Entrevista con Marta Turok

El abrazo que peligra

“Rebozo, flor de México,/ Que paseas, presuntuoso, por la plaza/ de mi pueblo de azahares,/ tu presencia policroma y galana,/ y les ciñes tus hiedras y amapolas/ al cuerpo cimbreador de tus muchachas;/ muchachas como rosas de Castilla,/ que, mordiéndote, esconden las palabras/ de su discreto amor,/ al altivo ranchero que le habla/ de escondidas ternuras y promesas,/ junto al río, al arroyo, o la ventana.../ o a la vera de algún trigal dorado,/ o al bajar con el cántaro de agua...”, así habló el poeta michoacano Francisco Elizalde García sobre la prenda que abordó en su charla de este fin de semana la antropóloga Marta Turok.
   La especialista en textiles estuvo en el Centro Cultural UNAM para ofrecer una plática acerca del rebozo en la que dejó en claro que no hay una verdad estática sobre este y es por eso, dijo, que ahora usa soportes como el Internet para difundir sus trabajos de investigación.
   Turok señaló estar convencida de que todo rebozo es chal pero no todo chal es un rebozo. “Chal viene de shal, de Persia, todo lo que nos echamos encima a final de cuentas es un chal, las diferencias son construcciones históricas”. La prenda hoy conocida como tal, comentó, es el resultado de un largo proceso de conjunción de otras —como el rebozillo o el mantón de Manila— y momentos histórico-sociales, por lo que no hay un origen claro. Zultepec y Temazcaltepec, en el Estado de México son, destacó, los lugares que podrían designarse como la “cuna del rebozo” en el país, pues es de ahí de donde hay las primeras referencias que datan del siglo XVIII.
   Otro elemento que permite una datación aproximada del rebozo, dijo, son los cuadros de castas ya que en ellos aparece. Fue durante el periodo previo a la guerra de Independencia que se extendió su uso —sin importar la estratificación social señalada— como símbolo de la mujer novohispana. 
   La importación de modas y rasgos culturales de otras naciones que se dio en las décadas posteriores y la modernización como política de Estado durante las primeras décadas del siglo XX jugaron en contra de su uso cotidiano y la prenda se convirtió para muchos casi en una reliquia que se desempolva cada 15 de septiembre.
   “Difundir y promover ha sido la estrategia”, dijo Turok respecto a su trabajo, “la tradición (del rebozo) se mantiene viva si lo usamos”.

Siempre presente
Para acompañar su charla, Turok presentó tres videos en los que de viva voz los reboceros de distintas regiones de México hablaron sobre su labor y explicaron las diversas técnicas de creación de sus prendas.
   Una de las entrevistadas señaló que hay un rebozo para cada etapa de la vida, desde el que sirve de cobija al nacer hasta el que se usa como mortaja para llegar a la última morada. De la importancia que tenía en otro momento importante en la vida, como es una boda, da cuenta la película El rebozo de Soledad, en el que regalar uno en color blanco era la señal de que había un compromiso matrimonial.
   “Como dijo la artesana de Santa María del Río en el video: ‘Yo no salgo de mi casa sin el rebozo porque siento que no traigo nada puesto’, así era, pero ya no es, ese es un sentir de una generación”, dijo Turok en entrevista para PROVINCIA, “hoy en día está el suéter, esta la pashmina —aunque sea una pashmina de quinta— por algo que se pone de moda, la gente dice: ‘Yo traigo una pashmina’ y cuando les preguntas por qué no se ponen un rebozo contestan con un ‘Ay, no’. El dinamismo se da por cuestiones sociales, lo que tuvo un gran auge puede empezar a perderse”.
   La especialista indicó que mucha gente escucha la palabra rebozo y tiene muy a la mano el discurso sobre este que es producto de la construcción ideológica, pero cuando escuchan que está en peligro les cuesta creerlo. 
   “Cierto tipo de rebozo está a una generación de perderse, esto es lo que de alguna manera trato de decir. Son dos lados, están los que producen y estamos los que consumimos y esa producción-consumo puede darse al seno de una comunidad o región o a nivel nacional o de otro tipo de consumidores. Todos somos corresponsables, todos formamos parte de esto”.

