Entrevista con el ilustrador mexicano Juan Gedovius
Un principito de 75 años
Músico, escritor e hijo de una ávida lectora, pareciera que Juan Gedovius tendría todo para haber crecido amando El Principito, el clásico de Antoine de Saint-Exupery, publicado en 1943, pero no. La historia que sigue conmoviendo a millones en todo el mundo, le cayó en la infancia como cucharada sopera de aceite de hígado de bacalao.
Por lo anterior, cuando le ofrecieron ilustrar dicho libro para publicarse bajo el sello Alfaguara, se sintió muy presionado.
“No es cualquier historia clásica, no sé, si hubiera sido Pinocho o Alicia en el país de las maravillas que se ha hecho muchísimas veces ̶ y que algún día espero hacer ̶ , tal vez… (hubiera sido más sencillo), pero El Principito toca unas fibras que pocos libros clásicos tocan, se hizo clásico por eso, porque marcó a generaciones enteras”.
–Sigue vigente…
No sé si vigente sea la palabra, es un clásico que llegó para estar ahí. En realidad aunque sí tiene un tiempo, un espacio, fechas definidas, siempre es muy trasladable a nuestras realidades, a nuestros momentos, a todo lo que nos sucede. Vigente, por supuesto, pero no sé si sea la mejor palabra para describirlo, está ahí y nos hace cosquillas en el corazón.
–¿Eras cercano a la historia?
Cero cercano. A mí me tuvieron que meter El Principito como emulsión de Scott en las mañanas. Mi madre es una acérrima seguidora del libro, quizá sea su texto favorito, y siempre quiso que los hijos gustáramos de él también. Creo que es una relación amor-odio: “lo tienes que leer y te tiene que gustar igual que a mí”. Y eso pasa con este libro, parece que cuando preguntas si leyeron El Principito todo mundo deber decir que sí, y no pasa nada si no lo has leído, pero siempre te dicen: “¿Cómo no lo has leído? Es necesario”.
Con los dedos pero no digital
Para crear esta nueva versión gráfica, que se aleja de los tonos azul y rojo de la imagen clásica de El Principito, el proceso de Gedovius fue sencillo y complicado a la vez: leerlo y releerlo.
“Para crear las imágenes debía empezar de cero, porque lo que más quería era alejarme de la versión que existía. Es el mismo texto, entonces lo que tenía que ser distinto, o no, era la ilustración”.
El creador mexicano, compartió, debió imaginarse que la suya era la primera versión gráfica de la historia, algo nada sencillo dada la cantidad de tratamientos –literarios y extraliterarios de la narración–, y de las simpatías que despierta el pequeño viajero interestelar.
“Fue ilustración tradicional”, dijo. “Es curioso como en muy poco tiempo todo es absolutamente digital y pareciera que dedicarle tiempo a los pinceles es hablar de hace 550 años: ‘Ahí cuando había piratas, la gente usaba pinceles’. No hace tanto y a mí siempre me ha gustado literalmente batirme con el material, oler el papel, la textura, el pigmento, el pincel… quizá es nostalgia pero me gusta hacerlo así”.
En sesiones nocturnas y acompañado de música que lo lleve al mood que busca –y que depende del proyecto y del día, pero también del humor que tenga en ese momento–, Gedovius, así como el Principito, debe aislarse en su asteroide para crear.
“Nadie me puede ver, no existo. Es una relación muy íntima, en mi caso, con el papel, el pigmento, el café, que a veces solo se queda enfriándose pero es parte de mi rito: mi vieja mesa de restirador con mi lámpara y música”.
–¿Cuánto tardaste en hacer este libro?
Un par de meses, quizá. Luego los tiempos no son amables, para lo que sea, siempre hay prisa. Lo urgente no da paso a las cosas importantes, entonces siempre estamos supeditados a tiempos de entrega, de impresión, y empezamos con fechas límite.
Con frecuencia me preguntan cuánto tardo haciendo un libro, puedo decir, de facto, que fueron dos o tres meses, pero creo que también, en realidad, me tardé 20 años en hacerlo, que es lo que llevo de ilustrador. Sería muy ingrato pensar que la experiencia no ha tenido que ver, si no la hubiera tenido seguramente habría tardado mucho más de esos dos meses. El tiempo es relativo.
–La gama de color le da el toque distintivo, ¿cierto?
No entendía porqué había que vestirlo como un príncipe francés, entiendo el contexto de origen, pero si es un príncipe prácticamente extraterrestre que vive en un asteroide, no entendía su traje medieval y un accesorio como la espada, siendo un personaje antibélico. No me hacía ninguna concordancia.
Alejándome de esos colores y de esas maneras de concebirlo, fue que llegué a esta gama de ocres, con algunos acentos de color. Me parecía que le quedaba bien, era una manera de abrazar el color para divorciarlo un poco de toda la imagen que teníamos.
–¿La historia finalmente te domesticó?
No sé si me domesticó o no, quise encontrar coincidencias. Quise encontrar una manera distinta de leerlo, quise encontrar sensaciones que no habría encontrado de otra manera e intentar plasmarlas lo mejor posible.
No sé si la mejor palabra sea domesticar, creo que pudimos llegar a puntos medios interesantes. No resultó ser la historia que en algún momento de mi niñez simplemente no concordaba, llegamos a un punto medio de acuerdos y nos quedó bien, tanto a él como a mí.
“Tuve que leerlo y leerlo, y hacer lo que dicen las palabras que ya están ahí, no se trataba de dar una vuelta que no tuviera que ver con el libro ni de faltarle al respeto al autor, por supuesto. Todo lo que hice estaba ahí, yo solo le di mi lectura y mi traducción en imágenes”. Juan Gedovius, ilustrador
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