, nadie aprende, y se contentan con el caudal de información breve y digerida, que llega al transmisor insertado en su oídos.
El bombero atormentado no es solo el protagonista de la historia sino el escenario para desarrollarla. Son sus encuentros, desencuentros, dudas y tormentos, el material con el que el lector crea ese mundo amenazante y reflexiona sobre su propia realidad.
Bradbury utiliza un lenguaje simbólico y poético para, página tras página, y antes de que se dé la combustión, quien tiene su libro entre las manos responda sinceramente: ¿Es usted feliz?
Llegará a la televisiónAún sin fecha de estreno en México, este año la cadena HBO lanzará una adaptación de la novela Farenheit 451. Escrita y dirigida por Ramin Bahrani, la película para televisión contará en su elenco con: Michael B. Jordan, Michael Shannon, Sofia Boutella, Lilly Singh, Laura Harrier, Andy McQueen y Martin Donovan.
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