El caso Marant
Aunque ya pasó la ola de indignación en redes sociales, el caso de la diseñadora francesa Isabel Marant sigue vigente. Turok se ha encargado de hacer un expediente al respecto e indicó que no se trató de un caso de registro de diseño sino de plagio.
   “Isabel Marant plagió”, dijo, “el plagio está clarísimo, le gustó el bordado, metió una tela mejor, Antik Batik que es la productora hizo un acuerdo con ella y lo mandaron a hacer a la India —¿por qué allá?, porque resulta que tienen el mismo tipo de máquina de coser que saca cadeneta—, se les hizo fácil. Hay una reproducción fiel de la blusa tradicional. Antik Batik, cuando empezó esto en redes, le reclamó a Marant y llevó ante la Corte por haberles vendido algo que no era de ella, entonces aceptó que sí, que era de Santa María Tlahuiltoltepec, entonces traen su bronca porque no es un modelo original de ella.
   “Estamos haciendo un expediente y hay cientos de casos en este momento en los que están tomando los modelos a 100 por ciento o a 80 por ciento. De pronto lo étnico está de moda, pero nunca hecho por la gente originaria de ese modelo, curiosamente se van a China y a la India donde hay economías a escala y pueden producir por miles y miles”.
   La investigadora señaló que, sin embargo, el caso de Marant acarrea una ganancia secundaria: Poner atención, no solo a nivel México sino a nivel mundial, son los derechos culturales y los derechos de apropiación de la cultura.
   “Algo bueno va a salir de esto. Lo que creo es que la industria de la moda tiene que poner su parte también y decir: ‘Nos tenemos que sentar a hablar con los pueblos, ver si no tienen la capacidad de producción, ¿cuánto les vamos a pagar? Y si es que quieren’, porque los mixes dijeron: ‘Esto para nosotros tiene un gran significado, no estamos buscando dinero, estamos buscando respeto’. Tiene que venir de abajo, del diálogo entre los pueblos productores y los consumidores que son en este caso, ahorita, la alta moda.
   “Ahora Urban Outfitters está vendiendo la blusa de Marant a una fracción del precio, ya no es de Marant, ya se la copiaron o Antik Batik ya se las vendió, no sabemos, pero es la misma blusa. Es una ola expansiva. Antes lo étnico era nada más inspirarse y era difícil identificar los elementos, pero hoy en 2015 es la copia vil”.
   Lo sucedido con Marant, dijo, tiene de alguna manera su origen en una tendencia que estuvo vigente durante décadas en la que se rechazaba lo tradicional. “La gente decía: ‘Guacala lo muy tradicional, que vayan los diseñadores y les enseñen qué hacer con ello y que lo transformen’, y hubo resultados muy malos. Entonces sí, no hay un consumo masivo de lo más tradicional en México, no lo hay, hay un reclamo hacia modernizarlo, y ahorita empieza a haber un movimiento de regreso a lo tradicional, pero son procesos largos.
   “Lo que estoy en contra es que los diseñadores no siempre tienen sensibilidad a lo tradicional y no es un trabajo real de colaboración. El diseñador llega, le paga el gobierno, hace sus modelos, se quedan como prototipos, se va y no se venden y se quedan guardados. No hay un proyecto integral y no siempre son buenos diseños porque no tienes que cambiarlo todo, puede ser que solo necesite unos ajustes  pasar de la blusa tradicional a los blancos o a los rebozos, qué se yo, hay muchas estrategias, no es nuevo, pero está mal hecho en México”.
   Este tipo de procesos, dijo Turok, no son nuevos y hay casos de gran éxito en Estados Unidos y varios países de Europa, sin embargo, en México no han despegado.
   “Hay quien dice: ‘Les estoy dando trabajo’, y les digo: ‘Ok, estás generando ocupación, ¿estás generando riqueza?’, hay un problema de retribución. El problema con Marant es de retribución, ya se apropió, pero ¿qué les regresa?
   “Hay empresas mexicanas que toman los diseños y los estampan en seda o en imitación piel y nadie está hablando de ellos y son lo mismo o peor. Hay que caracterizar cómo se está dando la problemática: Estampados, copias de la prenda, tomar los bordados y meterlos en una bordadora electrónica… hay que tener un vocabulario, hay que tener los marcos jurídicos que son muchos: Derechos humanos, derechos culturales, de propiedad industrial, de propiedad intelectual… de todo eso, ¿qué camino tomar? Yo creo que hay que ir avanzando en lo legal pero también desde la sociedad civil y promover un sello de responsabilidad social fuera de gobiernos —porque el gobierno va y viene—. La pregunta es: ¿Qué podemos hacer que sea a más largo plazo?”.
   Una de sus principales preocupaciones, finalizó Turok, es ¿qué hacer para que más jóvenes se interesen en el trabajo y la tradición de los rebozos? Porque hace poco falleció, comentó, María Elena López Peñablanca, rebocera de Tolimán, Querétaro. Los creadores se van, dijo, y no hay quién continúe con su labor.


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