Reseña de Los amantes de Coyoacán

La paloma y el león
  
La historia, universal o personal, siempre es una ficción en el sentido de que es necesario narrarla para que tenga coherencia y estudiarla o evocarla.
Esta certidumbre fue lo que permitió al autor francés, Gérard de Cortanze, escribir un libro como Los amantes de Coyoacán (Planeta) en el que reconstruye el soslayado romance que vivieron Frida Kahlo y León Trotsky, hacia el final de la década de 1930.
El improbable encuentro entre la pintora mexicana y el revolucionario ruso se dio cuando él llegó a México, único país que le ofreció asilo luego de haber recorrido medio mundo a causa de su enfrentamiento con Stalin.
La casa azul de Coyoacán, hoy uno de los museos más visitados del país, fue para Trotsky y su esposa Natalia el primer hogar en México. Ahí, entre la exuberancia de los jardínes que lo rodeaban y de la nación que descubría, dio con otro hallazgo: la sensualidad de su anfitriona.

De lo macro a lo micro
El libro de De Cortanze tiene el mérito no solo de retratar a Kahlo y Trotsky, artífices de la historia universal, sino de reconstruir su vida cotidiana en el espacio más íntimo que puede haber: la alcoba de los amantes ilícitos.
La humanidad de Frida y León se hace patente al presentarlos enamorados pero también dolientes y culposos por vivir sin restricciones su sensualidad pero, sobre todo, su sexualidad, cariz que se aborda sin eufemismos.
El libro arranca en un escenario esperanzador y amenazante a la vez: León Trotsky y Natalia Sedova están a bordo del petrolero Ruth, embarcación en la que llegaron a Tampico en 1937. Pero no solo presenta ese hecho ya registrado por la historia oficial, sino que entra al bamboleante camarote pero también a los tempestuosos ánimos del revolucionario y su esposa.
Línea tras línea, el autor crea y recrea la incertidumbre de ambos, pese a la esperanza de un nuevo hogar, que les generaba arribar a una tierra desconocida luego de haber dejado a hijos y nietos desperdigados por el mundo y a merced de sus crueles adversarios políticos.
La tensión, incrementada por el movimiento del barco, hace que la pareja fugitiva pase de recuerdos amargos a terribles reproches, luego a una pelea que, a los pocos minutos, se convierte en una rápida reconciliación. La camaradería –quizá el mejor término a utilizar para este par–, entre Trotsky y Natalia se hace evidente, sin embargo, está a punto de sufrir una prueba de fuego que tiene cuerpo de mujer encorsetada.
Así, desde las primeras páginas, queda de manifiesto la manera en que De Cortanze llena los intersticios de la, casi siempre fría, narración histórica, y presenta a sus lectores personas más que personajes.

Entre dos gigantes
En el momento de su encuentro con Trotsky, Frida había dado ya algunos pasos como pintora y figura de fascinación, pero seguía siendo, principalmente, “la señora Rivera”.
Así, cuando viajó para recibir a León y Natalia, en representación de Diego Rivera, el gigante del muralismo, Frida se encontró con otro titán: el revolucionario que quiso crear una nueva realidad sobre la realidad misma.
Quizá fue ese uno de los primeros puntos de comunión entre la mexicana y el ruso: ella, generadora de realidades plásticas en las que estaban por nacer venados heridos y columnas rotas; él, en el origen de una revolución transformadora que después se anuló a sí misma.
En la cinta Frida, de 2002, se aborda brevemente el romance entre Kahlo y Trotsky, que, cuando terminó fue detonante de otros hitos que marcaron la historia de México en la primera mitad del siglo XX, sin embargo, Los amantes de Coyoacán, es, hasta ahora, el único libro enfocado en la relación que vivieron Frida y León. 
Pero pese a este interés particular del autor francés, su recreación no toma partido. El libro está muy lejos de ser una reinvindicación del ideario revolucionario de Trotsky y mucho más de los terrenos de la fridomanía, hoy tan criticada.
De Cortanze, como cualquier buen narrador de ficción histórica, se centra en los hechos –registrados o no–, más que en las ideologías de sus protagonistas y las filias o fobias que puedan generar. El objetivo de su libro es, a fin de cuentas, narrar desde dentro lo que los artífices de la llamada historia oficial decidieron dejar fuera.
Es por lo anterior que el tomo se detiene, regodea y reflexiona en lo que otros mencionan solo de pasada, y lleva al lector hasta la alcoba de los amantes para verlos desnudos, pero también para presenciar el dolor de la ruptura, acto que, en esa época, solo podía consumarse al transformar en humo y cenizas los juramentos hechos con papel y tinta.
Es Frida quien se encarga de una quema de cartas triste y liberadora que, además de darle color a la historia, justifica el hecho de que en nuestra realidad faltan los documentos, en primera persona, que den testimonio sobre el romance que unió íntimamente a la revolución armada con la de los pinceles.
Así, la pintora, perseguida por sus enfermedades, y el revolucionario, asediado por sus enemigos, confirman, en esta reconstrucción literaria, que los fugitivos siempre se encuentran.


Foto: https://www.planetadelibros.com.mx/libro-los-amantes-de-coyoacan/204512


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